Tal como he afirmado recientemente, hasta ahora ninguna empresa cibernética dueña de redes sociales había emprendido jamás operación alguna de cierre masivo de cuentas y sitios web, con el argumento del mal uso de esos espacios con cuentas falsas. Como se sabe, la creación masiva de cuentas falsas ha sido costumbre de la derecha, al servicio de las grandes potencias hegemónicas, que se han valido de eso para derrocar gobiernos o ganar elecciones a punta de fakenews. Pero ninguna empresa ni red social hizo nunca nada contra esas prácticas, ni lo harán mientras estén controladas por los actuales intereses hegemónicos, ténganlo por seguro. Y no es sino hasta que una fuerza de izquierda se posesiona de las redes sociales de forma organizada, que una de esas empresas emprende una operación de este tipo a gran escala, pero no para cerrar cuentas falsas, sino para cerrar cuentas auténticas y sitios web serios, responsables, con multitud de seguidores cada uno, al igual que muchísimas de las cuentas personales clausuradas. Y la operación se hace precisamente cuando faltan pocos días para que esa fuerza política de izquierda, el sandinismo, vaya a elecciones. Más claro, ni el agua cristalina de nuestras playas caribeñas.
Estamos pues, presenciando la libertad de expresión de la democracia occidental en todo su esplendor postmoderno, en lo que es apenas una pequeña muestra del plan desestabilizador golpista que ya estaba diseñado desde hace tiempo contra el sandinismo para ser aplicado en este momento, pero que fue desactivado en su mayor parte de antemano con la aplicación de las leyes en defensa de nuestra soberanía y autodeterminación. Sin embargo, hay algunas cosas más sobre las cuales reflexionar en lo que respecta a este tema.
Ninguna red social debería ser monopolio privado de ningún particular, ya que eso pone en manos de cualquier empresario el poder de censura o de control de la información que debería corresponder a la sociedad en su conjunto, y somete la libertad de expresión al arbitrio de individuos que ejercen así un poder ilegítimo sobre sus semejantes. Porque como se han visto obligados a reconocer hasta los más ardientes e hipócritas defensores de esa falsa libertad de expresión que caracteriza a la democracia occidental, el manejo de la información y el ejercicio de la comunicación social no puede ser una actividad fuera de toda regulación y control, por razones tan obvias como el hecho de que hoy en día cualquier niño maneja un dispositivo electrónico con la mayor soltura y naturalidad, desde donde puede tener acceso a cualquier tipo de material extremadamente dañino para la formación de sus valores y su conducta, sin mencionar los torrentes de basura que circulan en el ciberespacio y que exponen a las nuevas generaciones a la mayor intoxicación mental imaginable y lejos de garantizarles acceso al conocimiento, su formación cultural e información de calidad, lo que hace es alejarlas de las fuentes de información y conocimiento que en realidad contribuirían a su educación y al cultivo de su intelecto.
Pero esa tarea de regular el flujo de la información y el ejercicio de la comunicación, haciéndose de una manera suficientemente equilibrada para no impedir la libertad de expresión y el derecho a la información, no puede estar en manos de entidades empresariales cuyo único propósito es la acumulación de capital, pues más bien por el contrario, es esto lo que degrada la comunicación y pervierte la información, en perjuicio de la sociedad. Es la mercantilización de la información y de la educación lo que envilece el ejercicio de tan nobles actividades, y esto no es de ahora, pero se vuelve más grave en el marco de los actuales avances tecnológicos, para los que aún la sociedad no está debidamente preparada, como suele suceder siempre con estos grandes saltos en el desarrollo de la tecnología, que no por eso dejan de ser necesarios.
Una muestra de ello es el escándalo ocasionado por el abuso de la información de sus usuarios con fines mercantiles, que sacude precisamente a esa misma red social que hasta ha tenido que cambiar de nombre en su desesperación por lavarse la cara, y que ha emprendido esa cacería virtual de sandinistas que sueña hacer en la vida real la contrarrevolución golpista en Nicaragua, aunque afortunadamente es un sueño imposible de cumplir, incluso en el mundo virtual, porque la presencia sandinista en las redes y en la sociedad nicaragüense no es coyuntural, como un intento de golpe o como una cacería de brujas postmoderna, sino expresión de la capacidad política y organizativa del Frente Sandinista como vanguardia revolucionaria forjada a lo largo de sesenta años de lucha, en los que ha llegado a ser una de las fuerzas de izquierda más victoriosas de la historia, por más que les pese a la aristocracia bananera, a sus hijos de casa y a algunos sectores “progre” que padecen de esa estresante crisis de identidad ideológica tan propia de la izquierda de cafetín a la que pertenecen.
Esa capacidad política y organizativa, junto a la mística revolucionaria que caracteriza al sandinismo y el nivel de conciencia popular que existe en la sociedad nicaragüense gracias a la Revolución Sandinista, será lo que permitirá el triunfo arrollador del pueblo nicaragüense con su vanguardia al frente este 7 de noviembre y es lo que ya está garantizando el rápido reposicionamiento sandinista en las redes sociales, así como la contribución del sandinismo para que la izquierda continental y mundial siga su ejemplo en esta batalla de las redes, tan importante en la lucha de las ideas para alcanzar la gran meta de una sociedad en paz, sin desigualdad social, opresión ni pobreza, con justicia y libertad, en la que todo sea de todos y la felicidad sea tan común como lo son ahora la amargura y la angustia; un sueño que nada tiene de virtual y que sí es posible alcanzar, porque la humanidad entera necesita que se haga realidad.
Escrito por Carlos Fonseca Terán
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