Por Cuaderno Sandinista
El 3 de septiembre no es una fecha cualquiera en el calendario patrio. Es el día en que Nicaragua honra a sus hijas e hijos del campo, trabajadores incansables de la tierra y guardianes de la soberanía alimentaria. Pero sobre todo, es el día en que recordamos al líder campesino y sindicalista Bernardino Díaz Ochoa, asesinado por la Guardia Nacional somocista el 3 de septiembre de 1971 en La Tronquera, Matagalpa.
Un campesino convertido en líder
Bernardino nació y creció entre cafetales, enraizado en la vida dura del campo. Desde joven se rebeló contra la injusticia de los terratenientes y se integró al Sindicato de Oficios Varios de Matagalpa. Enfrentó a patrones explotadores que negaban salarios y prestaciones, y muy pronto descubrió que la organización campesina era el único camino para defender derechos.
Junto a su compañera de vida y lucha, Benigna Mendiola, impulsó sindicatos rurales en Matiguás, La Tronca, La Dalia, Yaosca, Quilalí, Bocaycito, Waslala y muchas comunidades más. Estas estructuras, disfrazadas de “clubes campesinos” para evadir la represión, serían después la base social del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en la montaña.
De la protesta a la lucha revolucionaria
El ejemplo de Bernardino se entrelazó con figuras como Rigoberto Cruz “Pablo Úbeda” y Denis Ortega “Chico Chiquito”, quienes lo vincularon al trabajo clandestino del FSLN. Su liderazgo fue decisivo para tender puentes entre sindicatos, obreros y campesinos, demostrando que juntos podían resistir el yugo de los terratenientes y la dictadura.
Víctor Manuel Guillén “Eulalio”, compañero de ruta, recordaba que la alianza entre obreros y campesinos hizo “menos pesado el martirio y el yugo”. Esa unidad forjada en los años 60 abrió paso a la gesta guerrillera de Pancasán en 1967, donde el campesinado ya no solo aportaba maíz y café, sino que se convertía en protagonista de la lucha armada.
“Somos hombres para vivir de la tierra”
Bernardino dejó para la eternidad una frase que sintetiza la esencia de la lucha campesina:
“No somos peces para vivir del mar, no somos aves para vivir del aire, somos hombres para vivir de la tierra.”
Con esa sabiduría campesina proclamaba que la tierra es madre y sustento, no mercancía en manos de unos pocos. Sus palabras siguen siendo bandera de las luchas por la soberanía alimentaria, la justicia social y el derecho de los pueblos a decidir su destino.
Martirio y legado
El 3 de septiembre de 1971, Bernardino fue capturado, torturado y asesinado por la Guardia Nacional. Su cuerpo apareció en Wasaka, convertido en símbolo de la brutalidad somocista y del sacrificio campesino.
Pero su muerte no apagó la esperanza. Al contrario, su ejemplo inspiró a nuevas generaciones de obreros, estudiantes y campesinos que se unieron al FSLN hasta lograr el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979. En su memoria, en 1987 el Gobierno Sandinista creó la Orden Bernardino Díaz Ochoa, distinción para quienes entregan su vida a la causa del pueblo.
Día Nacional del Campesino Nicaragüense
Cada 3 de septiembre, Nicaragua recuerda a Bernardino y a todos los trabajadores del campo que producen más del 80 % de los alimentos que llegan a la mesa del pueblo. Son mujeres y hombres que saben sembrar con la luna y cosechar con el sol, que cuidan la tierra con respeto y amor, y que mantienen viva la raíz de nuestra identidad.
Hoy, bajo el liderazgo del Frente Sandinista, el campesinado sigue siendo columna vertebral de la soberanía y la paz. Recordar a Bernardino no es solo un acto de memoria, sino un compromiso con el presente y el futuro: defender la tierra, la dignidad y la justicia social.
¡Honor al campesino nicaragüense!
¡Honor y gloria eterna a Bernardino Díaz Ochoa!