Por Cuaderno Sandinista
La Franja de Gaza atraviesa el capítulo más oscuro de su historia reciente. Bajo la ocupación militar israelí, con apoyo abierto de Washington y el silencio cómplice de algunos gobiernos, se desarrolla una política sistemática de desplazamiento forzado, exterminio físico y destrucción cultural que ya ha sido catalogada como genocidio por organismos internacionales.
Gaza como botín inmobiliario
El ministro israelí de Finanzas, Bezalel Smotrich, reveló sin ambages la lógica que guía la ofensiva: “Hay una enorme riqueza inmobiliaria en Gaza que se amortiza sola… Ya hemos iniciado las negociaciones con los estadounidenses” (Insumo 1). La idea de convertir el enclave en un proyecto urbanístico para colonos y corporaciones, impulsado por el plan GREAT Trust de EE.UU., desnuda que la “demolición” de Gaza no es un efecto colateral de la guerra, sino su propósito.
Una operación de limpieza étnica
La estrategia ha sido descrita por la propia ONU como genocidio. La Comisión Internacional Independiente de Investigación documentó que Israel incurre en cuatro de los cinco actos definidos como genocidas, incluyendo “homicidio, lesiones graves físicas y psicológicas, imposición deliberada de condiciones de vida orientadas a destruir al grupo afectado, e impedimento de nacimientos dentro del mismo” (Insumo 6).
Los hechos lo confirman: la ONU denunció que Israel bombardeó 10 de sus propios edificios en Gaza, entre ellos siete escuelas y dos clínicas que servían de refugios (Insumo 10); además, la Oficina de Medios del Gobierno gazatí señala que ya fueron asesinados 251 periodistas palestinos, en lo que denomina una “campaña de exterminio informativo” (Insumo 5).
El hambre como arma de guerra
La política de asedio ha llevado a que la hambruna se convierta en método de exterminio. En apenas tres semanas, 144 palestinos murieron por desnutrición, sumando ya 422 víctimas desde 2023, la mayoría niños (Insumo 12). La ONU responsabilizó directamente a Israel por bloquear la entrada de ayuda y militarizar su distribución.
La fase final del asalto
La ocupación lanzó la operación “Carros de Guerra de Gedeón 2”, con miles de soldados y bombardeos masivos que provocaron la huida forzada de más de 300.000 personas de la ciudad de Gaza (Insumos 7 y 8). Las escenas recuerdan la Nakba de 1948, con familias caminando hacia el exilio. El propio ministro de Defensa, Israel Katz, celebró que “Gaza está ardiendo” (Insumo 7), confirmando el carácter intencional de la devastación.
Complicidad de EE.UU. y la traición argentina
En este contexto, la visita del secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, selló el apoyo total de Washington a Netanyahu: “Hamás debe dejar de existir como fuerza armada que amenace la paz y la seguridad en la región” (Insumo 9). Al mismo tiempo, Rubio justificó el bombardeo contra Doha y reiteró que “el ataque a Qatar no alterará la relación de Estados Unidos con Israel” (Insumo 9).
Más grave aún es el voto argentino en la ONU, alineado con EE.UU. e Israel contra la “Declaración de Nueva York”, que pedía el reconocimiento de Palestina como Estado y el despliegue de una misión internacional de protección. El ex canciller Jorge Taiana lo resumió así: “Es un voto en contra del derecho internacional, en contra del derecho de los palestinos a un Estado… y es esencialmente un voto en contra de la Argentina” (Insumo 13).
La fractura en Occidente y el rol de China
Pero el genocidio no pasa sin contestación. China expresó su “firme oposición” a la ofensiva israelí, exigiendo un alto al fuego inmediato y defendiendo la solución de dos Estados como única salida viable (Insumo 2). Incluso gobiernos occidentales tradicionales aliados de Tel Aviv han comenzado a marcar distancia: Canadá calificó de “horrenda” la ofensiva, el Reino Unido advirtió que “solo traerá más derramamiento de sangre” y Francia urgió a levantar las restricciones a la ayuda humanitaria (Insumo 14).
Este contraste revela una fractura dentro del bloque occidental: mientras Washington y sus satélites profundizan la complicidad, Europa y otros países temen el costo político de avalar un genocidio que hoy es imposible de ocultar.
Gaza como espejo del orden internacional
La ofensiva israelí sobre Gaza no solo es una tragedia humanitaria sin precedentes, con más de 65.000 palestinos asesinados, en su mayoría mujeres y niños (Insumos 2, 3 y 4). Es también una prueba de fuego para el sistema internacional: o se impone la ley del más fuerte, que convierte pueblos en botín inmobiliario y vidas en cifras descartables, o se afirma un orden basado en la dignidad y el derecho de los pueblos a la autodeterminación.
La historia será implacable con los gobiernos y actores que hoy se ubican del lado del genocidio. Y también recordará a quienes, desde Palestina hasta China, desde la ONU hasta la resistencia popular, insisten en levantar la voz frente al horror.