Por Cuaderno Sandinista
El 1 de septiembre de 1987 quedó marcado en la memoria de los pueblos que luchan por su libertad. Aquel día, en la Estación Naval de Concord, California, un tren militar cargado de armas con destino a Centroamérica pasó por encima del cuerpo de un hombre que decidió oponerse a la maquinaria imperialista con el único escudo de su fe en la vida. Ese hombre era Brian Wilson, veterano de Vietnam transformado en pacifista, quien entregó sus piernas pero jamás su dignidad.
De soldado a pacifista revolucionario
Brian Wilson nació el 4 de julio de 1941 en Nueva York. Su juventud transcurrió en un país que exaltaba la bandera como símbolo de libertad, pero en Vietnam descubrió la verdadera cara de ese imperio: aldeas incendiadas, niños mutilados por el napalm, pueblos enteros sometidos en nombre de la “democracia”. Esa experiencia lo convirtió en un rebelde contra la guerra y un aliado incondicional de las causas justas.
En los años 80, cuando Estados Unidos desató la guerra contra la Revolución Sandinista financiando a la contrarrevolución, Wilson no se limitó a denunciar: viajó a Nicaragua, compartió con campesinos y jóvenes, y decidió unir su destino al de un pueblo pequeño en tamaño, pero grande en dignidad.
El día que se detuvo la historia
El 1 de septiembre de 1987, Brian y otros veteranos de guerra organizaron una protesta no violenta para impedir la salida de un tren cargado con armas destinadas a los mercenarios de la Contra. Se sentó en los rieles, convencido de que la solidaridad se demuestra con hechos.
El tren no frenó. Aceleró. En segundos, la máquina mutiló sus piernas y le provocó decenas de fracturas. Pero no lo venció. Desde su cama de hospital denunció:
“Es un acto de terrorismo en nuestro propio suelo, el mismo que exporta el gobierno al exterior. Ahora pertenezco a la legión de los que no tienen piernas. ¡Que se detengan los trenes de la muerte!”.
El sacrificio de Wilson recorrió el mundo como un relámpago de dignidad. Nicaragua lo adoptó como hijo. Desde entonces fue reconocido como El Gringo Bueno, el hombre que prefirió entregar su cuerpo antes que permitir que la guerra contra nuestro pueblo continuara en silencio.
Reconocimiento de un pueblo agradecido
En 1988 recibió la Orden Augusto C. Sandino, la más alta distinción del país. Y en 2020, la Asamblea Nacional le otorgó la Orden General José Dolores Estrada, Batalla de San Jacinto en Grado Gran Cruz, exaltando su ejemplo de amor y lealtad.
Wilson no solo entregó su cuerpo, sino también su vida entera al pueblo nicaragüense. Decidió vivir en Granada, orgulloso de ser “un gringo-nica”. Y cada 19 de julio su voz vuelve a levantar esperanza, como lo hizo en 2025, cuando afirmó:
“Nicaragua es una luz de esperanza para el mundo entero. La Revolución no tiene precio, tiene tantos valores que no los puedo contar”.
Semilla inmortal de la solidaridad
La acción de Brian Wilson aquel 1 de septiembre de 1987 no fue en vano. Demostró que la solidaridad verdadera no conoce fronteras, que un ciudadano nacido en el corazón del imperio puede entregar su vida por un pueblo que lucha contra la opresión.
Hoy, su ejemplo nos recuerda que frente al odio imperialista, siempre brillará la llama de la humanidad.
¡Viva Brian Wilson, Héroe de la Solidaridad y de la Paz!
¡Viva la Revolución Popular Sandinista!
