Escrito por Alexander Khokhólikov
La victoria de la Unión Soviética sobre el fascismo en 1945, cuyo 78º aniversario celebramos el 9 de mayo, como han demostrado los recientes acontecimientos, no fue ni completa ni definitiva. El nazismo y el fascismo europeos no han sido erradicados. Muchos criminales nazis eludieron la justicia, ocuparon altos cargos tras la Segunda Guerra Mundial, trabajaron en los servicios de inteligencia, dirigieron la OTAN y criaron a generaciones de aquellos quienes hoy están dispuestos a luchar de nuevo contra Rusia, con sus propias manos y con las de otros, enviando tanques alemanes con cruces contra los soldados rusos y apoyando a los neonazis ucranianos.
Los Estados Unidos, que fueron aliado de la URSS durante la Segunda Guerra Mundial y percibidos por muchos como un país de libertad y democracia, extiende ahora por el mundo su modelo de democracia impuesta a «sangre y fuego», promoviendo planes de largo alcance para un nuevo orden mundial basado en reglas que sólo les benefician a ellos.
Un ejemplo elocuente de este nuevo orden mundial hoy se puede observar plenamente en Ucrania, donde opera de hecho un verdadero régimen títere neofascista. Kiev comete actos de terror y genocidio abiertos, divide a su propia población en gente de primera y de segunda clase, y envía por la fuerza a su propio pueblo a una guerra fratricida en interés de sus patrones occidentales.
Algo similar está ocurriendo en Europa, donde gobiernos creados bajo rituales democráticos están actuando en contra de los intereses de los propios europeos, participando en una dolorosa para ellos guerra de sanciones contra Rusia, rechazando los baratos recursos rusos en favor del caro gas natural licuado estadounidense, suministrando sus propias armas a Ucrania gratuitamente, comprando a cambio nuevas armas más caras en los Estados Unidos a costa de los contribuyentes de sus países.
La Ucrania y la Europa actuales son ejemplos de pseudodemocracia al estilo estadounidense. La única diferencia es que Ucrania se explota directamente como frente y campo de operaciones para la guerra contra Rusia, como proveedor de carne de cañón, mientras que Europa se utiliza como retaguardia colectiva, al menos por ahora.
Hoy día, los Estados Unidos busca repetir su experiencia de la Primera y Segunda Guerras Mundiales y, una vez más, conseguir un rico botín de las ruinas de Europa y Rusia tras otra gran batalla, que atiza deliberadamente, empezando por Ucrania. Los Estados Unidos quieren construir su propio imperio poderoso, cuyo objetivo final es más o menos el mismo que el de los “constructores” del Tercer Reich: subyugar a todos los países y pueblos, destruir a los recalcitrantes y desobedientes (Rusia, China), intimidar a los vacilantes, privatizar primero y destruir después el sistema de la ONU, establecer su orden para controlar arbitrariamente la distribución de los recursos en el planeta y asegurar así su prosperidad continua a expensas de los demás.
Esto significa que nosotros también tendremos que repetir el difícil camino de la lucha contra las ambiciones desorbitadas de aquellos quienes pretenden dominar el mundo, como ocurrió en las épocas de Napoleón y de Hitler. La guerra en Ucrania es sólo el principio, y esta lucha no es por Ucrania. Es una batalla por la seguridad de Rusia, Europa y el mundo entero, incluida América Latina. El mundo se encuentra en una fase de transformación profunda e irrevocable, de la dominación occidental unipolar hacia un orden multipolar más justo y equitativo.
Nos espera una pelea general, no sólo en el campo de batalla, sino también en los tribunales internacionales. Permítanme recordarles que han pasado casi 80 años desde que el Tribunal Militar Internacional abrió los Juicios de Núremberg (20.11.45 – 1.10.46), uno de los acontecimientos jurídicos más significativos del siglo XX. Tras el veredicto a los nazis, se produjo una serie de acontecimientos que marcaron un hito. Por ejemplo, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución en la que reafirmaba los principios del derecho internacional reconocidos por el Estatuto del Tribunal de Nuremberg, la Organización aprobó una declaración en la que se formulaban los principios de Nuremberg y adoptó la Convención sobre el Genocidio y el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales. La razón de la enorme atención prestada a estas cuestiones fue la revelación en los juicios de Núremberg de la espantosa violencia perpetrada contra millones de personas. Estos crímenes, fueron declarados como cometidos contra la paz y lesa humanidad, fueron probados y recibieron severas condenas.
Sin embargo, cuando el representante soviético en el Tribunal de Nuremberg exigió la condena del nazismo y del Estado nazi, sus «colegas» de EEUU, Inglaterra y Francia bloquearon esta propuesta. Lo hicieron a propósito. Al fin y al cabo, la denuncia del nazismo implicaba también la condena de sus patrocinadores europeos y estadounidenses. Con su vulnerabilidad ante una creciente amenaza nuclear, la URSS sólo pudo adjuntar una opinión separada al veredicto en la que dejaba constancia de su desacuerdo. Posteriormente, la decisión a medias del Tribunal de Nuremberg proporcionó una base formal a los países occidentales para argumentar que la ideología nazi no había sido condenada. Como resultado, los movimientos neonazis y afines, bajo el pretexto de la «libertad de opinión», se legalizaron gradualmente en los Estados Unidos y otros países occidentales.
En cuanto a Rusia, desde el comienzo de la agresión del régimen de Kiev contra Donbass en 2014, la Cámara Pública de la Federación de Rusia, la Fundación para la Investigación de Problemas de la Democracia y la Oficina de Derechos Humanos de Moscú han supervisado la situación en Ucrania, incluidos los crímenes de guerra del régimen de Kiev. Los datos se presentaron en repetidas ocasiones ante la ONU y otras plataformas internacionales. El 1 de marzo de 2022, en una conferencia internacional en la Cámara Pública de la Federación de Rusia, por iniciativa de activistas sociales y periodistas extranjeros y rusos, fue establecido un Tribunal Público Internacional sobre Ucrania.
Los participantes en un futuro juicio contra los nazis en Ucrania que será organizado por Rusia pretenden evitar las deficiencias de la justicia de Núremberg, preservando al mismo tiempo sus virtudes. El venidero juicio internacional no sólo será un acontecimiento histórico, sino que además servirá de importante precedente. Su veredicto proporcionará una base jurídica para la condena del nazismo también en otros países. El objetivo no es sólo castigar a criminales individuales, sino destruir de una vez por todas la ideología fascista y el Estado nazi como tal.
Hoy las condiciones son favorables para denunciar el nazismo. Rusia tiene paridad con Estados Unidos en armas nucleares. No está sujeta a ninguna obligación con los países occidentales. Las repúblicas del Donbass y otras partes afectadas pueden llevar a cabo procesos siguiendo una lógica jurídica y no política.
Así que, querámoslo o no, nosotros también tendremos que repetir la hazaña de nuestros padres y abuelos y terminar lo que no fue completado en 1945. Será una tarea extremadamente difícil. Al límite de nuestras capacidades. Pero debemos hacerlo. La victoria sobre el fascismo y el nazismo de la que nos alegramos y de la que siempre nos hemos sentido orgullosos está aún por llegar. Por la paz en el mundo, por un cielo despejado y un futuro feliz para nuestros hijos y nietos, el 9 de mayo, la Gran Victoria sobre el fascismo, debe repetirse una vez más. Y lo haremos, como lo demuestra la centenaria historia heroica de nuestro poderoso país.
*Compañero Alexander Khokhólikov es Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación de Rusia en la República de Nicaragua y concurrente en la República de El Salvador y la República de Honduras
Fuente: 19 Digital