El asesinato de Olof Palme, exprimer ministro de Suecia, tuvo lugar el 28 de febrero de 1986 en Estocolmo, Suecia.
Palme fue asesinado mientras volvía caminando del cine a su casa con su mujer Lisbet Beck Friis, por una de las calles principales del centro de Estocolmo, Sveavägen.
Un hombre se acercó a ellos y disparó a quemarropa sobre la espalda del primer ministro, que murió a los pocos minutos.
Desde aquel momento y hasta la actualidad y debido a que el crimen nunca ha sido resuelto, se han apuntado múltiples teorías.
Las que con mayor o menor apoyo probatorio han rastreado un móvil político tras el magnicidio.
La primera detención apuntaba a grupos ultraderechistas suecos, posteriormente se han barajado entre otras, la autoría de una rama del PKK kurdo, o la de los servicios secretos sudafricanos del apartheid.
Otras teorías, menos contrastadas, implicaban en el crimen a extremistas chilenos de ultraderecha o al grupo alemán Baader-Meinhof.
Sin embargo, una única persona ha sido condenada por el asesinato de Palme.
Dos años después del acontecimiento, Christer Pettersson, un drogadicto y delincuente de poca monta fue detenido, juzgado y condenado por el asesinato.
Esto gracias al testimonio de Lisbet Palme, que lo reconoció como el autor de los disparos.
Sin embargo, la condena fue anulada posteriormente por el Tribunal Supremo sueco por falta de pruebas.
Independientemente de quien fuera el autor del crimen, el asesinato truncó la vida de un hombre de 59 años.
Como recuerda la líder socialdemócrata, Mona Sahlin: «Una se siente muy, muy triste, pero también fuerte. Triste porque piensa cuánto le quedaba aún a Palme, cuánto podía haber hecho. Pero también fuerte porque ahora, no hablamos sólo de la víctima Olof Palme, sino del destino del político, el internacionalista, el ideólogo».
Fuente: Barricada