Un nuevo proceso electoral se llevará a cabo en Nicaragua. En noviembre, el pueblo mediante elecciones libres y democráticas decidirá quién será el próximo presidente de nuestro país.
Las últimas encuestas indican que el Pueblo de Nicaragua tiene muy claro cuál es el camino a seguir. Y, sin duda alguna, apuntará a la continuidad del proceso revolucionario. Esto demuestra un nivel de conciencia popular que trasciende ampliamente las presiones que el gobierno de Estados Unidos y sus lacayos ejercen sobre nuestro país, un nivel de conciencia que se ha forjado a lo largo de la histórica lucha del pueblo nicaragüense.
Todavía existen algunos pocos tontos útiles que se dejan llevar por el individualismo, el egoísmo y que ponen por encima de los intereses del Pueblo sus propios beneficios y los del extranjero. Estos malos hijos de Nicaragua desconocen y no se identifican con la historia de nuestro Pueblo. El enemigo está allí afuera, tratando de deslegitimar, una vez más, las elecciones y estos irresponsables son cómplices de esta campaña de agresión.
El General Augusto C. Sandino mencionó que la principal contradicción que debemos resolver los/as nicaragüenses es comprender, de una vez por todas, que “el imperialismo yanqui es nuestro principal enemigo”.
Estas palabras siguen siendo válidas en tiempos actuales. Solo desgracia y sufrimiento en las naciones trae ser aliado del gobierno yanqui. Cuando el gobierno de Estados Unidos interfirió en nuestros asuntos internos es cuando mayor ha sido el desastre en nuestra nación. Sufrimos la dictadura somocista por más de cuatro décadas y posteriormente dieciséis años de gobiernos neoliberalismo, una propuesta de estado que defendió los intereses del enemigo de la humanidad.
Es por eso que, tal y como lo menciona el Comandante Carlos Fonseca Amador:
“La resistencia contra la agresión y codicia yanqui nacen de lo más hondo de la historia de nuestros pueblos. Las agresiones norteamericanas no solamente causan destrozos en lo material, sino que también repercuten en el patrimonio cultural y espiritual de los pueblos. Solamente así puede explicarse el olvido en que han caído muchas de las intervenciones de los Estados Unidos en Nicaragua; tal olvido tiene como consecuencia una subvaloración de la catastrófica ruina causada a nuestro pueblo”.
Somos un pueblo que ha sabido estar a la altura del momento que vive, un pueblo que ha sabido estar a la altura de la obra que realiza, y un pueblo que cuando es necesario saca de sí todo lo que tiene de heroico, todo lo que tiene de tenaz, todo lo que tiene de valiente, todo lo que tiene de noble, todo lo que tiene de bueno, para poder resistir todos los peligros y para poder enfrentarse a todas las eventualidades.
Con la participación de todos/as y cada uno de nosotros venceremos las agresiones del gobierno de Estados Unidos y sus títeres, reafirmaremos nuestro derecho soberano a ser libres y de elegir a nuestro gobernante.
El 7 de noviembre expresaremos nuestro respaldo ante lo que será una gran victoria del pueblo nicaragüense. Defenderemos nuestro proceso democrático, la democracia del pueblo y la verdad de Nicaragua.
Reafirmaremos la responsabilidad de cumplir los sueños de nuestros libertadores que son los sueños de la inmensa mayoría de los nicaragüenses, los frutos de su sangre sagrada derramada es la continuidad de nuestra revolución, es el latido social con una conducta llena de moral, trabajo y alegría.
El Pueblo es sabio, defiende y defenderá las conquistas revolucionarias, que son derechos restituidos que incrementan el nivel de vida de la población. El Pueblo aguerrido y valiente expulsó a los marines yanquis, la dictadura somocista, dieciséis años de neoliberalismo, un intento de golpe de estado y ahora, también vencerá en las urnas las agresiones yanquis.
“La victoria final no se produce de inmediato; el enemigo no es la camarilla reaccionaria local, la que pudo ser derrotada mil veces con las sucesivas acciones emprendidas. Se trata de enfrentar al enemigo de más de un siglo: el imperio del dólar”. (Comandante Carlos Fonseca Amador)
Escrito por Germán Van de Velde
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