Por Cuaderno Sandinista
El 5 de octubre de 1986 quedó grabado en la historia patria como una de las jornadas más gloriosas del pueblo nicaragüense. En las montañas del sur, en la zona del cerro El Fajardo, municipio de San Carlos, Río San Juan, tres jóvenes del Ejército Popular Sandinista —los cachorros de Sandino— derribaron un avión C-123K de la CIA que abastecía a la contrarrevolución. Al día siguiente, el 6 de octubre, capturaron al mercenario estadounidense Eugene Hasenfus, dando al mundo la prueba viva de la agresión imperial contra Nicaragua.
“Hoy se cumple un aniversario más de una gran victoria, simbólica victoria, del pueblo de Sandino, del pueblo de Zeledón, del pueblo de Andrés”, expresó la compañera Rosario Murillo en 2022, recordando aquel hecho heroico. “Tres jovencitos valientes derribaron el avión del mercenario yankee Eugene Hasenfus… escribieron con letra grande para la historia siempre más allá, en libertad, soberanía, dignidad nacional.”
La hazaña de los cachorros de Sandino
José Fernando Canales, Byron Montiel y Raúl Antonio Acevedo pertenecían al Batallón Ligero Cazador “Gaspar García Laviana” de la V Región Militar. Todos eran muchachos del Servicio Militar Patriótico, formados en la escuela de la defensa antiaérea sandinista.
Aquel domingo, poco después de las 12:30 del mediodía, el C-123K con matrícula C-824 volaba bajo para evadir los radares, pero entró en la mira de los flecheros.
“Apenas oímos el ruidito, todos saltamos de las hamacas y comenzamos a buscar el avión… el jefe gritó: ‘¡Arriba, flechero!’ y Fernando disparó”, recordó Raúl Acevedo. El cohete impactó el ala derecha y el avión comenzó a caer envuelto en llamas.
Los soldados celebraron el derribo, sin imaginar que aquella acción haría temblar a la Casa Blanca. Poco después, en la selva, Raúl Acevedo divisó al paracaidista enemigo. “Cuando lo miré, lo encañoné y le grité: ¡Arriba las manos!”, contó años después al diario Barricada. “Yo no sabía quién era, pero cuando lo miro todo extraño, chele, gordo, ojos de gato… ¡Gringo este cliente!, dije yo.”
Hasenfus, abatido y sin resistencia, fue capturado. En su mochila llevaba documentos, mapas y registros que evidenciaban la participación directa del gobierno estadounidense en la guerra contra Nicaragua.
La CIA queda al descubierto
El avión provenía de la base aérea de Ilopango, El Salvador, y transportaba más de 13 mil libras de armamento para la “Contra”: fusiles AK-47, RPG-7, municiones y botas de combate. Tres tripulantes murieron: William Cooper, piloto; Wallace Blane Sawyer, copiloto; y el nicaragüense Fredy Vílchez, radiooperador contrarrevolucionario. Solo sobrevivió Hasenfus.
El hecho provocó una crisis internacional. Como escribió el periodista Manuel Espinoza:
“En Nicaragua, no solo se derribó a Hasenfus, sino también al gobierno yanqui.”
Los documentos recuperados revelaron la red clandestina de la CIA que financiaba y abastecía a la contrarrevolución, violando las leyes internacionales y las enmiendas Boland aprobadas por el Congreso de los Estados Unidos. Fue el inicio del escándalo Irán-Contra, que expuso la corrupción del gobierno de Ronald Reagan y llevó a juicio a funcionarios como Oliver North, John Poindexter, Caspar Weinberger y Elliott Abrams.
El derribo del C-123K tuvo un impacto mayor que una simple operación militar: desnudó el rostro del imperialismo. La victoria del 5 de octubre de 1986 fue también la derrota política y moral del gobierno norteamericano ante el pueblo de Sandino.
La voz de los protagonistas
En entrevistas posteriores, los héroes de esa jornada relataron los momentos decisivos del combate.
Fernando Canales recordaba:
“Comencé con la puntería… el avión venía como a cinco kilómetros… cuando lo capturé de nuevo es que hago el disparo del segundo gatillo y fue cuando la flecha salió rumbo al objetivo.”
Y Byron Montiel añadía:
“Miramos salir el misil y le pega en el motor derecho, se vio una bola de fuego… el avión cae y se ven tres bultos, dos caen y el otro abre un paracaídas.”
Al día siguiente, mientras buscaban maíz, descubrieron al mercenario escondido en una choza. “Allí hay alguien, le dije a mi compañero… y el que estaba era el gringo Eugene Hasenfus”, relató Montiel.
Los tres jóvenes fueron condecorados con la Medalla Camilo Ortega Saavedra y viajaron a Cuba, donde el Comandante Fidel Castro les impuso la Condecoración del 30 Aniversario del Desembarco del Granma.
De San Miguelito al mundo: el eco de una victoria
El derribamiento del avión fue más que un triunfo táctico; fue un golpe certero al corazón del imperio. “El estremecedor y demoledor impacto que derribó ese avión de Hasenfus sigue en su sonido ensordecedor a la espera de más filibusteros que se atrevan a ensangrentar a nuestro país”, escribió Espinoza.
Aquella gesta demostró que el pueblo nicaragüense, heredero de Sandino, Zeledón y Fonseca, nunca se doblegaría ante la agresión extranjera. En palabras del Comandante Daniel Ortega, “mientras exista el imperialismo, el Frente Sandinista seguirá siendo una fuerza política en eterna lucha de resistencia”.
En un aniversario más de esta hazaña histórica, el eco de los cohetes sandinistas sigue resonando en la memoria del pueblo.
Los cachorros de Sandino —Fernando, Byron y Raúl— encarnaron en aquel octubre el espíritu invicto de la soberanía.
Como dijera la compañera Rosario Murillo:
“Escribieron ese siempre más allá en la conciencia de todos nosotros, defendiendo la integridad, defendiendo la soberanía de nuestra Nicaragua.”
¡Honor y gloria eterna a los Cachorros de Sandino!
¡Viva Nicaragua libre!
#SiempreMásAllá