Compartimos un escrito del General Augusto C. Sandino, fechado en Enero de 1928, titulado «Peleles de zacate en El Chipote». A continuación se presenta el texto:
Los sandinistas estábamos en El Chipote. Fuertes núcleos de yankees y renegados fueron destacados para combatirnos, pero les puse emboscadas, avisado oportunamente del avance norteamericano. Y en un lugar en que convergen varios caminos que conducen a El Chipote, llamado Las Cruces, dimos el primer combate, de una serie de cinco librados en esa región, de noviembre a enero. Nos emboscamos y atrincheramos en lugares convenientes y allí colocamos nuestras ametralladoras. Llegó el enemigo y abrimos el fuego. Fue una carnicería espantosa. Los piratas caían como hojas de árboles y nosotros, bien protegidos, apenas sí teníamos bajas. Y luego del primer encuentro, les tendimos emboscadas a las columnas que iban a reforzarlas.
En Trincheras, lugar así llamado por los españoles cuando la conquista; en Varillal, donde se peleó cruelmente; en Plan Grande; tres veces más en Las Cruces, en donde duró el último combate cuatro días, hasta que nos reconcentramos en El Chipote. Muchos hombres perdió el enemigo. Nosotros apenas unos treinta. Allí capturamos peleando una bandera norteamericana. También allí murió el capitán Livingstone, jefe de la columna de ataque, a quien se quitaron órdenes del día, documentos y mapas. El jefe pirata fue muerto de un balazo de pistola por el mayor Fernando Maradiaga.
En Las Cruces murió también el capitán pirata Bruce. Este joven oficial del ejército norteamericano, el 24 de diciembre envió un cablegrama a su madre, a Estados Unidos, anunciándole la proximidad del fin de la campaña, porque creía que para el 1° de enero estaría concluida la existencia de Sandino. «El 1° de enero de 1928 le habremos cortado la cabeza al bandido de Sandino» […] Bien, justamente el 1° de enero de 1928, Bruce tenía la cabeza sumida en el estómago, muerto en uno de los combates de Las Cruces. Sus anteojos de campaña yo los uso. Son magníficos, reglamentarios del ejército norteamericano, con su estuche y con una pequeña brújula.
Después de esas batallas, las más cruentas de las que se han librado en la lucha de Nicaragua, nos reconcentramos en El Chipote, que era el objetivo de los piratas. Pero la posición era difícil. Nos fueron cercando para evitar que nos aprovisionáramos, y el cerco se estrechaba cada vez más. No nos faltaban armas ni parque, porque en los últimos encuentros habíamos quitado al enemigo enormes cantidades de cartuchos y armas espléndidas, nuevas y flamantes.
Durante diez y seis días que estuvimos sitiados, diariamente nos visitaron las escuadrillas aéreas de los piratas. A las seis de la mañana aparecía la primera escuadrilla de cuatro aparatos, que se dedicaban a bombardear. Por supuesto que nosotros les echábamos balas también, y varios pájaros de acero fueron heridos de muerte. Después de cuatro horas de bombardeo, nueva escuadrilla sustituía a la primera y continuaba el fuego, hasta que pasado cuatro horas volvía otra. Y así sucesivamente, hasta que llegaba la noche.
Pocos daños personales nos hacía el bombardeo, porque estábamos bien protegidos, pero perdimos como doscientas cabezas de ganado de la caballada de nuestro ejército, y ganado vacuno para alimentarnos. La situación iba siendo grave, porque la mortandad de animales había hecho la estancia allí insoportable, por la descomposición de los cadáveres. Los zopilotes tupieron el espacio por varios días, y si bien nos hicieron un servicio, porque llegaban a impedir la visibilidad de los aviadores – muchas veces confundimos a éstos con los zopilotes – nuestra vida iba haciéndose más difícil por esas circunstancias, y resolvimos retirarnos.
Comenzamos a construir peleles de zacate, que vestimos con sombreros de los que usábamos nosotros, y con ellos cubrimos los lugares más visibles de El Chipote. Entre tanto, en la noche, salimos del lugar. Dos días más estuvieron los aviadores bombardeando aquel sitio, que ya había sido arrasado y en el que nadie quedaba, hasta que se dieron cuenta de que no había enemigo. Cuando llegaron y trataron de perseguirnos, ya íbamos lejos.
Les faltaba mucho que aprender de nuestros sistemas.
Y la lucha ha seguido, ruda, cada vez más intensa, pero el dinero norteamericano compra y se interpone entre nosotros y el mundo exterior, y se ha hecho el silencio sobre nuestra lucha.
Referencias: Ramírez, S. (1984). «El pensamiento Vivo / Augusto C. Sandino». Tomo I. Editorial Nueva Nicaragua, colección de pensamiento vivo 4. pp. 227 – 228
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