Compartimos con nuestros lectores un artículo del Comandante Carlos Fonseca Amador; un artículo que contiene extractos de escritos del General de Hombres y Mujeres Libres Augusto C. Sandino, titulado «El Imperialismo Yanqui y el Pueblo de los Estados Unidos». A continuación se presenta el texto:
[…] la monstruosa águila de pico encorvado se viene alimentando con la sangre de este pueblo mientras en el campo de Marte flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles y la enemistad de una raza.
Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas solados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando eso suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes.
Inmediatamente después que el telegrama amenazador fue leído al ejército defensor del honor nacional, cada soldado, aun el más humilde, mostró en su rostro las señales del odio mortal a los invasores y traidores de nuestra patria. <<Muerte a los yanquis>>, repitieron la ásperas montañas de Nueva Segovia, y mis soldados añadieron: <<¡A Ocotal, a Ocotal!>>
[…] quiero probar al mundo civilizado que en mi amada patria Nicaragua aún hay quien sepa morir defendiendo su decoro. Mi obsesión es rechazar, con dignidad y altivez propias de nuestra raza, toda imposición que con cinismo de grandeza están desarrollando en nuestro país los asesinos de pueblos débiles. Pero tenga usted la firme convicción de que mientras yo tenga cartuchos les he de hacer comprender que ha de costarles cara su osadía. No dudo que somos muy pequeños para vencer a los piratas y felones yanquis, pero tampoco podrán negar estos asesinos que nuestra decisión está basada en el sagrado principio de defender nuestra soberanía.
[…] la aberración del gobierno norteamericano es la que sostiene a sangre y fuego a los traidores y mercenarios de mi patria en el poder, y la que impone al pueblo, por medio de la fuerza armada, el terror con expediciones punitivas.
Estamos en pleno siglo XX, y la época ha llegado a probar al mundo entero que los yanquis, hasta hoy, pudieron tergiversar la frase de su lema. La doctrina Monroe dice: América para los americanos. Bueno: está bien dicho. Todos los que nacemos en América somos americanos. La equivocación que han tenido los imperialistas es que han interpretado la doctrina Monroe así: América para los yanquis. Ahora bien, para que las bestias rubias no continúen engañadas, yo reforma la frase en los términos siguientes: La América Latina para los indolatinos.
Por cada millar de dólares que han introducido en mi patria los banqueros yanquis, ha muerto un hombre nicaragüense y han vertido lágrimas de dolor nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras esposas y nuestros hijos.
¡Oh, dólar maldito, eres la carcoma que mina los cimientos del imperialismo yanqui, y tú mismo serás la causa de su derrumbamiento!
¿Quién le hubiera dicho a Mr. Coolidge […] que por el abuso cometido por él, las selvas segovianas tendrían que ser testigos de la muerte de miles de piratas norteamericanos, esbirros de los banqueros de Wall Street.
[…] plumas rastreras tratan de ponernos en entredicho, llamándonos <<bandoleros>>. Los verdaderos y legítimos bandoleros están en las cavernas de la Casa Blanca de Washington, desde donde dirigen el saqueo y el asesinato de nuestra América española.
[…] tenemos entendido que el arma que más habilidosamente nos ha blandido el enemigo es la calumina.
[…] las recuas de bandidos norteamericanos con cinismo de grandeza están desolando a nuestra bella y adorada Nicaragua.
[…] la guerra que tiene entablada nuestro ejército contra las recuas de piratas yanquis y contra los atajos de perros traidores a la patria, están asolando a nuestra adorada y bella Nicaragua.
Como impotente bestia furiosa, Herbet Clark Hoovert, el presidente yanqui, se lanza en insultos contra el ejército que está libertando a Nicaragua. Son él y Stimson, como fueron Coolidge y Kellogg, los asesinos modernos.
El Pueblo de Estados Unidos
Esta explotación desconsiderada de nuestro país, a la larga, no puede beneficiar los legítimos intereses comerciales de Estados Unidos, y la presencia de los marines en nuestro país, con la misión de proteger esas inquietudes, constituye un fraude en perjuicio del pueblo norteamericano.
[…] nosotros somos tan bandidos como Jorge Washigton. Si el pueblo norteamericano no se hubiese hecho insensible a la justicia y a los elementales derechos humanos, no olvidaría tan fácilmente su propio pasado; y no olvidaría aquel puñado de soldados harapientos que marchaban a través de la nieve dejando a su paso una huella de sangre, hacia la conquista de la libertad e independencia.
Durante algún tiempo creí que el pueblo norteamericano no estaba de acuerdo con el abuso cometido en Nicaragua por el gobierno de Calvin Coolidge, pero me he convencido de que los norteamericanos, en general, aplauden la intromisión de Coolidge en nuestro país.
Coolidge y Kellogg son un par de fracasados políticos norteamericanos. La actuación de ellos en Nicaragua ha hundido en el más grande de los desprestigios a la tierra de Washington. Han hecho verter la sangre y las lágrimas a torrentes en mi patria. También han enlutado y hecho llorar muchos hogares norteamericanos.
Tenga usted presente que dentro de los mismos soldados yanquis vienen multitudes de ignorantes empujados como máquinas por los dirigentes de la tal Casa Blanca.
Y que el pueblo americano agradezca a ese cuarteto [se refiere a Hoover, Stimpson, Coolidge y Kellogg] todo su fracaso, y que los padres, hijos y hermanos de los marinos que han caído en los campos segovianos, maldigan hoy y siempre a esos funestos gobernantes.
El suscrito y su ejército son solamente la natural consecuencia de la descabellada y criminal política internacional de Norteamérica con Nicaragua, y aún en detrimento del mismo pueblo yanqui, nosotros hemos sido provocados en nuestro propio país.
Dígale al pueblo norteamericano que le envío un saludo; que las puertas de Nicaragua están abiertas para todos los que quieran venir a trabajar; que lo único que nosotros exigimos es respeto a nuestra libertad e independencia. Dígale al pueblo norteamericano que cuidemos todos el continente, mirando hacia el Atlántico y hacia el Pacífico, pero siendo todos libres.
Puedo decir a los lectores [norte] americanos que he estado frente a los Estados Unidos durante muchos años, obligado por el deber máximo de defender la autonomía de Nicaragua, pero no les guardo rencor ni odio.
Hay más:
«considero factor importantísimo al pueblo [norte] americano en el equilibrio continental siempre que sus relaciones se desarrollen sobre bases de justicia».
Referencias:
Fonseca, Carlos. Obra Fundamental/Carlos Fonseca – 1 ed – Managua: Aldilá Editor, 2006. pp. 232 – 234.
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