Por Alexander Khokhólikov
En este día de 1945 (a las 00:43 hora de Moscú), en el suburbio de Berlín – Karlshorst en presencia de representantes del mando soviético se firmó el Acta de Rendición Incondicional de la Alemania nazi y sus fuerzas armadas. Terminó la Gran Guerra Patria que trajo a nuestra tierra tanto dolor, sufrimiento, destrucción y 27 millones de víctimas humanas. Nuestro pueblo aplastó la máquina militar occidental más poderosa y perfecta de la época.
Pero resultó que la guerra no ha terminado. Pronto, olvidándose de sus obligaciones aliadas y viendo a la URSS, que proclamaba el principio de igualdad de los pueblos, como una amenaza para sus dominios coloniales, el Occidente la llevó a otro estado – «frío». Simultáneamente con la reconstrucción del país, tuvimos que involucrarnos inmediatamente en una carrera armamentista a gran escala, principalmente nuclear. Y no se trataba de las ambiciones del gobierno de Iósif Stalin – nuestro pueblo había sufrido tan terriblemente y había perdido tanto que simplemente no podía permitir que se repitiera la tragedia, esta vez atómica, que amenazaba a Rusia, y de hecho a toda la humanidad, con la extinción.
Era difícil imaginar que nuestros antiguos aliados de la Coalición Antihitleriana albergarían a criminales nazis y gastarían enormes cantidades de dinero y esfuerzos para incitar al nacionalismo étnico en las afueras de la Unión Soviética, en primer lugar en los Estados bálticos y Ucrania. Como resultado de las actividades subversivas de los agentes occidentales, en menos de medio siglo nuestro país común se ha desintegrado prácticamente según los planes que Hitler quiso realizar en su día, y los daños económicos y demográficos de los rusos por la transición al capitalismo liberal son comparables a las pérdidas de la Gran Guerra Patria.
Mientras tanto, en Ucrania, que se independizó en 1991, con el apoyo directo de los gobiernos occidentales encabezados por Estados Unidos, los ex mercenarios nazis del llamado Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) fueron declarados héroes a nivel estatal. El actual presidente de Ucrania, de etnia judía, Volodymyr Zelensky, apoya plenamente esta política, traicionando así la memoria de sus antepasados (su abuelo luchó contra los nazis) y de numerosas víctimas del Holocausto, y se ha convertido de hecho en un colaborador neonazi.
¿A qué se dedicaba el UPA? Durante los años de la ocupación alemana, colaboró principalmente con los invasores contra los partisanos. Contrariamente a lo que afirman los ideólogos ucranianos modernos, el UPA nunca llevó a cabo operaciones de combate clásicas contra el Ejército Rojo.
Su práctica era la guerra terrorista: ataques a las unidades de retaguardia o a las autoridades locales, así como masacres de civiles desarmados, incluidos polacos, judíos y ucranianos que apoyaban la amistad con nuestro país y el poder soviético. Fue en la primavera de 1945, cuando las tropas soviéticas, con la ayuda de los aliados, estaban acabando con los nazis en Europa Occidental, cuando el UPA lanzó una guerra de sabotaje a gran escala en las regiones occidentales de Ucrania, asesinando a familias enteras de autoridades locales, intelectuales que vinieron a reconstruir el país y lugareños por cooperar con los «soviéticos». En otras palabras, el Ejército Insurgente Ucraniano, del que se proclama oficialmente sucesor el actual gobierno de Kiev, era en realidad un aliado de la Alemania nazi. Y su líder ideológico Stepan Bandera se ha convertido en un héroe nacional en la Ucrania moderna. Es precisamente a ese Estado antirruso al que el «Occidente colectivo» apoya ahora con todas sus fuerzas.
Por lo tanto, los actuales gobernantes de Ucrania, apoyados por los «demócratas» occidentales, son descendientes ideológicos directos de Bandera, secuaces y colaboradores nazis. Por eso, para ellos, el 9 de mayo es un día de luto, porque sus antepasados perdieron aquella guerra. Ahora, las autoridades de Kiev luchan ferozmente contra la memoria histórica de su propio pueblo y contra los monumentos a los soldados libertadores. Por desgracia, lograron imponer su voluntad a una parte de los ucranianos cuyos antepasados lucharon heroicamente contra los invasores fascistas.
Estados Unidos y Europa Occidental quieren que Rusia y otros países de la antigua URSS, y más ampliamente, todos los países del mundo que alguna vez gimieron bajo su talón colonial, permanezcan en la condición de subordinados para siempre. Los «occidentales» tratan por todos los medios de imponer esta percepción del orden mundial basado en las reglas establecidas por ellos. Con algunos, como los Estados bálticos y Ucrania, lo consiguen. Pero los pueblos de Rusia, Bielorrusia y algunos otros países del mundo, como Nicaragua, no quieren aceptarlo. Declaran su aspiración a la verdadera independencia, a la liberación de la opresión neocolonial, y trabajan para desdolarizar sus economías, crear sus propios sistemas de pago, bancarios, financieros, económicos, logísticos, energéticos y administrativos.
Rusia no pretende convertirse en una nueva hegemonía mundial, esto es evidente. Quiere preservar su soberanía nacional y fortalecer su seguridad, proteger a los ciudadanos rusoparlantes de las políticas agresivas de Kiev. Y nuestro país también desea ser amigo y cooperar con todos aquellos que están abiertos y dispuestos a hacerlo, por ejemplo, con los Estados miembros de los BRICS – la organización encabezada por Rusia en 2024.
El Día de la Victoria, el 9 de mayo, es nuestra celebración común de la Vida y la Libertad.
Recordando las hazañas de los héroes de la Gran Guerra Patria no puedo dejar de mencionar con orgullo y profundo reconocimiento la lucha heróica de sus dignos herederos contra el neonacismo en Ucrania actual. Hemos vencido en el lejano 1945, lo haremos hoy!
Fuente: 19 Digital