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Trump, Venezuela y el mundo multipolar

by Cuaderno Sandinista
28 agosto, 2025
in Análisis
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Trump, Venezuela y el mundo multipolar
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Por Cuaderno Sandinista

La política exterior de Estados Unidos siempre se ha movido entre dos máscaras: la del supuesto “buen vecino” y la del “gran garrote”. En nombre de la paz, la democracia y la lucha contra el narcotráfico, Washington ha desplegado una estrategia de dominación que combina propaganda, sanciones, bloqueos, operaciones militares e intervenciones directas. Pero detrás de esa fachada pacifista se esconde la maquinaria de guerra más grande del planeta, sostenida por un complejo militar-industrial que convierte cada conflicto en negocio y cada país soberano en objetivo.

El actual gobierno de Donald Trump condensa este doble rasero hasta lo grotesco. Mientras declara buscar la paz en Ucrania o mediar en conflictos internacionales, al mismo tiempo envía armamento, amenaza a Venezuela, fortalece las bases militares en Panamá y multiplica los aranceles como forma de chantaje económico. Su discurso de “Make America Great Again” se traduce en una ofensiva imperial para mantener la hegemonía del dólar y controlar recursos estratégicos, en particular el petróleo y minerales como el coltán venezolano, indispensables para la industria militar y tecnológica estadounidense.

El mito del “narcoestado” y el uso político de la droga

La propaganda de Washington insiste en presentar a Venezuela como un supuesto “narcoestado” encabezado por Nicolás Maduro y un ficticio Cartel de los Soles. Sin embargo, informes de Naciones Unidas desmienten esa narrativa. Venezuela no produce coca y no alberga carteles internacionales. El verdadero epicentro del narcotráfico regional está en Colombia, donde siete bases militares de EE.UU. conviven con una producción que crece cada año, y en Ecuador, convertido en corredor principal hacia Europa.

Aun así, Trump coloca sobre la mesa una recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro, ignorando tratados judiciales y organismos multilaterales. Se trata de la extensión de la jurisprudencia imperial: el presidente de Estados Unidos actúa como juez mundial, criminalizando a líderes políticos que resisten sus dictados. Una estrategia que recuerda a los tiempos del caso Irán-Contra que financió la guerra contrarrevolucionaria en Nicaragua y al rol histórico de la CIA y la DEA en el negocio de las drogas, desde Vietnam hasta Afganistán.

La pregunta es obvia: ¿cómo un país que concentra el mayor consumo de drogas del planeta puede acusar a otros de su propio problema estructural? La respuesta está en el doble rasero: se criminaliza a los adversarios, mientras los bancos de Wall Street lavan cientos de miles de millones de dólares provenientes del narcotráfico.

El verdadero botín: petróleo, oro y coltán

Las mentiras sobre el narcotráfico no son un fin en sí mismo, sino un instrumento para justificar sanciones, bloqueos e incluso la amenaza militar. Lo que realmente motiva a Washington es el control de las mayores reservas de petróleo del mundo, ubicadas en Venezuela, junto con oro y coltán de enorme valor estratégico.

El propio James Comey, exdirector del FBI, reveló en sus memorias que Trump le confesó: “el gobierno de Maduro está sentado sobre una montaña de petróleo que tenemos que comprar”. La frase desnuda la lógica imperial: detrás de cada acusación de narcotráfico o violación de derechos humanos, lo que existe es la ambición de apropiarse de recursos naturales.

Economía de guerra e hipocresía imperial

Estados Unidos ha hecho del negocio de la guerra su tabla de salvación frente a cada recesión. Lo enseñó la Segunda Guerra Mundial, lo replicó en Corea, Vietnam, Irak, Afganistán y hoy lo hace en Ucrania y Gaza. Como lo han demostrado diversos economistas, el gasto militar norteamericano supera los 800.000 millones de dólares anuales y actúa como motor de su crecimiento interno. Mientras la maquinaria bélica enriquece a corporaciones como Lockheed Martin o Raytheon, pueblos enteros son arrasados.

Trump reproduce esta lógica con cinismo: alarga conflictos, bloquea economías y fabrica enemigos para sostener un sistema en decadencia. El mismo país que proclama luchar contra las drogas es el que más las consume; el que dice defender la democracia es el que sostiene monarquías feudales en el Golfo; el que acusa a otros de violar la soberanía es el que mantiene cientos de bases militares en el planeta.

Venezuela resiste y se inserta en el mundo multipolar

Frente a este asedio, Venezuela no ha colapsado. Por el contrario, suma 17 trimestres consecutivos de crecimiento económico, diversifica sus exportaciones y fortalece sectores como hidrocarburos, minería, manufactura y turismo. A pesar de las sanciones, el país ha logrado reactivar su producción petrolera y desarrollar nuevas alianzas con países del Sur Global.

Ese es el verdadero temor de Washington: que Venezuela, junto con otras naciones, consolide su papel en un mundo multipolar donde los BRICS avanzan con monedas alternativas, corredores energéticos y acuerdos de cooperación fuera de la órbita del dólar. Cada sanción y cada arancel de Trump terminan reforzando esa dinámica, pues empujan a los países del Sur a buscar caminos comunes de autonomía.

Ell ocaso del “gran garrote”

La política exterior de Estados Unidos sigue atrapada en la vieja doctrina del “gran garrote”, que combina amenazas militares y chantajes económicos bajo la máscara hipócrita del “buen vecino”. Sin embargo, la realidad del siglo XXI es otra. América Latina ha declarado su territorio como Zona de Paz, y el Sur Global se articula alrededor de proyectos como los BRICS que desafían la hegemonía del dólar y la supremacía militar estadounidense.

Trump podrá inventar carteles, repartir recompensas y desplegar flotas en el Caribe, pero ya no puede ocultar lo evidente: el orden unipolar que Estados Unidos impuso tras la Guerra Fría se desmorona. Frente al garrote imperial, surge un mundo multipolar que no se resigna a la extorsión ni al saqueo.

Tags: #CuadernoSandinista#DonaldTrump#MundoMultipolar#NicolásMaduro#Venezuela
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