Escrito por Osmarv Góngora
Julio Victorioso, Imperecedero, repleto de heroicas gestas combativas, cargadas de conciencia y convicción; nació Julio para nunca morir, se hizo de uno millones, y en millones de corazones palpita todavía la certeza de su audacia y sus disparos, consignas materializadas en el fragor del combate, vivas en la alegría de nuestro pueblo, de quienes continuamos gritando ¡Patria Libre o Morir!
Julio el de Nicaragua, más que Leónidas.
No pudo la fuerza de 300 esbirros, sus armas traídas de Israel, sus tanques yanquis, ni sus aviones, aniquilar las ideas de un hombre puro, nuevo hombre, revolucionario indispensable, quien ofrendó su sangre para prevalecer en la eternidad; así, un 15 de Julio de 1969, el Comandante Julio Buitrago Urroz, acompañado de su ametralladora M3 resistió los embates de las fuerzas criminales de la dictadura somocista.
Una tarde cualquiera en la casa de seguridad ubicada en el Barrio Maldito, donde se encontraban Julio, Gloria Campos (esposa de Enrique Lorente), su hija de tres años, Mirna Mendoza y la Comandante Doris Tijerino; esta última sería capturada por un guardia que intrépido intentara entrar a la casa, siendo herido por Julio, aferrándose a Doris y sacándola de la casa.
Ante el retumbar de los pasos, los culatazos en la puerta, y luego de asegurar la salida de la niña junto a Gloria y Mirna, iniciaría la batalla, comparada por Leonel Rugama con las legendarias guerras de Leónidas de las Termópilas, aún más grande, de esos combates que perduran en libros de historia para la eternidad.
“El empleo por parte de la Guardia Nacional, GN, de una monstruosa superioridad material, solo demuestra que es terrible el pánico de los enemigos del pueblo de Nicaragua. Nuestros camaradas ya habían expirado y todavía el enemigo temblaba de pánico” Carlos Fonseca. [1]
De forma obscena planificó el dictador hacer de esta operación contra el héroe Sandinista una obra de teatro dantesca, enviando junto al comando a cámaras de televisión, transmitiendo a la vez el combate, esperando con esto causar terror en la población, demostrar su fuerza y extinguir las llamas fervientes de los combatientes revolucionarios que por diversas ubicaciones de nuestra patria yacían preparándose, forjando el camino de la victoria; cuan errado estaba el chigüín de los Somoza, quien lograría todo lo contrario.
Esbirros cobardes, cantidad superada por la moral
Más de 300 Guardias de infantería, un tanque Sherman de producción yanqui, una avioneta, armas de alto calibre, todos contra una casa, contra un hombre, que por su parte contaba con el acompañamiento de Doris Tijerino con un revolver .38 y el con su ametralladora M3 o “Grease Gun”, un arma ya antigua para la época, utilizada en la segunda guerra mundial y que contaba con apenas 150 metros de alcance efectivo, una mira poco certera a distancia y con poco poder de penetración ante efectivos blindados.
Sin embargo, su arma parecía cientos, pues cada que se asomaba por la ventana o alguna de las puertas, los guardias corrían, estremecidos pensando que se trataba de una gran cantidad de Sandinistas, como lo relatara el Comandante Omar Cabezas, la impresión del combate era, que un solo hombre estaba forjando la concepción de indestructibilidad de los Sandinistas.
“Y también veíamos cuando salía el cañón de la subametralladora de Julio por la ventana del balcón y se veía el humo de las ráfagas con que Julio contestaba… lo veíamos aparecer en la ventana de abajo del primer piso o por la otra ventana del mismo primer piso o por la puerta del segundo piso que daba a la calle; de repente veíamos que Julio no aparecía… de repente, aparecía Julio disparando por cualquiera de los puntos que ya te dije, y los guardias salían en carrera para atrás, y nosotros gozábamos con eso porque veíamos que la Guardia le tenía miedo a las balas que Julio le tiraba. Y cuando veíamos que Julio le pegaba a algún guardia gritábamos enojados: «¡Malditos! así quieren…” [2]
Y la tanqueta empezaba a disparar haciendo huecos grandes en la pared, mientras los pedazos volaban, cayendo polvo en la calle, aturdiendo a vecinos, trozos de piedra, pintura, charneles que volaban y miradas indescriptibles que en todo el país, atónitos e incrédulos observaban tal desigualdad de fuerzas.
Pero pudo la moral, de un soldado de la patria, del mundo, de la revolución, sostener durante tres horas a estas huestes, dejando lo mejor de sí mismo, nunca respondiendo ante los gritos que le pedían la rendición, y ese día, Julio demostró la inmortalidad de los combatientes Sandinistas, fiel a su convicción hasta el último momento.
La esencia del hombre nuevo
Julio fue un chavalo dedicado, abogando siempre por el rescate de la identidad nacional, desde su participación en Juventud Patriótica Nicaragüense, instando a cambiar el nombre de Avenida Roosevelt por el de Avenida Sandino, participando de las actividades del movimiento estudiantil, un grande de la camada en que ingresara al FSLN junto al Comandante Daniel, ayudando a establecer focos guerrilleros y escuelas clandestinas, a la vez estudiando, ingresando a la UCA donde participaría en aquel entonces del Centro Universitario, reclutando jóvenes, preparándolos.
Participando en la formación del Frente Estudiantil Centroamericano en El Salvador, forjando contacto con guerrilleros internacionalistas, recibiendo instrucción militar en Cuba y declarando entonces que Nicaragua sería luego de la isla, el primer país en ser liberado, estaba claro del triunfo, así como de la cercanía y posibilidad de muerte.
El Comandante Julio Buitrago Urroz sembró en la conciencia de los Nicaragüenses la convicción de ir hasta el final, de entregarse a la causa con cuerpo y alma, forjó ante los enemigos la leyenda de que los Sandinistas son invencibles, o al menos, lo suficientemente locos para luchar hasta la muerte, esencia de victorias que en los nuevos tiempos prevalece, bajo nuevas realidades, pero siempre, firmes por la paz, una que costó la vida de tantos jóvenes como Julio.
“Nunca contestó nadie, porque los héroes no dijeron que morían por la patria sino que murieron, en julio nació Julio, seis más nueve quince, de seis y nueve sesenta y nueve, nació matando al hambre (aunque sea antipoético), nació peleando solo contra trescientos, es el único que nació en el mundo superando a Leónidas, a Leónidas el de las Termópilas” Leonel Rugama. [3]
Referencias:
[1] Fonseca, C. Carlos Fonseca Obras Tomo 1 Bajo la Bandera del Sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua. 1982. pp 263.
[3] http://www.visionsandinista.net/2019/07/29/julio-buitrago-siempre-presente/