Escrito por Carlos Alberto Escorcia Polanco
“El mejor amigo del estado de Israel es la Iglesia Evangélica. El mejor amigo de la iglesia Evangélica es el estado de Israel.” Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí.
El crimen más abominable, más injusto, más cruel de toda la historia de la humanidad fue el rechazo, crucifixión y muerte de Jesús de Nazareth. Dicho crimen fue cometido por el estado Sionista de Israel y por la religión Judía, la cual no ha modificado su posición de rechazo al Mesías, hasta el día de hoy.
El pecado capital del estado Sionista de Israel fue haber rechazado al Mesías, haberlo considerado un impostor y haberlo asesinado. Según Hutton Gibson, padre de Mel Gibson, productor de la película La Pasión de Cristo, la condena y crucifixión de Cristo fue un pecado mayor que el pecado original que hizo caer a toda la raza humana.
Los judíos aceptaron plena responsabilidad por la muerte de Cristo, cuando el gobernador romano Poncio Pilato se lavó las manos y no aceptó la responsabilidad por la muerte de Jesús. Los judíos respondieron llenos de odio: “Que su sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos” (Mateo 27:25).
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 29 de Noviembre de 1947, la resolución número 181, la cual contemplaba la partición del previamente existente estado Palestino en dos partes. Una mitad del territorio seria para que la habitara el pueblo Palestino y la otra mitad, para que la habitaran los judíos o el moderno estado sionista de Israel.
Desde entonces, el llamado “pueblo escogido de Dios” ha violado no solo su propia acta de nacimiento emitido por la Asamblea General de la ONU, sino declaraciones previas como la Declaración de Balfour de 1917, que consigna por primera vez, en una declaración oficial de Gran Bretaña que los palestinos tienen el derecho a su existencia y a que se respete su cultura y su religión.
Los grandes acuerdos posteriores, no solo las resoluciones de las Naciones Unidas, sino otros de mayor importancia como los Acuerdos de Camp David en 1978 y los Acuerdos de Oslo de 1993, fueron violados en repetidas ocasiones por los mimados del dios del Sionismo, no el Dios de las Sagradas Escrituras.
Ni el estado Sionista de Israel, ni la religión Judía han variado su posición original de rechazar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jesucristo y siguen considerándolo un impostor que está bien muerto.
Los evangélicos ortodoxos de hoy caen en el más vergonzoso de los ridículos al defender a un estado acusado de genocidio, e idolatran a un estado que rechazó y rechaza frontalmente la divinidad de Jesucristo.
El estado sionista de Israel no salva; solo Cristo salva. Somos hijos de Dios y por lo tanto pueblo escogido de Dios, por la sangre redentora de Jesucristo y no por pertenecer a una raza en particular. Dios no discrimina ni hace acepción de persona. Toda la raza humana es creación de Dios.
Israel no es ningún reloj profético de Dios. El único reloj profético de Dios es el propio Jesucristo por las profecías que el mismo pronunció en el evangelio de Mateo 24, donde habla del estado actual del mundo, y de las señales previas a su segunda venida.
Cuando Jesús vino a la tierra hace más de 2 mil años, mal gobernaba o desgobernaba a la tierra de Palestina, una trilogía satánica, integrada por 3 grandes poderes: el imperio romano que ocupaba militarmente a Palestina, la religión judía, que manipulaba y tergiversaba la ley de Moisés y el gobierno israelí, cuya cabeza tenía el título de gobernador y era ciudadano romano.
Este triángulo del mal consideró a Jesús una amenaza a la seguridad nacional del imperio romano y una amenaza a la religión y el gobierno locales en Jerusalén. Le decían alborotador y lo obligaron muchas veces a desplazarse en la clandestinidad.
Rechazaron a Jesús como impostor, no lo reconocieron como el Mesías prometido, lo persiguieron, lo capturaron y lo crucificaron, para lo cual recurrieron a las fuerzas militares de ocupación extranjera del imperio romano.
Hoy, 2 mil años después, existe el mismo triángulo del mal: el imperialismo norteamericano, como fuerza que domina y controla a Israel, la mismísima religión Judía de hace 2 mil años y el actual estado sionista de Israel.
Como breve referencia, podemos apuntar que en Nicaragua ocurrió exactamente lo mismo con la dominación y opresión de nuestro pueblo, una trilogía diabólica semejante: imperialismo norteamericano, religión católica y dictadura somocista.
Los mismos tres poderes que hace 2 mil años rechazaron y asesinaron a Jesucristo en una cruz, son exactamente los mismos poderes que hoy cometen genocidio en la franja de Gaza contra el pueblo palestino, con la única diferencia que, en vez de tener al imperio romano como fuerza extranjera, tienen al imperialismo norteamericano, como fuerza extranjera dominante.
El Evangelio de Mateo nos narra cómo el mismo gobernador romano Poncio Pilato, intentó salvar a Jesús de la muerte de cruz, pero no pudo ante una multitud de “autoconvocados” judíos que exigían a gritos la muerte de Cristo:
“15 Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen. 16 Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás. 17 Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, ¿llamado el Cristo? 18 Porque sabía que por envidia le habían entregado. 19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él. 20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. 21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. 22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! 23 Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!
24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. 25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. 26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado». (Mateo 27: 15-26).
El 2 de noviembre de 1917, el gobierno británico publica la famosa Declaración de Balfour, redactada por Walter Rothschild y firmada por el ministro de relaciones exteriores de Gran Bretaña, Arthur James Balfour.
Walter Rothschild, líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, era un acaudalado banquero, de la famosa familia Rothschild y tío abuelo del actual Jacobo Rothschild, considerado el hombre mas rico del planeta, aunque su nombre nunca aparece en la revista Forbes.
El texto de la declaración de Balfour contempla y respalda los derechos del pueblo palestino, el cual ya vivía allí con siglos de anterioridad. La declaración en su parte fundamental dice:
“El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país”.
En 1947, la revista estadounidense “National Geographic Magazine”, publicó un mapa de Palestina, y en él no aparece el nombre de Israel, sino el de Palestina, escrito a lo largo y lo ancho del mapa de lo que hoy se conoce como Israel.
El día de la independencia de Israel, el 14 de Mayo de 1948, ocurrió un fenómeno conocido como “Nakba” (palabra árabe que significa tragedia). Palestina era una nación debidamente establecida y así se llamaba, Palestina. Tenían siglos de vivir allí, pero dejaron de existir como nación en esa fecha.
A partir del momento que David Ben-Gurión proclamó la independencia de Israel, dio inicio la Nakba o tragedia nacional palestina. Las hostilidades bélicas entre palestinos e israelíes en realidad iniciaron en 1947 y continuaron hasta 1949.
Con la declaración de independencia, el nuevo estado sionista de Israel mandó al canasto de la basura, tanto la Declaración de Balfour como la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que partía en dos al estado palestino, para dar lugar al nuevo estado de Israel, pero garantizaba el derecho a coexistir como 2 naciones en el mismo territorio al pueblo palestino, el cual estaba previamente establecido por siglos.
¿De dónde vinieron estos palestinos, conocidos en el Antiguo Testamento como Filisteos y porque no habitaban allí los israelíes y donde estuvieron los judíos por casi 1,900 años? Porque los judíos anduvieron errando por casi todo el planeta, pero mayormente en Europa del Este, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y Argentina.
La historia se remonta al año 70 después de Cristo, unos 37 años después de la crucifixión de Jesucristo en Jerusalén. En el año 70 el general romano Tito, invadió Israel para aplastar una insurrección judía contra la ocupación del imperio romano y la aplastó. Cristo mismo profetizó sobre dicho suceso, sobre la destrucción del templo, que no quedaría piedra sobre piedra, como en efecto sucedió con el general romano Tito, y lo llamó “la abominación desoladora” (Mateo 24:2,15).
Así nació la “Diáspora Judía”. Los judíos huyeron de Jerusalén ante la barbarie de la invasión del general romano Tito, quien profanó y destruyó el templo de Salomón en Jerusalén, el máximo símbolo de la identidad y la cultura judías. La nación de Israel dejó de existir. Se cumplió al pie de la letra la profecía de Jesús pronunciada días antes de su muerte:
“2 Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.” (Mateo 24:2).
El retorno a la Tierra Prometida adquirió carácter religioso cuando los judíos estimaron que éste coincidiría con la llegada del Mesías. La nación de Israel dejo de existir por casi dos milenios en los cuales tribus nómadas ocuparon lo que hoy es el estado de Israel, entre ellos los palestinos que para el siglo 19 ya habían formado una república.
El ideólogo que le dió forma sistemática e histórica a la idea de la necesidad de crear un estado judío u hogar nacional para los israelíes, dispersos por Europa fue Theodor Herzl, un judío austrohúngaro, autor de un libro titulado: “El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía”, que se publicó en febrero de 1896, Hezl propone en su libro que la respuesta al «problema judío» era la fundación de un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo, que esto era un asunto de política internacional y que debía ser asumido como tal.
El contenido del texto, considerado más un manifiesto que una doctrina, sugería un plan político y práctico el cual ofrecía una visión moderna e inspiradora para el incipiente nacionalismo israelí, cuya meta principal era la creación de un estado moderno para el pueblo judío.
El problema principal es que, desde antes de su nacimiento, el estado judío ya venía “con las patas hinchadas”, por cuanto la Declaración de Balfour de 1917, al igual que el acta de nacimiento del estado judío, o sea la Resolución 181 de la Asamblea General de 1947, 30 años después, contemplaban ambas, el más completo respeto por los derechos del pueblo palestino que ya vivía en esos territorios.
Luego que David Ben-Gurion, declaró la independencia de Israel en 1948, el nuevo gobierno le declaro la guerra abierta al pueblo Palestino, guerra que en realidad comenzó en 1947 y duro hasta 1953. La naciente republica jamás reconoció ni acepto los términos de Balfour, ni de la Resolución, 181, aunque esta última constituía metafóricamente, su propia acta de nacimiento.
Desde entonces, Israel ha estado en constante guerra con Palestina, llevando al mundo a peligrosas crisis, arrastrando a sus vecinos a la conflagración y aunque suene irónico, se han constituido en un dolor de cabeza existencial para los Estados Unidos.
El 17 de septiembre de 1978, se firmaron los Acuerdos de Camp David, bajo los auspicios y la mediación del presidente Jimmy Carter. Por el lado árabe firmó los acuerdos el presidente Anwar Sadat de Egipto y el primer ministro israelí Menachem Begin. El presidente egipcio de alguna forma representaba los intereses de los palestinos de la franja de Gaza.
Los acuerdos de Camp David, al igual que la declaración de Balfour, lo mismo que la resolución 181 de las Naciones Unidas, reafirmaban todos, el derecho del pueblo palestino a coexistir como nación en el mismo territorio, compartido con Israel.
El primer ministro israelí, Menachem Begin, se comprometía con su firma a respetar los derechos de los Palestinos a existir como nación soberana en los territorios de Gaza. Pero en la práctica, Israel jamás los ha respetado.
El 13 de Septiembre de 1993, con la mediación de la Casa Blanca, se firmaron en Washington los Acuerdos de Oslo. Los firmantes eran el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, OLP, Yasser Arafat y el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
Trágicamente, en Noviembre de 1995, durante un evento político en apoyo a los Acuerdos de Oslo, es asesinado el primer ministro Rabin, por un fanático Sionista, opuesto a los acuerdos.
También en Octubre de 1981, es asesinado el presidente de Egipto, por un fanático árabe, opuesto a los Acuerdos de Camp David, por supuestamente pactar con Israel.
Los acuerdos de Camp David se basaron en las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 282 y 338. Ambas resoluciones claramente indicaban el derecho del pueblo Palestino a su soberanía y a su existencia en el mismo territorio donde estaba el estado de Israel, mas concretamente la franja de Gaza.
Luego de más de 80 año de negociaciones, resoluciones de la ONU y declaraciones y acuerdos, el estado sionista de Israel jamás ha reconocido ni una jota ni una tilde de todo el voluminoso contenido del derecho internacional, contenido en todas las declaraciones, comenzando con la de Balfour hasta los Acuerdos de Oslo, todo ha sido papel mojado para Israel.
Un informe del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, fechado el 17 de Julio de 2020, decía:
“Es una afronta a la justicia y el imperio de la ley, ver que tales métodos continúan siendo usados en el siglo 21 y que los Palestinos continúen siendo castigados de manera colectiva, por las acciones de unos cuantos” declaró Michael Lynk, relator especial para los territorios Palestinos ocupados desde 1967.
Hoy el mundo se enfrenta a un genocidio en la franja de Gaza, lugar donde Israel ha arrinconado al pueblo Palestino, orillándolos al mar. 2,3 millones de Palestinos se encuentran hacinados en un territorio de solo 365 kilómetros cuadrados. La franja de Gaza es una de las zonas con la más alta densidad de población en el mundo.
El estado Sionista de Israel trata a los Palestinos en forma semejante a como los judíos fueron tratados por los nazis en Alemania durante la segunda guerra mundial. Israel controla la energía eléctrica, el agua, el suministro de alimentos y medicamentos y están cercados por muros en el costado este y el mar mediterráneo en el oeste.
Actualmente la población civil de la franja de Gaza no tiene agua, no tiene luz, no tiene suministros médicos, ni alimenticios porque todo esta controlado por el todopoderoso estado de Israel. Mientras los militantes de Hamas están muy bien escondidos en túneles y armados lanzando su propia ofensiva.
¿Cabe preguntarnos, como es posible que el llamado “pueblo escogido de Dios” se comporte de manera tan brutal? El ejercito de Israel es un ejercito moderno, dotado de las mejores armas del mundo.
Los combatientes de Hamas son civiles armados que se vieron obligados a lanzar estos ataques en respuesta a los constantes asesinatos y maltrato de parte del ejército israelí, ejecutando jóvenes todos los días, sin que la prensa internacional se digne en reportarlo.
Únicamente hasta que Hamas respondió masivamente, fue que los medios internacionales armaron el escándalo mediático, con una falsa narrativa altamente tendenciosa y manipuladora.
Trágicamente la tierra donde nació el redentor de la humanidad, que debería ser una tierra santa donde reine el amor y la justicia, se ha convertido en un campo de batalla, imponiéndose la violencia, el genocidio y la muerte en la tierra del Mesías.
Fuente: 19 Digital