El lunes 26 de septiembre de 1960 pasará a la historia como el día en que Fidel hiciera su primera intervención en la ONU. Exactamente a las 2:40 de la tarde, el jefe de la Revolución arribó a la entrada principal del edificio de las Naciones Unidas. Cuando tocó su turno, Fidel se puso en pie y con largos pasos se dirigió hacia la tribuna. Tomó dos sorbos de agua y comenzó su histórico discurso.
Eran las 2:57 de la tarde. No había en Cuba un solo aparato de radio y televisión que no recogiera la imagen y la voz de Fidel. Al siguiente día, el discurso fue reproducido por el periódico Revolución.
Fidel concluyó su intervención a las 8:15 de la noche con una prolongada ovación, y fue interrumpido durante su intervención, unas 30 veces, por ovaciones de los delegados a la Asamblea General de la ONU.
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la sede de las Naciones Unidas, Estados Unidos, el 26 de septiembre de 1960.
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Se habla del deseo universal de paz, que es el deseo de todos los pueblos y, por tanto, el deseo también de nuestro pueblo, pero esa paz, que el mundo desea preservar, es la paz con que nosotros los cubanos no contamos desde hace rato. Los peligros que otros pueblos del mundo pueden considerar más o menos lejanos son problemas y preocupaciones que para nosotros están muy próximos. Y no ha sido fácil venir a exponer aquí en esta asamblea los problemas de Cuba. No ha sido fácil para nosotros llegar aquí.
No sé si seremos unos privilegiados. ¿Seremos nosotros, los de la delegación cubana, la representación del tipo de gobierno peor del mundo? ¿Seremos nosotros, los representantes de la delegación cubana, acreedores al maltrato que hemos recibido? ¿Y por qué precisamente nuestra delegación? Cuba ha enviado muchas delegaciones a las Naciones Unidas, Cuba ha estado representada por diversas personas y, sin embargo, nos correspondieron a nosotros las medidas de excepción: confinamiento a la Isla de Manhattan, consigna en todos los hoteles para que no se nos alquilasen habitaciones, hostilidad y, bajo el pretexto de la seguridad, el aislamiento.
Quizás ninguno de ustedes, señores delegados, ustedes, que traen no la representación individual de nadie, sino la representación de sus respectivos países, y que por lo tanto las cosas que a cada uno de ustedes se refieran han de preocuparles por lo que cada uno de ustedes represente a su llegada a esta ciudad de Nueva York haya tenido que sufrir tratos personalmente vejaminosos, físicamente vejaminosos, como tuvo que sufrir el Presidente de la delegación cubana.
No estoy agitando aquí, en esta asamblea. Me limito a decir la verdad. Era hora también de que nosotros tuviéramos la oportunidad de hablar. Sobre nosotros han estado hablando desde hace muchos días, han estado hablando los periódicos, y nosotros en silencio. Nosotros no podemos defendernos de los ataques aquí, en este país. Nuestra oportunidad para decir la verdad es esta, y no dejaremos de decirla.
Tratos personales vejaminosos, intentos de extorsión, desalojo del hotel en que residíamos, y cuando marchamos hacia otro hotel hemos puesto de nuestra parte todo lo posible para evitar dificultades, absteniéndonos por completo de salir de nuestro alojamiento, no asistiendo a ningún otro punto que a esta sala de las Naciones Unidas, las contadas veces que hemos asistido, y la aceptación a una recepción en la embajada del gobierno soviético. Sin embargo, eso no bastó para que nos dejaran en paz.
Había aquí, en este país, una numerosa inmigración cubana. Pasan de 100 000 los cubanos que en los últimos 20 años se han trasladado a este país desde su propia tierra, donde ellos habrían deseado estar siempre, y adonde ellos desean regresar, como desean regresar siempre los que por razones sociales o económicas se ven obligados a abandonar su patria.
Esa población cubana se dedicaba aquí al trabajo, respetaba y respeta las leyes, y, naturalmente, sentía por su patria, sentía por la Revolución. Nunca tuvo problemas, pero un día comenzaron a llegar a este país otro tipo de visitantes: comenzaron a llegar criminales de guerra, comenzaron a llegar individuos que habían asesinado, en algunos casos, a centenares de nuestros compatriotas. Aquí no tardaron en verse alentados por la publicidad, aquí no tardaron en verse alentados por las autoridades, y, naturalmente, ese aliento refleja su conducta, y son motivos de frecuentes incidentes con la población cubana que desde hacía muchos años trabajaba honestamente en este país.
Uno de esos incidentes, provocado por los que aquí se sienten respaldados por las campañas sistemáticas contra Cuba, y por la complicidad de las autoridades, dio lugar a la muerte de una niña. Ese hecho era de lamentar, y era para que lo lamentásemos todos. Los culpables no eran, precisamente, los cubanos residentes aquí. Los culpables no éramos, mucho menos, nosotros, los de la delegación cubana y, sin embargo, seguramente todos ustedes habrán visto esos cintillos de los periódicos donde se hablaba de que Grupos Pro Castro habían dado muerte a una niña de 10 años.
Y con esa hipocresía característica de los que tienen que ver con las cosas de las relaciones entre Cuba y este país, un vocero de la Casa Blanca inmediatamente expidió declaraciones a todo el mundo, señalando el hecho, acusando, casi casi, de culpabilidad a la delegación cubana.
Y, por supuesto, su Excelencia, el señor delegado de Estados Unidos en esta asamblea no dejó de sumarse a la farsa, enviando al gobierno de Venezuela un telegrama de condolencia a los familiares de la víctima, tal como si se sintiese en la obligación de dar una explicación desde las Naciones Unidas, por algo de lo que, virtualmente, fuese culpable la delegación cubana.
Pero eso no era todo. Cuando nosotros fuimos obligados a abandonar uno de los hoteles de esta ciudad, y nos dirigimos hacia la sede de las Naciones Unidas, mientras se hacían otras gestiones, hay un hotel, un hotel humilde de esta ciudad, un hotel de los negros de Harlem, que nos dio alojamiento.
La respuesta llegó mientras nosotros conversábamos con el señor Secretario General. Sin embargo, un funcionario del Departamento de Estado hizo todo lo posible por impedir que nosotros nos alojásemos en ese hotel. En ese instante, como por arte de magia, empezaron a aparecer hoteles en Nueva York. Y hoteles que habían negado alojamiento a la delegación cubana anteriormente, se ofrecieron entonces para alojarnos hasta gratis. Mas nosotros, por elemental reciprocidad, aceptamos el hotel de Harlem. Entendíamos que teníamos derecho a esperar que se nos dejase en paz. No, no se nos dejó en paz.
Ya en Harlem, en vista de que no se pudo impedir nuestra estancia en aquel lugar, comenzaron las campañas de difamación. Comenzaron a esparcir por el mundo la noticia de que la delegación cubana se había alojado en un burdel. Para algunos señores, un hotel humilde del barrio de Harlem, de los negros de Estados Unidos, tiene que ser un burdel. Y además, han estado tratando de cubrir de infamia a la delegación cubana, sin respeto siquiera para las compañeras que integran o trabajan con nuestra delegación.
Si nosotros fuésemos de la calaña de hombres que se nos quiere pintar a toda costa, no habría perdido su esperanza el imperialismo, como la ha perdido hace mucho rato, de comprarnos o seducirnos de alguna manera. Mas como la esperanza la han perdido desde hace mucho rato, y no tuvieron nunca razón para albergarla, al menos, después de afirmar que la delegación cubana se alojó en un burdel debían reconocer que el capital financiero imperialista es una ramera que no puede seducirnos. Y no precisamente La Ramera Respetuosa de Jean Paul Sartre.
El problema de Cuba. Quizás algunos de ustedes estén bien informados, quizás algunos no. Todo depende de las fuentes de información, pero, sin duda que para el mundo el problema de Cuba, surgido en el transcurso de los últimos dos años, es un problema nuevo. El mundo no había tenido muchas razones para saber que Cuba existía. Para muchos era algo así como un apéndice de Estados Unidos. Incluso para muchos ciudadanos de este país Cuba era una colonia de Estados Unidos. En el mapa no lo era; en el mapa nosotros aparecíamos con un color distinto al color de Estados Unidos. En la realidad sí lo era.
¿Y cómo llegó a ser nuestro país una colonia de Estados Unidos? No fue precisamente por sus orígenes. No fueron los mismos hombres los que colonizaron a Estados Unidos y a Cuba. Cuba tiene una raíz étnica y cultural muy distinta, y esa raíz se afianzó durante siglos. Cuba fue el último país de América en librarse del coloniaje español, del yugo colonial español, con perdón de su señoría, el representante del gobierno español. Y por ser el último, tuvo que luchar también más duramente.
El Gobierno Revolucionario comienza a dar los primeros pasos. Lo primero que hace es rebajar los alquileres que pagaban las familias, en un 50%, medida muy justa, puesto que como decíamos anteriormente, había familias que pagaban hasta la tercera parte de sus ingresos. Y el pueblo había sido víctima de una gran especulación con la vivienda, y las tierras urbanas habían sido objeto de tremendas especulaciones a costa de la economía del pueblo.
Mas, cuando el Gobierno Revolucionario rebaja los alquileres en un 50%, hubo disgustados, sí, unos pocos que eran los dueños de aquellos edificios de apartamentos, pero el pueblo se lanzó a la calle lleno de alegría, como ocurriría en cualquier país, aquí mismo en Nueva York, si les rebajan un 50% los alquileres a todas las familias. Mas no significó ningún problema con los monopolios. Algunas compañías norteamericanas tenían grandes construcciones, pero eran relativamente pocas.
Después vino otra ley. Vino una ley anulando las concesiones que el gobierno tiránico de Fulgencio Batista le había hecho a la Compañía de Teléfonos que era un monopolio norteamericano. Al amparo de la indefensión del pueblo habían obtenido provechosas concesiones. El Gobierno Revolucionario anula esas concesiones y restablece los precios de los servicios telefónicos al nivel que tenían anteriormente. Comienza el primer conflicto con los monopolios norteamericanos.
La tercera medida fue rebajar las tarifas eléctricas, que eran de las más altas del mundo. Surge el segundo conflicto con los monopolios norteamericanos. Ya nosotros empezábamos a parecer comunistas; ya empezaban a embadurnarnos de rojo, porque habíamos chocado, sencillamente, con los intereses de los monopolios norteamericanos.
Pero viene la tercera ley, ley imprescindible, ley inevitable, inevitable para nuestra patria, e inevitable, más tarde o más temprano, para todos los pueblos del mundo… al menos para todos los pueblos del mundo que no lo hayan hecho todavía: la Ley de Reforma Agraria. Claro está que en teoría, todo el mundo está de acuerdo con la reforma agraria. Nadie se atreve a negarlo, nadie que no sea un ignorante, se atreve a negar que la reforma agraria es, en los países subdesarrollados del mundo, una condición esencial para el desarrollo económico.
En Cuba también hasta los latifundistas estaban de acuerdo con la reforma agraria, solo que una reforma agraria a su manera, como la reforma agraria que defienden muchos teóricos: una reforma agraria a su manera, y sobre todo, ¡que ni a su manera ni de ninguna manera se llegue a realizar mientras pueda evitarse! Es algo reconocido por los organismos económicos de las Naciones Unidas, es algo sobre lo cual ya nadie discute. En nuestro país era imprescindible: más de 200 000 familias de campesinos moraban en los campos de nuestra patria, sin tierra donde sembrar los alimentos esenciales.
Sin reforma agraria, nuestro país no habría podido dar el primer paso hacia el desarrollo. Y, efectivamente, dimos ese paso: hicimos una reforma agraria. ¿Era radical? Era una reforma agraria radical. ¿Era muy radical? No era una reforma agraria muy radical. Hicimos una reforma agraria ajustada a las necesidades de nuestro desarrollo, ajustada a nuestras posibilidades de desarrollo agrícola. Es decir, una reforma agraria que resolviera el problema de los campesinos sin tierra, que resolviera el problema de los abastecimientos de aquellos alimentos indispensables, que resolviera el tremendo desempleo en el campo, que pusiera fin a aquella miseria espantosa que habíamos encontrado en los campos de nuestro país.
Incursiones aéreas y agresión económica
Lo cierto es que al menos en este pacífico hemisferio nosotros éramos un país que sin estar en guerra con nadie, teníamos que estar soportando el incesante hostigamiento de los aviones piratas. ¿Y aquellos aviones podían entrar y salir impunemente del territorio de Estados Unidos? A ver: invitamos a los delegados a que mediten un poco y también invitamos al pueblo de Estados Unidos, si el pueblo de Estados Unidos tiene, por casualidad, la oportunidad de informarse de las cosas que aquí se hablan, a que medite sobre el hecho de que, según las propias afirmaciones del gobierno de Estados Unidos, el territorio de Estados Unidos está perfectamente vigilado y protegido contra cualquier incursión aérea, que las medidas de defensa del territorio de Estados Unidos son infalibles. Que las medidas de defensa del mundo que ellos llaman «libre» —porque por lo menos para nosotros no lo ha sido hasta el día primero de enero de 1959—, son infalibles, que ese territorio está perfectamente defendido.
Si eso es así, ¿cómo se explica que, no ya aviones supersónicos, sino simples avionetas, con una velocidad de apenas 150 millas, puedan entrar y salir tranquilamente del territorio nacional norteamericano, pasar de ida junto a dos bases y regresar de vuelta junto a dos bases, sin que el gobierno de Estados Unidos siquiera se entere de que esos aviones están entrando y saliendo del territorio nacional? Eso quiere decir dos cosas: o bien que el gobierno de Estados Unidos miente al pueblo de Estados Unidos y Estados Unidos está indefenso frente a incursiones aéreas, o el gobierno de Estados Unidos era cómplice de esas incursiones aéreas.
Se acabaron las incursiones aéreas y vino entonces la agresión económica. ¿Cuál era uno de los argumentos que esgrimían los enemigos de la reforma agraria? Decían que la reforma agraria traería el caos en la producción agrícola, que la producción disminuiría considerablemente, que el gobierno de Estados Unidos se preocupaba de que Cuba no pudiera cumplir sus compromisos de abastecimiento del mercado norteamericano.
Primer argumento, y es bueno que por lo menos las nuevas delegaciones aquí presentes se vayan familiarizando con algunos argumentos, porque quizás algún día tengan que responder a argumentos similares: Que la reforma agraria era la ruina del país. No resultó así. Si la reforma agraria hubiese sido la ruina del país, si la producción agrícola hubiese descendido, entonces no habría tenido necesidad el gobierno norteamericano de llevar adelante su agresión económica.
¿Creían sinceramente en lo que decían, cuando afirmaban que la reforma agraria iba a producir un descenso de la producción? ¡Tal vez lo creían! Es lógico que cada cual crea según como haya preparado su mente para creer. Es posible que se imaginaran que sin las todopoderosas compañías monopolistas, los cubanos éramos incapaces de producir azúcar. ¡Es posible! Tal vez hasta confiaron en que nosotros arruinaríamos el país.
Y, claro, si la Revolución hubiese arruinado al país, Estados Unidos no habría tenido necesidad de agredirnos, nos habrían dejado solos, habría quedado el gobierno de Estados Unidos como un gobierno muy noble y muy bueno, y nosotros como unos señores que arruinábamos a la nación y como un gran ejemplo de que no se puede hacer revoluciones, porque las revoluciones arruinan a los países.
¡No fue así! Hay una prueba de que las revoluciones no arruinan a los países, y la prueba la acaba de dar el gobierno de Estados Unidos. ¡Ha probado muchas cosas, pero entre otras cosas, ha probado que las revoluciones no arruinan a los países y que los gobiernos imperialistas sí son capaces de tratar de arruinar a los países!
Cuba no se había arruinado, había que arruinarla. Cuba necesitaba de nuevos mercados para sus productos, y nosotros honradamente pudiéramos preguntarle a cualquier delegación de las aquí presentes, ¿cuál de ellas no quiere que su país venda los artículos que produce, cuál de ellas no quiere que sus exportaciones aumenten? Nosotros queríamos que nuestras exportaciones aumentasen. Eso es lo que quieren todos los países, esa debe ser una ley universal.
Solamente el interés egoísta puede estar en oposición al interés universal del intercambio comercial, que es una de las más viejas aspiraciones y necesidades de la humanidad.
Cómo surgen las Naciones Unidas
Queríamos hacer una consideración sobre el hecho de cómo surgen las Naciones Unidas.
Surgen después de la lucha contra el fascismo, después que decenas de millones de hombres murieron. Y así, de aquella lucha que tantas vidas costó, surgió esta organización como una esperanza. Sin embargo, hay extraordinarias paradojas: cuando los soldados norteamericanos caían en Guam, o en Guadalcanal, o en Okinawa, o en una de las muchas islas de Asia, caían también en el territorio continental chino, luchando contra el mismo enemigo, esos mismos hombres a quienes se les niega el derecho a discutir su ingreso en las Naciones Unidas. Y, mientras al mismo tiempo soldados de la División Azul luchaban en la Unión Soviética en defensa del fascismo, a la República popular China se le niega el derecho a que se discuta su caso aquí, en las Naciones Unidas.
Sin embargo, aquel régimen, que fue la consecuencia del nazismo alemán y del fascismo italiano, que tomó el poder con el apoyo de los cañones y los aviones de Hitler, y de los «camisas negras» de Mussolini, recibió este generoso ingreso en las Naciones Unidas.
China representa una cuarta parte del mundo. ¿Qué gobierno es la verdadera representación de ese pueblo, de ese pueblo que es el mayor del mundo? Sencillamente, el gobierno de la República popular China. Y allí se mantiene otro régimen, en medio de una guerra civil, que interrumpió la intromisión de la Séptima Flota de Estados Unidos.
Cabe todavía aquí preguntarse en virtud de qué derecho, la flota de un país extracontinental —y vale la pena que lo repitamos aquí—, cuando tanto se habla de intromisiones extracontinentales, que a nosotros se nos dé una explicación del porqué la flota de un país extracontinental interfirió allí en un asunto interno de China, con el único propósito de mantener allí un grupo adicto e impedir la total liberación del territorio. Como esa es una circunstancia absurda y una circunstancia ilegal desde todo punto de vista, ese es el porqué el gobierno de Estados Unidos no quiere que se discuta el problema de la República popular China.
Y nosotros queremos dejar constancia aquí de este punto de vista nuestro y de nuestro apoyo a que se discuta y que la Asamblea de las Naciones Unidas siente aquí a los legítimos representantes del pueblo chino, que son los representantes del gobierno de la República popular China.
Comprendo perfectamente bien que es un poco difícil el que se libre nadie aquí de los conceptos estereotipados con que suelen juzgar a los representantes de las naciones. Debo decir que aquí hemos venido libres de prejuicios, a analizar objetivamente los problemas, sin miedo a que crean lo que crean, o sin miedo a las consecuencias de nuestra actitud.
Hemos sido honestos, hemos sido francos —sin franquismo—, porque no queremos ser cómplices de esa injusticia que se comete con gran número de españoles, que todavía están hace 20 años, más de 20 años, presos en España, y que lucharon junto con los norteamericanos del batallón «Lincoln», compañeros de esos mismos norteamericanos que fueron allí a poner en alto el nombre de ese gran norteamericano que fue Lincoln.
En definitiva, vamos a confiar en el razonamiento, y vamos a confiar en la honestidad de todos. Hay cosas, sobre estos problemas del mundo con lo cual nosotros queremos resumir nuestro pensamiento, sobre lo que no cabe duda. Nuestro problema lo hemos expuesto aquí. Forma parte de los problemas del mundo. Quienes hoy nos agreden a nosotros son los que ayudan a agredir a otros en otras partes del mundo.
El gobierno de Estados Unidos no puede estar con el pueblo argelino, porque es aliado de la metrópoli, Francia. No puede estar con el pueblo congolés, porque es aliado de Bélgica. No puede estar con el pueblo español, porque es aliado de Franco. No puede estar con el pueblo puertorriqueño, cuya nacionalidad han estado destruyendo durante 50 años. No puede estar con los panameños, que reclaman el Canal. No puede estar con el auge del poder civil ni en América Latina, ni en Alemania, ni en Japón. No puede estar con los campesinos que quieren tierra, porque son aliados de los latifundistas. No puede estar con los obreros que reclaman mejores condiciones de vida, en cualquier lugar del mundo, porque son aliados de los monopolios. No pueden estar con las colonias que quieren liberarse, porque son aliados de los colonizadores.
El gobierno de Estados Unidos se olvida de los millones de hebreos que fueron asesinados en los campos de concentración de Europa por los nazis que hoy recuperan su influencia en el ejército alemán. Se olvidan de los franceses que fueron asesinados allí en su heroica lucha contra la ocupación. Se olvidan de los soldados norteamericanos que murieron en la línea de Sigfrido, en el Ruhr, o en el Rhin, o en los frentes de Asia. No pueden estar con la integridad y la soberanía de los pueblos. ¿Por qué? Porque necesitan cercenar la soberanía de los pueblos para mantener sus bases militares, y cada base es un puñal clavado en la soberanía, cada base es una soberanía cercenada.
El quid de la cosa, de la paz y de la guerra
Para qué darle más vuelta a la cuestión. Este es el quid de la cosa, incluso, el quid de la paz y de la guerra, el quid de la carrera armamentista o del desarme. Las guerras, desde el principio de la humanidad, han surgido, fundamentalmente, por una razón: el deseo de unos de despojar a otros de sus riquezas. ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra! ¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso!
Por eso tiene que estar contra la soberanía de los pueblos, porque necesita estar cercenando la soberanía para mantener su política de bases alrededor de la Unión Soviética, y entendemos que al pueblo norteamericano no se le explica bien estos problemas, porque basta que el pueblo norteamericano se imagine qué sería de su tranquilidad si en Cuba, en México, o en Canadá, la Unión Soviética comienza a establecer un cordón de bases atómicas. La población no se sentiría segura, no se sentiría tranquila.
Hay que enseñarle a la opinión mundial, que incluye, por tanto, a la opinión norteamericana, a comprender los problemas desde otro ángulo, desde el ángulo de los demás. No presentarnos siempre a los pueblos subdesarrollados como agresores, a los revolucionarios como agresores, como enemigos del pueblo norteamericano.
Nosotros no podemos ser enemigos del pueblo norteamericano, porque hemos visto norteamericanos como Carleton Beals, o como Waldo Frank, a ilustres y distinguidos intelectuales como ellos, salírseles las lágrimas pensando en los errores que se cometen, en la falta de hospitalidad que particularmente se cometió con nosotros.
Sabemos, por cierto, lo que le dirán hoy y mañana y siempre de nosotros al pueblo norteamericano para engañarlo. Pero no importa. Cumplimos nuestro deber con expresar estos sentimientos en esta histórica Asamblea. Proclamamos el derecho de los pueblos a su integridad, el derecho de los pueblos a su nacionalidad, y conspiran contra el nacionalismo, los que saben que el nacionalismo significa afán de recuperar lo suyo, sus riquezas, sus recursos naturales.
Estamos, en fin, con todas las nobles aspiraciones de todos los pueblos. Esa es nuestra posición. Con todo lo justo estamos y estaremos siempre: contra el coloniaje, contra la explotación, contra los monopolios, contra el militarismo, contra la carrera armamentista, contra el juego a la guerra. Contra eso estaremos siempre. Esa será nuestra posición.
Y, para finalizar, cumpliendo lo que entendemos como un deber nuestro, traer al seno de esta Asamblea la parte esencial de la Declaración de La Habana. Ustedes saben que la Declaración de La Habana fue la respuesta del pueblo de Cuba a la Carta de Costa Rica. No se reunieron 10, ni 100, ni 100 000, se reunieron más de un millón de cubanos. Quienes duden, pueden ir a contarlos en la próxima concentración o asamblea general que demos en Cuba, en la seguridad de que van a ver un espectáculo de pueblo ferviente y de pueblo consciente, que difícilmente hayan tenido oportunidad de ver, y que solo se ve cuando los pueblos están defendiendo ardorosamente sus intereses más sagrados.
En aquella asamblea de respuesta a la Carta de Costa Rica, en consulta con el pueblo y por aclamación del pueblo, se proclamaron estos principios, como los principios de la Revolución Cubana:
- La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, condena el latifundio, fuente de miseria para el campesino y sistema de producción agrícola retrógrado e inhumano; condena los salarios de hambre y la explotación inicua del trabajo humano por bastardos y privilegiados intereses; condena el analfabetismo, la ausencia de maestros, de escuelas, de médicos y de hospitales; la falta de protección a la vejez que impera en los países de América; condena la discriminación del negro y del indio; condena la desigualdad y la explotación de la mujer; condena las oligarquías militares y políticas que mantienen a nuestros pueblos en la miseria, impiden su desarrollo democrático y el pleno ejercicio de su soberanía; condena las concesiones de los recursos naturales de nuestros países a los monopolios extranjeros como política entreguista y traidora al interés de los pueblos; condena a los gobiernos que desoyen el sentimiento de sus pueblos para acatar mandatos extranjeros; condena el engaño sistemático a los pueblos por órganos de divulgación que responden al interés de las oligarquías y a la política del imperialismo opresor; condena el monopolio de las noticias por agencias monopolistas, instrumentos de los trusts monopolistas y agentes de esos intereses; condena las leyes represivas que impiden a los obreros, campesinos, estudiantes y a los intelectuales, a las grandes mayorías de cada país, organizarse y luchar por sus reivindicaciones sociales y patrióticas; condena a los monopolios y empresas imperialistas que saquean continuamente nuestras riquezas, explotan a nuestros obreros y campesinos, desangran y mantienen en retraso nuestras economías, y someten la política de la América Latina a sus designios e intereses.
- La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba condena, en fin, la explotación del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.
En consecuencia, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, proclama ante América» —y lo proclama aquí ante el mundo:
- El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educación; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; el derecho de los jóvenes al trabajo; el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica; el derecho de los negros y los indios a la ‘dignidad plena del hombre’; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho del anciano a una vejez segura; el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el derecho de los Estados a la nacionalización de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el derecho de las naciones a su plena soberanía, el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y armar a sus obreros» —porque en esto nosotros tenemos que ser armamentistas, en armar a nuestro pueblo para defendernos de los ataques imperialistas—, «campesinos, estudiantes, intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos.
Algunos querían conocer cuál era la línea del Gobierno Revolucionario de Cuba. Pues bien, ¡esta es nuestra línea!
En video, fragmento del discurso
Fuente: http://www.cubadebate.cu/