El 4 de febrero de 2020, Trump presentó el Estado de la Unión ante la cámara de diputados de EEUU. En esa oportunidad, Nancy Pelosi, del Partido Demócrata y presidenta de la cámara, rompió frente al plenario su copia del discurso de Trump, supuestamente, en rechazo a las mentiras del discurso.
El gesto de rechazo a Trump no convierte a los Demócratas de Biden en buenos y los Republicanos de Trump en malos. Solo indica contradicciones domésticas internas del imperialismo, no antagónicas.
Poco después, o como dice la irreverencia popular en Nicaragua, tres doritos después, ella y Trump aplaudían juntos a Juan Guaidó, que había llegado como invitado de Trump al acto, después de un periplo por países europeos reactivando su presidencia imaginaria.
El 07 de agosto de 2020, en su red social Twitter, Biden señaló a Trump con el dedo, por haber deportado a algunos/as opositores/as nicaragüenses que buscaron la protección de sus financiadores, después de haber cometido crímenes en Nicaragua.
Los deportaron y, dicho sea de paso, regresaron sin pena ni gloria; nadie los determinó, ni siquiera sus cofrades en el país.
Supongo que el mensaje de Biden en la red social Twitter despertará entusiasmo entre el pequeño grupo de opositores al sandinismo; pero será entusiasmo en silencio, por el trato que Trump les prodiga, con la esperanza de un trato mejor con Biden.
Y de seguro, que, si critican a Trump, será con discreción. El mensaje de Biden no les da autoridad para ser críticos, y eso lo tienen bien claro, incluso los más avanzados de sus intelectuales. Las deportaciones ya tienen días, y nadie entre ellos ha dicho nada. Encarnan el alma del esclavo que tiene miedo a la libertad y prefiere la comodidad del látigo del amo.
Para los que huyeron de Nicaragua, cada día que pasa ese tema les queda más claro, y en el exterior rumian con resentimiento el abandono de quienes los movilizaron para intentar un golpe de estado.
Cuando llegaron a los países de asilo soñaban con los fondos de EEUU, que les iban a permitir vivir con cierta dignidad unas semanas mientras regresaban al país para continuar con el intento de golpe.
Pronto, el discurso se les congeló en la garganta. Pasaron dos años, y las movilizaciones en las plazas públicas de los países de exilio se fueron apangando. Hasta sus redes sociales los olvidaron; se convirtieron para sus líderes en personajes incomodos, muertos de hambre, parias, necios, que les recriminaban, que les reclamaban, que les exigían.
Sus líderes rápidamente se acomodaron, consiguiendo espacios personales facilitados por los gringos y sus socios, mientras el grueso de esa militancia difusa, de resentidos y lúmpenes, mordían el leño de la soledad.
En los últimos seis meses, mientras la pandemia se les convertía en pandemonio, empacaron sus maletas, sus miserias políticas, sus humillaciones, frustraciones, cobardías y miedos, y regresaron al país.
Los recibieron, y ninguno fue preso, ni agredido, ni humillado. Se les abrió la puerta de la patria, sin olvidar quienes son y que hicieron. Quienes ya los olvidaron fueron los gringos.
Los EEUU no van a cambiar si gana Biden, ni con Nicaragua ni con el resto del mundo. El imperialismo no cambia, va a desaparecer, aunque no tan rápido como la humanidad quisiera.
El debate presidencial del 30 de septiembre de 2020
Combativos, contenciosos, como dos viejos rivales que al fin se ven las caras. El primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden no ha defraudado las expectativas. El futuro del Tribunal Supremo, la sanidad, la pandemia, la economía… Cero puntos de encuentro y grandes dosis de resentimiento acumulado entre los dos candidatos, reunidos en un plató casi vacío en Cleveland (Ohio) con tres de cada cuatro votantes estadounidenses clavados delante del televisor, a pesar de que pocos pensaban que lo que anoche ocurriera podía hacerles cambiar de opinión. La palabra ‘debate’ quedó rápidamente vacía de todo significado. En numerosos momentos de la noche, en especial hacia la segunda mitad, los gritos de uno y de otro apenas dejaban escuchar sus palabras.
Escrito por: José Mario CR
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