Compartimos un artículo de Nubia Piqueras Grosso, publicado en Prensa Latina, titulado: «Antonio Maceo y su huella en el canal de Panamá». A continuación se presenta el texto:
Un busto en el capitalino parque Belisario Porras, ubicado en la calle Cuba, justo al frente de la embajada del país caribeño, perpetúa la imagen de Antonio Maceo, patriota cubano que dejó sus huellas aquí.
Tras la firma del Pacto del Zanjón (10 de febrero de 1878) y los acontecimientos generados en torno al hecho, el general del Ejército Libertador salió de la isla como resultado de un forzoso exilio, etapa en la que trabajó para mantener a su familia en las naciones latinoamericanas en las que vivió: Jamaica, Honduras, Costa Rica, Perú y Panamá, entre otras.
De sus grandes hazañas combativas todos conocen, pero del paso por estas tierras poco se habla, incluso de sus aportes a la construcción del canal de Panamá, cuando apenas era un proyecto de los franceses.
Según textos históricos, tras el último intento expedicionario por reavivar la llama de la ansiada independencia, el ‘Héroe de Baraguá’ -apodo alusivo a la protesta de igual nombre que protagonizó el 15 de marzo de 1878 frente al alto mando militar español- llegó a suelo istmeño a fines de 1886, donde trabajó inicialmente en la construcción de casas en la zona de Bas Obispo, aledaña a la ruta fluvial.
En esa época el proyecto estaba en manos de la Compañía Universal del Canal Interoceánico de Panamá (Francia), la cual fue creada en 1880 por el empresario Ferdinand Lesseps, quien conocía a Maceo, al igual que Mister Boyer, ingeniero principal de la obra.
Estadísticas francesas de la época revelan que para entonces había en diversos campamentos canaleros unos 275 trabajadores de nacionalidad cubana, de los cuales la gran mayoría provenían del Ejército Libertador, como es el caso de los hermanos Antonio y José Maceo.
Incluso, otras narraciones hablan de la frecuente presencia del ‘Titán de Bronce’ en la caribeña ciudad de Colón, donde visitaba la tienda de su amigo Antonio Alcalá, cubano radicado allí y cómplice de los debates políticos por la independencia de Cuba que se generaban en el lugar.
Durante esa etapa el éxito económico le sonrió al revolucionario, lo cual le permitió realizar varios giros de dinero a su esposa (María Cabrales) y madre (Mariana Grajales), quienes residían en Jamaica.
En esa primera estancia en las obras del canal francés y aún sin estar totalmente restablecido de la fuerte fiebre que padeció como resultado de la malaria, Maceo recibió un mensaje del apóstol cubano José Martí, a inicios de 1888, en el que afirmó que llegó la hora de reiniciar la lucha por la independencia de la Patria.
A partir de ese momento le encarga a su hermano José el quehacer de contratista en las obras del canal y parte hacia Perú, donde intentó recaudar fondos para la lucha, algo que no logró pese a las intensas conversaciones sostenidas con patriotas como el ecuatoriano Eloy Alfaro.
Luego de este revés, entre marzo y diciembre de ese año, regresó a Panamá a incorporarse en los trabajos de la vía interoceánica, pero se encontró con que la compañía constructiva estaba envuelta en un escándalo financiero, que trajo como consecuencia la suspensión de pagos y la consiguiente parada de la obra.
Es así como la emigración de revolucionarios cubanos en Panamá se disgrega. El generalísimo Máximo Gómez marcha hacia Santo Domingo, su tierra natal; Flor Crombet viaja a Nueva York, y los hermanos Maceo, a Kingston, donde emprendieron nuevos planes para lograr su anhelado sueño: la independencia de Cuba.
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