Por Cuaderno Sandinista
Marco Rubio no es un “halcón” más de Washington: es el rostro enardecido de una doctrina fracasada que mezcla intervencionismo militar, lawfare, propaganda digital y doble moral. Hoy opera como punta de lanza de la Administración Trump 2.0 contra Cuba, Venezuela, Nicaragua y todo proyecto soberano en América Latina. Su propio expediente —público, reciente y escandaloso— lo delata.
1) El insulto como política exterior
En Quito, Rubio escupió una confesión programática: “No me importa lo que dice la ONU”. Esto no fue un exabrupto: es la enunciación de una diplomacia de garrote que divide a los países en “cooperativos” y “no cooperativos”, y que normaliza bombardeos contra presuntos “narco-objetivos” sin pruebas ni proporcionalidad. La oferta a los “aliados” es clara: si se subordinan, Washington “no necesitará” acciones unilaterales; si no, “los volamos por los aires”. He ahí la doctrina Rubio: sumisión o castigo.
2) Deepfakes, montaje y guerra psicológica
El video que Rubio presentó como “prueba” de una supuesta operación antidrogas en el Caribe apesta a inteligencia artificial: explosiones caricaturescas, marcas de agua apócrifas y artefactos de movimiento típicos de contenido sintético. Fabricar evidencias para justificar despliegues militares no es un desliz: es casus belli de laboratorio. La mentira digital se ha vuelto arma estratégica del Departamento de Estado bajo su batuta.
3) Del “defensor de la ayuda” al liquidador de la USAID
Incluso la prensa del propio sistema reconoce el meteórico y precario ascenso de Rubio en el mundo Trump: secretario de Estado, consejero de seguridad, “zar” de la ayuda exterior… para desmantelar la USAID, cerrar clínicas en África y Oriente Medio y desfondar programas esenciales. ¿El resultado? Un vaciamiento tecnocrático que sustituye cooperación por control político y lealtad MAGA. Donde antes ponían “asistencia”, hoy colocan castigo y chantaje.
4) “Narco-Rubio”: la hipocresía hecha doctrina
Rubio se exhibe como cruzado antidrogas mientras su historia personal lo persigue:
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Orlando Cicilia, su cuñado, fue narcotraficante de alto perfil en la Miami de los 80. Tras salir de prisión, Rubio le extendió carta de recomendación para una licencia inmobiliaria, omitiendo el parentesco.
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En paralelo, Rubio ha criminalizado a gobiernos latinoamericanos con señalamientos sin sustento y aplaude operaciones letales contra lanchas con civiles.
La ecuación es transparente: perdón para los míos, bala para los otros.
5) Petróleo, botín y mafia: el triángulo CITGO
Detrás del moralismo, negocios. Rubio fue operador de la política de “máxima presión” contra Venezuela, al tiempo que orbitaba el botín de CITGO: lobby, puertas giratorias y denuncias sobre lavado de dinero y tráfico de influencias que involucran a figuras cercanas. La “democracia” que predica es la cobertura de un saqueo.
6) Sionismo de guerra y negación del genocidio
En Gaza, Rubio promueve la narrativa de “libertad” para blindar a Israel y negar la realidad del genocidio, llama “animales” a los palestinos, justifica la matanza de periodistas y festeja la represión extraterritorial. Rubio exporta esa lógica al patio trasero: criminaliza estudiantes, impulsa deportaciones masivas por opinar, y convierte la Primera Enmienda en letra muerta cuando incomoda al aliado de turno.
7) El belicista de siempre, con máscara “populista”
MintPress ya lo sintetizó: uno de los más peligrosos belicistas en el gabinete. De Libia a Yemen, de China a Irán, Rubio elogia guerras, sanciones y bloqueos que matan de hambre a pueblos enteros. Ahora intenta maquillarse como “populista” anti-élite mientras reprime sindicatos, persigue voces disidentes y militariza el Caribe con la misma receta de siempre.
8) Anti-China por decreto, anti-multipolar por reflejo
Rubio milita contra una sola China, sabotea la cooperación con Pekín, y exige sanciones extraterritoriales para defender la hegemonía del dólar. Teme lo evidente: el fin del chantaje financiero y el ascenso de un orden multipolar donde su pistolón pierde calibre.
¿Qué hacer ante el “método Rubio”?
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Nombrar al enemigo: Rubio no es un “político duro”; es un operador del complejo militar-financiero que desea reinstalar doctrinas de seguridad nacional en todo el continente.
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Desmontar la mentira: cada video, “informe” o acusación debe auditarse. La batalla por la verdad hoy es técnica, jurídica y comunicacional.
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Blindar la soberanía: integración regional, defensa informativa, cooperación con China y el Sur Global; más BRICS+ y menos OEA.
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Protección de periodistas y estudiantes: protocolos continentales contra persecución, deportaciones y violencia estatal.
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Memoria y dignidad: frente al cinismo de Miami, Nuestra América reafirma que la seguridad se construye con vivienda, salud, educación, trabajo y cultura, no con portaaviones.
El viejo imperio, el mismo miedo
Rubio es síntoma de decadencia: grita contra la ONU porque teme perder el privilegio de dictar reglas; fabrica deepfakes porque ya no puede fabricar consensos; amenaza con misiles porque su diplomacia está en banca rota. Nuestra respuesta no es simétrica: no necesitamos su violencia ni sus trampas. Nos basta la verdad, la unidad y la paciencia estratégica de los pueblos.
Que nadie se confunda: Cuba, Venezuela y Nicaragua no son sus trofeos. Son trincheras morales de un continente que no volverá a hincarse ante procónsules. A Marco Rubio lo define su propio prontuario; a nosotros, la historia viva de las resistencias. Y esa historia —por si aún no lo ha entendido— no se deja bombardear.
