Compartimos un artículo de Edelberto Matus titulado «El legado mayor del Comandante Carlos. La Unidad Sandinista». A continuación se presenta el texto original:
El comandante Tomas Borge escribió que el balazo que el comandante Carlos Fonseca recibió en El Chaparral no tumbó al hombre, al guerrillero, sino a una concepción de lucha, una forma errónea de combatir a la dictadura somocista. En Honduras, con su pulmón perforado y tinto en sangre, al borde de la muerte, el futuro fundador del Frente Sandinista comprendió –diáfanamente- la necesidad de una organización diferente, con hombres diferentes, no solo para destruir a un régimen dictatorial, sino para construir una Sociedad diferente. Una organización monolíticamente unida.
No ha existido en América Latina un luchador social, un dirigente político y militar más completo, con mejores antecedentes y preparado para encabezar con eficacia y posibilidades del triunfo de su misión, que el Comandante Carlos Fonseca. Parece atrevida la afirmación pero, guardando las debidas distancias, proporciones y contexto, está apegada a la verdad histórica. Escojan un líder, a un luchador extraordinario de nuestra América y compárenlo punto a punto con el jefe guerrillero que murió combatiendo con sus ojos azules abiertos, cuidando el futuro.
Dotado de una excepcional inteligencia y un temprano despertar de su conciencia de clase, venido desde las raíces sociales del pueblo nicaragüense, el futuro Comandante de la Revolución nicaragüense, desde la adolescencia se reveló como un luchador antisomocista fundando revistas anti- sistémicas, participando en movimientos políticos y acciones militares dirigidos por ciudadanos patriotas de diferentes corrientes ideológicas, que aunque resultaron fallidas, le hicieron ganar experiencia y mayor compromiso con su pueblo. Militó en el partido socialista, estudiando a profundidad la teoría marxista, viajo y vivió en países socialistas donde consolidó su ideología de izquierda y se preparó -aún más- política y militarmente; estudió detalladamente el movimiento obrero internacional y las luchas anticolonialistas y revolucionarias del llamado “Tercer mundo”; fundó y dirigió diferentes organizaciones estudiantiles y partidarias, hasta consolidar un núcleo vital de jóvenes comprometidos con los intereses del pueblo humilde y con ellos, fundar el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Bajo su dirección se conformaron las guerrillas de Raiti-Bocay, Pancasan y Fila Grande, Zinica y la estructuración de la Brigada “Pablo Úbeda”. A finales de los años sesentas, bajo su conducción se construyen las estructuras que hacen del FSLN una organización clandestina diferente y con verdaderas posibilidades de triunfo: Se crea la Dirección Nacional y la responsabilidad del Secretario ejecutivo, para el cual él mismo es designado; se define (como escribe en su libro el Coronel Barboza) la estructura interna de la organización, además de sus órganos de dirección máximos: El Estado mayor de la guerrilla, el Estado mayor de la resistencia urbana, los regionales y las células. Y tal vez lo más importante:
Es redactado el Programa político histórico del FSLN, donde se definen claramente (entre muchos asuntos éticos, morales, tácticos y estratégicos), no sólo la ruta hacia la toma del poder político, sino después de garantizada la victoria total sobre la dictadura somocista, las medidas socio-políticas y económicas, la radical transformación del Estado, que garantizarían la profundización de la Revolución popular encaminada a la construcción de un nuevo paradigma socia-económico y político justo e inclusivo, es decir, la construcción del Socialismo en Nicaragua.
No hay necesidad de ser historiador o sociólogo para entender que a nivel político-estratégico, son dos los principales grandes aportes del genio, el estudio y la experiencia del Comandante Carlos a la patria y a la lucha del pueblo nicaragüense: Encontró el traslape, el ensamble histórico entre la lucha patriótica y antiimperialista del General Sandino y nos legó la mejor arma y herramienta de lucha por una Nicaragua de todos: El FSLN.
Un dirigente profundamente reflexivo que produjo importantísimos escritos y documentos que formaron moral, política e ideológicamente a los militantes y combatientes y proyectaron hacia la Sociedad los objetivos de lucha del FSLN.
Un jefe que logró ver en cada derrota una oportunidad, un cambio de rumbo táctico o estratégico, un maestro de las alianzas sin concesiones de principios. Un jefe guerrillero ejemplar a pesar de su limitaciones físicas que pudo escaparse herido gravemente de un hospital o caminar varias jornadas (en su última faena como guerrillero) herido sin quejarse ni decirle nada a sus compañeros para no afligirlos o aminorar el paso. El hombre que enseñaba -hasta en la cárcel- como explicarle al pueblo (aunque “el pueblo” fuera su propio carcelero) porqué y por quién lucha un sandinista.
El Comandante que predicaba que la unidad es el mayor activo del FSLN y que antes de fundarlo, recorrió un largo camino en busca de los individuos, que ya convertidos en cuadros probados en otras lides (desde el partido socialista, partido liberal independiente, partido conservador, obreros agrícolas y urbanos, lideres estudiantes, internacionalistas e inclusive ex guardias nacionales como el Comandante Rene Tejada), le ayudarían a consolidar la organización disruptiva, combativa, resiliente y única que se necesitaba para enfrentar a la dictadura y llevar más allá la lucha revolucionaria. Es decir, primero conformó bajo un precepto de unidad e idoneidad a un grupo y luego construyó con ellos el Frente Sandinista.
Inspirado en el legado del Comandante Carlos Fonseca, el FSLN se convertiría, durante sesenta años de lucha interrumpida hasta el día de hoy, en la organización revolucionaria más exitosa de América Latina en el plano político-ideológico.
El Frente Sandinista resintió su ausencia cuando fue capturado en el 69 en Costa Rica y luego, su largo exilio en Cuba. Los viejos militantes fueron cayendo uno a uno y la joven generación de dirigentes se sintió sola, sin su jefe y la búsqueda de rutas alternas para alcanzar el triunfo sobre la dictadura somocista con mayor celeridad los condujo inexorablemente a la división en tendencias, aunque cada una de estas facciones nunca desconoció la enorme autoridad moral del jefe de la Revolución.
En realidad el Comandante Carlos nunca los abandonó. Estuvo en cada reunión, en cada planificación de cada gran operativo o acción del sandinismo, tanto en la ciudad como en la montaña. De eso han dejado constancia en sus libros y escritos muchos dirigentes de la época. Estaba enterado de todo y por medio de sus representantes o enviados luchaba por mantener unida a la organización.
Él, mejor que nadie, sabía la importancia toral de la lucha guerrillera en la montaña, pero también sabía que los obreros, los pobladores de los barrios, los movimientos cristianos y de otras religiones podían y debían sumarse a la lucha. Como también estaba claro que la insurrección popular en centros, urbanos, poblados, las zonas fronterizas y la periferia de la montaña; las alianzas con la burguesía antisomocista, la huelga general y el trabajo en el exterior con gobiernos no tan genuflexos con el poder gringo, podían aportar mucho para el triunfo de la Revolución.
Insistía en la importancia de todos estos elementos sumados, pero con los sandinistas coordinados y juntos.
Regresó a nuestra patria a decirles personalmente a sus hermanos de la ciudad y la montaña que no había razón para la división, pues como él ya lo había escrito el en 1960: “La lucha armada sin el auxilio de otros formas de lucha no puede conducirnos a la victoria”. El Comandante no era sectario, lo demostró tantas veces y tampoco se apegaba intransigentemente a una táctica o concepción de lucha, pues sabía que la realidad, la dialéctica y el devenir histórico definen las formas de lucha. Él sólo era inflexible con la observancia de los principios revolucionarios, de la fidelidad y la unidad de todo el Frente Sandinista.
Muchos se alegraron porque el jefe estaba de vuelta. “¡Se acabaron los problemas, se salvó el Frente Sandinista!”, dijo muy alegre el Comandante Carlos Núñez cuando le informaron que el Comandante Carlos Fonseca había regresado a Nicaragua.
Según testimonios de varios jefes de las viejas tendencias recogidos por el Comandante Tomas Borge en sus escritos, su muerte fue dolorosa para todos los sandinistas sin excepción, pero de alguna manera esa tragedia hizo conciencia en muchos de esos dirigentes (que ya enfrentaban por separado al mismo enemigo) en la imperiosa necesidad de la unidad.
Apenas vivió cuarenta años, pero su vida fue fecunda y de alguna manera, cambio el rumbo de la historia de Nicaragua. Su innato talento e inteligencia le condujeron tempranamente al estudio profundo y crítico de la literatura y la historia nacional, lo que lo llevó al activismo político, a la militancia en organizaciones estudiantiles y de jóvenes opositores a la dictadura militar somocista.
Su breve paso por el partido socialista de Nicaragua y su participación directa en las acciones del Chaparral (una de las últimas acciones militares encabezadas por antiguos militantes de partidos anti somocistas y ex guardias nacionales patriotas), que casi le cuesta la vida, lo llevó a un replanteamiento profundo en sus concepciones ideológicas y políticas pero sobre todo, al análisis y racionalización de nuestra propia historia.
Carlos Fonseca encuentra en la figura, lucha y legado del General Augusto C. Sandino, la piedra angular del patriotismo nicaragüense (que a la vez sintetiza la valentía y amor a la tierra umbilical de generaciones de nicaragüenses, que en nuestra historia arrancan con la gesta del cacique Diriangén), que aunado al anti-intervencionismo, evolucionará en los duros años de su heroica lucha guerrillera contra el yanqui invasor hacia el antiimperialismo, que ha servido de ejemplo a la lucha de los pueblos de todo los confines del mundo hasta el día de hoy.
Sandino y su lucha asimétrica y valiente en las montañas segovianas le dan al Comandante Carlos Fonseca Amador, las pistas y el basamento para la nueva concepción de la lucha contra la dictadura militar somocista: La lucha guerrillera a partir de la creación de una vanguardia político-militar, una organización de jóvenes muy comprometidos que abandona las viejas tácticas y estrategias invasionistas o golpes de mano y además galvaniza las teorías políticas e ideológicas revolucionarias de izquierda con el pensamiento político del General Sandino.
El Comandante Carlos no sólo fue un brillante estratega y jefe guerrillero, sino también un intelectual de primera línea, un pensador y teórico de la Revolución nicaragüense y latinoamericana.
Siendo aún estudiante, fundó varios periódicos con clara inclinación social y política revolucionaria y más tarde, en su plena madurez, sus proclamas, documentos internos, libros y entrevistas nos legarían un pensamiento profundo sobre la teoría marxista-leninista, el nacionalismo sandinista, el antiimperialismo y el movimiento revolucionario mundial, además insistir en asuntos éticos y morales atingentes al revolucionario sandinista. Su profunda visión legó a Nicaragua la esperanza en un proyecto social más allá de los límites de la democracia liberal burguesa, la construcción de una sociedad más justa, inclusiva, y celosa de su libertad, su autodeterminación y un país moderno y autosuficiente.
El Comandante Carlos Fonseca, un líder indiscutible y un personaje histórico descollante y proactivo, merece que las presentes y futuras generaciones sepan de su legado y la importancia de su obra que seguramente seguirá influenciando el destino de nuestra patria y nuestra Sociedad.
Como resultado del estudio de la vida y obra del Comandante Carlos Fonseca, podemos afirmar -sin lugar a dudas- que toda la fuerza creadora, intelecto, actividad revolucionaria, incluso sus ideales y sueños fueron dedicados a lo largo de toda su vida por este revolucionario único a la juventud. Tomó de los viejos luchadores la experiencia y se la entregó sin reserva, procesada y acrecentada en la praxis a las nuevas generaciones. Se rodeó de jóvenes estudiantes, obreros y campesinos para fundar el FSLN y sabiendo que este segmento poblacional, por naturaleza es el de mayor potencial revolucionario, se convirtió en su maestro y guía, tanto en el plano teórico, como-principalmente- en la práctica revolucionaria.
A los veinte años de edad viajó a Moscú a participar del VI Festival de la Juventud y los Estudiantes (evento que marcaría su cariño y admiración con la Unión Soviética y el Socialismo real), el cual resumió de la siguiente manera:
“Mi viaje a al sexto Festival me dio la oportunidad, no solamente para conocer la Unión Soviética, sino para conocer a todo el mundo. O mejor dicho, tuve oportunidad de conocer lo mejor del mundo: La juventud.”
Y haciendo suyo un pronunciamiento en el mismo evento de jóvenes africanos y asiáticos, escribió:
“Paz mundial no significa quietud de los pueblos, ni resignación de la juventud. Paz mundial significa que el espíritu heroico de las juventudes no deben de estar al servicio de los intereses egoístas de grandes potencias, sino que ese espíritu heroico de la juventud, lo mismo que la abnegación de todo el pueblo, deben de ser puestos al servicio de toda la Humanidad.”
Diez años después de la fundación del FSLN, el Comandante resumía su heroica historia diciendo que:
“…el Frente Sandinista de Liberación Nacional había nacido como fiel expresión de la decisión combativa de las nuevas generaciones nicaragüenses. Esta vez, sin embargo, no era solo un movimiento patriótico sin perfiles ideológicos contemporáneos: Empuñaba las armas bajo la guía de las más avanzadas ideas revolucionarias. La juventud universitaria y sectores de la clase obrera, entraron en fecundo contacto con el nuevo empeño. Claro está que la nueva ruta, como las anteriores, estaba abonada con sangre.”
A manera de ejemplo, en esa misma ocasión, el Comandante Carlos lista los nombres de cuarenta jóvenes sandinistas caídos hasta entonces en la lucha contra la dictadura somocista, mencionando especialmente la actitud heroica del Comandante Julio Buitrago, que “…estremeció la conciencia de la juventud y la nación entera…” y que desde entonces, el Comandante Buitrago Urroz es el hito más alto para medir la entrega, fidelidad y convicción, la valentía y sacrificio de un sandinista frente a un enemigo abrumador, frente a los avatares de la lucha y los retos de la vida.
Es fácil observar en los escritos del Comandante Carlos su fundamentada convicción en el rol definitivo y vital de la juventud en la Revolución y en la construcción del “Hombre nuevo” cheguevariano, de un nuevo país y una nueva Sociedad. Un protagonismo enorme, pero que devienen también en responsabilidades enormes, siempre teniendo como guía al Partido, donde la juventud siempre será mayoritaria y decisiva, sin olvidar que tal rol protagónico no se hereda ni se merece, sino que se gana día a día.
El Comandante Carlos, desde aquel árbol donde la guardia lo encontró recostado, empapado, ya sin vida con los ojos abiertos después del combate, parecía que estaba llamando a todo su Frente Sandinista, a los jefes que él mismo había formado, a volver a unirse en los combates, en las trincheras, en las montañas y ciudades, para preservar la vida de los guerrilleros, de los combatientes populares y lograr el triunfo total sobre la dictadura somocista y empezar a construir una nueva Nicaragua.
Pareciera que esa misma voz de nuestro Comandante en Jefe sigue llamándonos a abrazarnos, a acercarnos a los humildes, a la clase trabajadora para reafirmar nuestra conciencia de clase y abandonar nuestros vicios pequeño-burgueses, a apoyarnos y cuidarnos unos a otros, a permanecer unidos frente a la maldad y unidos para seguir soñando mientras construimos (guiados por nuestro Partido y nuestros líderes encabezados hoy por nuestro Comandante Daniel Ortega Saavedra), un país cada día mejor.
Es el único camino para mantenernos en la ruta de la victoria, en la ruta al Socialismo.
GLORIA ETERNA AL COMANDANTE EN JEFE, CARLOS FONSECA
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