Por Cuaderno Sandinista
A 89 años de su nacimiento en Matagalpa, Carlos Fonseca Amador no es una figura del pasado, es conciencia viva, es fuerza moral y es brújula política de quienes creemos que la lucha por la justicia, la paz y la soberanía no ha concluido.
Nacer del pueblo para servirle
Carlos nació el 23 de junio de 1936, en el seno de una familia pobre y trabajadora. Su madre, Agustina “Tina” Fonseca, venía huyendo de los estragos de la intervención yanqui. El niño crecería en condiciones duras, de privaciones materiales, pero con una sensibilidad humana que muy temprano se convirtió en conciencia crítica.
Como Sandino, fue hijo de madre soltera. Como Sandino, no aceptó las injusticias como destino. Carlos entendió, desde joven, que no bastaba indignarse: había que organizarse, formarse, luchar. Desde el Instituto Nacional del Norte, donde brilló como estudiante, hasta las aulas de la UNAN-León, donde militó y escribió, Carlos se preparó —no para escalar puestos— sino para transformar una realidad profundamente injusta.
El que reencontró a Sandino
Frente al intento del somocismo de borrar a Augusto C. Sandino de la historia oficial, Carlos lo reencontró y lo volvió pueblo. Lo sacó del silencio impuesto por los opresores y lo hizo bandera de una nueva etapa de lucha. Fundó el Frente Sandinista de Liberación Nacional el 23 de julio de 1961, comprendiendo que no hay proyecto revolucionario sin raíces propias.
Con el FSLN, Carlos propuso no solo una lucha armada, sino un proyecto integral, donde la liberación nacional y la justicia social fueran inseparables. En 1967 publicó el Programa Histórico del FSLN, donde se sintetiza el camino hacia un nuevo modelo de sociedad. Fue también en ese tiempo que comandó las gestas de Pancasán y Fila Grande, que consolidaron el carácter popular, antimperialista y latinoamericanista del Frente.
Místico, rebelde, revolucionario
Carlos no era un político tradicional ni un guerrillero improvisado. Era un revolucionario integral, con mística, con estudio, con firmeza. Su ejemplo no se mide solo por las armas que empuñó, sino por la coherencia entre lo que pensó, dijo y vivió. Asceta, sencillo, culto, profundamente humano. No se dejó comprar, no se dejó corromper.
El 8 de noviembre de 1976, Carlos fue asesinado tras ser capturado herido en Zinica. Como Sandino, como el Che, como Zapata, fue eliminado físicamente pero sembrado eternamente en el alma del pueblo.
Carlos vive en la Paz con dignidad
Hoy, cuando Nicaragua defiende su paz soberana, cuando el pueblo avanza con educación gratuita, salud comunitaria, electrificación rural, programas productivos y justicia social, Carlos Fonseca está presente. Lo dijo el Comandante Daniel Ortega este 23 de junio:
“Carlos está en el alma de los campesinos, de los trabajadores, de la juventud nicaragüense. Está en el espíritu de lucha por la paz, por la unidad y por el bienestar del pueblo.”
La Copresidenta Rosario Murillo lo reafirmó con claridad:
“Fonseca tuvo la genialidad de sintetizar la experiencia histórica del pueblo y convertirla en guía revolucionaria. Nos deja la inmensa responsabilidad de seguir construyendo con derecho, dignidad y libertad.”
Y no solo Nicaragua lo reconoce. Este 23 de junio, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP) saludó su natalicio, reafirmando que Carlos es emblema de lucha y resistencia continental.
Carlos no ha muerto
Carlos vive en la juventud que se forma, en la mujer que lidera, en el niño que aprende, en el campo que produce, en la comunidad que organiza, en la resistencia a las sanciones, en el rechazo a las injerencias, en cada rincón de esta Nicaragua digna. Carlos no ha muerto, camina con su pueblo y su pueblo marcha hacia el futuro con su bandera en alto.
A seguir el ejemplo de Carlos, un verdadero Nicaraguense ,un patriota,un revoluciónario, su lucha por las injusticia del los oprimidos, por la desigualdad social. Hoy Nicaragua es la que soño, Carlos, vivir en paz, con oportunidades para todos,una verdadera restitución de derecho, ni nos vendemos ni los rendimos.