Por Cuaderno Sandinista
Mientras Gaza agoniza bajo la maquinaria de guerra más sofisticada del planeta, el régimen sionista de Israel intensifica su política de exterminio sistemático del pueblo palestino. La brutal ofensiva, iniciada el 7 de octubre de 2023, ha cobrado la vida de más de 55,900 personas, la mayoría mujeres y niños, y ha herido a más de 131,000. Pero la masacre no termina ahí: miles de personas continúan atrapadas bajo escombros, sin posibilidad de rescate, debido al bloqueo total impuesto por Israel, que impide el ingreso de alimentos, medicinas, combustible y agua potable.
La situación alcanza niveles de horror que evocan los momentos más oscuros de la historia humana. Según UNICEF, los niños palestinos comenzarán a morir por deshidratación en los próximos días. Solo el 40 % de las plantas de agua potable sigue operativa, y los niveles de malnutrición infantil han aumentado un 50 %. Familias enteras, obligadas a desplazarse una y otra vez por las órdenes de evacuación israelíes, no tienen acceso a refugio, comida ni atención médica.
En palabras del doctor Feroze Sidhwa, voluntario estadounidense que trabajó en Gaza:
«Mis pacientes eran niños de seis años con metralla en el corazón y balas en el cerebro. Mujeres embarazadas con la pelvis destrozada. Los niños murieron, no porque sus heridas fueran insuperables, sino porque no teníamos sangre, antibióticos ni anestesia.»
A esto se suma el asesinato sistemático de periodistas: 221 comunicadores palestinos han sido ejecutados por Israel desde octubre de 2023. La intención es clara: borrar el testimonio, silenciar las imágenes, enterrar la verdad.
El veto que perpetúa el genocidio
En un gesto de complicidad que hiere la conciencia de los pueblos, Estados Unidos vetó el reciente proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que exigía un alto el fuego inmediato e incondicional y el levantamiento del bloqueo humanitario en Gaza. Catorce países votaron a favor; solo Washington se opuso. Mientras tanto, continúan los ataques a centros de distribución de ayuda, hospitales y barrios residenciales.
El 24 de junio de 2025, otro crimen se sumó a la larga lista: 40 personas fueron asesinadas mientras esperaban comida cerca del cruce de Netzarim. El día anterior, 39, semanas atrás, otras 59. El patrón es evidente y brutal: los palestinos son asesinados no solo por resistir, sino por intentar sobrevivir.
La estrategia de distracción: provocar a Irán
En paralelo, el gobierno de Benjamin Netanyahu busca extender el conflicto hacia Irán, intentando desatar una guerra regional que oculte el desastre moral en Gaza. Ataques terroristas encubiertos, operaciones de sabotaje, y asesinatos selectivos forman parte de esta peligrosa maniobra. Pero el objetivo no es nuevo: desviar la atención internacional del colapso de su narrativa de “autodefensa” y del juicio moral que ya enfrenta en el plano global.
Netanyahu y sus aliados ya son objeto de solicitudes de arresto por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional. Países como Noruega, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y el Reino Unido han sancionado a los ministros sionistas Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich por promover la violencia extrema y el desplazamiento forzado de palestinos.
La ONU ha fracasado: los pueblos despiertan
La Organización de las Naciones Unidas ha demostrado ser incapaz de detener el genocidio en Gaza. Sus declaraciones, cada vez más impotentes, contrastan con su inacción práctica. Lejos de cumplir su promesa fundacional de preservar la paz y la dignidad humana, la ONU se ha convertido en un instrumento decorativo, silenciado por el veto imperial y la complicidad de las potencias.
El Comandante Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, lo dijo sin ambigüedades:
“Naciones Unidas simplemente es una burla para los pueblos, una burla para la humanidad… debería desaparecer. El reto es construir una sociedad de naciones que no sirva a los imperialistas, sino a los pueblos que defienden su soberanía”.
Esa desilusión con el orden internacional está generando un despertar en los pueblos del mundo. Desde las universidades estadounidenses en rebeldía, hasta los parlamentos europeos que comienzan a romper el silencio, pasando por marchas multitudinarias en América Latina, África y Asia, se está gestando una nueva legitimidad moral que no proviene de los organismos oficiales, sino de la conciencia popular.
Gaza no se rinde
A pesar del horror, Gaza resiste. Así como David enfrentó al Goliat con una honda y una piedra, hoy el pueblo palestino, desarmado pero digno, enfrenta al ejército más poderoso del Medio Oriente con cámaras, testimonios y voluntad popular. El paramédico que rescata niños entre bombas, la madre que sigue criando en medio de las ruinas, el periodista que transmite hasta su último aliento, todos son David.
El régimen sionista, con toda su arrogancia, olvida la lección más antigua de la historia: el poder ilegítimo siempre colapsa desde adentro, carcomido por su propio desprecio a la vida humana.
Israel, con su estrategia genocida y su intento de encender fuegos regionales, se aísla cada vez más. La narrativa está cambiando. Ya no es la del “pueblo elegido”, sino la del ocupante impune, el verdugo sin límites. Y en ese cambio, crece la fuerza de la resistencia.
Porque aunque la victoria parezca lejana, Goliat ya no es invencible. Y David, aunque herido, sigue en pie.