Por Stephen Sefton
El capitalismo occidental no es sostenible porque su esencia expansionista destruye la naturaleza de que la humanidad depende para vivir. La cruel paradoja sigue siendo que hay más que suficiente riqueza en el mundo para garantizar que cada habitante del planeta tenga suficiente a comer, acceso a los derechos de la salud y la educación, a una vivienda adecuada y una vida digna. El escándalo humanitario de la persistencia del hambre y la indigencia a nivel mundial se debe al sistema del capitalismo imperialista que se ha impuesto sobre los pueblos del mundo durante cinco siglos.
Es un sistema que concentra la riqueza en manos de las élites vendepatrias gobernantes a nivel nacional y, a nivel global, en manos de las avaras élites occidentales. Las élites capitalistas del mundo destruyen todo a su paso mientras buscan siempre nuevos recursos para sostener su dominio neocolonial. El compañero Presidente Vladimir Putin expresó esta realidad de manera clara y contundente en Septiembre 2022 después de la votación democŕatica de los pueblos de cuatro regiones de la antigua Ucrania a integrarse a la Federación Rusa. El Presidente Putin explicó:
“Occidente está dispuesto a cruzar todas las líneas para preservar el sistema neocolonial que le permite vivir del mundo, saquearlo gracias a la dominación del dólar y la tecnología, cobrar un tributo real de la humanidad, extraer su fuente primaria de prosperidad inmerecida, la renta pagada al hegemón. La preservación de esta renta es su motivación principal, real y absolutamente egoísta. Por eso les interesa la desoberanización total. Esto explica su agresión hacia los Estados independientes, los valores tradicionales y las culturas auténticas, sus intentos de socavar los nuevos procesos internacionales y de integración que no pueden controlar, las nuevas monedas globales y los centros de desarrollo tecnológico. Es de vital importancia para ellos obligar a todos los países a entregar su soberanía a los Estados Unidos.”
En América Latina podemos ver está entrega de soberanía en desarrollo en los países de la región desde Argentina hasta Guatemala. Los únicos países con auténticos gobiernos democráticos y soberanos que responden de manera categórica a las aspiraciones y necesidades de sus pueblos son los países del ALBA y, para el momento, México. Los casos más extremos del entreguismo regional son Argentina, Ecuador, Guyana y Perú. Aún un poder regional tan importante como Brasil, a pesar de la retórica multipolar del Presidente Lula da Silva, ha asumido el papel de vocero imperial en relación a Venezuela y Nicaragua y, hasta cierto punto también, en relación a Ucrania.
Las sociedades de Colombia y Honduras, a pesar de los esfuerzos de sus gobiernos progresistas, siguen deformadas por el poder de sus corruptas oligarquías fascistas, la influencia del narcotráfico y el crimen organizado regional y la ocupación militar yanqui. Así que siguen en disputa la futura orientación y alineamiento de América Latina y el Caribe en el nuevo orden mundial en desarrollo. Existen significativas auténticas fuerzas políticas radicales y alternativas en la región que buscan como defender la dignidad nacional y los intereses de las mayorías. La situación es similar en África y, con matices diferentes, en la mayoría de Asia.
El caso es todo lo contrario en Europa donde, con muy pocas excepciones, las élites han traicionado y engañado a sus pueblos para entregar sus países en beneficio de los intereses norteamericanos. La versión occidental de la democracia representativa siempre ha sido una débil coartada para disfrazar el dominio de las oligarquías en Norte América y Europa. Desde la crisis financiera de 2008, y más especialmente el golpe de estado que las élites del Occidente apoyaron en Ucrania en 2014, se les ha caído completamente el disfraz que les prestó alguna apariencia de la legitimidad. La crisis de la economía occidental se debe fundamentalmente al colapso de la legitimidad de un sistema político que cada vez más ataca los intereses de las mayorías. Es un sistema que se sostiene por medio de la guerra psicológica contra los pueblos hecho posible por la unión fascista entre los gobiernos y el monopolio anti-democrático empresarial de los medios de comunicación y las fuentes de información.
Este monopolio permite la censura, hostigamiento y demonización de medios independientes, de individuos disidentes y la imposición de una narrativa falsa de los acontecimientos a nivel internacional, todo lo cual en sí demuestra la falta de legitimidad del sistema. Otro indicador de la falta de legitimidad de las élites gobernantes occidentales es la aguda desigualdad económica que prevalece en Norte America y Europa. Por ejemplo, en Estados Unidos, el Banco Federal de San Luis consta que 67% de la riqueza nacional está en manos del 10% más rico de la población, mientras el 50% más pobre de la población tiene solamente 2.5%. Este patrón se repite, en un grado un poco menor, en toda Europa como se demuestra en esta tabla:
Los niveles de la desigualdad económica son un indicador fundamental de la legitimidad de una sociedad y su gobierno, porque las poblaciones pueden ver si o no sus autoridades responden a sus aspiraciones y necesidades. Ciertamente desde el colapso financiero de 2008-2009 el propósito central de los gobiernos occidentales ha sido de defender los intereses de las élites que recibieron un extraordinario traslado de la riqueza nacional para impedir la desintegración del corrupto sistema financiero occidental. Para el momento, Estados Unidos todavía puede mantener la viabilidad de su economía en base al dominio del dólar como moneda de reserva internacional, lo cual permite a su gobierno mantener enormes déficits que de otro modo serían insostenibles.
El caso es otro para la Unión Europea, como lo demuestra un reciente informe de Mario Draghi «El futuro de la competitividad de Europa». El informe trata de ofrecer mejores alternativas a la falta de crecimiento y la baja productividad que han caracterizado la economía de Europa desde el colapso financiero internacional de 2008-2009. El señor Draghi, jefe del Banco Central Europeo de 2011 hasta 2019, fue uno de los principales protagonistas en el diseño de las políticas fallidas de la economía europea durante ese período. Ahora su informe demuestra las mismas falsas creencias y la misma falta de visión que han caracterizado el liderazgo europeo desde la creación de la Unión Europea con el Tratado de Maastricht en 1993. El triunfalismo occidental luego de la disolución de la Unión Soviética, el predominio de la ideología neoliberal y la funesta dependencia y sumisión a los Estados Unidos nunca permitió el desarrollo de una Europa democrática y soberana.
Entre los problemas más difíciles a resolver para la economía europea en este momento, el señor Draghi identifica los altos costos de energía, la debilidad tecnológica y la crónica falta de inversión. Pero Mario Draghi no explica que esta crisis resulta en gran parte de la agresiva política occidental contra la Federación Rusa desde 2014, la decisión de los países europeos de cortar el suministro de energía desde Rusia y su entrega en menos de tres años por sus gobiernos de €126 mil millones al corrupto régimen nazi de Ucrania. Como los resultados de las recientes elecciones en Alemania y Francia han demostrado, el apoyo incondicional de los gobiernos europeos a la agresión de la OTAN y Estados Unidos contra Rusia, entre otros ejemplos, intensifica el colapso de la legitimidad de sus gobiernos ante sus pueblos.
A nivel más profundo, la crisis de legitimidad europea se debe al sesgo ideológico capitalista de sus clases gobernantes que impide medidas fiscales adecuadas para asegurar los niveles de inversión necesarias de parte del sector público. El señor Draghi sugiere un nivel de inversión de €800 mil millones al año y que esta inversión se financia por medio de un radical reordenamiento y desregulación del cuerpo de normas fiscales y financieras en Europa y un fondo cómun de crédito. Es una receta consonante con la empobrecida mentalidad neoliberal anti-democrático y anti-humanitario de las oligarcas europeas.
La ideología neoliberal que prevalece en Occidente impide la necesaria democratización de las economías nacionales europeas y en su lugar promueve una colaboración prácticamente total de las oligarcas europeas con las élites norteamericanas. El documento de Mario Draghi da mucha importancia como solución para el problema de bajo crecimiento y baja productividad en Europea a medidas para fomentar la innovación derivadas de una comparación de la falta de capital de riesgo en Europa con el vigoroso sector de capital de riesgo en los Estados Unidos. Es típico de su falta de visión independiente que las y los dirigentes europeos miran hacia Estados Unidos en búsqueda de alguna receta para restaurar la salud económica de sus desgastadas sociedades.
Lo que omiten mencionar es que el auge del capital de riesgo estadounidense se debe en parte a una significativa inversión pública durante décadas de parte del sector de investigación y desarrollo de las fuerzas armadas estadounidenses y sus servicios de inteligencia, de dónde surgieron los proyectos que fomentaron las grandes empresas digitales como Google y Meta y empresas similares. Los argumentos de dirigentes europeos como Mario Draghi también omiten el contexto de cómo por lo menos una parte de la enorme liquidez soltada por las autoridades financieras estadounidenses durante más de diez años estimuló la economía real, aunque su efecto principal fue de aumentar grandemente la riqueza de las élites por medio de las tremendas alzas en las bolsas de valores.
Las políticas financieras norteamericanas relativamente laxas, hasta el reciente aumento de las tasas de interés, han contrastado mucho con la relativamente rígida austeridad impuesta por las autoridades financieras europeas. Siendo un banquero, Mario Draghi pone mucho énfasis en su documento sobre la papel central de las medidas financieras para agilizar más inversión y mayor actividad económica, las cuales van a reforzar la concentración de la riqueza y sofocar la democratización económica. Las tendencias electorales en Europa confirman que estas políticas neoliberales a favor de las élites disminuyen la legitimidad de las clases gobernantes.
Sin embargo, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos siguen esta misma lógica económica y política occidental. Nunca van a poder dar respuesta a las aspiraciones y necesidades de sus pueblos, lo cual disminuye la legitimidad del sistema político que impide la respuesta anhelada. En cambio las políticas de democratización económica implementadas en Nicaragua y Venezuela refuerzan y consolidan la legitimidad de sus gobiernos revolucionarios. Y la legitimidad no es solamente un tema de interés nacional, porque la fuerza de su legitimidad a nivel nacional influye la capacidad de un país a desarrollar exitosas relaciones internacionales.
La lluvia de mensajes de felicitación a Nicaragua de gobiernos de todo tipo alrededor del mundo por las Fiestas Patrias en celebración de su Independencia es un perfecto ejemplo de este realidad. En cambio, el colapso de la credibilidad de los gobiernos occidentales ante sus propios pueblos se refleja también en el colapso de su credibilidad a nivel internacional. Esta es otra dimensión de la exitosa evolución de los países BRICS+ la cual toma cada vez mayor importancia en el contexto del creciente militarismo en ultramar de las desacreditadas clases dominantes de Estados Unidos y sus países satélites y la progresivamente mayor represión a nivel interna de sus fracasados gobiernos.
Fuente: 19 Digital