Por Victoria Di Cosmo
Panorama actual
Si analizamos las corrientes políticas del continente latinoamericano desde la llegada del siglo 21, observaremos dos grandes tendencias: en los primeros años del nuevo siglo distintos gobiernos de la región conformaron el “giro a la izquierda” (con políticas como la mayor integración intrarregional y el avance de los derechos sociales) mientras que, en los últimos años fue la derecha la que, reforzada en consideración a la primera década del siglo, comenzó a ocupar cada vez más casas de gobierno.
En 2023 es posible observar un ¿nuevo? formato de las derechas latinoamericanas: las llamadas “derechas alternativas”, con líderes que se consideran acérrimos defensores de las libertades personales en detrimento del rol del Estado, con discursos que rozan lo violento.
En un momento en el que vemos, por ejemplo, a un diputado nacional sortear sus sueldos (o lo que es igual: regalar plata del Estado…) es importante hacernos algunas preguntas: ¿Quién financia sus campañas? ¿Quiénes crean sus sustentos ideológicos? ¿Es realmente compatible con un sistema democrático?
Atlas Network y los think tanks en Latinoamérica
Atlas Network es una organización “sin fines de lucro” creada en 1981. Con el crecimiento de la inflación y otros problemas económicos de la década de 1970 en Inglaterra, el partido conservador británico acudió al instituto mencionado para buscar posibles soluciones, y lo que los miembros de este partido obtuvieron fue una serie de argumentos para instalar en la sociedad los conceptos asociados al libre mercado. Para el final de la década lograron allanar el camino ideológico para la llegada de Margaret Tatcher, ganando a la opinión pública en favor de la candidata abanderada del neoliberalismo.
A partir de 1982, Atlas entabla una relación con el gobierno de Estados Unidos y empieza a recibir grandes cantidades de dinero que le permiten expandirse por todo el mundo. Más recientemente en Brasil y Argentina se observan fuertes vínculos con thinks tanks ligados a Jair Bolsonaro y Javier Milei.
Atlas Network (cuyo primer nombre fue Atlas Economic Research Foundation, o Fundación de Investigación Económica Atlas) es una organización sin fines de lucro creada en 1981 por Anthony Fisher, un empresario inglés que haciendo uso de la gran fortuna adquirida, en 1955 había fundado el Institute of Economic Affairs (Instituto de Asuntos Económicos).
Con el crecimiento de la inflación y problemas económicos de la década de 1970 en Inglaterra, el partido conservador británico acudió al instituto mencionado para buscar posibles soluciones, y lo que los miembros de este partido obtuvieron fue una serie de argumentos para instalar en la sociedad los conceptos asociados al libre mercado. A través de esa influencia sobre la política, para el final de la década lograron allanar el camino ideológico para la llegada de Margaret Tatcher, orientando la opinión pública en favor de la candidata abanderada del neoliberalismo.
Con ese precedente, estaba claro el objetivo de la creación de Atlas Network: instalar en las sociedades de otros países las ideas del libre mercado ofrecidas como las únicas viables para lograr objetivos como erradicar la pobreza, vivir en sociedades más libres, proteger los derechos civiles, promover el emprendedurismo, o garantizar la rendición de cuentas por parte de los gobiernos. Así define la página web de Atlas Network sus «áreas de interés».
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo lograría instalar dichas ideas a favor del libre mercado en el continente americano? La respuesta es: a través de financiar «think tanks», instituciones que se dedican a la investigación y producción de ideas sobre determinados campos de las ciencias. Comenzó recaudando dinero para la financiación de algunos think tanks en Estados Unidos, pero pronto múltiples compañías de la talla de Pfizer, Procter & Gamble y Shell, al igual que políticos republicanos del país norteamericano, comenzaron a donar grandes cantidades de dinero a Atlas.
En su informe periodístico llamado «Libertarian Atlas pushes Latin American Right» de 2017, Lee Fang expone la historia y modus operandi de esta organización. Atlas recibe dinero del gobierno de Estados Unidos (aparte de grandes compañías), pese a las múltiples ocasiones donde su fundador lo ha negado. En 1982 inició lo que sería una larga relación de trabajar codo a codo con el gobierno estadounidense.
Ese año (recién segundo año de existencia) su fundador Fisher recibió la carta de la Agencia de Comunicación Internacional del gobierno Estados Unidos, puntualmente de la Oficina del Programa del Sector Privado. Esta agencia está orientada a promover los intereses estadounidenses en otros países. Allí, le pidieron al creador de Atlas que elaborara un esquema de co-sponsoreo de conferencias o intercambios con organizaciones dirigido por entidades como Atlas mismo, ya que no podían hacer donaciones directas a organizaciones extranjeras a través del Estado.
Así comenzó la relación entre el gobierno estadounidense y la organización. Y así también fue como empezó a hacer posible que directivos de empresas dirigieran fondos estadounidenses a su red de think tanks alrededor del mundo. Por ejemplo, la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional por la Democracia), organización sin fines de lucro y financiada por el Departamento de Estado y USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), dona dinero a Atlas, con el objetivo de implantar instituciones amigables con el país norteamericano. Así, la organización creció a pasos agigantados.
Es necesario mencionar en este punto a los actores clave en esta historia, los hermanos Koch. Provenientes de una familia dedicada a la industria del petróleo y de orientación conservadora, han desembolsado miles de millones de dólares en lobby con políticos republicanos en Estados Unidos. Han influenciado el descreimiento en el cambio climático y en cualquier tipo de regulación del Estado que afecte sus ingresos. Son fundadores de The Heritage Foundation, pero utilizan a Atlas para expandir su influencia en zonas como América Latina. The Heritage Foundation tiene más de medio millón de donantes, y los hermanos Koch fueron clave para la designación de Alejandro Chafuen como CEO de Atlas.
Así, la organización creció a pasos agigantados.
Alejandro Chafuen y su influencia en Atlas
Hay un dato que es, por lo menos, curioso: el CEO de Atlas desde 1991 hasta 2018 es argentino, de nombre Alejandro Chafuen. Con un extensísimo currículum, este bonaerense proviene de una familia con múltiples recursos económicos. Confeso creyente de que los militares de 1976 hicieron “lo que tuvieron que hacer” para prevenir que el Comunismo se adueñara del país, alumno de Groove City College (una escuela de arte cristiana, conservadora, donde presidió el club estudiantil libertario) y de la UCA, tiene una larga carrera en lo suyo.
Chafuen consiguió atraer constantemente a cada vez más donantes con mucho dinero y, de esta manera, logró expandir la red de think tanks en Europa, África y especialmente América Latina. Era sabido para él, que el poder de los think tanks reside en que se muestren como organizaciones independientes de credos políticos, objetivas respecto a la información que divulgan a la sociedad, sin canalizar (de forma evidente) a través de dicha información, los intereses de terceros. La neutralidad es clave. Neutralidad sólo en apariencia, claro.
En esta misma línea, como nos explica Lee Fang, Chafuen tenía claro que los donantes no podían aparecer enlistados como inversores de, por ejemplo, encuestas públicas, ya que eso haría, por lo menos, dudar sobre la imparcialidad de dichas encuestas. En cambio, si quienes realizan encuestas y divulgan sus resultados son miembros de think tanks, que se suponen imparciales y guiados por un espíritu de alcanzar mayores niveles de conocimiento, la opinión acerca de esos resultados difiere notablemente.
No es lo mismo que, por ejemplo, Phillip Morris (la empresa tabacalera más grande del mundo, fiel aportante a Atlas de grandes cantidades de dinero) o Pfizer (otro gran aportante) financien investigaciones sobre la salud, a que lo haga una fundación “neutral”.
En resumen
Podemos resumir el modus operandi de Atlas de la siguiente forma: copiando el modelo que puso en marcha con su primera organización en Inglaterra, Fisher fundó Atlas, organización a través de la cual se financió a múltiples think tanks a través del mundo con dinero de contribuyentes estadounidenses (redirigido por organizaciones como la Fundación Nacional por la Democracia o el mismísimo Departamento de Estado) y de grandes compañías como las ya mencionadas, o ExxonMobil o Mastercard, con el objetivo primordial de allanar el camino en la opinión pública para promover las ideas de libre mercado y del conservadurismo social, convirtiéndolas incluso en los discursos de cientos de políticos.
Dichas ideas de libre mercado son favorables para las compañías que buscan la menor injerencia estatal de los países donde operan, y van acompañadas de la intromisión de Estados Unidos en la política de aquellos lugares donde los think tanks hagan bien su trabajo.
Con la actividad de los think tanks a los cuales financian, Atlas se asegura que el mensaje llegue a la sociedad disfrazado de conocimiento imparcial que busca la solución de problemas que afectan a los países del mundo, cuando en realidad solo es propaganda indirecta orientada a fortalecer ideas liberales y conservadoras en los países en los cuales tanto Estados Unidos como grandes empresas buscan penetrar.
Los casos de Argentina y Brasil
Tal vez se estén preguntando cómo se relaciona todo esto con casos puntuales en nuestra parte del continente. En Latinoamérica tenemos múltiples ejemplos de think tanks financiados por Atlas, pero resulta oportuno recordar quienes han sido los que tradicionalmente han traído las ideas liberales a la región.
Las dictaduras militares que azotaron la región en los años 1970 (por ejemplo la de Chile en 1973 o la argentina en 1976) implementaron políticas liberales que dañaron fuertemente la soberanía de estos países, además de sumirlos en crisis económicas sumamente graves cuya recuperación tomó años. Indudablemente alineados con los objetivos estadounidenses en la región, oficiaron de puerta de entrada para ideas que en Latinoamérica jamás han funcionado. No al menos para los latinoamericanos.
Más cercano a nuestros tiempos, podemos encontrar el gobierno de Carlos Menem en Argentina, aquel que Javier Milei considera el “mejor gobierno de la historia argentina”, quien utilizó los diez años de su gestión para aplicar los mandatos neoliberales en nuestro país. Todos sabemos en qué terminaron las privatizaciones, la desregulación de mercados y la desfinanciación de la industria argentina. ¿O no?
Por otro lado, también es necesario comentar que si bien aquí nos centraremos en los casos de Brasil y Argentina, hay think tanks relacionados a Atlas Network en toda Latinoamérica, como por ejemplo Cedice Libertad, en Venezuela, organización asociada a Atlas que comenzó a recibir dinero del Center for International Private Enterprise en 1998. Este think tank (cuyo director firmó el Decreto Carmona, en el cual se daba apoyo al golpe de Estado a Hugo Chavez en 2002) tiene una estrecha relación con María Corina Machado, conocida opositora a Nicolás Maduro al igual que con las múltiples manifestaciones en contra de la gestión del mencionado presidente. Corina Machado ha dado las gracias públicamente a Atlas y a sus “luchadores de la libertad”.
Brasil
En Brasil encontramos un caso bastante ejemplificador de lo antes expuesto. Jair Bolsonaro llegó al poder marcando una notoria diferencia con sus predecesores. En lo económico se inclina hacia las ideas liberales, estando asociado al Partido Liberal y antes al Partido Social Liberal en su país. Al momento de designar a su gabinete, eligió a Paulo Guedes como ministro de economía, quien anteriormente había sido su consejero económico durante la campaña que lo llevó a la presidencia.
Paulo Guedes es un economista y co-fundador del instituto Millennium. Los patrocinadores de ese think tank, que se describe a sí mismo como “un think tank para acelerar el progreso de Brasil a través de la libertad”, incluyen por ejemplo a los grupos Abril y RBS (asociados a Red Globo) y el Grupo Estado. Instituto Millennium tiene una cercana relación con Atlas y oficia de lugar común para empresarios brasileños y los aportantes del mismo Atlas.
Al llegar al ministerio de economía, fiel a las ideas liberales, buscó reducir el Estado, para lo cual serían necesarias privatizaciones, reformas como la jubilatoria, controlar el gasto público, etc. Su discurso era ya bastante conocido: el origen de todos los males es un Estado de gran tamaño, que en los últimos años había estado mal administrado. Si bien no logró todo lo que se propuso, dio pasos en esta dirección, por ejemplo al comenzar con la privatización de algunas actividades de la importante empresa Petrobras.
Argentina
Como fue mencionado anteriormente, Argentina tiene un triste historial de gobiernos económicamente liberales. Las ideas que sustentaron la tendencia liberal de dichos gobiernos, probaron ser totalmente ineficaces para conseguir un crecimiento económico que no fuera acompañado de más pobreza, desigualdad, vaciamiento del Estado, aumento de la deuda externa, etc.
Las ideas liberales que circulan desde hace ya unos años no son nuevas, son esas mismas ideas que fracasaron pero con una etiqueta nueva. Estas ideas han sido diseminadas en el último tiempo por eventos promovidos y financiados por fundaciones liberales, donde se ha invitado a los principales personajes que promueven el liberalismo como Javier Milei, Agustin Laje, Jose Luis Espert, Edgardo Sawula, etc.
Estos eventos en el país (charlas, conferencias, presentaciones de libros, entrevistas) son organizados por fundaciones como la Fundación Libertad, una de las 12 entidades argentinas afiliadas, cuya oficina central está en la ciudad de Rosario, que además de contar entre sus patrocinadores a compañías como Vicentin, Paladini o Nova, cuenta también con el apoyo económico de Atlas.
Esta fundación, con socios que van desde empresas de agronegocios y bancos hasta medios de comunicación y empresas de seguros, ha tenido como oradores invitados a personajes de la talla de Domingo Cavallo, Angel Pichetto, Patricia Bullrich (entre otros ex funcionarios macristas), etc.
En esta misma línea también encontramos a la Fundación Pensar, un think tank con múltiples funcionarios macristas en su directorio. En 2014 este think tank estuvo en la mira debido a la denuncia de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos en contra de Hernan Lombardi (ministro de cultura durante el gobierno de Macri), por desviar fondos públicos hacia Pensar. Pensar no es la única fundación asociada al Macrismo, también podemos encontrar a SUMA (dirigida por Gabriela Michetti), Formar (de Guillermo Dietrich) y Creer y Crecer (de Néstor Grindetti), entre otros.
Sobre este punto, recordemos que en el gobierno de Mauricio Macri, se cerró el ministerio de salud, se redujo el gasto público, se frenó la emisión monetaria, y aún así en 2018 alcanzamos la mayor inflación desde 1991 (47,6%), acompañado de un achicamiento del 6% del PBI de ese año, lo que pone en evidencia la falacia de uno de los grandes diagnósticos liberales sobre la causa de la inflación argentina, esto es: que la inflación es causada casi exclusivamente por la emisión monetaria.
La otra fundación clave en este entramado es la Fundación Atlas (comparte nombre con Atlas Network, además de recibir dinero de sus donantes) también conocida como Fundación Atlas 1853. Entre sus “aliados” institucionales, encontramos a The Heritage Foundation (de los hermanos Koch), CEDICE de Venezuela, el Centro de Estudios LIBRE (que fue presidida por Agustín Laje), la Fundación Libertad antes mencionada, la Fundación Pensar, y un sinfín de fundaciones que de alguna u otra forma incluyen en su nombre la palabra libertad. En 2018, esta fundación le dio el “Premio a la Libertad” a Javier Milei.
Los candidatos de Atlas y las elecciones en Argentina
Pero… ¿Cómo se relaciona esto con la actualidad argentina? Recordemos que el candidato que más votos consiguió en las PASO fue Javier Milei, líder del espacio La Libertad Avanza, quien es admirador de Milton Friedman (economista liberal estadounidense) y Domingo Cavallo, negacionista del terrorismo de Estado, del cambio climático, de la educación como derecho, entre otros.
En su plataforma electoral podemos observar las típicas propuestas liberales: reducción del Estado (por ejemplo, reduciendo la cantidad de ministerios a 8), arancelamiento del sistema de salud, reducción de impuestos de distintos tipos (a la importación, a los empleadores, etc.), aplicación de sistema de vouchers para educación, derogación de la ley 26.737 (ley de tierras, que fija la cantidad de tierras nacionales que puede venderse a extranjeros, siendo este el 15% y estando ocupado el 6.09%, de esta forma los millonarios que quieran comprar miles de hectáreas argentinas estarán avalados por la ley), dolarización o libre competencia entre monedas, eliminación del banco central, posibilidad de acordar entre las partes los contratos de alquiler, (en cuestiones como moneda, plazo, etc.), flexibilizar el empleo, privatizar las empresas estatales deficitarias, fomentar la inversión privada y el trabajo formal, etc.
Su compañera, Victoria Villarruel es hija del teniente coronel ya retirado Eduardo Villarruel, que fue partícipe del Operativo Independencia en Tucumán en 1975 (el objetivo era atacar a las organizaciones guerrilleras que frecuentaban las zonas rurales de esa provincia). Ella no es culpable de lo que haya hecho su padre, pero forma parte del sector conservador argentino que considera que las únicas víctimas reales fueron aquellas asesinadas por organizaciones como Montoneros, ya que lo que se vivía (según ellos) era una guerra civil.
Ambos, Villarruel y Milei son los representantes del libertarianismo y conservadurismo de Atlas en Argentina.
Haciendo uso del evidente descontento de los argentinos hacia la clase política, se presentan como la única solución para encauzar Argentina en su camino de vuelta a ser “la potencia que fue”, junto al trabajo de los think tanks como Fundación Libertad y Fundación Atlas, han reproducido el estilo de discurso prepotente y supuestamente antisistema, como el de Donald Trump o Jair Bolsonaro, identificando al Estado y sus funcionarios como los principales enemigos.
En definitiva, la presencia de Atlas y sus objetivos de liberalizar la economía al máximo en Argentina están materializados en La Libertad Avanza. Los think tanks, junto a formadores de opinión y nuevos dirigentes políticos liberales y de ultraderecha, han sabido tomar el descontento generalizado para implantar la doctrina liberal como la opción diferente ante años de repetido paternalismo estatal fallido.
Lo que sucederá en caso de que Argentina tome ese camino, ya lo conocemos: mayor desigualdad, desamparo de millones de argentinos, crisis económica, aumento de la pobreza, etc. En cierto punto, esto nos lleva a preguntarnos lo siguiente: Si quienes están detrás de la promoción de los discursos liberales pronunciados por candidatos, son organizaciones con objetivos políticos y económicos en la región y que interfieren en el país modificando la opinión pública y menoscabando el rol del Estado, ¿podemos afirmar que la democracia se ejerce plenamente? Es difícil decir que sí. ¿Las experiencias liberales anteriores, no nos han enseñado nada sobre lo que no funciona en nuestro país? ¿A dónde llegará la escalada de violencia en la sociedad que es indirectamente (y a veces, directamente) avalada por los formadores de opinión liberales?
Está claro para todos que la clase política argentina arrastra una conducta delictiva y corrupta, pero no cualquier alternativa contraria es necesariamente mejor. El enojo, cansancio, frustración que como sociedad tenemos con gran parte de la clase política no debería arrastrarnos a avalar discursos de odio o a votar candidatos que en nuestra cara nos dicen que la educación no es un derecho, y que proponen como nuevo un conjunto de ideas que solo buscan enriquecer a pocos a través de socavar nuestra soberanía. Esa jamás es la salida.
Fuente: isepci