Escrito por Stephen Sefton
Aunque la idea de un mundo multipolar implica de hecho la muy necesaria democratización de las relaciones internacionales es relevante preguntar exactamente cómo se puede llegar hasta allí desde aquí, donde estamos. La catástrofe moral y humana de la masacre por Israel de más de 800 personas en el Hospital Bautista Al Ahli Arab demostró la completa inutilidad de las Naciones Unidas en su forma actual. Estados Unidos y sus aliados se han burlado del derecho internacional al hacerse cómplices de nuevos repetidos crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen sionista israelí contra el pueblo palestino el cual nunca ha recibido la debida protección conforme con el derecho internacional desde la primera limpieza étnica impuesta por las fuerzas sionistas en 1948. En efecto la partición de Palestina en 1948, contra la voluntad de la población mayoritaria palestina en ese momento, fue el pecado original de las Naciones Unidas que ha sido imposible componer o remediar.
Aun antes de esta más reciente guerra en Palestina, el colapso de las relaciones entre Estados Unidos y sus países aliados y la alianza estratégica de la Federación Rusa y la República Popular China había creado una situación muy compleja para los países del mundo mayoritario. A pesar de todas las señales del progresivo declive de su poder y prestigio, Estados Unidos mantiene muy altos niveles de influencia y control global en la esfera financiera y comercial global, además de la constante amenaza militar por medio de su poderosa marina naval y más de 800 bases militares alrededor del mundo. Además, también, a pesar de su clara derrota estratégica en Ucrania, aparte de la Federación Rusa y la República Popular China, son muy pocos los países dispuestos y capaces de desafiar el poderío militar de Estados Unidos, por ejemplo, como veamos ahora en la crisis de Palestina, Irán o, en la región del Nor-Este de Asia, la República Popular Democrática de Corea.
Antes de la guerra en Ucrania, Rusia y China habían avanzado de manera paulatina en establecer sus respectivas iniciativas de integración regional. Rusia desarrollaba su visión regional por medio de la Unión Económica Eurasiática y China la suya por medio de su muy ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta. Además, ambos países han colaborado durante muchos años en la Organización de Cooperación de Shanghái y en el grupo de los países BRICS. Durante más de veinte años Rusia también ha coordinado con la India y con Irán el desarrollo del Corredor de Transporte Internacional Norte-Sur lo cual ahora prácticamente es una realidad y corta el tiempo de manera significativa para el tránsito de carga en comparación con la ruta marítima tradicional por medio del Canal de Suez. China y Rusia están coordinando también el desarrollo de la Ruta Marítima del Norte que pasa por la zona del Ártico y llega a ser cada vez más importante con el avance del cambio climático que implica un calentamiento que mejora en las condiciones de tránsito de la ruta.
Dentro de ese contexto general del desarrollo de la infraestructura estratégica de parte de China, Rusia y sus contrapartes, existen numerosas iniciativas regionales menores de infraestructura de transporte y de energía, todas dirigidas a promover la integración comercial del enorme territorio eurasiático. Sin embargo, es instructivo notar que el desarrollo del andamiaje financiero ha avanzado de una manera mucho más lenta, porque en años anteriores no se veía una necesidad urgente de construir alternativas al sistema financiero
occidental. Es cierto que, aparte del aberrante, sádico bloqueo a Cuba se había usado este sistema contra países importantes a nivel de sus respectivas regiones, especialmente Venezuela e Irán. Pero durante muchos años fue posible mantener estos países aislados gracias a la colaboración con Estados Unidos de los respectivos países vecinos. Fue con el inicio de la Operación Especial Militar en Ucrania que Estados Unidos y sus aliados se lanzaron a aplicar las mismas medidas coercitivas unilaterales contra la Federación Rusa. En otro ámbito, también empezaron a aplicar medidas coercitivas contra China con relación a la alta tecnología, especialmente la tecnología 5G y la fabricación de chips de altas especificaciones para la computación.
Ahora con el fracaso de las medidas coercitivas contra la Federación Rusa y el fuerte antagonismo entre China y Estados Unidos y sus aliados, se ha acelerado el proceso del diseño e implementación de alternativas al sistema financiero occidental y los servicios relacionados. Entre otros elementos, estos incluyen un robusto sistema de pagos, una fuerte red de empresas de seguros y confiables agencias de calificación. A pesar del entusiasmo con relación a la idea, poco realista para el momento, de una moneda común de los países BRICS, es posible que se pueda introducir en relativamente poco tiempo una unidad común de cuenta. Esta unidad de cuenta podría ser similar a la Ecu de la Comunidad Europea que funcionó bien durante 20 años antes de ser remplazado por la moneda común europea, el Euro, el manejo de la cual ha tenido efectos muy negativos en varios países de la Unión Europea.
Una unidad común de cuenta permitirá mayor capacidad para establecer un sistema alternativo de pagos para dar más libertad y más opciones a los países que comercian con Rusia y China. Podría facilitar un uso más eficiente y mayor de sistemas de pago como el CIPS y Union Pay de China o el sistema ruso de Transferencias de Mensajes Financieras (SPFS) y tarjetas de pago como el MIR ruso y otros métodos de pago en línea. En relación con el tema de los seguros, el fracaso del intento de los países occidentales de imponer un techo en el precio del petróleo ruso más bien resultó en el establecimiento de una red de empresas de seguros en Rusia, China y la India que ha desplazado a las grandes empresas de seguros occidentales de una parte importante del mercado de transporte marítimo.
Por otro lado, todavía queda ver la factibilidad de las nuevas instituciones del grupo de los países BRICS como alternativas al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. El Nuevo Banco de Desarrollo no ha cumplido con las expectativas generadas en el momento de su fundación, y el Acuerdo de Reserva Contingente mucho menos. Establecido en 2015, entre 2016 y 2021 el NDB solo desembolsó unos US$31 mil millones para financiar proyectos, mientras las instituciones chinas desembolsaron entre 2012 y 2021 más de US$400 mil millones solamente en América Latina. Quizás esto se explica por el hecho de que los jefes del Nuevo Banco para el Desarrollo fueron funcionarios brasileños con formación en Estados Unidos, nombrados por sectores de la derecha en Brasil.
Ahora, la compañera Dilma Rousseff ha sido nombrado a dirigir el Nuevo Banco de Desarrollo en el mismo momento de la ampliación del grupo de los cinco países BRICS con seis países más a partir del próximo mes de enero. Habrá que ver si ella puede superar el consenso económico convencional de su equipo de asesores para llevar a cabo con más dinamismo y ambición los objetivos del banco. Es posible que la ampliación del grupo BRICS con seis nuevos países miembros permitirá aumentar la capacidad y el capital del Nuevo Banco de Desarrollo y, especialmente, del Acuerdo de Reserva Contingente, que ha tenido un capital de solamente US$100 mil millones en comparación con los US$925 mil millones disponible para el FMI. Pero, independientemente de si o no las instituciones financieras de los países BRICS realizan su pleno potencial, China y Rusia y sus contrapartes regionales también han ido desarrollando instituciones financieras como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y el Banco de Desarrollo Euroasiático, entre otros, las cuales ofrecen fuertes alternativas de financiamiento para el desarrollo.
Pase lo que pase en el aspecto de las estructuras internacionales financieras, un tema fundamental en el desarrollo de un nuevo orden mundial es la visión y los principios en base a que se va a construir. Hablando este año en la reunión del Club Valdai, el presidente Vladimir Putin propuso seis principios como bases de un nuevo mundo policéntrico:
• un mundo sin barreras a la comunicación, la realización creativa y la prosperidad de las personas
• la diversidad del mundo sin imposiciones como base para el desarrollo universal
• la máxima representación sin ningún tipo de hegemonía
• la seguridad universal en base al respeto de los intereses de todos los países y sus pueblos
• la justicia para todos con acceso equitativo al desarrollo
• la igualdad entre todos los países sin patrones de dominación y sumisión
El presidente de la República Popular China, Xi Jinping, comparte estos criterios y, en el reciente Foro Internacional sobre la Iniciativa de la Franja y Ruta, propuso la construcción de una comunidad de futuro compartido para la humanidad. Entre sus palabras, observó que:
“Se han establecido importantes principios rectores para la cooperación de la Franja y la Ruta de alta calidad, que incluyen los principios de planear juntos, construir juntos y beneficiarse juntos, los de cooperación abierta, verde y limpia, y los de una cooperación de alto estándar, centrada en el pueblo y sostenible…”
“A lo largo de estos diez años, nos hemos esforzado por construir la red de conectividad global integrada por corredores económicos, rutas de transporte internacional y autopistas de información, así como ferrocarriles, carreteras, aeropuertos, puertos, oleoductos y redes eléctricas. Cubriendo la tierra, el mar, el cielo y la Internet, esta red ha fomentado efectivamente el flujo de mercancías, fondos, tecnologías y personas entre los diversos países…”
“Hemos aprendido que la humanidad es una comunidad de futuro compartido interdependiente. China prosperará sólo cuando al mundo le vaya bien; y el mundo será mejor cuando a China le vaya bien…”
“En la construcción conjunta de la Franja y la Ruta, resaltamos los esfuerzos aunados, el apoyo y la ayuda mutuos que nos permitan llegar más lejos, abogamos por procurar una buena vida tanto para uno mismo como para los demás, y practicamos la conectividad y los beneficios mutuos en busca del desarrollo común y la cooperación de ganancias compartidas.”
Se ha comentado mucho sobre la continuidad entre el desarrollo de un nuevo orden mundial en base a los principios enunciados por los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping y la visión de los grandes dirigentes históricos del mundo mayoritario que promovieron el Movimiento de los Países No Alineados, Gamal Abdel Nasser, Josip Tito, Soekarno, Jawaharlal Nehru y Kwame Nkrumah. Importante también en el mantenimiento de esa continuidad fue la masiva votación en 1986 en las Naciones Unidas a favor de la Declaración del Derecho al Desarrollo. Esta Declaración requiere que los países del mundo ofrezcan una cooperación internacional eficaz para promover su desarrollo completo e integral basado en el respeto para el derecho de la autodeterminación. La declaración prioriza los procesos de desarrollo centrado en las necesidades y aspiraciones de la persona humana y atribuye un papel central a la intervención gubernamental. La Declaración encarga a los gobiernos nacionales la formulación de las políticas de desarrollo humano apropiadas para el desarrollo y bienestar de todo su pueblo en base a la participación de la población y una distribución justa y equitativa de los recursos.
Estos principios revindican la visión de igualdad y justicia de los líderes de la descolonización de la segunda mitad del siglo pasado. Y representan un desafío categórico a los principios del capitalismo neoliberal de que el aspecto fundamental es la unión fascista entre el Estado y las grandes empresas y corporaciones que facilita la represión económica a nivel nacional y la explotación neocolonial en ultramar. Ahora, un mundo basado en los principios de los fundadores del Movimiento No Alineados y de la Declaración del Derecho al Desarrollo ha llegado ser viable con la emergencia de países como la Federación Rusa y la República Popular China acompañados por fuertes aliados regionales antiimperialistas como la República Popular Democrática de Corea, Irán y Venezuela. La visión compartida expresadas por los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping es un reto con muchos desafíos porque las propuestas de la Federación Rusa y la República Popular China enfrentan una resistencia fiera y desesperada de parte del Estados Unidos y sus aliados.
Ellos defienden las ventajas materiales que han acumulado durante siglos de conquista y sobreexplotación, hecho posible por su poder económico, financiero y militar. Para el momento, todavía no está claro hasta qué punto países como Brasil, Sudáfrica y la India van a querer o poder liberarse de los lazos y vínculos económicos y financieros que tienen con las todavía poderosas estructuras financieras y comerciales de Norte América y Europa. Se puede decir lo mismo de algunos de los nuevos miembros del BRICS que se integran el próximo mes de enero, como Argentina, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Esta configuración de los acontecimientos recientes recuerda la historia reciente de los esfuerzos hacia la integración regional en América Latina y el Caribe.
Hubo mucha esperanza y fe que se iba a poder profundizar la integración de la Patria Grande por medio de la Unión de Naciones Suramericanas, la ampliación de Mercosur con Bolivia y Venezuela, la Alianza Bolivariana de Nuestras Américas y, especialmente, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Sin embargo, no ha sido posible desarrollar ni las estructuras financieras, ni la infraestructura regional ni las instituciones políticas que podría hacer posible superar el divisionismo neocolonial y el sabotaje económico promovido por Estados Unidos y las élites locales de la región. No hay duda de que a mediano o largo plazo se va a lograr un nuevo orden mundial basado en el respeto mutuo, la igualdad y la cooperación. Pero también está claro que, para el momento, la visión solidaria de la Federación Rusa y la República Popular China para lograr el bien común internacional, en gran medida no se comparte por otros países del mundo mayoritario que para el momento cubren sus apuestas geopolíticas y no definen a qué lado de la historia quieren estar.
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