Compartimos un artículo publicado en TeleSur, titulado «Antonio José de Sucre, el hombre que conquistó Ayacucho». A continuación se presenta el texto:
Conocido como el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá es considerado como el militar más completo de los próceres de la independencia. Nació el 3 de febrero de 1795 en Cumaná, denominado en 1898 como estado Sucre, al nororiente de Venezuela, hijo del teniente coronel Vicente de Sucre y Urbaneja y María Manuela de Alcalá.
A pesar de haber sido integrante de una familia de larga tradición militar al servicio de la Corona española, su padre apoyó la causa emancipadora desde sus inicios, acción que emuló Sucre.
Al término de sus primeros estudios en la escuela fundada por su tía, María de Alcalá, en la ciudad natal de Cumaná, se trasladó a Caracas, capital de Venezuela, donde ingresó en la Escuela de Ingenieros del coronel español Tomás Mires. Como militar se formó en los valores de orden, disciplina y autoridad, al tiempo que realizaba estudios de matemáticas, agrimensura, fortificación y artillería.
A los quince años se alista en el ejército patriota como alférez de ingenieros y participa en la campaña de Francisco de Miranda (1812) contra los realistas, durante la cual fue ascendido a Teniente.
Tras la derrota de este primer intento emancipador, se refugió en la isla caribeña de Trinidad, donde entabló contacto con el prócer Santiago Mariño, a quien siguió en 1813 en la expedición de reconquista de Venezuela, en la que tomó Cumaná e intervino en la organización del ejército de Oriente y nombrado teniente coronel debido a los éxitos logrados.
En 1814, como Edecán del General Mariño, asistió a la unión de las fuerzas del Oriente con las de Occidente en los valles de Aragua (centro-norte de Venezuela), pero su Ejército es derrotado en Aragua y Urica, y tuvo que buscar refugio en las Antillas. En ese año, sus hermanos Pedro, Vicente y su hermana Magdalena murieron a manos del Ejército realista. No menos de 14 parientes cercanos cayeron durante el transcurso de la guerra de Independencia.
En 1815, regresó a Venezuela y participa en la conquista de Cartagena de Indias, desde donde pasa a combatir en Guayana y el Orinoco. Un años después es nombrado por Mariño como Jefe de su Estado Mayor con el rango de coronel y Comandante de la Provincia de Cumaná.
El 17 de septiembre de 1817, Antonio José de Sucre fue designado por Simón Bolívar como Gobernador de la Antigua Guayana y Comandante General del Bajo Orinoco. Un mes después es nombrado Jefe de Estado Mayor de la División de la Provincia de Cumaná, bajo las órdenes del General José Francisco Bermúdez, también prócer de la independencia venezolana.
En 1818, el Liberador instaló en Angostura (hoy estado Bolívar, al sureste de Venezuela) su cuartel general, desde donde comenzó a formar una gran federación con las excolonias liberadas del dominio del imperio español.
En el Congreso de Angostura de 1819 se materializó el nacimiento de la Gran Colombia, constituida por las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela (incluyendo la Guayana Esequiba, zona en reclamación por el Gobierno de Venezuela) y presidida por el Libertador Bolívar.
A partir de 1819 se convirtió en uno de los principales colaboradores de Simón Bolívar, sobresaliendo por su pericia estratégica y su inquebrantable lealtad al Libertador.
En Angostura, Antonio José de Sucre se convirtió en uno de los mejores lugartenientes de Bolívar. Se ganó su amistad, respeto y destacó siempre por sus dotes militares y su elevado sentido de la moralidad. Desde ese momento, la lealtad hacia Bolívar y su compromiso con la Gran Colombia sería inquebrantable.
En noviembre de 1820 es nombrado delegado de la Gran Colombia para concertar los Tratados de Trujillo sobre armisticio y regularización de la guerra.
Liberación de Ecuador
El 11 de enero de 1821 fue nombrado en Bogotá como Comandante del Ejército del Sur y por órdenes de Simón Bolívar inicia las campañas de liberación del Sur. Dichas campañas tenían como objetivo liberar los territorios correspondientes a la Real Audiencia de Quito y promover su adhesión a la Gran Colombia.
Quito era de vital importancia para la nueva nación. La misión de Sucre era compleja por la diversidad de intereses implicados. Las provincias de Quito y Guayaquil se habían alzado en armas en contra del gobierno español; pero, si bien todos estaban de acuerdo con la independencia, no todos estaban a favor de la integración en la Gran Colombia; algunos apoyaban la unión con Perú, en vista de las relaciones comerciales, y otros preferían la independencia absoluta.
Guayaquil era una de las principales adversarias a la adhesión al proyecto de Bolívar, pero necesitaba el apoyo del Ejército Libertador. Sucre llegó con tropas en su ayuda, y la tregua firmada con los españoles le permitió formar un Ejército acorde a la contienda; simultáneamente, pactó con los guayaquileños acerca de cómo debía ser llevada a cabo la conformación y manutención del Ejército del Sur.
Sucre fue exitoso desde las primeras operaciones militares; obtuvo un gran triunfo en Yaguachi en mayo de 1821 y, tras sufrir un único revés en Huachi, la campaña del Sur concluyó con la batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822, en la que cayó abatido el Ejército realista. Ese día, Melchor de Aymerich, presidente de la Real Audiencia de Quito, firmó la capitulación.
Con esta victoria de Sucre se consolidó la independencia de la Gran Colombia, se consumó la de Ecuador -que se incorporó a la Gran Colombia- y quedó el camino expedito para la liberación de Perú, tras la renuncia de José de San Martín.
Liberación de Perú
Para Bolívar, el poder español asentado en Perú era el principal obstáculo para la emancipación de América del Sur. En 1823 envió a Sucre a Lima, capital, para iniciar los preparativos de la campaña de Perú.
Sucre acompañó a Bolívar en la victoriosa batalla de Junín, del 6 de agosto de 1824 y, al frente del Ejército patriota en ausencia de Bolívar, venció al virrey José de La Serna en la Batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, en la que brilló por sus extraordinarios dotes de estratega.
Capitulación de Ayacucho
Considerada la más importante de la guerra de emancipación de Suramérica, la Batalla de Ayacucho significó la definitiva liberación de Perú y el fin del dominio español en el continente. Por su arrojo, valentía y sabiduría militar, el Parlamento peruano nombró a Sucre general en jefe de los ejércitos y le otorgó el título de Gran Mariscal de Ayacucho como reconocimiento a su labor independentista.
“Disposición perfecta, ejecución divina y maniobras hábiles y prontas” fue la caracterización que hizo el Libertador al conocer el diseño y los resultados de la batalla de Ayacucho, desarrollada por el General Sucre.
Nace Bolivia
En los primeros meses de 1825, al frente del Ejército del Sur, Sucre liberó el Alto Perú (actual Bolivia) y convocó una Asamblea Constituyente para que sus habitantes decidieran los destinos de dicho territorio.
Se presentaron tres tendencias: una a favor de la anexión al Río de La Plata, entidad territorial que estableció la Corona española en América como parte integrante del Imperio español.
Otros estaban a favor de la anexión a Perú, y la tercera a favor de la independencia. Triunfó la propuesta de independencia y el 6 de agosto de 1825 se promulgó y se nombró a Sucre presidente de Bolivia.
Siempre leal al Libertador, Sucre pidió a Bolívar que redactase una Constitución para la nueva nación: la república de Bolivia.
Entre otros asuntos, como presidente de Bolivia impulsó la organización de la Hacienda Pública, promovió la libertad de los esclavos, distribuyó tierras entre los indios y dio el empuje decisivo a la educación, creando colegios superiores y escuelas primarias en todos los departamentos del país.
Renuncia al cargo en el año 1828 a raíz de los motines y la presión de los peruanos opuestos a la independencia boliviana. Se retiró a Ecuador acompañado de su hija y de su esposa, Mariana Carcelén y Larrea, la marquesa de Solanda.
En 1829, Colombia requiere sus servicios para comandar el Ejército que enfrentaría la ofensiva peruana en el sur del Ecuador. El 27 de febrero de 1829 triunfa en la Batalla del Portete de Tarquí y ofrece a los vencidos una capitulación que es modelo de generosa fraternidad americanista, fiel a su lema que «Nuestra justicia era la misma antes y después de la batalla». Decidió entonces regresar al retiro al lado de su esposa; juntos se instalaron en la hacienda de Chishince, en Quito.
Su hija Teresita, que vivirá sólo 2 años, nació el 10 de julio de 1829. En La Paz le había nacido un hijo, José María, fruto de una relación con Rosalía Cortés, el 13 de enero de 1826.
La provincia de Cumaná, a la que guardó permanente afecto lo escogió como su representante al Congreso.
A principios de 1830, la Gran Colombia -que se encontraba bajo proceso de desintegración- convocó en Bogotá el que sería su último congreso. Sucre participó como representante de la provincia de Cumaná y nombrado presidente del evento.
El Gran Mariscal de Ayacucho apeló al diálogo la concertación con los departamentos que conformaban la República. Como parte de la estrategia, Sucre encabezaba la comisión que iría a Venezuela -que para la fecha había entregado el poder a José Antonio Páez y desconocía la autoridad de Bolívar- para negociar la reversión de esa decisión.
El 4 de junio de 1830, cuando regresaba a encontrarse con su familia en Quito, el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre fue asesinado de un balazo que le causó la muerte de manera inmediata al momento que cruzaba el sendero estrecho de Cabuyal de las montañas de Berruecos (sur de Colombia). La conjura fue ordenada por José María Obando, jefe militar de la provincia de Pasto.
Como autores materiales fueron señalados José Erazo y Apolinar Morillo, quien diez años más tarde fue apresado y fusilado por esta causa.
Antonio José de Sucre y Alcalá, el Gran Mariscal de Ayacucho, fue un hombre de indoblegable actitud libertaria y vigilante de la probidad. Castigaba sin vacilar los crímenes, vicios y corruptelas, pero fue magnánimo con enemigos y adversarios vencidos. Siempre resaltó de Sucre los valores del patriotismo suramericano, el honor, de la gratitud y la lealtad.
En la última carta de Antonio José de Sucre a Simón Bolívar, escrita en Bogotá el 8 de mayo de 1830, dice:
«No son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a usted Libertador. Usted los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que usted me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas circunstancias merecerlo. Adiós, mi general, reciba usted por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de usted. Sea usted feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo».
Sus restos descansan en la Catedral Metropolitana de Quito, capital de Ecuador.
También, te puede interesar:
El Supremo sueño de Bolívar se edifica sobre las bases de las revoluciones de América