En un mundo acorralado por el capitalismo de catástrofe cualquier análisis serio que se proponga la renovación del socialismo debe comenzar por comprender la necesidad de una «destrucción creativa» de las bases materiales del capital en toda la existencia social. (1)
El capitalismo actualmente existente –de carácter catastrófico– se manifiesta materialmente en la convergencia de tres factores: crisis ecológica planetaria, crisis epidemiológica global y crisis económica permanente. (2)
A todas estas crisis hay que sumar los siguientes elementos: extensión mundial de explotación imperialista (mediante la cadena global de productos básicos); desaparición del estado democrático liberal con la imposición de políticas neoliberales y el surgimiento del neofascismo; y una nueva era de inestabilidad hegemónica, que llega acompañada del peligro de una guerra interminable. (3)
Crisis Climática
El consenso científico mundial denomina la crisis climática como «una situación sin retorno», esto significa que si las emisiones de carbono –producto de la quema de combustibles fósiles– no llegan a cero en las próximas décadas, la existencia de la civilización industrial estará seriamente amenazada y, en última instancia, también la supervivencia de los seres humanos. (4)
Sin embargo, la crisis existencial de nuestra especie no se limita al cambio climático, también se extiende una brecha ecológica global de los siguientes fenómenos planetarios: acidificación de los océanos; extinción de especies (y la consiguiente pérdida de diversidad genética); destrucción de ecosistemas forestales; disminución del agua dulce; interrupción de los ciclos de nitrógeno y fósforo; rápida propagación de agentes tóxicos (incluidos los radio-nucleidos); y, proliferación incontrolada de organismos modificados genéticamente. (5)
La ruptura de estas fronteras ecológicas está intrínsecamente ligada a un sistema económico basado en la acumulación del capital, que por su propia dinámica no reconoce barreras insalvables para un crecimiento ilimitado y exponencial. Por tanto, no hay salida de la actual destrucción de las condiciones sociales y naturales de la existencia que no requieran un salir radical del capitalismo.
Lo primordial para nuestra época es la creación de lo que István Mészáros llamó un nuevo sistema de reproducción social metabólica. (6) Esta propuesta nos habla de la necesidad de construir un nuevo modelo de socialismo para el siglo XXI, pensado de tal manera que desafíe críticamente la teoría y la práctica las experiencias socialistas del pasado siglo XX.
Polarización de la lucha de clases
En los Estados Unidos, al igual que en otros países, sectores del capital financiero monopolista han logrado reclutar a elementos de la clase media baja, (principalmente blanca) utilizando una ideología nacionalista, racista y misógina. El resultado ha sido una política neofascista, que reúne en un sólo constructo ideológico una larga historia de racismo estructural (legado de la esclavitud); diversas formas de colonialismo; y el militarismo propio del imperialismo.
Sobre estas prácticas políticas reaccionarias se edificó el ascenso al gobierno de Donald Trump, un magnate multimillonario transformado en el líder de una derecha radical que tiene como objetivo la imposición de un nuevo régimen capitalista autoritario.
Aunque hoy esté cuidadosamente ofuscada por una campaña electoral, la alianza de los neofascistas con los neoliberales es un proceso político fácilmente comprobable. (7) Tanto es así, que si llegara a triunfar en las elecciones Joe Biden, la alianza neoliberal-neofascista se mantendrá sin grandes cambios. La razón es simple: esta asociación es el pedestal sobre el cual se erige el poder estatal del capital monopolista-financiero en Estados Unidos. (8)
Simultáneamente, a la constitución de esta nueva formación política reaccionaria en el «corazón del imperio» se está desarrollando un importante movimiento por el socialismo, asentado en la clase obrera, la juventud y los intelectuales disidentes.
Con la desaparición de la hegemonía estadounidense dentro de la economía mundial –acelerada por la globalización de la producción– se minó el poder de la antigua aristocracia obrera de base imperial. Este proceso ha originado el resurgimiento de los ideales del socialismo en una parte importante de la clase trabajadora. (9)
La Gran Desigualdad, un concepto acuñado por Michael D. Yates, expresa con claridad la situación que están viviendo los sectores populares estadounidenses, el sentimiento de incertidumbre y de ausencia de futuro –que afecta especialmente a la juventud– de hecho ha provocado un aumento dramático de «muertes por desesperación», según los datos oficiales. (10)
En resumen, amplias capas de la población están cada vez más enfurecidas por un sistema capitalista que no ofrece perspectivas y como consecuencia ven al socialismo como una alternativa totalmente legítima. (11)
Este nuevo escenario no ocurre sólo en Estados Unidos. En otras países del mundo hay fuerzas objetivas con características similares, especialmente en el Sur Global, que soporta un estancamiento permanente, la financiarización de la economía y una brutal destrucción ecológica.
Al parecer las fuerzas que luchan por el socialismo seguirán creciendo como efecto de la crisis estructural del capital y la polarización de la lucha de clases. Entonces, creo que hay por lo menos dos preguntas que debemos tratar de responder: ¿Qué tipo de socialismo queremos? ¿En qué debe diferenciarse el socialismo del siglo XXI del socialismo del siglo XX?
¿Socialismo en Estados Unidos?
Gran parte de lo que se conoce como socialismo en los Estados Unidos –y en otros países de occidente– es la variante socialdemócrata que invariablemente se ha sumado a las políticas liberales de «izquierda» para mantener una economía subordinada al orden existente. En un vano intento los socialdemócratas han pretendido por décadas hacer que el capitalismo funcione «mejor» a través de mecanismos de regulación. Ahora nuevamente siguen esta antigua fórmula… y lo hacen justo cuando los liberales dejan atrás parte de sus postulados y apuntalan su alianza con el neofascismo contemporáneo. (12)
En el actual contexto histórico las coaliciones social-liberales están destinadas a fracasar. De entrada, los partidos que practiquen estas políticas inevitablemente traicionarán las esperanzas de los pueblos que los encumbraron al poder con la «democracia electoral».
Mientras esta rutina se repite, el mundo está asistiendo al crecimiento de un socialismo genuino, articulado básicamente en la lucha extra-electoral y en las grandes manifestaciones de masas que van más allá de los parámetros del sistema.
Los levantamientos populares en Estados Unidos –prácticamente desconocidos desde la Guerra Civil– expresan cabalmente el malestar general de la sociedad. Con la participación de la clase trabajadora, de la juventud blanca y en medio de la pandemia (y de una depresión económica concomitante) las demostraciones de protesta ya han cruzado la línea «del color». (13)
Pero, aunque el movimiento por el socialismo, se haya instalado en en el «corazón bárbaro» del sistema –como resultado de fuerzas objetivas– el proyecto socialista carece aún de una base subjetiva adecuada. (14)
Un obstáculo importante en la formulación de los objetivos estratégicos del socialismo tiene que ver con el abandono de los ideales socialistas/comunistas de pensadores como Karl Marx.
Para comprender este problema, es necesario ir más allá de los recientes intentos de la izquierda por abordar el significado del comunismo sobre una base filosófica; una cuestión que ha llevado a tratamientos abstractos de la idea comunista en la última década por Alain Badiou y otros (por ejemplo en La hipótesis comunista y El horizonte comunista). (15)
Más bien, es necesario un punto de partida histórico más concreto, que recupere la teoría de las dos fases del desarrollo socialista/comunista que expone Marx en la «Crítica del programa de Gotha» y Lenin en «El Estado y la Revolución».
Un artículo de Paul M. Sweezy ya planteó esta necesidad teórica en «El comunismo como ideal», un trabajo publicado en octubre de 1963. (16)
El comunismo de Marx como ideal socialista
En la «Crítica del Programa de Gotha» –escrita en oposición al economicismo de la socialdemocracia alemana de Ferdinand Lasalle– Marx distinguió dos «fases» históricas en la lucha por crear una sociedad de productores asociados (comunismo).
La primera fase definida como «la dictadura revolucionaria del proletariado», tomaba en cuenta las enseñanzas de la traumática experiencia de la Comuna de París y daba forma a una democracia obrera, que todavía según Marx «tiene los defectos propios de la sociedad de clases capitalista».
En esta fase inicial, expone el filósofo alemán, se debe producir una ruptura con la propiedad privada capitalista y una transformación de la estructura política del Estado capitalista. (17) Como medida provisoria de la transición al socialismo, en esta etapa, la producción y la distribución toman inevitablemente la forma de «cada uno según su trabajo». Este imperativo económico hará perdurar durante un tiempo las condiciones de desigualdad del capitalismo.
Por el contrario, en la fase posterior, el principio que debe regir pasa «de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad» eliminando, entre otras cosas, el sistema salarial tal como lo conocemos. (18)
Del mismo modo, mientras que en la fase inicial del socialismo/comunismo se requiere la formación de una nueva estructura estatal, en la fase superior el objetivo será la extinción del Estado, como aparato que está por encima y en relación antagónica con la sociedad.
En el comunismo, el Estado habrá de ser reemplazado por una forma de organización política que Engels llamó «Comunidad», porque esta forma política de gobierno debe estar asociada directamente con un modelo de producción de base comunitaria. (19)
Para Marx, en la fase superior –junto con el control democrático y colectivo de la propiedad– las células constitutivas de la sociedad deben estar organizadas sobre una base comunal y el conjunto de la producción debe estar en manos de productores asociados libremente.
En el comunismo, afirma, el trabajo se habrá convertido no sólo en un «medio de vida» y la actividad productiva estará destinada a crear bienes que sean «valores de uso y no sólo valores de cambio». Será una sociedad en la que «el libre desarrollo de cada uno será la condición para el libre desarrollo de todos». (20)
La abolición de la sociedad capitalista y la creación de una sociedad de productores asociados habrá de conducir al fin de la explotación de clases, la eliminación de las divisiones entre trabajo intelectual y manual, y entre la ciudad y el campo. Y deberá superar definitivamente la familia patriarcal que engendra la esclavitud de la mujer. (21)
Cuando Marx escribe sobre las condiciones materiales de la nueva sociedad está pensando en un nuevo metabolismo social de la humanidad y de la tierra: «La libertad, en esta esfera, consiste en que el hombre socializado, los productores asociados, gobiernen el metabolismo humano con la naturaleza de manera racional actuando con el menor gasto de energía posible». (22)
En «El Estado y la Revolución», Lenin –reafirmando los argumentos de Marx– describe la primera y segunda fase del comunismo como «una distinción científica entre dos fases del mismo proceso. Lo que Marx habitualmente llama socialismo es la primera fase de la sociedad comunista». (23)
Pese a que Lenin compartía el análisis de Marx, el ulterior marxismo oficial se volvió rígido y creó dos etapas completamente separadas, colocando la llamada etapa comunista tan apartada de la etapa socialista, que esta fase se convirtió en una lejana utopía.
Partiendo de una concepción rígida y del principio de reparto «según el trabajo de cada uno», José Stalin llevó a cabo una guerra ideológica contra la idea de la igualdad sustantiva, definiéndola como un «absurdo reaccionario, pequeñoburgués, digno de una secta primitiva de ascetas, pero no de una sociedad socialista organizada». Esta misma postura iba a persistir, de una forma u otra, hasta la desaparición de la Unión Soviética con Mijaíl Gorbachov. (24)
Precisamente analizando el proceso de transición socialista/comunista en «El imperativo socialista» Michael Lebowitz argumentó:
«En lugar de una lucha continua para ir más allá de lo que Marx llamó los ‘defectos heredados de la sociedad capitalista’, la interpretación estándar del marxismo oficial (desde finales de la década de 1930 hasta finales de la década de 1980) introdujo una división de la sociedad post-capitalista en dos ‘etapas’ distintas, determinadas económicamente por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.
Los cambios fundamentales en las relaciones sociales destacados por Marx como la esencia misma del camino socialista fueron abandonados por un proceso de adaptación a los defectos heredados de la sociedad capitalista. Se olvidó que Marx había reclamado un proyecto destinado a construir una comunidad de productores asociados desde el principio, como parte de un proceso continuo –aunque necesariamente desigual– de la construcción socialista”. (25)
El abandono del ideal socialista asociado con la fase superior del comunismo divulgado por Marx se envolvió en un complejo asunto sostenido por las cambiantes condiciones históricas del momento. Y, finalmente –una vez que el nuevo sistema dejó de ser revolucionario– la transición se empantanó. El resultado fue la formación de una nueva clase social (nomenclatura) que abandonó la idea del socialismo provocando la desaparición de las sociedades de tipo soviético.
Según Paul Sweezy, «la propiedad estatal y la planificación no son suficientes para definir un socialismo viable e inmune al retroceso, un socialismo que sea capaz de avanzar a la segunda etapa, hacia el comunismo necesitaba algo más: una lucha continua por crear una sociedad de iguales». (26)
Para Marx, el movimiento hacia una sociedad de productores asociados era la esencia misma del camino socialista hacia la «sociedad comunista». (27) Pero desde que el socialismo se estableció en términos más restrictivos, la sociedad posrevolucionaria perdió la conexión vital con la lucha dual por la libertad y la necesidad , y por tanto se desconectó de los objetivos a largo plazo del socialismo, con su verdadero significado y su coherencia.
Es evidente que debemos tomar como base esta experiencia para construir el socialismo en el nuevo siglo. Esto significa atender con precisión aquellos aspectos del ideal socialista/comunista (con una teoría y una práctica suficientemente radical) como para abordar las necesidades urgentes del presente, sin perder de vista las necesidades del futuro.
Si algo nos ha enseñado la crisis ecológica planetaria es que se requiere un nuevo metabolismo social con la tierra, una sociedad de igualdad sustantiva y ecológicamente sostenible (28). (Algunos de los logros de la ecología cubana van precisamente en ese camino según Mauricio Betancourt).
Georg Lukács llamó a la lucha por la sostenibilidad ecológica y la igualdad sustantiva una «necesaria doble transformación»; de las relaciones sociales entre nosotros y de las relaciones humanas con la naturaleza. (29)
Cualquier proyecto emancipatorio debe pasar necesariamente por varias fases revolucionarias, que no se pueden predecir de antemano. Sin embargo, para tener éxito, una revolución debe buscar hacerse irreversible mediante la promoción de un sistema orgánico dirigido a satisfacer las necesidades humanas sin dejar de lado la lucha por la igualdad sustantiva y asegurando una efectiva regulación del metabolismo humano con la naturaleza. (30)
La libertad como necesidad
Al igual que pensaba Hegel, Federico Engels sostiene en el «Anti-Dühring» que la verdadera libertad está fundada en el reconocimiento de la necesidad. El cambio revolucionario es el punto en que la libertad y la necesidad se encuentran en la praxis concreta.
Aunque existe algo así como una necesidad ciega, una vez que se conocen las fuerzas objetivas que mueven la sociedad, la necesidad deja de ser ciega y ofrece el camino para la acción revolucionaria y la libertad humana. La necesidad y la libertad se sostienen mutuamente en los períodos de cambio social. (31)
Para ilustrar este principio materialista dialéctico, Lenin escribió: «No conocemos la necesidad de la naturaleza que produce por ejemplo los fenómenos meteorológicos. Pero aunque no conocemos esa necesidad, sabemos que existe. Lo que sí sabemos con certeza es que la relación humana con el clima y la naturaleza ha cambiado históricamente de acuerdo con las relaciones productivas que gobiernan nuestras acciones». (32)
Hoy en día, el conocimiento de la crisis climática antropogénica y de los fenómenos meteorológicos está sacando a los seres humanos del reino de la necesidad ciega y exige que la población mundial participe conscientemente en una lucha por la libertad y la supervivencia humana, es decir contra un capitalismo que se ha tornado destructivo y catastrófico.
Al respecto –y en el contexto de una severa ruptura metabólica impuesta a Irlanda por el colonialismo británico en el siglo XIX– Marx escribió: «la crisis ecológica se presenta al pueblo de Irlanda como una cuestión de ruina o revolución». (33)
En esta era del Antropoceno, la brecha ecológica resultante de la expansión de la economía capitalista está destruyendo el proceso natural de los ciclos biogeoquímicos en todo el mundo. El conocimiento de este proceso objetivo nos apremia a cambiar radicalmente la reproducción metabólica social de la humanidad y del planeta.
Visto en estos términos, la concepción de Marx de una «comunidad de productores asociados» no es una concepción utópica o un ideal abstracto, sino es una posición esencial para la defensa de la humanidad del presente y del futuro. Una sociedad de este tipo –comunista– es una necesidad ineludible para que la humanidad mantenga una relación sostenible con el planeta-tierra. (34)
Un sujeto que puede ser revolucionario
Pero, ¿dónde está el agente del cambio revolucionario para lograrlo? La respuesta es esta: Pienso que estamos asistiendo al surgimiento de las precondiciones materiales de lo que podríamos llamar un proletariado ambiental global.
Poco después de los llamados disturbios Plug Plot (y en el apogeo del Cartismo radical) Federico Engels retrató las condiciones del trabajo en fábricas, el deterioro ambiental, el estado de la vivienda, del suministro de agua, la falta de alimentación y de nutrición infantil. En «La situación de la clase trabajadora en Inglaterra» (1845) el compañero de Marx describió el entorno epidemiológico propio del capitalismo de la época. Engels lo llamó «asesinato social» porque el sistema fabril trajo consigo enfermedades contagiosas que provocaron una gran mortalidad entre la clase proletaria. (35)
Bajo la influencia directa de Engels (y también por sus propios estudios epidemiológicos) mientras escribía El Capital, Marx utilizó el término brecha metabólica para explicar la degradación del suelo y las «epidemias periódicas» inducidas por el desarrollo de la economía capitalista. (36)
Los análisis de Marx y Engels demostraron que la lucha de clases y los procesos revolucionarios son también consecuencia de las deterioradas condiciones ambientales en las que sobrevive la población trabajadora (esto aconteció en la Revolución Rusa y China y, sucede en los presentes levantamientos en el Sur Global).
Hoy, la persistencia de la epidemia de la COVID 19, nos hace pensar que es probable que se produzcan nuevas situaciones revolucionarias. La combinación de las crisis económicas y ecológicas pueden crear escenarios favorables para la transformación social, siempre y cuando los movimientos sociales trabajen para hacer posible un cambio radical.
En este sentido, visto desde un punto de vista global, la cuestión del proletariado ambiental se superpone y es parte de las rebeliones del campesinado ecológico y de los combates de los pueblos originarios. (37) En el actual período de lucha ecológico-epidemiológica y lo que llamamos proletariado ambiental puede llegar a ser una fuerza importante.
La terrible realidad impuesta por el imperialismo en la era del Antropoceno probablemente hará que la acción ecológica revolucionaria tenga un lugar destacado en el Sur global. (38)
De hecho «la tríada (Estados Unidos, Europa y Japón) hace decenios que está usufructuando de la biocapacidad del planeta en un rango superior en cuatro veces al promedio del resto de los países del mundo». (Samir Amin en «Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital, and Marx’s Law of Value»)
Dicho de otra manera , el nivel insostenible de consumo del Norte global sólo es viable porque una buena parte de la biocapacidad del Sur está siendo transferida mediante beneficios a los centros capitalistas de la tríada.
El desenlace de la permanente e irracional expansión capitalista puede llegar a tener un resultado catastrófico: la extinción de parte de los pueblos del Sur como resultado de la pobreza y de epidemias recurrentes. Sin embargo y mostrando la verdadera cara de los poderosos, en el centro del capitalismo mundial se desarrolla una hipócrita justificación, es una ideología eco-fascista que pretende dar legitimidad a una «solución final» a la «superpoblación». (39)
Basta con mirar nuestra realidad. Los hechos están a la vista: la actual expansión del capitalismo está destruyendo el planeta y la humanidad.
Un nuevo sistema de reproducción metabólica social
Poco después de la Revolución Francesa, Immanuel Kant expuso el punto de vista liberal: «la igualdad de los hombres como sujetos coexiste con la desigualdad en las posesiones materiales… Por esto la igualdad de los hombres puede convivir sin dificultades con la desigualdad de derechos específicos». (40)
Para los liberales la igualdad es un derecho meramente formal, «existe solo en el papel» apostilló Engels. No sólo en lo que respecta «al contrato de trabajo entre capitalista y trabajador sino también en el contrato matrimonial». (41) Para Marx, la sociedad capitalista estableció el «derecho a la desigualdad, que es el único derecho efectivo para los proletarios». (42)
Para Mészáros, la lucha por una una democracia y una igualdad sustantiva es la lucha por una sociedad de iguales. (43) Este enfoque no sólo enfrenta al capital en su «corazón bárbaro», sino que también se opone a cualquier intento inútil de detenerse a mitad de camino en la transición al socialismo/comunismo.
La igualdad sustantiva es un aspecto incuestionable de la noción del comunismo de Marx. Esta concepción requiere un cambio en las células constitutivas de la sociedad: la nueva organización social que no puede estar fundada por el capital y reforzada por un Estado jerárquico, al contrario debe sustentarse en la organización de productores asociados libres y en un Estado comunal.
Un proceso revolucionario de construcción socialista –entendido como un nuevo sistema de reproducción social– no puede tener éxito sin un «principio orientador» como parte de una estrategia a largo plazo. La planificación socialista y una genuina democracia sólo serán una verdad tangible con la constitución de un poder real en la base misma de la sociedad. Sólo así las revoluciones se vuelven irreversibles.
Al reconocer explícitamente la necesidad de un socialismo para el siglo XXI, la Revolución Venezolana y Hugo Chávez dieron un importante paso y se convirtieron inmediatamente en una amenaza al orden imperante.
Para Chávez el socialismo del siglo XXI (44) suponía una lucha continua por la igualdad sustantiva y era necesario abolir todas las desigualdades y opresiones (de color, de género, etc.) de la sociedad capitalista.
Paul Sweezy subrayó algunos aspectos que deben caracterizar la nueva formación social de los iguales.
«Surgirán necesariamente nuevas formas de trabajo en una nueva sociedad que use la productividad humana de manera más racional. Muchas categorías serán eliminadas por completo (la minería del carbón y el servicio doméstico, por ejemplo) y, en la medida de lo posible, todos los trabajos deben volverse interesantes y creativos.
La reducción del enorme desperdicio y destrucción inherente a la producción y al consumo capitalista deberían abrir un espacio para el empleo del tiempo disponible en forma más creativa.
En una sociedad de iguales, en la que todos están en la misma relación con los medios de producción y tengan la misma obligación de trabajar y servir al bienestar común, todas las ‘necesidades’ que enfatizan la superioridad de unos pocos (e implican la sumisión de los demás) simplemente desaparecerán y serán reemplazadas por las necesidades de seres humanos liberados, que viven juntos en el respeto mutuo y la cooperación…
La sociedad y los seres humanos que la componen constituyen un todo dialéctico: ninguno puede cambiar sin cambiar al otro. Y el comunismo como ideal comprende una nueva sociedad y un nuevo ser humano». (45)
Más que un ideal, el comunismo es un principio organizador en el que la igualdad y la democracia sustantiva son lo más importante en el socialismo/comunismo.
Distopía capitalista
Pese a las novelas distópicas, es imposible imaginar el nivel de catástrofe ambiental que enfrentarán los pueblos del mundo si no se detiene la destrucción del metabolismo social y de la tierra por parte del capitalismo.
Según la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, «las tendencias existentes proyectan que unos 3.500 millones de personas vivirán en medio de un calor insoportable en condiciones sólo comparables a las del desierto del Sahara para el año 2070». (46)
Estas proyecciones se han quedado chicas y no logran captar el enorme nivel de destrucción que caerá sobre la mayoría de la humanidad bajo las prácticas sociales propias del capitalismo. La única respuesta será dejar esa «casa en llamas» y empezar a construir otra, desde ahora. (47)
En nuestro siglo, el movimiento socialista no sólo es esencial para crear un un futuro mejor, también es una actividad imprescindible para una defensa activa de la población mundial que está enfrentada a la cuestión de la supervivencia.
Internacional de Trabajadores y Pueblos
Hoy, un número incalculable de gente está involucrada en el combate contra el gigante capitalista en el ámbito local y nacional. Sin embargo, una vez más, estas luchas dependen de una coordinación a nivel global. Por tanto, para avanzar es necesario crear de una nueva organización internacional de los trabajadores y de los pueblos. (48).
La Internacional para el siglo XXI no puede consistir simplemente en un grupo de intelectuales comprometidos en debates como los del Foro Social Mundial o, en la promoción de tímidas reformas regulatorias como lo hace la Internacional Socialdemócrata o la recientemente creada Internacional Progresista.
Más bien, debe constituirse una organización de los trabajadores y de los pueblos –fundada desde el principio en una fuerte alianza Sur-Sur– para colocar la lucha contra el imperialismo en el centro de la rebelión contra el capitalismo, tal como la consideraron figuras como Chávez y Samir Amin.
En 2011, justo antes de su enfermedad y fallecimiento, Hugo Chávez preparaba el lanzamiento de lo que llamó Nueva Internacional (no una Quinta Internacional.) Su propósito era extender la Alianza Bolivariana a nivel mundial. (49)
Mientras tanto Samir Amin, desde el Foro Mundial de Alternativas había contemplado la organización de una Quinta Internacional, pero en julio de 2018 (sólo un mes antes de su muerte) transformó este proyecto en el llamamiento a crear una Internacional de los Trabajadores y los Pueblos. Al hacer esto, Amin reconocía explícitamente que una Internacional puramente obrera resulta hoy insuficiente para enfrentar al imperialismo. (50)
La Internacional pensada por Samir Amin deberá construir una alianza de los pueblos del mundo que incluya no sólo a los «representantes del proletariado industrial» sino (y de manera muy amplia) al precariado, a los asalariados de los servicios, a los campesinos, y a todos los sectores sociales oprimidos por el capitalismo moderno. Además, deberá ser una organización (no sólo un movimiento) fundado en el respeto a la diversidad, garantizando la independencia real de partidos, sindicatos y organizaciones populares.
La creación de una Nueva Internacional, por supuesto, no puede emerger en medio del vacío, sino que debe articularse dentro y como producto de organizaciones de base, en conjunto con los movimientos anticapitalistas y antipatriarcales.
En opinión de Samir Amin, los elementos cruciales para la lucha antiimperialista son los movimientos de base, los países y partidos que se propongan la desvinculación con el sistema capitalista global y la alianza entre países víctimas de la explotación neocolonial. Hoy estas fuerzas deben unirse al creciente movimiento ecológico global. La lucha universal contra el capitalismo y el imperialismo, insistió, debe caracterizarse por la audacia para romper las coordenadas en los puntos débiles del sistema.
Para Amin, el mundo seguirá gobernado por un sistema caótico que destruirá el planeta sino no somos capaces de construir un proyecto de transformación revolucionaria de la sociedad. (51)
Vivimos hoy una época de coincidencia de la lucha por la libertad y la necesidad. (52) La elección que tenemos ante nosotros es inevitable: ruina o revolución.
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John Bellamy Foster es profesor de Sociología en la Universidad de Oregon.
*Este artículo es una versión revisada de una video-charla presentada el 12 de julio de 2020 en la sesión de clausura del Séptimo Foro Sur-Sur sobre Sostenibilidad, Cambio Climático, Crisis Globales y Regeneración Comunitaria. La Conferencia fue organizada por la Universidad Lingnan de Hong Kong.
Notas:
(1) Karl Marx, Capital, vol. 1 (Londres: Penguin, 1976), 799. El capitalismo de catástrofe en este sentido es distinto del capitalismo de desastre de Naomi Klein. Naomi Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism (Nueva York: Henry Holt, 2007). La noción de Klein se centra en cómo el neoliberalismo como proyecto político-económico del capital ha buscado explotar sistemáticamente desastres de todo tipo, muchos de ellos producidos por el propio capital, para imponer como solución una «doctrina de choque», diseñada para incrementar aún más el poder del capital. La noción de capitalismo de catástrofe empleada aquí se refiere más bien al crecimiento acumulativo del potencial de catástrofe como una característica inherente de un modo de producción que coloca la acumulación de capital antes que todos los demás fines sociales (y ecológicos), con el resultado de que la tendencia a la catástrofe se universaliza. Véase John Bellamy Foster, Capitalism and the Accumulation of Catastrophe, Monthly Review 63, no. 7 (Diciembre de 2011): 1–17.
(2) Para descripciones concretas de estas catástrofes inminentes convergentes, consulte John Bellamy Foster y Robert W. McChesney, The Endless Crisis (Nueva York: Monthly Review Press, 2012); John Bellamy Foster y Brett Clark, The Robbery of Nature (Nueva York: Monthly Review Press, 2020): 238–87; John Bellamy Foster e Intan Suwandi, COVID-19 and Catastrophe Capitalism, Monthly Review 72, no. 2 (junio de 2020): 1–20; y Mike Davis, «The Monster Enters» (Nueva York: OR, 2020).
(3) Samir Amin, Empire of Chaos (Nueva York: Monthly Review Press, 1992).
(4) Véase Ian Angus, Facing the Anthropocene (Nueva York: Monthly Review Press, 2016), 25: James Hansen, Storms of My Grandchildren (Nueva York: Bloomsbury, 2009). Incluso esforzarse por lograr cero emisiones netas para 2050, aunque se incorporó a los Acuerdos de París, no es suficiente y se basa en suposiciones poco realistas sobre tecnologías que hoy no existen a gran escala y que quizás nunca sean factibles. La realidad es que el presupuesto de carbono determinado por las posibles emisiones restantes (si bien tiene un 67 por ciento de posibilidades de mantener la temperatura media global por debajo de 1,5°C) se agotará en condiciones normales en tan solo ocho años. Véase Greta Thunberg, Speech at the World Economy Forum, Davos, 21 de enero de 2020.
(5) Johan Rockström et al., A Safe Operating Space for Humanity, Nature 461, no. 24 (2009): 472–75; William Steffen et al., Planetary Boundaries, Science 347, no. 6223 (2015): 745–46; Michael Friedman, GMOs: Capitalism’s Distortion of Biological Processes, Monthly Review 66, no. 10 (marzo de 2015): 19–34.
(6) István Mészáros, Beyond Capital (Nueva York: Monthly Review Press, 1995), 39–71.
(7) Karl Marx, Capital, vol. 3 (Londres: Penguin, 1981), 362.
(8) Véase John Bellamy Foster, Trump in the White House (Nueva York: Monthly Review Press, 2017).
(9) Fue Engels quien argumentó por primera vez en un artículo de 1885 para Commonweal, editado por William Morris (un análisis que luego se incorporó al prefacio de la edición en inglés de 1892 de The Condition of the Working Class in England), que el desarrollo de una política socialista en el movimiento obrero fue posible en Gran Bretaña por primera vez a mediados de la década de 1880 por el declive de la aristocracia del trabajo (formada principalmente por hombres adultos y excluyendo a mujeres, niños y grupos de inmigrantes) provocada por la decadencia de la hegemonía imperial británica. Karl Marx y Frederick Engels, Collected Works, vol 26 (Nueva York: International Publishers, 1975), 295-301. El famoso análisis de Lenin sobre la aristocracia obrera se basó en este tratamiento de Engels. Véase también Martin Nicolaus, The Theory of the Labor Aristocracy, Monthly Review 21, no. 11 (Abril de 1970): 91–101; Eric Hobsbawm, Lenin and the ‘Aristocracy of Labor, Monthly Review 21, no. 11 (Abril de 1970): 47–56.
(10) Anne Case y Angus Deaton, Deaths of Despair and the Future of Capitalism (Princeton: Princeton University Press, 2020).
(11) Michael D. Yates, The Great Inequality, Monthly Review 63, no. 10 (marzo de 2012): 1–18.
(12) En su The Socialist Manifesto, Bhaskar Sunkara ofrece una imagen de Marx divorciada de la Crítica del Programa de Gotha, según la cual Marx y Engels vislumbraron un futuro en El Manifiesto Comunista y en otros lugares en los que «un estado democrático radicalmente transformado que antes poseía propiedad privada y la usaba racionalmente bajo la dirección y en beneficio de la gente». Más que un intento de una descripción precisa de los puntos de vista de Marx, tal análisis está destinado simplemente a apuntalar su propia versión de la «socialdemocracia de lucha de clases». Bhaskar Sunkara, The Socialist Manifesto (Nueva York: Basic, 2019), 48, 216-17.
(13) Consulte Notes from the Editors, Monthly Review 72, no. 3 (julio-agosto de 2020).
(14) Curtis White, The Barbaric Heart (Sausalito: PoliPoint, 2009).
(15) Alain Badiou, The Communist Hypothesis, New Left Review 49 (2008): 29–42; Alain Badiou, «The Idea of Communism», en The Idea of Communism, ed. Costas Douzinas y Slavoj Žižek (Londres: Verso, 2010): 1–14; Alain Badiou, The Communist Hypothesis (Londres: Verso, 2015); Jodi Dean, The Communist Horizon (Londres: Verso, 2018).
(16) Paul M. Sweezy, Communism as an Ideal, Monthly Review 15, no. 6 (Octubre de 1963): 329–40.
(17) Karl Marx, Critique of the Gotha Program (Nueva York: International Publishers, 1938), 9-10, 18. Marx utilizó aquí la terminología de «la primera fase de la sociedad comunista» y «la fase superior de la sociedad comunista». Esta edición de la Crítica del Programa de Gotha incluye correspondencia y notas sobre el tema de Marx, Engels y Lenin, y pasajes de El Estado y la Revolución de Lenin. Sobre la Comuna de París, véase Karl Marx y Friedrich Engels, Writings on the Paris Commune, ed. Hal Draper (Nueva York: Monthly Review Press, 1971); Badiou, The Communist Hypothesis, 127–71.
(18) Marx, Critique of the Gotha Programme, 6–10, 14; Karl Marx, «Value, Price, and Profit», en Wage Labor and Capital/Value, Price and Profit (Nueva York: International Publishers, 1935), 62.
(19) Marx, Critique of the Gotha Programme, 10, 17 (Marx), 31 (Engels), 47-56 (Lenin); Marx y Engels, Collected Works, vol. 25, 247, 267–68. Para conocer el significado duradero del concepto de la extinción del Estado, véase Mészáros, Beyond Capital, 460–95; Henri Lefebvre, The Explosion (Nueva York: Monthly Review Press, 1969), 127-28.
(20) Marx, Critique of the Gotha Programme, 10; Sweezy, Communism as an Ideal, 337-38.
(21) Karl Marx y Frederick Engels, The Communist Manifesto (Nueva York: Monthly Review Press, 1964), 34–35, 41.
(22) Marx, Capital, vol. 3, 959.
(23) I. Lenin, Selected Works: One-Volume Edition (Nueva York: International Publishers, 1976), 334.
(24) Isaac Deutscher, Stalin: A Political Biography (Oxford: Oxford University Press, 1967), 338; Sweezy, en Paul M. Sweezy y Charles Bettelheim, On the Transition to Socialism (Nueva York: Monthly Review Press, 1971), 127.
(25) Michael Lebowitz, The Socialist Imperative (Nueva York: Monthly Review Press, 2015). 71; Karl Marx, Grundrisse (Londres: Penguin, 1973), 171–72. Véase también Peter Hudis, Marx’s Concept of the Alternative to Capitalism (Boston: Brill, 2012), 190.
(26) Sweezy, en Sweezy y Bettelheim, On the Transition to Socialism, 131.
(27) Marx y Engels, Collected Works, vol. 5, 52.
(28) Mauricio Betancourt, «The Effect of Cuban Agroecology in Mitigating the Metabolic Rift: A Quantitative Approach to Latin American Food Production», Global Environmental Change 63 (2020): 1–9.
(29) Georg Lukács, The Ontology of Social Being, vol. 2, Marx’s Basic Ontological Principles (Londres: Merlin, 1978), 6.
(30) Sobre la cuestión de una revolución irreversible, ver Mészáros, Beyond Capital, 758–68; István Mészáros, The Challenge and Burden of Historical Time (Nueva York: Monthly Review Press, 2020), 251–53; John Bellamy Foster, Chávez and the Communal State, Monthly Review 66, no. 11 (abril de 2015): 9, 11, 16.
(31) Marx y Engels, Collected Works, vol. 25, 105, 460–62. GWF Hegel, Hegel’s Logic (Oxford: Oxford University Press, 1975), 207-20; John Bellamy Foster, The Return of Nature (Nueva York: Monthly Review Press, 2020), 16, 20.
(32) I. Lenin, Materialism and Empirico-Criticism (Moscú: Progress Publishers, 1964), 174.
(33) Karl Marx y Frederick Engels, Ireland and the Irish Question (Moscú: Progress Publishers, 1971), 142; Foster y Clark, The Robbery of Nature, págs. 76–77.
(34) Tamás Krausz, Reconstructing Lenin (Nueva York: Monthly Review Press, 2015), 184.
(35) Frederick Engels, The Condition of the Working Class in England, en Marx y Engels, Collected Works, vol. 4, 394. Véase el análisis de la obra de Engels en Foster, The Return of Nature, 177–97; Howard Waitzkin, The Second Sickness (Nueva York: Free Press, 1983), 70; Ted Allan y Sydney Gordon, The Scalpel, the Sword: The Story of Doctor Norman Bethune (Nueva York: Monthly Review Press, 1952), 250.
(36) Marx, Capital, vol. 1, 348–49. Sobre el análisis epidemiológico de Marx, véase Foster, The Return of Nature, 197-204.
(37) Sobre la concepción del proletariado ambiental y el Sur Global, véase John Bellamy Foster, Brett Clark y Richard York, The Ecological Rift (Nueva York: Monthly Review Press, 2010), 439–41.
(38) John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Brett Clark, Imperialism in the Anthropocene, Monthly Review 71, no. 3 (julio-agosto de 2019): 70–88.
(39) Samir Amin, Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital, and Marx’s Law of Value (Nueva York: Monthly Review Press, 2018), 100–101.
(40) Immanuel Kant, The Philosophy of Kant: Moral and Political Writings (Nueva York: Random House, 1949), 417–18; Mészáros, Beyond Capital, 193.
(41) Frederick Engels, The Origin of the Family, Private Property, and the State (Moscú: Progress Publishers, 1977), 72–73.
(42) Marx, Critique of the Gotha Programme, 9.
(43) István Mészáros entrevistado por Leonardo Cazes, The Critique of the State: A Twenty-First-Century Perspective, Monthly Review 67, no. 4 (Septiembre de 2015): 32–37; Mészáros, Beyond Capital, 187–224. El concepto de igualdad sustantiva en oposición a la igualdad formal, por supuesto, es paralelo a la famosa distinción de Max Weber entre racionalidad sustantiva y formal. Véase Max Weber, Economy and Society, vol. 1 (Berkeley: University of California Press, 1978), 85–86.
(44) Véase Lebowitz, The Socialist Imperative, 111–33.
(45) Sweezy, Communism as an Ideal, 338–39.
(46) Chi Xu et al., «Future of the Human Climate Niche», Proceedings of the National Academy of Sciences 177, no. 21 (2020): 11350–55; Ian Angus, 5 Billion People May Face ‘Unlivable’ Heat in 50 Years, Climate & Capitalism, 9 de mayo de 2020.
(47) Michael Lebowitz, Build It Now (Nueva York: Monthly Review Press, 2006). Sobre cómo la visión de Marx del comunismo como ideal socialista era esencialmente un modelo de desarrollo humano sostenible, véase Paul Burkett, Marx’s Vision of Sustainable Human Development, Monthly Review 57, no. 5 (Octubre de 2005): 34–62. Sobre la escala del cambio inicialmente, ver Andreas Malm, «Socialism or Barbecue, War Communism or Geoengineering: Some Thoughts on Choices in a Time of Emergency», en The Politics of Ecosocialism, ed. Kajsa Borgnäs y col. (Londres: Routledge, 2015): 180–94. Para obtener una noción completa de la creación de una civilización ecológica, consulte Fred Magdoff y Chris Williams, Creating an Ecological Society (Nueva York: Monthly Review Press, 2017).
(48) Sobre la Primera Internacional, véase Karl Marx, On the First International, ed. Saul Padover (Nueva York: McGraw Hill, 1973); George C. Comninel, Marcelo Musto y Victor Wallis, eds., The International after 150 years (Nueva York: Routledge, 2015).
(49) Estos comentarios sobre los planes de Chávez se basan en conversaciones con Mészáros, luego de una reunión de 2011 con el gobierno en Caracas, a la que ambos asistimos. Véase también István Mészáros, The Necessity of Social Control (Nueva York: Monthly Review Press, 2015), 199–217.
(50) Samir Amin, Audacious Movements Have to Start, Frontline, 25 de mayo de 2018; Samir Amin, It is Imperative to Reconstruct the Internationale of Workers and Peoples, International Development Economics Associates, 3 de julio de 2018.
(51) Samir Amin y Firoze Manji, Toward the Formation of a Transnational Alliance of Working and Oppressed Peoples, Monthly Review 71, no. 3 (julio-agosto de 2019): 120–26.
(52) Véase Vijay Prashad, The Darker Nations: A People’s History of the Third World (Nueva York: New Press, 2008); Samir Amin, The Long Revolution of the Global South (Nueva York: Monthly Review Press, 2019). 2020 , Volumen 72, Número 04 (Septiembre de 2020).
Fuente: Observatorio de la Crisis
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