Escrito por Mijaíl Martínez
Hablar de mi infancia no es solo hablar de trompos, chibolas, rines de llantas, bolsas con agua y total desapego de la tecnología como medio para las relaciones sociales; hablar de mi infancia es marcar en mi vida el nacimiento y formación de mi conciencia de clases.
Hablar del nacimiento de la conciencia de clases en mi infancia es ir más allá de la literatura entorno político que complementó mi formación ideológica, es haber vivido escenarios socialmente espeluznantes dentro de los cuales, los actores responsables, son aquellos que hoy quieren retomar al poder a cualquier costo.
Hablar hoy de mi formación de conciencia de clases, es no dejar a un lado mi memoria histórica, la cual se mantiene intacta a pesar de los ataques constantes y sistémicos de ciertos grupos de manipulación política que lamentablemente han socavado la memoria histórica de muchos.
Recordar es vivir, recordar es no olvidar para no repetir.
Cómo olvidar mi primer impacto social, conociendo el basurero de la chureca, observando con mis propios ojos, la lucha constante por alimento, entre niños, ancianos, mujeres, perros y zopilotes, todos luchando en ese hábitat de subsistencia que no era más que un basurero gigante.
Cómo olvidar el viejo centro de Managua, entre ruinas y pobreza, llegando al malecón y observando en las inmediaciones del Palacio la competencia por clientes entre niñas y mujeres, mientras los ricos jugaban en el Country Club.
Cómo olvidar la espera por horas en una sala de un hospital para terminar en casa con una tablilla de “Eskimo” por un dedo torcido.Cómo olvidar los derechos del trabajador pisoteado y representado en los caseríos de los afectados por nemagón o los caseríos de aquellos que quedaron sin tierras cuando salías por carretera norte, todos cobijados en cartón y plástico negro.
Cómo olvidar, la gestión en neoliberalismo del huracán Mitch, cuando hay 3 mil almas que reposan sepultadas en Posoltega, producto del sentimiento inhumano liberal.
¿Se podrá olvidar, acaso, el desmantelamiento del servicio de salud en nombre de la privatización, del sistema educativo en nombre de la autonomía, de nuestros campesinos en nombre de la globalización o de nuestro país en nombre de Washington?
Podría seguir, (sin temor a expandirme) enumerando calamidades del neoliberalismo, sin embargo me detendré, revalidando mi postura inicial, recordar para no repetir.
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