Por Cuaderno Sandinista
En la coyuntura actual, marcada por guerras, bloqueos y el colapso del orden unipolar, emerge con claridad un eje de agresión global: Volodímir Zelenski, Benjamín Netanyahu y Donald Trump. Tres personajes que, bajo distintos discursos, convergen en una misma estrategia: sostener el hegemonismo occidental a través de la guerra, el saqueo de recursos y la criminalización de los pueblos que resisten.
Netanyahu: el rostro del sionismo genocida
Netanyahu encarna el proyecto colonial del sionismo, convertido en régimen de apartheid y exterminio sistemático contra Palestina. Su “Operación Carros de Gedeón II” busca arrasar Gaza con bombardeos, hambre planificada y desplazamiento forzado de millones de personas. Las cifras son estremecedoras: decenas de miles de palestinos asesinados, en su mayoría mujeres y niños, con hospitales, escuelas y universidades destruidas.
Israel no se limita al genocidio interno: exporta tecnología militar, drones y sistemas de espionaje que hoy alimentan guerras en Ucrania, América Latina y otras regiones. Netanyahu representa la continuidad de una ideología supremacista que legitima la limpieza étnica como método de dominación.
Zelenski: títere del neonazismo y del capital transnacional
Desde Kiev, Zelenski se viste de presidente pero gobierna como gerente de BlackRock y portavoz de brigadas neonazis. La Brigada Azov, integrada a la Guardia Nacional ucraniana, aplica en el Donbás las mismas lógicas de exterminio que Israel en Gaza: persecución, tortura y asesinato de comunidades rusoparlantes.
Sus decisiones recientes revelan la incoherencia de un poder servil: cerrar el tránsito del gas ruso por Ucrania, perder ingresos vitales, y al mismo tiempo comprar gas y diésel derivados del mismo petróleo ruso a través de terceros. En un error estratégico mayor, atacó el oleoducto Druzhba, sin comprender que de allí proviene combustible indispensable para su propio ejército.
Políticamente debilitado y aislado, Zelenski no puede presentarse como garante de paz. Todo lo contrario: sabotea los procesos de negociación y apuesta a prolongar la guerra para garantizar su supervivencia. Analistas advierten que, tras un eventual acuerdo, estaría “políticamente muerto y físicamente en peligro”, mientras Londres prepara a Valeri Zaluzhny como su reemplazo.
Trump: la máscara caída del imperialismo
Trump, hoy nuevamente al frente de la Casa Blanca, exhibe la crudeza del imperialismo sin filtros. Su “pacifismo” es apenas retórica: al mismo tiempo que ofrece mediar en Ucrania, despliega buques de guerra contra Venezuela, refuerza bases en Panamá y amenaza con invadir países que no obedecen a Washington.
Su guerra no es solo militar: es económica y cultural. Coloca recompensas millonarias contra Nicolás Maduro, impone sanciones a medio planeta y defiende a Netanyahu mientras avala la hambruna en Gaza como arma de guerra. La política exterior de Trump oscila entre el “buen vecino” hipócrita y el “gran garrote” intervencionista, pero ambas responden al mismo objetivo: mantener la hegemonía del dólar y controlar recursos estratégicos como el petróleo y el coltán venezolano.
El “orden basado en reglas” que pregona es en realidad un orden basado en la fuerza: un imperialismo en decadencia que intenta frenar el ascenso de China, Rusia, los BRICS+ y el Sur Global mediante sanciones, bloqueos y guerras híbridas.
Un triángulo de guerra y saqueo
Netanyahu, Zelenski y Trump no son figuras aisladas: forman parte de una misma arquitectura de poder que une al sionismo, el neonazismo y el imperialismo estadounidense. Tres caras de un mismo proyecto neofascista global que se alimenta de la guerra permanente.
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Netanyahu legitima el genocidio y exporta su maquinaria bélica.
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Zelenski actúa como peón del capital financiero y mercenario de la OTAN.
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Trump dirige la ofensiva imperial contra Venezuela, Cuba, Palestina y todos los pueblos que no se someten.
El eje del bien: soberanía, multipolaridad y Sur Global
Frente a este eje de muerte, se levanta un horizonte distinto: la multipolaridad. La Cumbre de la OCS en Tianjin, la ampliación de los BRICS+, la resistencia de Venezuela, Cuba, Palestina, Nicaragua y los movimientos populares de Nuestra América muestran que el Sur Global no está dispuesto a ser patio trasero de nadie.
La historia enseña que cada agresión imperial engendra más resistencia. Hoy, mientras Zelenski, Netanyahu y Trump apuestan a la guerra y al saqueo, los pueblos reafirman que la verdadera paz solo puede construirse con soberanía, integración regional y cooperación solidaria.