Compartimos artículo de Jorge Capelán, titulado «El que se confunde con Nicaragua, se confunde con el Abya Yala». A continuación se presenta el texto:
En Nicaragua, se puede decir que el pueblo ya votó hace rato. Votó en 2018 cuando la Policía Nacional y la Policía Voluntaria levantaron los tranques de la muerte y el verdadero pueblo inundó las calles de todo el país marchando en defensa del Gobierno sandinista. Esa es una de las noticias más y mejor ocultadas por la prensa al servicio de la OTAN, que es lo mismo que decir toda la prensa del sistema en el mundo occidental.
El 19 de julio de 2018, después de la derrota de la intentona golpista de abril de ese año, fue uno de los más masivos de toda la historia del país, porque solo en Managua se movilizaron 400 mil personas, toda la Plaza de la Fe y la avenida de Bolívar a Chávez llenas de pueblo… solo del departamento de Managua, porque en el resto del país, en todos los municipios, se hicieron actos locales con masiva asistencia.
Y las manifestaciones siguieron durante todo el resto del 2018 y hasta ya bien entrado el 2019. Una, dos, tres veces a la semana, en todo el país. El acto central del 19 de julio de ese año batió todos los récords con una asistencia sólida de 500 mil personas de todos los departamentos.
La oposición golpista y vendepatria se desinfló muy pronto, tan pronto como dejó ver cuál era su verdadero proyecto y lo poco que le importaban «los viejitos» y sus jubilaciones. Seamos honestos, ya a fines de abril de 2018 los sandinistas estábamos montando manifestaciones masivas en apoyo al Gobierno. Menos mal que el Comandante y la Compañera mandaron a tener disciplina y a esperar el momento oportuno para desalojar a los delincuentes y terroristas de sus madrigueras. De lo contrario, se habría creado un conato de guerra civil y los Estados Unidos, como tantas otras veces a lo largo de la historia, habrían estado prestos a «ayudar» al «pueblo nicaragüense» con sus marines… igualito que William Walker con sus filibusteros, ni más ni menos.
De entonces a esta parte el pueblo ha seguido votando con su trabajo, con sus estudios, con su fe en el futuro del país… y la derecha golpista ha seguido demostrando dos cosas: La primera es que su único programa es destruir, entregar y participar en el saqueo imperial del país. La segunda cosa que ha demostrado es que nadie los sigue. Que no le echen la culpa de su incapacidad a la policía más pequeña y menos armada de todo el istmo. Si su proyecto fuera otra cosa que hacer de agentes de los Estados Unidos, entonces habrían aprovechado la amplia amnistía que les fue concedida y hubieran participado en el proceso de diálogo que propició el Gobierno sandinista. Pero no lo hicieron, porque su proyecto no era democrático, era todo lo contrario.
Entonces la derecha golpista y vendepatria se puso soberbia. No prestó atención al hecho de que el marco institucional de Nicaragua se estaba fortaleciendo de mil maneras con iniciativas que gozan del más pleno respaldo popular, porque ¿quién va a estar en contra de que la mitad de los cargos sean ocupados por mujeres? ¿quién va a estar en contra de que se luche contra el lavado y el crimen organizado? ¿quién va a estar en contra de que se frene la plaga de la propaganda de odio en las redes sociales? ¿quién va a estar en contra de que exista una ley que regule la actividad de los agentes extranjeros en el país? ¿o quién va a estar en contra de que los que traicionen a la patria y pidan intervenciones extranjeras sean inhabilitados políticamente?
Claro, el partido de papel de los Estados Unidos y la Familia Chamorro (el diario La Prensa) se opuso a todo eso, pero jamás tomó en serio los cambios que se estaban dando… hasta que el Gobierno sandinista los tomó en serio a ellos y les aplicó la ley. Ellos pensaban desvirtuar las elecciones de Nicaragua para pedir una intervención, es decir, una variante gastada del fracasado intento de golpe del 2018, pero como despreciaron la institucionalidad vigente y ni siquiera organizaron un partido propio, esperaban colonizar a los otros partidos de la derecha que sí tenían estructuras legales. Al final, lo que resultó fue que ellos quedaron marginados (y algunos de ellos enchachados*, esperando que les llegue el momento del juicio).
En las elecciones del 7 de noviembre, para quienes conozcan a Nicaragua, no van a haber sorpresas. Se puede decir que el pueblo ya votó durante la jornada de verificación ciudadana masiva del pasado 24 y 25 de julio. Dos terceras partes del padrón electoral, casi tres millones de personas de un total de 4.3 millones de electores, fue a verificarse a su centro de votación sin que hubiera ninguna obligación ni amenaza de sanción de por medio. Fue un acto totalmente voluntario y cívico con el fin de poner a prueba la solidez de la estructura electoral del país. Es lógico suponer que la inmensa mayoría de la gente que fue a verificarse votará por el FSLN, tal y como lo indican las encuestas de opinión.
El pueblo en Nicaragua acostumbra a votar. Las cifras de participación generalmente andan por el 80% o más. La cantidad de personas que se fue a verificar para esta elección fue tres o cuatro veces más de lo acostumbrado. Arriba del 95% de la gente decía hace meses que ya tenía cédula y de aquí al 7 de noviembre todos los que necesiten cédula la tendrán. El padrón electoral de Nicaragua hoy es de la más alta calidad de toda su historia. Las cédulas de identidad nueva cumplen con los requisitos técnicos más avanzados. La gente lo sabe y por eso confía en el sistema, es decir, en el sistema que han construido los gobiernos del Frente Sandinista. No van a ser elecciones como las que ganó Arnoldo Alemán en 1996, con urnas y listas botadas en los cauces.
Y definitivamente, y por más amenazas que vengan de los Estados Unidos, las elecciones del 7 de noviembre de 2021 no tendrán nada que ver con las del 25 de febrero de 1990 en las que el pueblo nicaragüense tuvo que ir a votar con una pistola en la sien: La embusa dijo en la campaña que si ganaba el Frente seguían la guerra y el bloqueo al país. El pueblo nicaragüense de hoy sabe muy bien lo amarga que fue la noche neoliberal que siguió a esas elecciones, y si no sabe eso, sí sabe, en carne propia, que jamás le daría las riendas del país a los sátrapas golpistas que lo quisieron destruir en 2018.
Y además de eso, el pueblo nicaragüense hoy sabe que tiene salud pública que antes no tenía; que tiene hospitales que antes no tenía; que tiene educación gratuita que antes no tenía; que tiene escuelas que antes no tenía; que tiene merienda escolar que antes no tenía; que tiene educación técnica que antes no tenía; que tiene becas que antes no tenía; que tiene carreteras, puentes y calles que antes no tenía; que tiene estaciones de bomberos que antes no tenía; que tiene títulos de propiedad que antes no tenía; que tiene luz y agua que antes no tenía; que tiene plata para el bus que antes no tenía; que tiene asistencia técnica que antes no tenía; que tiene vivienda que antes no tenía; que tiene comisarías de la mujer que antes no tenía; que tiene espacios públicos bonitos y seguros que antes no tenía; que tiene acceso a la cultura que antes no tenía; que tiene estadios modernos que antes no tenía; que tiene piscinas de natación que antes no tenía; que tiene un trato digno en cualquier oficina pública que antes no tenía, en fin… que tiene un sentido de la dignidad de ser nicaragüense que antes tenía muy, pero muy lastimado.
Para quienes vivimos en Nicaragua, esto que acabo de describir no es ninguna novedad. El que diga que esto no es cierto está mintiendo. Como dice la canción «si molesto con mi canto, a alguien que ande por ahí, le aseguro que es un gringo o un (ex)dueño de este país».
Por todo eso causa estupor la actitud de dos gobiernos supuestamente progresistas de Nuestra América (Argentina y México), de llamar a casa a sus embajadores en Managua supuestamente «preocupados» por todas las mentiras que dicen los Estados Unidos sobre el país. Semejante «preocupación» no les sienta ni al señor Alberto Fernández ni a Andrés Manuel López Obrador. El primero debe saber que la República Argentina tiene una deuda muy grande con Nicaragua, porque fueron militares argentinos los que enseñaron a la Contra a torturar y a asesinar durante la guerra de los años 80, y hoy en día, con ese tipo de «preocupaciones made-in-Washington» sobre Nicaragua no está haciendo otra cosa que tomar partido a favor de los mismos criminales 40 años después. El segundo debe saber que está rompiendo con la honrosa tradición mexicana de no injerencia en los asuntos internos de otros estados, una tradición que ni siquiera las más derechistas administraciones mexicanas se atrevieron a violar descaradamente. Dice el señor AMLO que lo hace «con todo respeto». Nosotros no nacimos ayer, sabemos lo que es irrespeto, aunque sea pronunciado «respetuosamente».
Por último debemos decir que nos causan, no estupor, sino dolor, las infelices y recientes declaraciones del líder brasileño Lula acerca de Nicaragua. En una entrevista para la televisión de su país, Lula dice que «en Nicaragua hay problemas» y que él cree que lo que le conviene a Nicaragua (¡?) es la «alternancia», y dice que él siempre ha sido un gran amigo de la «alternancia». ¿Acaso Lula tiene el síndrome de Estocolmo? Parece que tres años de prisión a manos de los políticos neoliberales en nombre de su tan amada «alternancia» han hecho que el líder brasileño empiece a pensar como sus carceleros. O sea que si la «alternancia» es «buena» para el Brasil todo está perfectamente bien con el fraudulento juicio político a Dilma y el posterior baño de acero «de alternancia» de la administración Bolsonaro. No gracias, Lula, a nosotros no nos gusta esa alternancia. Ya tuvimos una larga noche neoliberal de 16 años, pero por lo menos, a diferencia de Brasil, nosotros tenemos unas fuerzas armadas de raíces populares y revolucionarias que en última instancia van a respetar la voluntad popular.
Por suerte tenemos liderazgos buenos y probados en América Latina, como los de nuestros países del ALBA, pero hay otros liderazgos que tendrán que hacer grandes esfuerzos para estar a la altura de los sueños de Bolívar, Martí, Sandino, Fidel y Chávez. Para nosotros en Nicaragua es bastante obvio: El que se confunde con Nicaragua, se confunde con el Abya Yala.
Fuente: Managua con Amor