Con la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética, en 1991, se dio por terminado la denominada “Guerra Fría”. Frente a esto, los Estados Unidos de América emergen como la principal superpotencia mundial e inician, junto a sus aliados europeos, una campaña, agresiva, de ampliación de sus zonas de influencia, hacia el este europeo. Este expansionismo se da principalmente mediante la adhesión a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de los países que anteriormente conformaban el Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua, más conocido como Pacto de Varsovia, que fue la antigua alianza militar encabezada por la Unión Soviética y sus aliados de Europa del Este.
En 1999, ingresan a la OTAN Polonia, República Checa y Hungría. Posteriormente, en el año 2004, ingresan Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía y Bulgaria. Finalmente, en el año 2009, Croacia y Albania también se unen a la organización militar. (Ruiz González, 2012). Los tres primeros países formaron parte de la Unión Sovietica. Por su parte, Bulgaría, Polonia, Hungría, Rumania, República Checa y Eslovaquia (estos dos últimos formaban un solo país, denominado Checoeslovaquia), fueron parte del Pacto de Varsovia. Albania formó también parte del Pacto de Varsovia, hasta 1961.
El expansionismo de la OTAN no se ha limitado a la integración a sus filas de países del espacio postsoviético y en general de Europa del Este. Estados Unidos y sus aliados tuvieron una activa participación en la desintegración de la antigua Yugoslavia, a mediados de los años 90, y en marzo de 1999 la OTAN realizó una campaña de bombardeos contra Serbia. El resultado de esta guerra fue la independencia de facto de Kosovo de Serbia, la cual en 2008 fue formalmente proclamada y reconocida por Estados Unidos, la mayoría de los países de la Unión Europea y admitida en la Organización de las Naciones Unidas. Serbia y Rusia no reconocen dicha independencia. El ataque militar de la OTAN a Serbía, con la consiguiente independencia de Kosovo, constituye un ejemplo claro de modificación de fronteras mediante la guerra. Precisamente lo que en estos momentos Estados Unidos y la OTAN, plantean pretender evitar con su intervención dentro de Ucrania.
En 2014, se da en Ucrania un golpe de Estado que derrocó al presidente democráticamente electo Victor Yanukovich y su Partido de las Regiones, el cual tenía cercanía y simpatías hacia la Federación Rusa y se instaura en su lugar un Gobierno provisional, con fuertes vínculos con la Unión Europea y la OTAN, dirigido por Aleksander Turchinov, de tendencias fascistas. Desde este hecho, se generaron fuertes actos de repudio al golpe de Estado, que incluyeron una rebelión popular en la península de Crimea, que llevó a un rompimiento con Ucrania y a un posterior referéndum en el cual masivamente se aprobó su unión plena a la Federación Rusa. Además, existe en la región del Dombas una fuerte resistencia popular a ese golpe de Estado, que ha generado inestabilidad total en el este de Ucrania. Desde la instauración del régimen de facto, se ha permanentemente insistido en la adhesión de Ucrania a la OTAN.
Esta expansión ha generado una objetiva situación de inestabilidad en toda Europa del Este y, por ende, en todo el planeta. En reciente conferencia de prensa el presidente ruso, Vladimir Putin, expresó: “¿Acaso hemos puesto nosotros misiles cerca de la frontera de Estados Unidos? ¡No! Han sido ellos los que han puesto armamento a nuestra puerta. ¿Qué pasaría si los pusiéramos en Canadá o México?” (El Comercio, 2021).
Para la Federación Rusa, resulta un peligro objetivo la expansión junto a sus fronteras de una alianza militar (OTAN), que desde su inicio ha sido siempre hostil a Rusia. Para todo el mundo resulta en extremo peligroso una confrontación bélica con el inmenso poder de fuego de los actores involucrados. Es importante un llamado a la diplomacia, al diálogo para resolver de forma pacífica el conflicto y a promover un mundo de cooperación, paz y solidaridad entre los pueblos.
Escrito por: Luis Acosta Betegón
Fuente: La Estrella de Panamá
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