Escrito por Xavier Villar
En este artículo se intentará explicar, de manera crítica, la narrativa liberal en relación a la Resistencia palestina. En términos generales, se puede decir que esta narrativa condena cualquier forma de respuesta palestina contra el régimen colonial sionista.
Un ejemplo de esta narrativa se puede encontrar en el comunicado publicado hace unos días, justo después de la operación de HAMAS, por el ex candidato presidencial estadounidense Bernie Sanders, considerado por muchos como la voz más progresista dentro del espectro político de ese país. En el mencionado comunicado, Sanders explicaba que la situación de injusticia en Palestina estaba siendo denunciada por «multitud de instituciones y personas», pero todo esto se vio interrumpido «por el asalto terrorista de HAMAS» que «puso fin a cualquier posibilidad de una resolución justa para el pueblo palestino».
El primer mito en el que se sustenta la narrativa liberal sobre Palestina es la negación del momento originario de la violencia, que no es otro que la instauración del régimen colonial sionista en 1948. Evidentemente, no se trató de un único momento aislado de violencia, sino que es un episodio que se repite de manera constante y diaria.
Sin tener en cuenta ese momento originario y su iteración diaria, es imposible comprender la violencia coyuntural palestina. El mito liberal se basa en la omisión de ese momento originario y se enfoca, como en este caso, en la operación de HAMAS, que desde esta narrativa se percibe como una «violencia gratuita y totalmente irracional». En otras palabras, una vez que se pasa por alto la violencia estructural sionista, cada acto de resistencia palestina se interpreta como el acto inicial de la violencia.
El segundo mito en el que se fundamenta la narrativa liberal es la falta de un análisis racial de la situación. Desde sus inicios, la Entidad Sionista ha establecido una división ontológica entre israelíes y palestinos, lo que se manifiesta en una separación entre ciudadanos considerados humanos y aquellos considerados no humanos. Las palabras del actual ministro de defensa sionista, Yoav Gallant, al describir a los palestinos como «animales», sirven como ejemplo de esa visión racial que da forma al proyecto colonial.
Por tanto, se puede afirmar que no es posible analizar Palestina y la respuesta de los palestinos sin considerar la estructura racial-colonial sionista.
Un tercer mito liberal es lo que se conoce como «culpabilizar a la víctima». Desde esta perspectiva, se espera que la víctima sea «perfecta» para recibir el respaldo de la opinión liberal. En el momento en que la víctima decide tomar acción y dejar de ser pasiva, surgen las críticas y condenas.
La víctima perfecta debe ser aquella que carezca de la capacidad real de ejercer agencia para alterar el status quo político y, en cualquier caso, debe ser considerada «respetable» según los estándares políticos liberales. Por lo tanto, se puede afirmar que lo que el liberalismo busca en esta «víctima perfecta» es mantener su romanticización constante dentro de una pasividad absoluta. Esta perspectiva es antipolítica, ya que niega la posibilidad de cambiar el estatus de la víctima y la confina a un perpetuo estado de opresión sin ninguna oportunidad de modificarlo.
De manera perversa, la «víctima perfecta» se transforma en «opresor» en el momento en que adquiere agencia. Como se ha visto en el caso palestino.
Esto último debe entenderse como una respuesta originada por la ansiedad blanca y su resistencia a aceptar la descentralización de Occidente y la blancura como puntos nodales discursivos universales.
En otras palabras, se puede brindar apoyo a las víctimas siempre y cuando no cuestionen los fundamentos discursivos occidentales. Sin embargo, esto no es aplicable a la situación en Palestina. En este sentido, es importante destacar que enfocarse en señalar las presuntas «imperfecciones» de las víctimas palestinas equivale a ser cómplice de la dominación colonial sionista.
El cuarto mito en el que se sustenta la narrativa liberal es el mito de la ilegitimidad de la resistencia armada frente al régimen colonial sionista.
Desde esta perspectiva, no se tiene en cuenta que Hamás fue fundado en 1987, 20 años después de la ocupación de Gaza y Cisjordania, y 40 años después de la colonización sionista de 1948. Asimismo, se omite el hecho de que la respuesta pacífica y colaboradora de la Autoridad Palestina, especialmente de su actual presidente, Mahmud Abbas, no ha logrado poner fin a la política de exclusión racial ni a la expansión ilegal sionista.
Por último, resulta interesante observar un tipo de mito que ha perdido fuerza y que, de alguna manera, también formaba parte del discurso liberal. El hecho de que Israel dependa del portaaviones más avanzado tecnológicamente de los Estados Unidos para defenderse de los ataques del llamado «Eje de Resistencia» ha erosionado cualquier vestigio de disuasión por parte del Estado sionista. El mensaje que transmite este despliegue estadounidense es que la Entidad Sionista no puede enfrentarse a Hamás y al resto de los miembros del Eje de Resistencia, en particular Hezbolá, sin la ayuda de los Estados Unidos.
Por todo lo anterior, se puede afirmar que lo acontecido en Gaza y Palestina Ocupada es, desde una perspectiva política, una revuelta anticolonial expresada en lenguaje islámico. Es precisamente por esta razón que el enfoque liberal no puede analizar la situación más allá de condenar la violencia «irracional» perpetrada por Hamás, y tampoco puede, como se ha observado, identificar las causas de larga duración que explican la respuesta de la Resistencia Palestina.
Fuente: HispanTv