Compartimos con todas y todos una entrevista realizada por Hernán Lavín Cerda a los Compañeros «Juan», «Rodolfo» y «Pedro», miembros del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
El 21 de febrero de 1934, y luego de una siniestra estrategia montada entre la Embajada de los Estados Unidos y el Director de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza, es asesinado en Nicaragua el líder guerrillero Augusto Cesar Sandino.
Un año después, Somoza derrocaba al Presidente Juan Bautista Sacasa (la «nulidad sonriente», como lo definiera Rubén Darío) y dejaba limpio el camino para encaramarse en 1936 sobre el Castillo – fortaleza desde donde se gobierna, tiránicamente, al pueblo de ese pequeño país centroamericano.
Con Anastasio Somoza se inició una edad trágica en Nicaragua: la del somocismo, vitalicio, cruel, sangriento. Esta era sombría se ha extendido por 35 años. Anastasio viejo (ajusticiado en 1956 por el poeta-obrero Rigoberto López Pérez) dejó, como heredad, una semilla que dio dos frutos igualmente malignos: Luis y Anastasio hijo. Ambos fueron «gobierno» prácticamente desde su nacimiento. El padre los puso allí a fin de perpetuar la dictadura familiar. Luis murió de un ataque cardíaco en 1966. Lo sucedieron René Schick y Lorenzo Guerrero, pero por un breve tiempo.
En 1967, Anastasio hijo habría de completar el ciclo de latrocinio y masacre, al vencer en las «elecciones» presidenciales. A principios de ese año -el 22 de enero- hubo una gran movilización popular que terminó en una matanza, en el sector céntrico de Managua, en la Avenida Roosevelt que el pueblo llama Avenida Sandino. Murieron cerca de 400 manifestantes que se oponían al continuismo dictatorial. Los cadáveres fueron recogidos por camiones del ejército y llevados a un lugar desconocido para ser incinerados.
El Frente
Nicaragua vuelve, entonces, a estar bajo el poder tiránico de un Anastasio tan cruel y mórbito, tan enfermizo e inculto como el padre de la dinastía.
En un lugar de este país (y cuando se anuncia el retorno inmediato de Carlos Fonseca Amador, dirigente máximo del Frente Sandinista de Liberación Nacional), PUNTO FINAL entrevistó a Juan, Rodolfo y Pedro, tres guerrilleros del Frente, los cuales señalaron su confianza en el ascenso de la lucha revolucionaria a partir de este año, debido principalmente «a que hemos superado una serie de errores de táctica y de crecimiento de la organización.»
Hoy ya no se concibe la lucha como una sola liquidación de la tiranía somocista sino como un proceso que abra paso a la Revolución Popular Sandinista. Tampoco se concibe la lucha como exclusivamente guerrillera, aun cuando ésta es y ha de ser la forma esencial de combate por la libertad; además están las luchas semilegales, incluso las legales (si es posible), la participación de las organizaciones de masas, la fundación de nuevas organizaciones populares. Hay ya algunos éxitos en tal sentido; por ejemplo, el Frente Sandinista tiene bajo su control las Asociaciones Universitarias y su influencia se extiende al magisterio nacional. Estamos elaborando una estructura adecuada a estas nuevas modalidades de operar. Buscamos la incorporación de la clase obrera a la estrategia liberadora del Frente; hacer ver a los trabajadores que lo reivindicativo – económico no puede ser una solución final si no se integra a la estrategia liberadora».
La madurez
Los tres miembros del Frente Sandinista de Liberación Nacional coinciden en explicar a este cronista que la lucha de liberación en Nicaragua ha entrado en un período de madurez.
«Antes veíamos el panorama de una manera tal vez simplista y uniforme. Hoy es distinto. La situación misma de América Latina nos está demostrando que es preciso golpear en todos los frentes, sin descuidar ningún ángulo. El avance de los compañeros Tupamaros en el Uruguay es sorprendente y demuestra su capacidad de organización y su custodiada estructura interna; asimismo, la victoria del Presidente Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile abre una posibilidad real de que en el cono sur de Latinoamérica se desecnadene un proceso de independencia definitiva que se irradie por todo el continente y haga trastabillar al imperialismo norteamericano. En lo que a nosotros respecta, podemos afirmar que superamos ya las falsas concepciones paternalistas: descubrimos que los compañeros piensan. Con gran alegría hemos visto cómo los campesinos, por ejemplo, conocen mucho mejor que nosotros a su situación y tienen mucho que aportar. Fue de los propios campesinos que surgió la tesis de la reestructuración del Movimiento que debe estar acorde con los nuevos contenidos de la Organización.»
En la Ciudad
De 1967 en adelante, el Frente Sandinista de Liberación Nacional ha ido valorando la lucha revolucionaria urbana no como un complemento de las acciones rurales sino como un factor esencial en la estrategia liberadora.
Este cambio positivo viene a ocurrir casi a los diez años del comienzo de la lucha insurrecciional de raíz sandinista que habría de constituirse en precursora del Frente.
Hasta 1967, aproximadamente, se estima que todos los esfuerzos deben estar dedicados a alimentar la creación de focos guerrilleros en el campo, los cuales irán originando un ejército popular campesino (como lo fue en Cuba) que se enfrentará, por último, a la Guardia Nacional, derrotándola y constituyendo de inmediato un gobierno del pueblo. El papel de la ciudad, entonces, habrá de ser secundario con respecto a la lucha en el monte. Se dejará para el final.
«Toda esa concepción, ha cambiado ahora – explican los integrantes del Frente Sandinista de Liberación-. Hoy nadie discute que las acciones liberadoras deben darse, de un modo coordinado, entre las ciudades y las regiones agrarias».
¿Cuáles fueron las operaciones que se convirtieron en precursoras del Frente?
«Antes del triunfo de la Revolución Cubana, en 1958, se sublevó el general sandinista Ramón Raudales, y a partir de ese año comienzan los levantamientos esporádicos. Hubo 12 incursiones guerrilleras previas a la constitución del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Nuestra organización efectuó su primera acción el 23 de julio de 1953*, con la toma de la población Raití, en las márgenes del río Coco, al norte de Nicaragua.
Esta toma la hicieron 60 hombres guiados por una concepción todavía limitada respecto de cómo llevar adelante una guerra revolucionaria. La lucha armada se concebía entonces como un estimulante para levantar al pueblo, haciendo caso omiso de los factores extraguerrilleros. Esta primera guerrilla compuesta por campesinos y estudiantes se introdujo en la zona sin conocer suficientemente el terreno, sin tener líneas de abastecimiento, sin vías propias de comunicación, sin haber realizado un trabajo político previo, y, para colmo, en uno de los lugares más despoblados y tal vez con la población más atrasada de toda Nicaragua. Ni siquiera hablaban español y vivían de la caza y la pesca».
«Aquel esfuerzo fue liquidado por la naturaleza más que por la Guardia Nacional. Un grupo de compañeros que logró escapar luego de un cruento enfrentamiento, reinició el trabajo con una nueva visión que se reflejó al adoptar novedosos métodos tácticos, aun cuando todavía había limitaciones desde el punto de vista estratégico. Se efectuó entonces un gran trabajo político-militar en Matagalpa, dirigido por Rigoberto Cruz; allí se sentaron las bases para un nuevo esfuerzo guerrillero en 1967. Se organizaron cuatro escuelas guerrilleras y logramos ganar totalmente a la población campesina. Allí se creó un importante grupo comandado por Carlos Fonseca, quien pasa a convertirse en el principal jefe del Frente Sandinista.
Hasta ese momento, todavía se subestima el trabajo de las masas y la acción urbana no se valoriza suficientemente; hasta ese momento, también, nuestra influencia es mínima entre las organizaciones sindicales. Pero entonces todo empieza a cambiar…»
Los crímenes diarios
Según datos entregados por el mayor José Luis Aguado, Exjefe de Leyes y Relaciones de la Guardia Nacional de Nicaragua, 10 personas son asesinadas diariamente en ese país por las fuerzas armadas que defienden al régimen dictatorial.
El somocismo se caracteriza por el latrocinio y el crimen. El año 1967, el Presidente de la Asociación de Estudiantes de la Universidad Centroamericana, Casimiro Sotelo, el Presidente de la Asociación de Estudiantes, Roberto amaya, el dirigente estudiantil Ramírez Goyena y otros dos jóvenes fueron capturados, a la luz del día, en Managua. Se les trasladó de inmediato a la Casa Presidencial donde se les asesinó después de horribles torturas.
Posteriormente (entre numerosos actos de represión permanente), el 15 de julio de 1969 el combatiente Julio Buitrago, un símbolo de la juventud de Nicaragua, fue detectado en la capital y se le cercó con unos 400 hombres de la Guardia Nacional, de la aviación y la artillería, Buitrago resistió, batiéndose a fuego limpio durante varias horas. Al fin cayó herido de muerte. Junto a él se hallaba la compañera Doris Tijerino, contra quien se cometieron las más increíbles aberraciones.
Somoza Junior
La dieta alimenticia de la masa popular nicaragüense está configurada por frijoles, arroz y maíz. Esta dieta, de la cual están ausentes la carne, la leche, los huevos y el pescado, tiene muy nivel proteínico. De allí que la desnutrición no sea solamente infantil sino nacional. La mayoría de los niños del pueblo presentan las características típicas de la falta de nutrición: de pelo más bien claro, de tez morena y de ceguera nocturna.
El crecimiento demográfico es de un 2.9% anual; la mortalidad (son datos oficiales) general alcanza el 14.1 por mil. La mortalidad infantil es de un 94.6 por mil. Las defunciones de niños menores de 4 años son del orden de un ¡42.8%! Hay 4.3 médicos por cada diez mil habitantes y el 50% de ellos está concentrado en la capital del país. El año 1959, en el barrio La Reinaga, de Managua, todos los niños, sin excepción estaban enfermos de tubercolosis. En la Semana Santa de 1970, comarca de Bijao, en La Castilla, murieron 20 niños de sarampión por falta de asistencia médica. El gasto de salud per cápita alcanza sólo los 10 dólares por año.
Frente a esta situación trágica y alarmante, Anastasio Somoza junior no hace sino descargar una represiva política antipopular; su anticomunismo es grotesco, circense, despiadado. En 1965, por ejemplo, la Unión Soviética ofreció a Nicaragua 200 mil vacunas para combatir una epidemia de poliomielitis, pero Somoza rechazó la ayuda por venir de un país comunista.
El ridículo estilo somocista llega a tal grado de descontrol que, en 1968, al inaugurarse el nuevo aeropuerto internacional de Las Mercedes, en Managua, Somoza junior estalló en una crisis de cólera y ordenó bajar del muro principal un gran reloj en cuya esfera se marcaba la hora de distintos países. En el momento de ira, los minuteros marcaban la hora de la URSS. Somoza gritó y pataleó y exigió que el reloj fuera bajado de inmediato por tener la desfachatez de estar señalando «la hora de un país comunista».
Anastasio junior continúa la tradición inaugurada por su padre y se basa en la misma «filosofía política» que puede resumirse en el siguiente «ideario» expuesto hace años por Somoza viejo a un periodista norteamericano:
«Al pueblo le damos las tres P: palos a los indiferentes, plomo a los enemigos, y plata a los amigos».
Dos características tipifican a esta despótica familia: su avidez sanguinaria y su pasión por adueñarse de todas las riquezas de Nicaragua. No hay negocio -por pequeño que sea- en el cual no estén convenientemente «representados». Dominan hoy más del 30% de la tierra laborable. Son dueños del transporte marítimo y aéreo, controlan la mayoría de las acciones textileras, tienen un puerto particular (Puerto Somoza) en el Pacífico. Son prácticamente los dueños de las industrias alimenticias, la petroquímica, de bebidas y calzado; dominan, además, los ingenios azucareros, la explotación del café y las extensiones ganaderas; y, por cierto, la mayor parte de la banca están en sus manos. La fortuna del somocismo, perpetrada a sangre y fuego, se calcula en unos 2 mil millones de dólares.
Pero hay dos factores que desde hace algún tiempo ensombrecen el sueño tiránico de Somoza: el desarrollo del Frente Sandinista de Liberación Nacional y la marcha de la Revolución Cubana. De manera coludida con el imperialismo, la dictadura nicaraüense dispuso la construcción de bases militares en la región atlántica, a fin de preparar mercenarios que eventualmente pudieran intentar una nueva invasión a cuba.
Algo semejante ocurre en Guatemala, Costa Rica y Panamá. Ahí están las bases de entrenamiento de Fort Gulik, Monkey Point, Bluefield, Punta Gorda, la hacienda «El Murciélago», de propiedad de Anastasio Somoza pero ubicada en Costa Rica, y «El Tortuguero», también situada en este último país. El imperialismo americano sueña con reeditar, desde allí, la aventura de Bahía Cochinos, pero sabe que Cuba no permanece sola y que su pueblo está hoy infinitamente mejor preparado para enfrentar una emergencia de esa clase.
Nota:
*Error en el texto, la fecha menciona 1953, sin embargo, la fecha real fue 1962.
Manifestación del 22 de enero de 1967 contra la dictadura de los Somoza. Ese día murieron cientos de opositores en la llamada masacre de la Avenida Roosevelt.
Referencias:
Revista PUNTO FINAL, Nº 128. Santiago, 13 de abril de 1971, pp. 12-14.
También, te puede interesar:
Análisis: Carta-testamento de Rigoberto López Pérez