Escrito por Jeremy Cerna
Berlin, Alemania (16 abril 2023)
Hace dos mil años hubo un redentor quien para explicar quienes
eran sus hermanos, dijo que sus hermanos eran aquellos que hacían
la voluntad de quien estaba en los cielos, de donde según él, procedían
la justicia y la verdad. (Comandante Carlos Fonseca, 1969)
Un día entre tanto se nos aparecieron de nuevo montados en sus carabelas,
y aprovechándose de nuestro buen corazón se quedaron entre nosotros.
Fue pasando el tiempo y con premeditación criminal comenzaron a desgranar nuestras almas,
igual que en la primera conquista se auxiliaron de sus capellanes y sacerdotes
para que la fe y la razón las fueran convirtiendo en sumisión y locura.
Ellos los de afuera, los disfrazados de nosotros fundaron escuelas del odio
en fachadas de iglesias, ONG, medios corporativos de comunicación
lugares en donde no podía habitar el verdadero hermano,
el hombre nuevo, el redentor.
Y poco a poco nos inundaron de maldad, entre cantos de sirenas
liturgias de fuego y sangre, y muchos bits,
si muchos bits, códigos binarios, unos y ceros
traducidos en internet, redes sociales y Fake News.
Hubo caos y un abril 19 del año 2018 los odiadores por convicción
desataron toda su furia contra nosotros,
era un diluvio de falsedades que entorpecían la mente,
mentiras tras mentiras,
acusaciones sin fundamento,
toda una escenografía de película bélica
para desestabilizar a un pueblo y su vanguardia,
golpe de estado en proceso.
Si en el pasado nos habían decapitado el cuerpo,
ahora los conquistadores criminales-imperiales,
apostaban a decapitar nuestro juicio y el amor.
Había que tener calma para no confundir el corazón
con los Gigabyte de datos manipulados.
Había que tener control para no dejarse ensuciar el alma
con la urgencia de sangre de los sacerdotes y sus acólitos
que danzaban en abril en orgías de destrucción, asesinatos, violaciones.
Había que tener la paciencia bíblica y una dirigencia clara
y gracias, nuestro hermano, obrero-campesino y redentor se tuvo la paciencia.
Y nosotros ahí con él, a su señal y a su voz de mando.
Fue esa confianza absoluta en nuestro hermano y guía
la que nos permitió replantearnos el camino sobre la marcha.
Y nos reencontramos todos, en nuestro eterno paraíso terrenal,
llamado Nicaragua,
para desterrar al odio y reconquistar la paz.
Hoy seguimos vigilantes,
amando al amor en tiempos de paz,
con los fusiles en los hombros cargados de esperanza
para defender palmo a palmo nuestra fe, nuestra revolución.
Ese es mi hermano y hermana, dijo aquel redentor. Hermano; llamaba Augusto César Sandino a quienes lo acompañaban empuñando el fusil guerrillero en la resistencia contra los agresores yanquis. (Comandante Carlos Fonseca, 1969)