Las ya tensas relaciones entre Israel y las Naciones Unidas parecen haber llegado al límite. El Gobierno de Netanyahu ha decidido enfrentarse abiertamente a la ONU, hasta el punto de que su embajador en el organismo internacional, Gilad Erdan, dijo ayer que “ha llegado el momento de darles una lección”.
Por eso, además de seguir vetando la entrada de ayuda humanitaria a Gaza desde el paso fronterizo de Rafah, Israel ha negado el visado al máximo responsable de Asuntos Humanitarios de la ONU, Martin Griffiths, y a otros funcionarios. Todo después de que Israel pidiera la dimisión de António Guterres, secretario general de la ONU, por considerar que esta organización ha perdido “toda la moralidad e imparcialidad”, según las beligerantes palabras del embajador Erdan en respuesta al discurso de Guterres en el Consejo de Seguridad en el que recordó que los brutales ataques de Hamas no vienen del vacío, sino que hay que verlos en el contexto de 56 años de “sofocante ocupación”. Unas palabras que desataron la contundente respuesta hebrea pese a que, ayer, Guterres dijo estar “asombrado por las tergiversaciones de algunas” de sus palabras y reiteró su condena de los “atroces ataques de Hamas”, aunque no se desdijo de su discurso.
El Gobierno israelí pide la dimisión de Guterres y veta visados a altos funcionarios de la ONU
Israel y la ONU hablan hace tiempo idiomas distintos. Mientras Tel Aviv dice que cumplió con la legalidad internacional al dar un aviso de evacuación de 24 horas a la población del norte de Gaza, la ONU cree que esa orden era imposible de cumplir. Mientras Israel habla de objetivos militares en sus bombardeos, la ONU insiste en que nada puede justificar “el deliberado lanzamiento de cohetes contra objetivos civiles”. Guterres insistió en ello al hablar de las “claras violaciones del derecho internacional humanitario que estamos viendo en Gaza”.
El Gobierno israelí está recibiendo cada vez más presiones internacionales para que acepte una “pausa humanitaria” que permita la llegada de la ayuda a cientos de miles de gazatíes atrapados. Pero Tel Aviv se mantiene inflexible en su negativa y en este contexto no ayuda que esta ayuda sea coordinada y distribuida precisamente por la ONU.
La consecuencia de este enfrentamiento es que la situación en Gaza es ya desesperada. Las agencias humanitarias de la propia ONU advirtieron ayer que detendrían sus operaciones por la noche por falta de combustible, necesario para los generadores de unos hospitales que o ya están inoperativos o presentan “niveles sin precedentes de devastación”, con heridos hacinados y cadáveres apilados. La falta de alimentos empieza a crear problemas de malnutrición, y la ausencia de agua aumenta el riesgo de enfermedades infecciosas. Más de medio millón de desplazados gazatíes malviven en precarias instalaciones de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (Unrwa).
El choque Israel-ONU no es nuevo. El Gobierno israelí lleva 75 años incumpliendo las resoluciones de la ONU. Ha hecho caso omiso a sus peticiones de retirarse de los territorios ocupados, frenar los asentamientos ilegales y favorecer la creación de un Estado palestino. Para añadir más leña al fuego, ayer se publicó un estudio de la Conferencia de la ONU para el Comercio y Desarrollo en que culpa a Israel de la pobreza de Gaza y de Cisjordania, que se acerca a su peor nivel en 30 años.
Ahora, Israel afirma que reconsiderará toda su relación con la ONU, una organización criticada muchas veces por su inoperancia –fruto de un sistema de funcionamiento en el que el derecho de veto tiene un papel crucial–, pero que esta vez, quizá por los muchos años que lleva en Gaza y su conocimiento de la situación, intenta alzar la voz aunque solo sea como conciencia moral y para denunciar los crímenes contra el derecho humanitario internacional. El choque entre Israel y la ONU es la consecuencia de unas relaciones que se han deteriorado más en las últimas semanas por la estrategia bélica israelí y que solo traerá más sufrimiento y dolor a los gazatíes atrapados.
Fuente: La Vanguardia