Hace dos siglos, Hispanoamérica estaba como adormecida. Por más látigo que recibía del yugo colonialista español, ningún pueblo se atrevía a levantar la mano contra aquel cruel amo.
Un hombre abrió los ojos y juró no dar descanso a su brazo, ni reposo a su alma, «hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español». Como salido de una novela de aventuras, Simón Bolívar puso su vida al servicio de la emancipación regional. Se convirtió así en el precursor de la unión hispanoamericana.
Venezuela, Colombia, Ecuador, Panamá, Bolivia y Perú deben su independencia, en buena medida, al Libertador que, aunque «pequeño de cuerpo» –como lo describió Martí– se hizo inmenso ante el enemigo que oprimía a su país y a otros tantos.
No le tembló la mano para acusar al coloniaje, ni para enfrentársele: congresos internacionales, documentos y, sobre todo, combates, recogen para la historia el legado de ese héroe que, al decir del Apóstol, «ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos».
Dijo también que «todo se estremecía y se llenaba de luz a su alrededor. Los generales peleaban a su lado con valor sobrenatural. Era un ejército de jóvenes. Jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad».
A 240 años de su natalicio, el 24 de julio, nuestra América se enfrenta a otro adversario, el gigante con botas de siete leguas. Sin embargo, esta vez amanece dispuesta a luchar por su definitiva independencia y por el sueño bolivariano de la unión entre sus pueblos.
Fuente: Diario Granma