Escrito por Ana Hurtado
Hemos visto recientemente al presidente cubano Miguel Díaz Canel de gira por el continente africano junto a su equipo de trabajo. Ha sido recibido como un hijo, como un hermano e incluso como un padre. No debe sorprendernos que así sea, solo basta con echar la vista atrás.
Cuando el continente africano rompió las cadenas del colonialismo, Kwane Nkrumah escribió un manifiesto: Africa must unite.
Este visionario, político y escritor de Ghana, era consciente de que los países africanos en solitario no estaban en condiciones de competir con el mundo moderno y occidentalizado. Solo una África unida podría ser fuerte y no dejarse pisar.
Sin embargo, los colonialistas blancos en muchos de los países, en palabras de Ryszard Kapuściński, fueron a ser sustituidos por una élite negra. La independencia no modificó la estructura del poder blanco. Decía el maestro polaco:
“La lucha por el poder alimentó las rivalidades entre las etnias y las diferentes tribus: la administración se transformó en un campo de batalla para repartirse la riqueza nacional y el poder político. La corrupción se fue extendiendo y los conflictos fueron inevitables”.
Sin olvidar los golpes de estado. En paz descanse Thomas Sankara. Fue una luz, una esperanza en el continente. Acabaron asesinándolo.
África ha sido olvidada por completo por los gobernantes del mundo. De hecho, tras la caída del bloque socialista, la Europa occidental decidió “privilegiar” a ciudadanos de Europa del Este no con otro cometido que el de colonizarlos culturalmente.
Pero Cuba estuvo ahí. Desde el principio. Cuba entregó conocimiento, corazones, almas y vidas por la libertad de un continente oprimido como bien había sido su pueblo décadas antes.
Por ello, ser solidarios con el pueblo de Cuba no es más que ser recíprocos con toda la solidaridad de la que Cuba es ejemplo ante el mundo.
Fidel educó a los cubanos bajo el principio de tender una mano generosa a los pueblos necesitados y ubicó la solidaridad y la integración en el centro de la política exterior del país.
Basándonos en la máxima de José Martí “Patria es humanidad”, Fidel hizo de la solidaridad internacionalista un pilar de la Revolución brindando apoyo a movimientos que luchaban contra la opresión imperial en América Latina, en África y allí donde hiciera falta.
Argelia fue la primera que se benefició de la ayuda cubana en diciembre de 1961 mientras libraba su guerra contra el colonialismo francés. Del mismo modo Cuba desempeñó un papel clave en la lucha contra el Apartheid y mandó cerca de 300.000 soldados a Angola entre 1975 y 1988 para hacer frente a la agresión del ejército supremacista de Sudáfrica.
Y sin ir más lejos, el elemento decisivo que puso fin al régimen racista apoyado por potencias occidentales (cómo no) fue la estrepitosa derrota del ejército sudafricano en Cuito Cuanavale contra las tropas cubanas en enero de 1988.
¿Qué habría sido de todas estas luchas de estos pueblos, de estas personas sin la ayuda del pueblo de Fidel?
Cuba no solo ayudó fuera sino que también acogió dentro y fue, es y será siempre el santuario de revolucionarios del mundo entero. Los cuales – y me incluyo- nos formamos, aprendemos y crecemos en la isla con sus valores y de la mano de su humanismo. Esto también es exportar solidaridad enseñando.
Los médicos cubanos son conocidos en el mundo entero. Los hemos nombrado mil veces y no nos vamos a cansar de hacerlo. Hay miles de profesionales de la salud cubanos, hombres y mujeres, trabajando en más de sesenta países del mundo.
Desde el triunfo de la Revolución, Cuba ha realizado cerca de 600.000 misiones en 158 países con todo tipo de consultas médicas como partos, operaciones quirúrgicas y vacunaciones. Como por ejemplo la “Operación Milagro” que ya es emblemática. Tras la idea de Fidel, se decide lanzar en Julio de 2004 una amplia campaña humanitaria bajo este mismo nombre con la ayuda de Venezuela que consistía en operar gratuitamente a latinoamericanos pobres que padecían de cataratas y otras enfermedades oculares sin posibilidad de financiarse intervenciones de este tipo. Esta misión humanitaria se extendió también a otras latitudes como Asia y África.
Y cerca de tres millones de personas, desde su inicio, en treinta y cinco países, han recobrado la vista. Mientras en este mismo periodo de tiempo, otros países, se han dedicado a otras cosas menos nobles por decirlo de forma “educada”.
También Cuba ha estado presente en el mundo de la educación con el programa de alfabetización “Yo sí puedo” en 2003 a propuesta del propio Fidel. Un programa con amplios resultados, aplicado a varios países de América Latina en 2008 destinado a alfabetizar a adultos iletrados. Constituyendo de este modo el primer baluarte contra la exclusión y la pobreza. Llevando a la realización la proclama de lo que también Martí llamó “La plena dignidad del hombre”.
Podría poner muchos más ejemplos pero estaría horas escribiendo.
Cuba está honorificada con su altruismo y solidaridad con los pueblos del mundo.
Y a día de hoy sigue haciéndolo. Díaz Canel representa la continuidad más pura con los pueblos del mundo. No hay vida para estar agradecidos, todos aquellos que su libertad, su educación y su salud ha dependido estrictamente de la ayuda incondicional y voluntaria de una isla bloqueada que nunca ha regalado migajas. Ha dado lo mismo que tenía para los suyos, a los demás.
Sin duda la Revolución ha despertado el sentido moral del pueblo. Ha despertado la solidaridad humana de los hombres y las mujeres de los pueblos.
La Revolución ha abolido el egoísmo y ha convertido la generosidad en la virtud principal de cada ciudadano. La Revolución ha recogido lo mejor de la nación. La Revolución ha barrido. La Revolución ha purificado. La Revolución ha adecentado. La Revolución ha dignificado. La Revolución ha redimido.
Gracias Fidel, por tu pueblo, por el mío y por los otros.
Fuente: Cubadebate