Compartimos un escrito de Carlos Fonseca Terán, titulado «Honor y Gloria». A continuación se presenta el texto original:
Lo conocí en Cuba, recién liberado de la cárcel por la acción del Comando “Juan José Quezada” junto con el Comandante Daniel Ortega y otros destacados dirigentes y cuadros políticos del entonces clandestino Frente Sandinista de Liberación Nacional. Cuando fui al hospital “Cira García”, acompañando a mi padre a visitar a los presos recién salidos de prisión, donde habían sido torturados por años. Mauro estaba aislado en un cuarto individual con extremas medidas de precaución porque tenía malaria, una enfermedad ya para entonces erradicada en Cuba. Estamos hablando de enero de 1975; recuérdese que la acción del Comando “Juan José Quezada” fue el 27 de diciembre del año anterior.
Yo tenía en ese entonces ocho años. Hasta después del triunfo supe que su verdadero nombre era Jacinto Suárez. Fue él quien llegó adonde vivíamos mi hermana Tania y yo con mi mamá y mi abuela materna en Panamá, a inicios de 1979, a darnos la noticia de la caída en combate de Mateo, que era el Comandante Germán Pomares, a quien queríamos muchísimo.
Jacinto pertenecía a la primera generación de militantes del FSLN, la de inicios de los años sesenta. Sobresaliente cuadro político-militar de la guerrilla urbana en aquella época, fue capturado en el asalto a la lechería La Perfecta, en una acción de recuperación económica, en la que cayó Selim Schible (el que abofeteó al guardia que lo estaba interrogando, según cuenta Leonel Rugama en uno de sus poemas), y desde entonces compartió largos años de cárcel y torturas con los miembros de la Dirección Nacional del FSLN en ese entonces, Comandantes Daniel Ortega y José Benito Escobar (asesinado en Estelí por la delación de un traidor), y con los Comandantes Lenín Cerna, Manuel Rivas Vallecillo, Leopoldo Rivas, entre otros compañeros, algunos caídos posteriormente en combate o asesinados, como Róger Deshón (asesinado en León al ser capturado por la Guardia somocista) y Julián Roque (caído en combate en las montañas del Norte).
Conoció muy de cerca al Comandante Carlos Fonseca. Él y Alí (Comandante Manuel Rivas Vallecillo) eran los únicos que se atrevían a darle bromas al Jefe. Una característica de Jacinto era su sentido del humor; era lo que en buen nica llamamos un gran jodedor, a la vez que tenía un carácter fuerte, y son muchas las anécdotas de sus momentos iracundos. Rara combinación; aunque nunca fui víctima de eso. Tengo el honor de haberme ganado siempre su respeto.
Después del triunfo revolucionario en 1979 ocupó diferentes cargos militares, al frente de organismos de inteligencia y en el cumplimiento de misiones internacionalistas, alcanzando el grado de Comandante en el Ministerio del Interior. Trabajó en las relaciones internacionales del FSLN desde finales de los años setenta, o sea antes del triunfo revolucionario por encargo del propio Comandante Carlos Fonseca, y en la segunda mitad de los años ochenta asumió importantes responsabilidades en el campo diplomático, entre ellas como embajador de Nicaragua en Moscú. A inicios de los años noventa se destacó en la defensa de los principios revolucionarios del sandinismo, durante el enfrentamiento a la corriente reformista de los que terminarían traicionando a la Revolución. Fue Diputado del Parlamento Centroamericano, llegando a ser su Presidente, y luego en la Asamblea Nacional, donde fue Presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores.
Como representante del FSLN fue fundador del Foro de Sao Paulo en 1990, y en 2008 fue nombrado Secretario de Relaciones Internacionales del FSLN. Ha sido desde entonces mi más cercano compañero en el cumplimiento de las tareas revolucionarias asignadas por nuestra Vanguardia. Hermano mayor, Jefe y Maestro. Juntos hemos representado al FSLN en diferentes espacios internacionales.
El legado que nos deja es su firmeza revolucionaria, su desprecio a las indefiniciones y los titubeos, su terquedad en el buen sentido de la palabra y su inmenso amor al trabajo.
Hasta su último aliento, dedicó la vida entera a la causa de los oprimidos de Nicaragua y el mundo. Su presencia nunca dejará de sentirse en nuestro compromiso revolucionario, en nuestra lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad nicaragüense y en la lucha del movimiento revolucionario latinoamericano por la liberación definitiva de nuestra Gran Patria continental.
Seguro que ya le está dando bromas al Jefe, dondequiera que estén. Honor y gloria.
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