Por Geraldina Colotti
El genocidio del pueblo palestino fue recordado varias veces en los análisis del Congreso Antiimperialista que clausuró en Caracas y que tuvo como tema el contraste entre Bolivarianismo y Monroísmo a lo largo de la historia, o sea en enfrentamiento entre la lucha de los pueblos por la independencia y el imperialismo, en forma colonial y neocolonial. La Red de intelectuales, artistas y movimientos sociales en defensa de la humanidad (Redh) ha aprobado un documento condenando firmemente la ocupación sionista y ha invitado a “un boicot de los servicios militares, de formación bélica y de inteligencia que Israel comercializa en el mundo. También llamamos al cese de provisiones bélicas a ese país. Convocamos – dijo – a profundizar el boicot generalizado de los productos exportados por ese país hacia el mundo entero”.
El flagrante genocidio que está teniendo lugar en Gaza muestra una vez más la hipocresía de los organismos internacionales. El pasado mes de octubre, durante la visita a Tel Aviv de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acompañada por la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, estrecharon la mano del primer ministro Benjamín Netanyahu, expresándole su apoyo incondicional en su masacre contra los palestinos, motivado por el “derecho a la defensa”. Y declararon: “Cuando un amigo es atacado, debemos permanecer unidos”.
En realidad, más que unidas, las democracias europeas -las de los banqueros y las grandes instituciones internacionales- son un grupo de tiburones dispuestos a destrozarse entre sí por sus propios intereses, como se vio durante la pandemia de Covid-19. Sin embargo, todos parecen converger en un punto, aunque situado de manera diferente en la cadena de subordinación a la OTAN y, por tanto, a los Estados Unidos: la importancia que debe atribuirse a la economía de guerra y al complejo militar industrial para hacer frente a la crisis estructural en la que se encuentra del sistema capitalista, evidente en varios países, empezando por Alemania.
Aquí radica el apoyo casi incondicional de los gobiernos de la UE a la entidad sionista, a pesar de que desde el 7 de octubre el ejército israelí ha lanzado 20.000 toneladas de bombas sobre la Franja de Gaza, lo que equivale aproximadamente a 1,5 veces la fuerza explosiva de la bomba desatada sobre Hiroshima, matando a más de 10.000 palestinos, entre ellos más de 4.000 niños. Una muerte cada 4 minutos. Pero el entrelazamiento de intereses consolidados y la necesidad de controlar la zona de Oriente Medio a través del principal policía estadounidense en la región, valen más que el exterminio de los niños palestinos: un genocidio planeado a lo largo de años por la entidad sionista, como demuestran diversos estudios de organizaciones humanitarias, generalmente deseosas de ocultar la feroz asimetría inherente a la ocupación israelí y de condenar, primero que nada, el “terrorismo” palestino.
Un plan demostrado, una vez más, por el importante presupuesto destinado al desarrollo ulterior de las colonias y, por tanto, a la limpieza étnica de los palestinos por parte del gobierno del verdugo Netanhyau: 121 millones de un paquete de mil millones de euros, 23 de los cuales están destinados a “buscar y destruir” proyectos de la UE en favor de las comunidades palestinas en la Zona C de Cisjordania, controlada en un 60% militar y administrativamente por el ocupante. Hay que decir que, mientras el ocupante, con la complicidad de la UE, prohíbe el regreso de los palestinos a los territorios que les fueron robados, todo judío del mundo tiene derecho a establecerse en “Israel”.
En 2015, la mayoría de los más de 7.900 inmigrantes que viajaron a “Israel” procedían de Francia. Ahora se destinará la considerable suma de 81 millones de euros al suministro de armas a los colonos. Estos incluyen rifles de asalto, vehículos, tecnologías de vigilancia y drones. Aunque el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, protestó (en la cuenta X) porque “los asentamientos son una grave violación del derecho internacional humanitario”, e incluso el Banco Central Europeo invitó a Netanyahu a desviar fondos de las colonias a una economía “congelada” desde el 7 de octubre, muchas de esas armas y esos sistemas de controles de los que provienen Europa. Los países de la Unión Europea, en su conjunto, constituyen el segundo proveedor mundial de sistemas militares al régimen sionista: de 2001 a 2020 los países de la Unión autorizaron exportaciones de sistemas militares a Tel Aviv por más de 7.700 millones de euros, con más de 636 millones en 2020. Vale la pena recordar que “Israel” es una de las principales potencias militares del mundo: con un gasto militar de más de 23 mil millones de dólares al año (aproximadamente el 5 por ciento de su producto interno bruto).
Si hasta los años 1980 varios líderes europeos defendieron firmemente el derecho a la autodeterminación palestina y definieron como ilegales los asentamientos israelíes tras la Guerra de los Seis Días, en la década siguiente, tras la caída de la Unión Soviética y el aumento del dominio de Washington, el apoyo a la entidad sionista -desde el nivel económico hasta el político y cultural- se ha vuelto predominante. La UE es también el mayor donante de fondos a la Autoridad Palestina y en 2022 la Comisión Europea aprobó un nuevo paquete de ayuda por valor de 224,8 millones de euros, que se suma a los aproximadamente 300 millones de euros asignados anualmente desde 2013. Desde que el Consejo de la Unión ha incluido a Hamás en su totalidad en la lista de “organizaciones terroristas”, ningún fondo de la UE ni actividades de apoyo van a la organización que gobierna Gaza, tras haber sido votada por la mayoría de los palestinos.
Sin embargo, después del 7 de octubre, algunos países de la UE, como Alemania y Austria, suspendieron todos los pagos realizados por sus gobiernos, invitando a la Unión Europea a hacer lo mismo y a ponerse abiertamente del lado de “Israel”, considerado un “país europeo” a pesar de no ser parte de la UE. Además, la Unión Europea es el principal socio comercial de la entidad sionista, que crece a costa de la explotación colonial de los territorios palestinos. En 2022, el 28,8% del comercio de la UE provino de “Israel”, que recibió el 31,9% de las importaciones de la UE y envió el 25,6% de las exportaciones a los mercados de la Unión Europea.
Después de los Acuerdos de Oslo, la entidad sionista se convirtió en el socio euromediterráneo más cercano de la Unión Europea en el sur del Mediterráneo, sólo superado por Turquía, y el único país que ha alcanzado estándares industriales iguales o superiores a los de los Estados miembros del bloque, permitiendo la cooperación mutua, que también es importante desde el punto de vista energético. De hecho, en los últimos tiempos, gracias a su papel de ocupante en la zona, la entidad sionista ha descubierto grandes yacimientos marinos de gas natural, que le han permitido convertirse en exportador y reducir su dependencia energética. Mientras tanto, al imponer un bloqueo naval a la Franja de Gaza desde 2007, impide que los palestinos exploten un yacimiento de gas frente a la costa de Gaza y exporten sus productos. Y las universidades europeas están estrechamente vinculadas con los institutos de investigación sionistas, directamente involucrados en programas de colonización militar, como, en Italia, el Technion (Instituto Israelí de Tecnología) que determina sus orientaciones, finalizando la investigación con fines bélicos o de control social.
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