Los cubanos encaramos, en el terreno de las ideas, una cruzada que no por ser de vieja data se torna menos peligrosa. si antes fue difícil enfrentarla, ahora lo es mucho más.
En el transcurso de unos 65 años, transitamos de los medios tradicionales a la más moderna tecnología, ganamos varios combates y perdimos algunas escaramuzas.
Actualmente, con la llegada de la Inteligencia Artificial (IA), se complejizó aún más un enfrentamiento que la cia definió en los años 50 del siglo pasado como una contienda por la mente de los seres humanos.
Pongamos, por ejemplo, a la «última novedad»: la ia multimodal, que puede generar y comprender, operar y combinar a la perfección diferentes tipos de información.
La última herramienta de OpenAI, Sora crea vídeos casi perfectos, de situaciones ficticias que hace pasar como sucesos reales, a partir de descripciones de texto, lo que, como señalan algunos especialistas, demuestra los peligros de la ia como arma de desinformación.
Basta solo una mirada a los resultados que se obtienen de su uso, el nivel y tendencia de sus contenidos, la capacidad para «facilitar» el acceso al «conocimiento», para tener una idea de su alcance y efectividad.
No es cosa de juego, nadie está inmunizado contra la avalancha de recursos con que cuenta el capitalismo para librar esta disputa entre dos concepciones diferentes, dos formas distintas de ver el mundo.
Mucho más en una realidad, en la cual la propiedad privada, los viejos ídolos del capitalismo, se convierten en entidades a las que algunos rinden culto sin ningún recato.
El viejo templo del capitalismo abre sus puertas y un hermoso software nos convida a entrar a perder el sentido, como buenos seres posmodernos.
Mientras, nos zarandean con entusiasmo, lo mismo desde la derecha que desde «la izquierda» sistémica al capitalismo, «para hacernos perder el equilibrio», como bien señala Enrique Ubieta en su libro Cuba, Revolución o Reforma.
La nueva entidad es compleja y volátil, parece maravillosa como un antiguo libro de cuentos; pero se trata solo de un nuevo vendedor que nos oferta un capitalismo cargado de «encanto», un «arma disruptiva» libre de compasión y empatía, que no trae las armaduras de Terminator, sino la flauta de Hamelín.
Puede controlar nuestro ocio, la información y hasta nuestra salud, crear un nuevo nivel de hiperdependencia, sumergirnos en un mundo distópico, en el que el odio se ha convertido en el producto más rentable, el amor es una caricatura, y la libertad una vieja estatua cubierta de orín.
Los escenarios de la Inteligencia Artificial trazan senderos que urge descubrir y dominar, porque al final es el hombre y siempre el hombre quien está, al menos por ahora, detrás de las máquinas.
Fuente: Diario Granma