David Pavón-Cuellar, doctor en Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela, opina que «el capitalismo es esencialmente violento» en tanto que sus «procesos de mercantilización y liberalización tan solo han podido implantarse de modo violento al socavar, desgarrar y aniquilar instituciones, culturas y sociedades enteras».
En este sentido, Pavón-Cuellar considera que la propia estructura capitalista del modelo neoliberal, que tiende a la expansión, genera violencias estructurales toda vez que «la acumulación del capital, su operación básica y necesaria, implica una incesante acumulación primitiva, una conquista de nuevos mercados, una extracción de nuevos recursos, una destrucción de nuevos ecosistemas, una colonización de nuevas tierras, una desarticulación y subsunción de nuevas regiones de nuestra cultura y de nuestra subjetividad».
«Para que los capitales puedan incrementarse como lo hacen, tienen que violentar a una gran parte de la población mundial al condenarla a los más diversos males, entre ellos el exceso de trabajo con sus consecuencias como el estrés o el cansancio crónico, la miseria que resulta de la explotación del trabajo en el sur global y las enfermedades y muertes prematuras de las víctimas de la desertificación y la contaminación por efecto de una lógica perversa capitalista de sobreproducción y sobreconsumo», señala el investigador.
El capital crece en el individualismo
El neoliberalismo ha implementado desde su maquinaria ideológica un individualismo extremo, donde el egoísmo, el fracaso en la vida no es por un mecanismo del modelo económico, sino el fracaso eres tú, lo que termina generando es una presión constante, psicológica, una presión a nivel social» que deriva en actos de violencia y delincuencia, afirma Garzón.
En este tenor, David Pavón-Cuellar señala que los modelos capitalistas producen sujetos posesivos, acumulativos, asertivos, agresivos y competitivos que, lo mismo pueden verse en los líderes de organizaciones criminales como en los especuladores de la bolsa o en los empresarios y emprendedores con «mentalidad de tiburón» que siempre apuestan a ganar y dominar por sobre todo.
«La violencia de estos individuos se explica por su competitividad, sí, pero también por muchos otros factores, entre ellos su desvinculación interna con respecto a la comunidad, una desvinculación que a su vez genera diversas actitudes que favorecen la violencia, como el egoísmo, los abusos, la desconfianza, la hostilidad hacia los otros y evidentemente la rivalidad y la competitividad», explica.
Además, el autor de Psicoanálisis y revolución apunta que el capitalismo promueve la idea de que el prójimo deja de ser «pareja, familiar, amigo, compañero o conciudadano para convertirse en un simple socio, en un proveedor, en un comprador potencial, en un recurso humano explotable o un competidor«.
Ambos especialistas coinciden en que este egoísmo inherente a la competencia voraz del capitalismo, no podría darse sin promover el individualismo, es decir, dejar de pensar en lo colectivo para abocarse únicamente en lo subjetivo, incluso si esto pone en riesgo la existencia de una comunidad que termina sometida a las condiciones que imponen los empresarios y el Estado.
«El capital no solo necesita del individualismo para dividir y vencer a la humanidad en general, sino también para sustituirse a cualquier entidad colectiva humana particular, culturalmente particularizada, que pueda resistírsele y estorbar sus procesos», opina Pavón-Cuellar.
La explotación ha ido generalizándose y normalizándose hasta el punto de pasar desapercibida, porque el trabajo explotado ha terminado convirtiéndose en el único trabajo posible, porque no hay otra forma de trabajar que no sea la de ser explotado, pero también porque los aparatos ideológicos y disciplinarios del capitalismo nos han hecho aceptar e incluso desear nuestra explotación, amar nuestras cadenas, como en la servidumbre voluntaria que Étienne La Boétie ya denunciaba en el siglo XVI», opina David Pavón.
La falsa y armada libertad del capitalismo
Tan solo los últimos dos años, las principales armerías de EEUU reportaron ganancias de más de 1.000 millones de dólares únicamente por la venta local de rifles AR-15, según un informe presentado ante el Congreso de Estados Unidos, país que concentra el 34% de las ventas globales de armas.
Este sector será tanto más próspero cuanta más violencia haya en el mundo. Su negocio es la violencia, tanto la criminal como la bélica legal. Nos hemos enterado recientemente, por ejemplo, del alza exponencial de los precios de las acciones de los fabricantes de armas gracias a la lucrativa guerra en Ucrania. Quizás esta guerra sea una catástrofe para quienes la están viviendo, pero es la mejor noticia del año para los accionistas de la industria militar», recuerda David Pavón-Cuéllar.
Es más fácil pensar en la violencia del crimen organizado que en la de grandes empresas, como las de refrescos azucarados y comida chatarra, que matan con sus venenos a muchas más personas que los peores carteles de narcotraficantes», señala Pavón-Cuellar.
Escrito por Mariano Iberry
Fuente: Sputnik