Por Daniel Ortega
13 de junio de 1987
Descargar Aquí: EL SANDINISMO. EL MÁS ALTO GRADO DE ORGANIZACIÓN DEL PUEBLO
I
El triunfo de la Revolución en Nicaragua ha despertado el interés acerca de la naturaleza del sandinismo como una verdadera y auténtica expresión revolucionaria.
Hasta el 4 de mayo de 1927, los trabajadores nicaragüenses no contaban con un instrumento ideológico que articulase los grandes eslabones de las luchas populares, anticolonialistas y antiimperialistas.
Por encima del heroísmo y la combatividad del Pueblo, se había impuesto como única opción, la ideología del capitalismo. La bandera verde y la bandera roja; timbucos y calandracas; conservadores y liberales, hermanos siameses irrigados por una misma fuente cardiovascular que intentaba perennizar un proceso revitalizador en favor de sus intereses de clase, recurriendo a los métodos del Conde de Transilvania.
La historia del Conde Drácula es la historia misma de la explotación del hombre por el hombre. El esclavismo, el feudalismo, el capitalismo, el imperialismo prolongando su experiencia a costa de la sangre de los trabajadores.
Los vampiros también se habían hecho dueños de Nicaragua, cuando aún no se inventaba el arma adecuada para exterminarlos.
Hasta que Marx y Engels descubrieron la fórmula y Lenin dirigió con eficacia su aplicación, clavando la estaca en el corazón del monstruo.
Al igual que Miguel Ángel penetró en la anatomía del ser humano para moldear sus obras maestras, Marx y Engels penetraron y exploraron los fenómenos sociales desde los orígenes de la humanidad, para concluir con la obra maestra que habría de dotar a los trabajadores del instrumento ideológico que su instinto de clase demanda.
Marx y Engels apuntaron, con las leyes del cambio social por ellos recién descubiertas, hacia los países capitalistas más desarrollados, ahí donde el proletariado se expandía al ritmo impetuoso de la industrialización. En Alemania, en Inglaterra, debería hacerse realidad el asalto definitivo al cielo.
Pero el marxismo, contra los pronósticos de sus creadores, fue en las manos de Lenin, guía para la acción que demandaba el Pueblo ruso, para liberarse por siempre del látigo de los zares y de la explotación.
II
La lucha del Pueblo nicaragüense está ligada a la batalla que, por su emancipación, han venido librando los Pueblos en el mundo y particularmente, los Pueblos latinoamericanos, Bolívar, Martí, Hidalgo, Morelos, Zapata y Villa, son patrimonio de América Latina y de la humanidad.
Sandino conoce y se alimenta de la historia heroica de la América indígena.
Sandino conoce la ideología revolucionaria, no ignora el marxismo y se expresa respetuosamente de la Gran Revolución de Octubre.
Sandino no se propuso, en ningún momento, elaborar ideología alguna. Su acción se enmarca frente a objetivos muy específicos: Expulsar a los invasores; promover el cambio social en beneficio de los obreros y campesinos y para lograr esos propósitos, dota a los trabajadores de un destacamento de vanguardia, el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.
El desarrollo del pensamiento revolucionario, que conoció de cerca ligándose al movimiento obrero en México, le dio la sustentación teórica mínima como para poder ejecutar de manera acertada, un plan de acción que sintetiza da coherencia y continuidad a la lucha del Pueblo de Nicaragua.
De forma intuitiva e instintiva, Sandino combinó la resistencia militar que tiene como objetivo la expulsión del yanqui, con un programa político.
De esa manera, la resistencia indígena contra el colonialismo español; la Guerra Nacional contra Walker a mediados del siglo pasado: las batallas heroicas de los patriotas nicaragüenses que, encabezadas por Zeledón se libran contra las tropas de ocupación yanqui en 1912; las protestas de los trabajadores de los minerales; los esfuerzos de organización de sectores de trabajadores en la Federación Obrera Nicaragüense y en la Unión Patriótica Nicaragüense, con tendencias antimperialistas; dejan de ser hechos aislados y se constituyen en las partes de un todo que será el Sandinismo.
El Sandinismo es el más alto grado de organización que alcanza el Pueblo de Nicaragua, gracias al genio, la audacia y combatividad del General Sandino.
Sandino es asesinado, pero el Sandinismo se preserva y resurge con Carlos Fonseca que, enarbolando la bandera roja y negra, funda el Frente Sandinista de Liberación Nacional, retomando y enriqueciendo los postulados básicos del programa que nos heredara Sandino.
El Sandinismo es la expresión propia, que de manera creadora, desarrolla la ideología revolucionaria en la realidad nicaragüense.
Así como Lenin se apropió de manera creadora del marxismo hasta llevar al triunfo a la Revolución de Octubre, Sandino y Carlos Fonseca, sin sujetarse a esquema alguno, fueron eslabones decisivos para que se alcanzara el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, al aplicar de manera creativa, el pensamiento científico revolucionario, tomando en cuenta las experiencias de lucha de otros Pueblos del mundo.
III
Para alcanzar el triunfo, se conjugaron los siguientes factores. El surgimiento, fortalecimiento y desarrollo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, como vanguardia de los trabajadores del campo y la ciudad y de las más amplias capas progresivas y antimperialistas de nuestra población.
El Frente como representante y aglutinador de los intereses de clases de las masas desposeídas y explotadas por el régimen capitalista.
El Frente como defensor de la autodeterminación, independencia y soberanía nacional.
El Frente, definiendo como único camino para la conquista del poder revolucionario, la lucha armada.
El Frente como destacamento homogéneo desde el punto de vista ideológico, con una dirección y una militancia sustentada en el pensamiento marxista y teniendo como eje el sandinismo como expresión propia de la realidad nicaragüense.
El Frente con una política amplia, con el fin de aglutinar a los diversos partidos políticos y sectores económicos en la lucha común para el derrocamiento de la dictadura somocista.
El Frente abriéndose espacio internacional a partir de una acción política de profundo contenido latinoamericanista, que lleva a la convergencia de dirigentes y gobernantes como Omar Torrijos de Panamá, Fidel Castro de Cuba, Carlos Andrés Pérez de Venezuela; José López Portillo de México y Rodrigo Carazo de Costa Rica.
Con este respaldo latinoamericano, que es la expresión de una nueva actitud que tiende a romper con el sometimiento de los países de América Latina hacia las políticas norteamericanas, se amplía y multiplica la solidaridad con la lucha del Pueblo nicaragüense en los mismos Estados Unidos, Canadá, Europa, la Unión Soviética, la Comunidad de Países Socialistas y otros Pueblos, partidos y movimientos de liberación, en diversas partes del mundo.
IV
El Frente tuvo que superar sus propios problemas, cuya manifestación más aguda se da en el año 1975 hasta octubre de 1977.
Fue este el período de la división en tendencias, que polemizaban acerca de la estrategia y la táctica revolucionaria.
En 1975, en reuniones de la Dirección Nacional encabezada por Carlos Fonseca, ratificamos la línea de la insurrección de las masas, como culminación del trabajo revolucionario acumulado desde las más diversas formas, tales como la consolidación de un núcleo político militar que fue incorporando a los campesinos y obreros agrícolas, a los trabajadores de la industria y de la construcción, a los estudiantes de secundaria y universitarios, a los artistas, intelectuales, técnicos y profesionales progresistas, a los maestros, periodistas, religiosos y trabajadores de las diversas ramas de la producción y los servicios.
En esas mismas reuniones aprobamos la línea de que, en la medida que se fortalecía el Frente y se había desgastado la opción política de la burguesía pro-imperialista, luego del pacto Agüero-Somoza, estábamos en mejores condiciones para promover y hegemonizar una política de alianzas que, a esas alturas, ya no podía poner en riesgo los intereses estratégicos de la Revolución.
En esas circunstancias, el imperialismo trató de reactivar a partidos políticos, a algunos jerarcas de la Iglesia Católica, empresarios y sindicatos, con el fin de formar su propia opción que, quitando a Somoza, se montase sobre la estructura económica y militar del mismo régimen somocista.
Este plan político se complementaría con una feroz represión dirigida a liquidar las bases que, en el campo y la ciudad, había desarrollado el Frente Sandinista.
Es en esas condiciones que, en octubre de 1977 el Frente pasa a una etapa de ataques a cuarteles somocistas en las ciudades y a la conformación de un frente guerrillero en el norte del país, el Frente Norte “Carlos Fonseca”, que en un accionar político-militar permanente, iría ejerciendo una gran influencia en los departamentos de Nueva Segovia, Somoto y Estelí. Esta ofensiva va acompañada de la movilización política y popular alrededor del Grupo de los Doce.
Las columnas guerrilleras que en los centros de montaña se habían organizado en la Brigada “Pablo Úbeda”, sobreviviendo a las ofensivas de la guardia somocista, jugaron un papel político, moral, fundamental en la formación de cuadros que pasaron a integrar y fortalecer otros frentes de combate, a partir de octubre de 1977.
La ofensiva lanzada en octubre de 1977; el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro en enero de 1978; la ofensiva sandinista de febrero de 1978, con la insurrección de Monimbó; la insurrección de septiembre del mismo año; fueron elementos determinantes en la dinámica de la lucha armada revolucionaria, para superar los problemas internos y desarrollar un proceso de reunificación, de tal manera que ya para la ofensiva final, decidida en junio de 1979, la unidad del Frente Sandinista era una realidad.
V
El imperialismo hace un último esfuerzo para neutralizar el triunfo revolucionario y en la Décimo Séptima Reunión de la OEA, realizada en Washington, en el mes de junio, buscó el respaldo latinoamericano para intervenir militarmente, tal como lo había hecho en República Dominicana en 1965.
Propuesta que fue rechazada por los países latinoamericanos que, por primera vez, en el seno de la OEA, no aceptaban ser instrumentos de la intervención yanqui.
Mientras los Estados Unidos presionaban por la intervención, concentraban en Venezuela a jerarcas de la Iglesia Católica, dirigentes de partidos políticos tradicionales, empresarios y dirigentes de partidos políticos que se autollamaban “comunistas”, “marxistas leninista” y que, menospreciando el heroísmo y decisión de lucha del pueblo nicaragüense y la capacidad del Frente Sandinista como conductor del mismo, pensaban que el triunfo revolucionario no era posible y se preparaban para ser instrumentos del recambio de un somocismo sin Somoza, que hasta el último momento intentaron poner en práctica los gobernantes norteamericanos.
Fue en esas circunstancias que triunfó la Revolución Popular Sandinista y se pone en marcha el programa revolucionario.
Nosotros, los sandinistas, habíamos decidido incorporar a la Junta de Gobierno a personas representativas de la burguesía nicaragüense, con el fin de sumar al proceso de reconstrucción nacional, a todas las fuerzas sociales, políticas, económicas y religiosas que, con espíritu patriótico, estuvieran dispuestas a respaldar el programa de la Revolución.
La Revolución se encontró con una infraestructura física y social, tanto en el agro, como en la industria, el comercio, la salud y la educación, destruida y en donde los daños mínimos estimados eran de 520.3 millones de dólares.
Una descapitalización y robo hasta por 662 millones de dólares.
Un lucro cesante por inactividad económica hasta por un mil 246.8 millones de dólares.
Una deuda externa que había servido hasta por un mil 650 millones de dólares, para aumentar el capital de Somoza y sus allegados, a través del robo y el fraude.
Una caída del Producto Interno Bruto en 26%. Una violenta disminución del hato ganadero y una fuerte caída de la producción del algodón.
En las bóvedas del Banco Central se encontraron solamente tres millones de dólares, que Somoza y sus secuaces no tuvieron tiempo de robarse.
En esas dramáticas condiciones era acertado integrar como sujetos económicos, en la lógica de una nueva economía, al Pueblo trabajador, al Estado, al productor privado, a las cooperativas y a la Comunidad Internacional.
Todo ello, para ir sentando las bases de transformaciones estructurales que, hasta ese momento estaban al servicio de la reproducción del sistema capitalista, en beneficio de una minoría.
También, era urgente atenuar las demandas en el orden social. Las transformaciones estructurales tenían que sustentarse en nuestra propia realidad y por lo tanto, en la conformación de un modelo que se correspondiese con las características específicas de nuestra economía, con los sujetos históricos de la Revolución y con la necesidad del desarrollo económico social.
La confiscación de los bienes de Somoza y sus cómplices; la nacionalización de la banca y el comercio exterior; la Reforma Agraria; la puesta en marcha de nuevas inversiones; la ampliación de los servicios de salud y educación; la alfabetización; las jornadas populares de salud; la organización del poder popular en sindicatos, comités de defensa y los más diversos gremios y asociaciones; el acceso a los medios de comunicación social de parte de los trabajadores y la constitución, de un nuevo Ejército y del Ministerio del Interior, se convirtieron en las grandes tareas que el Frente Sandinista puso en ejecución a partir del mes de julio de 1979.
En la medida que la voluntad política de la Revolución se fue haciendo realidad, la agudizaron las contradicciones con aquellos representantes de la burguesía que, como miembros de la Junta de Gobierno, se resistían a la aplicación del Plan de Gobierno, lo que llevó finalmente a la renuncia de dichos personajes.
En ese período tuvimos que enfrentarnos también a la ultraizquierda, que en movimientos pendulares como es su característica, iba desde la coincidencia con posiciones derechistas como una manifestación de sus vacilaciones frente a la amenaza imperialista, hasta discusiones y demandas absurdas en una lucha reivindicacionista que, en el orden interno los exponía, una vez más, como oportunistas.
VI
Ese breve período se agotó con el triunfo del Partido Republicano que, con una plataforma política definida, asumía el gobierno de los Estados Unidos en enero de 1981, convencido de la necesidad de destruir a la Revolución nicaragüense.
La política agresiva y terrorista del gobierno norteamericano se fue intensificando en los años subsiguientes, agudizando las tensiones en el orden político, económico, social, lo mismo que con algunos jerarcas de la Iglesia Católica y los dueños del diario “La Prensa” que, entre otros, se fueron convirtiendo en una manera cada vez más abierta, en asalariados e instrumentos de la política intervencionista norteamericana.
A pesar de ello, en todos estos años, hemos continuado fortaleciendo de manera sostenida, nuestras políticas de no alineamiento en el orden internacional, el pluralismo político y el régimen de economía mixta; pasando incluso, en medio de la guerra a la realización de elecciones y a la discusión y aprobación de la Constitución de la República. Fortaleciéndose de esa manera, tanto a lo interno como a lo externo, la institucionalización del proceso revolucionario.
VII
Es necesario hacernos estas reflexiones y profundizar en el conocimiento y análisis de nuestro proceso revolucionario, para poder librar de mejor manera, la lucha ideológica que el momento actual nos demanda.
La guerra impuesta por el imperialismo tiene otro costo para la Revolución, de múltiples e incalculables proporciones pues, no solamente son las más de 42 mil víctimas que han sufrido el impacto directo de la agresión; los 245 mil desplazados de guerra o los 2 mil 825 millones de dólares en pérdidas que ha sufrido nuestra economía.
También hay que sumar lo que para el futuro desarrollo técnico-científico y por lo tanto, económico y social del país, significa la movilización para la defensa militar, de miles de jóvenes, estudiantes de secundaria, escuelas técnicas y universitarios, que deja una lesión cada vez mayor en la sociedad nicaragüense.
La lucha ideológica, la lucha política, la propaganda, tenemos que librarla en dos direcciones: Contra las fuerzas derechistas que tratan de achacarle al Frente Sandinista y al Gobierno revolucionario, la responsabilidad por los problemas que los diversos órdenes enfrenta el país, y contra los grupos de ultraizquierda que con su discurso demagógico, disfrazado con lenguaje revolucionario, se convierten en cómplices de la agresión extranjera.
Ambas expresiones ideológicas son, a fin de cuentas, sembradoras de confusión y desestabilización, lo que objetivamente favorece la política intervencionista de los Estados Unidos que invierten recursos y hacen esfuerzos extraordinarios para ampliar un frente interno político que complementando las acciones de las bandas mercenarias cree las óptimas condiciones para la invasión de las tropas yanquis.
VIII
Los problemas económicos que enfrenta el país como efecto de la guerra y de la crisis económica, comercial y financiera internacional, imponen un costo a los trabajadores nicaragüenses.
En las asambleas que estos días hemos sostenido con diversos sectores de la Revolución, son las bases organizadas de los trabajadores de la ciudad y del campo, de la Central Sandinista de Trabajadores y la Asociación de Trabajadores del Campo, los que mejor entienden y defienden la ejecución de las diferentes políticas y medidas de la Revolución.
Y es cada vez menor, la influencia desordenadora, anarquizante y confusionista que los sindicatos de la derecha o de la ultraizquierda tienen en las bases de los trabajadores nicaragüenses.
Los estudiantes de secundaria, los de carreras técnicas, los universitarios, tienen en estas circunstancias, condiciones de privilegio.
Y la escuela, la universidad, las carreras técnicas se sostienen con el sudor y la sangre de los combatientes del Ejército Popular Sandinista y del Ministerio del Interior y con la abnegación, disciplina y productividad de los trabajadores de la ciudad y del campo.
Los trabajadores productivos han venido elevando la productividad y aumentando las horas efectivamente trabajadas, en medio de grandes sacrificios y dificultades. De igual manera, todos los estudiantes deben actuar en correspondencia con el heroísmo, firmeza y tenacidad de los combatientes de nuestro Ejército y del Ministerio del Interior y de los trabajadores productivos.
El discurso demagógico y reivindicacioncita no tiene capacidad, fomenta el oportunismo, la indisciplina, el bajo rendimiento académico y alimenta actitudes típicamente pequeño burguesas.
Sin caer en posiciones extremas y actuando con la debida responsabilidad, así como exigimos coherencia, unidad y disciplina a los soldados del pueblo para profundizar la derrota estratégica de las fuerzas mercenarias y prepararnos para enfrentar, resistir y derrotar una eventual intervención de las tropas norteamericanas; así como exigimos unidad y cohesión en la gestión económica, gubernamental, social y productiva; también debemos exigir coherencia, unidad y disciplina con mayor energía por sus condiciones de privilegios, a los estudiantes nicaragüenses.
En estos momentos históricos que vive nuestra patria, nadie tiene derecho a equivocarse. La defensa de la Revolución en el terreno militar y en el terreno productivo es la primera gran tarea que debemos asumir todos. De tal manera, que si la situación lo exigiese, la conciencia de los estudiantes nicaragüenses debe estar dispuesta a dejar el aula para empuñar el fusil o apoyar las tareas de la producción.
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Auditorio XII “Fernando Gordillo” Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua UNAN Managua.
Una gran cantidad de información sobre el tema de los datos que nos presenta un programa que compone el proceso de liberación revolucionario de parte del pueblo Nicaragua. Experiencia acumulada socializada necesaria a servir de ejemplo y estudios en nuestros países de nuestra América Morena.