Eran mediados de la década de 1850 en Managua y una gran algarabía inundaba la capital, Santo Domingo de Guzmán era celebrado como un milagro.
El patronato había sido arrebatado a Santiago, casi sin ninguna objeción popular, mientras era relevado por uno nuevo, que a partir de esos momentos ocuparía el centro de un vehemente y bullicioso festejo.
¿Pero eran esos los inicios de su celebración en la ciudad? ¿Cómo sucedió ese cambio tan imprevisto? O más importante aún ¿Por qué?
De acuerdo con el historiador cultural Wilmor López, los vestigios más antiguos están escritos en la correspondencia de unas jovencitas capitalinas que reclamaban por los agravios que les confería la ausencia de un joven granadino en las celebraciones.
Son misivas con fecha situadas en el año de 1853, momentos previos a la guerra nacional.
Las averiguaciones de López, que espulgando entre documentos y recuerdos de los instruídos en el tema, ha venido retejiendo su origen, delatan una realidad distinta.
Al parecer, ya era celebrado en Las Sierras, desde mucho tiempo atrás.
Recuerda que el Padre Ignacio Pineda, párroco de la Iglesia en honor al santo católico del barrio que hoy lleva por nombre 19 de Julio, pone fecha a la celebración hasta en 1885, unos 30 años después.
Ese sin embargo, parece ser el momento en el que se difunde la leyenda de haber sido encontrado en las entrañas de un árbol.
Esa versión cuenta cómo fue Vicente Aburto, en un medio desmañado movimiento de hacha quien sacaría a la imagen española de su escondrijo en la madera.
Luego del hecho, el santo empezaría a ser disputado entre la capital y La Sierrita, hasta que éste último sitio se convertiría en su morada permanente.
Así nacería la justificación, para que cada vez que llega el momento, se reedite el peregrinaje, el primero de agosto su bajada del altar y el diez la subida.
Aunque López también atribuye justificaciones políticas:
«Aquí en Managua ya era oficial Santiago. Pero por cuestiones políticas, Zelaya (José Santos Zelaya Presidente de Nicaragua entre 1893 y 1909) era una persona que había criticado al clero. Sobre todo a los sacerdotes que no querían que se enterraran a los que no eran católicos en los cementerio».
Con Zelaya hubo un cambio. La iglesia tenía grandes terrenos y se los quitó. La iglesia… bueno, los cementerios fueron seculares. Ya se podía enterrar católicos y evangélicos y entonces eso no le gustó a la iglesia y la iglesia apoyó más a Santo Domingo y ya no apoyó a Santiago,ya que Zelaya, era devoto de Santiago.«Por ahí viene el cambio tan radical, porque todavía es hoy 2019 y Santiago sigue siendo el patrono oficial de Managua. Ese es el patrono oficial y Santo Domingo es el patrono popular».
Sin embargo, considera que a nivel de tradición permanece siendo una romería.
Para el estudiado del tradicionalismo nacional, lo que hoy se vive inicia en los primeros años con la ceremonia de su bajada o llamada inicialmente noche del coloquio, que luego por el desuso de la teatralidad en las muestras populares, prevalecería sólo la música filarmónica como elemento central.
Mingo es canto y tradición
Otto de la Rocha es uno de tantos que ha convertido en canto al Santo de los managuas. No a su figura, ni su a su significación religiosa, sino más bien al misticismo contemporáneo que lo circunda como aura las fiestas en su honor.
A la escultura de escasos centímetros de altura se le suele escoltar con ruidosos ritmos, que unos más y otros menos, se encargan de acompañar de movimientos poco coordinados y que recuerdan más a nuestras raíces mestizas.
Van pintados de negro o vestidos de vaquitas, diablitos o inditos, una diversidad de representaciones que con los años lejos de menguar en número, se ve acrecentado.
Y son los excesos — o la necesidad que algunos ven en poner como indispensable al guaro como mediador — los que el cantautor quiso atenuar con una muy sonada y utilizada pieza musical, interpretada por él y Jorge Isaac Carballo, pero cuya autoría reconoce a Luis Felipe Andino.
El Pozol con Leche, composición a la que hago referencia, se convirtió también en una muestra de cómo es la misma población, a fuerza propia, la que decide cambiar las cosas a su antojo, así como cambió a su patrono allá por las inexactas fechas de 1800.
La intención de estos artistas era la de incidir en la preferencia del tipo de bebida a ingerir mientras se disfruta esa alegría y evitar que el alcohol prevaleciera.
En esto tuvieron éxito escaso, aunque la buenaventura en cuanto a popularidad fue todo lo contrario, por su puesto.
«Porque todas las canciones, casi siempre, todas las canciones nicaragüenses, sobre todo las payaneadas, hablan de la alegría y del licor. Del guaro pues. Y esa no. Esa es una canción… ‘Dame pozol con leche, antes de que se acabe, dame pozol con leche’, ve… una canción muy alegre, con marimba, el órgano, la dulzaina que le llama Carballo y yo. Le dimos un toque alegrísimo a la canción».
«Tan es así pues, que siempre, siempre recurren a ese canto, cuando vienen las fiestas de Santo Domingo o para hablar de Santo Domingo, Luis F. Andino», comenta y cita, tarareando piezas del son.
Y aunque reconoce que hay muchas otras piezas que no fueron compuestas para ornamentar el convite masivo, es tan fuerte su poder de atracción, que han sido arrastradas e incluidas en el repertorio que se asocia inapelablemente al santo.
Festejar a Santo Domingo, en fin, se trata de una tradición y entusiasmo, y no de una tarea que busque justificar a la alegría popular que se expresa a viva emoción en Managua cada agosto.
Es más bien una celebración que remueve y entremezcla las devociones y raíces populares en un solo caleidoscopio sonidos, imágenes y costumbres.
Sea uno u otro su origen, lo que busca, más que nada, es expresar la identidad inconfundible de los nicaragüenses que viven en la capital.
Fuente: 19 Digital