Compartimos parte de Guerra escrito por el General Augusto C. Sandino, titulado «Combates de Ocotal, San Fernando y Los Calpules», escrito el 1° de agosto de 1927. A continuación se presenta el texto:
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Se llegó a Ocotal quince minutos antes de la una de la mañana del 16 de julio próximo pasado, y mientras se hizo el dispositivo de combate transcurrieron quince minutos. A la una en punto sonó el primer disparo contra el retén que los invasores y traidores tenían en el lugar de El Divisadero, el cual se tomó por asalto, siendo simultáneos todos los asaltos a los demás retenes que tenían alrededor de dicha población, los cuales fueron aniquilados y perseguidos los que lograron fugarse hasta el centro de la ciudad.
El combate duró quince horas, habiendo sido sitiados y sin poder beber agua los yanquis y esbirros constabularios. El pavor les obligó a sostenerse en sus murallas, esperando ahí la muerte que nosotros les quisiéramos dar; pero nuestro corazón humanitario dio lugar a que se nos criticara, porque para acabar con ellos lo más sencillo era haber incendiado las dos manzanas donde quedaron reducidos los cobardes felones que hacían alarde de grandezas. Las familias dueñas de casa que componían las dos manzanas, nos suplicaron con lágrimas en los ojos, no acentuáramos la desgracia en que quedarían si procedíamos a incendiar, y reflexionando que las que me suplicaban eran mis compatriotas, sacrifiqué el triunfo completo. Así fue que aquel atajo de cerdos quedó con vida, pues sobre mi triunfo se imponían los intereses de mis connacionales, y eso obligó a dar órdenes a mi gente para replegarse y salir en perfecta organización; desgraciadamente hubo que lamentar la muerte de seis de mis bravos soldados, entre ellos la del valiente Coronel Rufo Marín. La Historia inmortalizará sus nombres. Capturamos al enemigo noventa acémilas, monturas y treinta y dos rifles Springfield, con su correspondiente equipo. El 25 del mismo mes aparecieron los yanquis con banderas blancas desplegadas en la plaza de San Fernando, y cuando estuvieron a quince yardas de las puertas del cuartel, hicieron fuego sobre cinco soldados que estaban de guardia en dicho cuartel, recibiendo la muerte uno de mis patriotas soldados y tres de los invasores. Inmediatamente ordené a la caballería que expedicionaba por la parte más cercana a San Fernando, impidiera y hostilizara al invasor, mientras las demás caballerías se reconcentraban a nuestro cuartel general, para la mejor organización de las guerrillas que batirían al enemigo; pero desgraciadamente la que venía al mando del Coronel Porfirio Sánchez, agotada por largas jornadas, acampó en Los Calpules, donde fue sorprendida por los invasores; pero repuestos los nuestros de dicha sorpresa, sostuvieron un tiroteo de dos horas, con lo cual fue suficiente para haberles hecho treinta y dos bajas a los filibusteros, pues debo advertir que en todas mis guerrillas hay tiradores de fuerza, que pueden disputar el campeonato en el tiro al blanco; díganlo si no los cinco aeroplanos que hemos destruido al enemigo, cuando han tratado de acercarse a nuestras trincheras. Es cierto que la avazadilla de los invasores se compone de una flotilla de aeroplanos de correo, pero eso no amedrenta a mis bravos soldados, supuesto que el enemigo está convencido de que a la altura en que ellos hacen fuego, nuestros poderosos concones [1] los bajan, por muy elevados que anden. Nuestro plan de guerrillas tiene perfecta organización, y por lo mismo tenemos la fe en Dios de que fortalecerá nuestro espíritu para aniquilar a los invasores y traidores de mi Patria. Toda la región de la Nueva Segovia nos pertenece en cuerpo y alma, y eso mismo asegura la efectividad en la hostilización al enemigo.
Los yanquis con sus actos brutales siembran el terror en los pacíficos habitantes, pues en su punitiva jira violaron dieciséis mujeres, entre ellas nueve doncellas, muriendo dos de estas desgraciadas ante el brutal ultraje de los bárbaros del norte. En los pueblos y aldeas destruyen las casas y los muebles, así como los víveres y las sementeras; destruyen las siembras y los animales domésticos.
En fin, lo relacionado en este informe se basa en la más pura verdad y es dado con toda exactitud, pues en el combate de Los calpules perdimos tres de nuestros bravos soldados, doce discos de máquinas Lewis, cinco rifles y cuatro bestias; por lo mismo, no tenemos interés en ocultar la verdad, porque en nada nos beneficiaríamos hablando lo contrario.
Pueblo Hermano: para terminar sólo me falta manifestaros que vuestros compañeros de armas han sentido honda amargura al haber identificado entre los muertos hechos al enemigo, a muchos de nuestros compañeros que ayer no más compartían unidos el calor del vivac, defendiendo el mismo ideal, y hoy, tal vez por un mendrugo que les arrojan, asesinan a nuestros mismos hermanos; reflexionado que antes que todo sois nicaragüense, que vuestra actitud da lugar a la más acre censura.
Compatriotas: nosotros permaneceremos en armas con toda decisión y abnegación mientras Adolfo Díaz permanezca en la presidencia, pues es bien sabido que este hombre es la vergüenza de nuestra madre Patria y tenemos la firme convicción de que ningún extraño, por muy poderoso que sea, tiene derecho a imponernos condiciones en lo que sólo a los nacionales nos toca resolver. El señor Stimson dijo a los delegados del doctor Sacasa que el mantenimiento del esperpentó Díaz en la presidencia es asunto de honor y de prestigio para Estados Unidos. A ese respecto yo creo lo mismo que el doctor Sacasa: que una gran nación adquiere honor y prestigio respetando la soberanía de los pueblos débiles y pequeños, en vez de oprimir a aquellos que luchan por la seguridad de sus instituciones. Nosotros luchamos por honor y no por prestigios, porque si el honor lo perdemos, habríamos perdido el derecho de vivir.
A vosotros hablo, traidores, embaucadores, esbirros, asalariados, monaguillos, de rodillas todos que voy a invocar los benditos nombres de mis compañeros en armas, muertos por defender la libertad de Nicaragua: Rufo Marín y Carlos Fonseca [2].
El Chipote, agosto 1° de 1927.
[1] Concones: fusiles que suministró el gobierno de México a la revolución constitucionalista de 1926 – 1927, y que llegaron a la Costa Atlántica de Nicaragua a bordo del vapor «Concón», del que toman su nombre.
[2] Internacionalista hondureño, combatiente de las filas del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. Homónimo del Jefe de la Revolución Popular Sandinista.
Referencias: Ramírez, S. (1984). «El pensamiento Vivo / Augusto C. Sandino». Tomo I. Editorial Nueva Nicaragua, colección de pensamiento vivo 4. pp. 134-136
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