Un poco después de las 12:30 de la tarde del domingo cinco, el avión C-123 matrícula C-824, bajó hasta 700 metros de altura para evitar los radares sandinistas, pero se puso en indefensión ante los soldados de la Tercera Compañía del Batallón Ligero Cazador Gaspar García Laviana, de la 55 Brigada de la V Región Militar.
José Fernando Canales, lanzacohetero; Byron Montiel Salas, ayudante de lanzacohetero y Raúl Antonio Acevedo Lara, soldado, fueron los tres miembros del Ejército Popular Sandinista, que estuvieron involucrados en derribar el avión C-123 matrícula C-824 y capturar al mercenario Eugene Hansenfus.
Raúl Antonio Acevedo Lara, el soldado que capturó al mercenario Eugene Hansenfus, fue entrevistado por el equipo periodístico de Barricada, versión impresa, el 7 de octubre de 1986, día en que recibió la Medalla Camilo Ortega, en plata. A continuación, compartimos el artículo íntegro:
Cuando lo miré lo encañoné y le grité: ¡Arriba las manos!
«Había caminado como tres horas cuando lo descubrí, estaba en una hamaca acostado y al vernos se quedó quietecito. Yo no sabía quién era, pero cuando lo miro todo extraño, chele, gordo, ojos gatos, ¡Eh!; ¡Gringo este cliente! dije yo.
Raúl Antonio Acevedo Lara, relata su encuentro con el militar norteamericano Eugene Hasenfus, como si estuviera contando un chile. La alegría de ser el primer nicaragüense -en la Revolución-, que captura «a un gringo puro», en este suelo, casi no lo deja hablar.
Nacido hace 20 años-en el pequeño – Barrio María Auxiliadora, de Carazo, dejó su trabajo en MICOIN, de San Carlos, para integrarse al Servicio Militar Patriótico. Sólo echó en su mochila algunas ropas y su broche de militante de Juventud Sandinista.
Pasó 22 meses combatiendo en las montañas y pantanos de Río San Juan, y el pasado domingo 5 de octubre, cuando descansaba con sus compañeros sobre el Cerro Zacarías, al sur del país, oyó un zumbido en el cielo.
«Apenas oímos el ruidito, Ehh! todos saltamos de las hamacas y comenzamos a buscar el avión, pero como estaba brisandito no se miraba. Hasta que el jefe de la Compañía lo localizó. ¡Arriba, flechero!, gritó él y ahí nomás los compas se ubicaron y Fernando disparó».
El impacto del cohete tocó el ala derecha del aparato y éste comenzó a precipitarse a tierra. «Y nosotros, imagínate, super alegres, brincábamos, nos abrazábamos todos cuando lo miramos que venía para abajo… ¡Se cayó el avión contra! gritábamos, y nos preparamos para ir a buscarlo»
Después de una hora de caminata, el grupo de combatientes llegó hasta el C-123,»que estaba en una sola llamarada». Raúl, quien esa noche durmió sobre el cerro junto a varios Cachorros, no se contentó con haber encontrado la nave. Quiso buscar también al hombre a quien había visto lanzarse en paracaídas desde el avión.
“Entonces salimos en exploración, dejamos a unos compas arriba de los cerros cuidando, y como a las diez de la mañana Freddy Díaz y yo lo hallamos: estaba en una casita abandonada; con su paracaídas había hecho una hamaca y una colcha, las guindó en unos horcones y se acostó. Parece que estaba rendido a esa hora», cuenta Raúl.
CARA A CARA
«Él ya había cortado un ayote del patio de la casa y se le había comido una orillita, tenía las calcetas botadas y encima una pistola TT y una navaja. Cuando lo miré, lo encañoné inmediatamente y le grité: ¡ Arriba!, pero él no me entendía ni yo tampoco a él”.
Entre el temor y la derrota, el norteamericano no opuso la menor resistencia. ¿Y qué resistencia iba a hacer si yo le tengo el AK bala en boca y en ráfaga?», pregunta Raúl y suelta otra risa. Después, comenzó a ordenarle al yanqui todos sus movimientos, mediante señas.
Yo le hacía de señas que se arrodillara, y se arrodilló; que subiera las manos y se acostara, y subió las manos y se acostó. Entonces me acerqué despacito. .. ¡ Chiva!, decía yo, este gringo debe ser especialista en defensa personal y me puede hacer algún mate. Entonces Freddy se quedó vigilando desde atrás y yo fui donde él y comencé a desarmarlo».
«Él estaba quietito en el suelo, bien acostado, y yo le quité la pistola, la navaja, le trocé el paracaídas, le di las calcetas a otro compa, le saqué los documentos y todito se lo entregué al jefe de la Compañía…. Ahorita, dije yo, me acabo de apuntar una buena raya, con haber agarrado a este gringo».
En poder del joven Cachorro, Hasenfus se sentía “nervioso, agüevado de viaje, asustado: es que él sabía que estaba haciendo algo malo, en otro país, en contra de nuestro pueblo”.
Raúl Antonio Acevedo, fue felicitado por todos sus compañeros de armas. Con la Medalla Camilo Ortega, en plata, sobre su pecho, se siente más orgulloso.
-¿Qué sentís exactamente, Raúl? «Me siento emocionado”, expresa.
-Y que capturas a un militar Norteamericano. «Claro, que soy el primer nicaragüense que agarra a un mercenario, a un yanqui, ¡a un gringo puro!», finaliza.
Tomado de: Barricada, versión impresa.
Fuente: Barricada
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Excelente hazaña nicaragua será siempre libre, patria libre, no aprender sus derrotas los obliga a repetirlas.
Muchas bendiciones hermano, solo el sandinismo nomás, plomo.