Escrito por Edwin Sánchez
I
Los soldados y oficiales que entonaron el Himno del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, cantaron y contaron la Partida de Nacimiento que certificó la Historia al “Prócer más brillante de Nicaragua”, como escribió Carlos Fonseca: Augusto César Sandino.
A la hora de despedir una actividad, y reunido todos sus hombres ante el General Sandino, relata el autor de “Maldito País”, José Román, “subió (Pedro) Cabrerita a un taburete y tocó atención con su clarín. Después habló con la bocina:
–Ahora, camaradas, antes de dispersarnos y de despedirnos, vamos a cantar el Himno de nuestro Ejército glorioso…
“Aquí están los defensores
que con plomo y no con flores,
luchamos por libertar
a nuestra Patria adorada
que traidores sin conciencia
la vendieron por un real.
(…)
“Porque ha sido tu destino
que César Augusto Sandino
nos lleve por el camino
donde vamos a triunfar”.
En el prólogo al libro de Gregorio Selser, “El pequeño ejército loco”, el Premio Nobel, Miguel Ángel Asturias, proclama:
“¡Hablad en las plazas, en las universidades, en todas partes, de ese General de América, que se llamó Augusto César Sandino! Gregorio Selser pone en vuestras manos, en esta nueva edición, ampliamente enriquecida con documentos inéditos, el pequeño guijarro que llevaba David”.
Selser al exaltar la lucha del patriota, consigna: “La raza secularmente aherrojada hablaba por la boca de sus fusiles o por la de su iluminado conductor, Augusto César Sandino”.
El entonces representante personal de Sandino para América, Froylan Turcios, en una invitación a una misa en Tegucigalpa, Honduras, el 1 de mayo de 1928, señala que será en “sufragio de las almas de los abnegados patriotas que, en el primer año de lucha, cayeron gloriosamente defendiendo la soberanía de Centroamérica bajo las banderas del héroe de la raza, general Augusto César Sandino”.
Si estos reconocimientos al nombre de Augusto César Sandino no bastaran, el mismísimo General ratifica de su puño y letra, un Convenio de cinco puntos, con otras fuerzas políticas, para formar una Junta de Gobierno que sustituiría, como corolario de la lucha, al gobierno del General Moncada.
Esta es parte de la copia que le envía a Turcios:
“Convenio celebrado por el Jefe Supremo del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, Gral. Augusto César Sandino, con los partidos Liberal Republicano, Laborista y el Grupo Solidario.
“Augusto César Sandino, Jefe Supremo del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, en uso de las facultades conferidas por el mismo ejército, y los partidos Liberal Republicano y Laborista, con el Grupo Solidario, residentes en sus sedes, en Managua la del primero y en León las de los dos últimos, convienen en lo siguiente…”.
II
Nadie menciona en Nicaragua, mucho menos en el mundo, a Félix Rubén García Sarmiento.
Las academias, los poetas, los intelectuales, las naciones, los libros, los ensayos, los monumentos, las avenidas, las plazas, las calles, los recintos universitarios…, a una sola voz nombran a Rubén Darío.
El Registro Civil de las Personas es solo eso: constancia de que alguien nació y está inscrito en el país de origen.
No es lo mismo el nombre que pusieron, o impusieron, los padres con la marca del santoral católico, que el esculpido por la vida de los hombres y mujeres que movieron la historia.
De tal forma que Lucila Godoy no es la poeta laureada Gabriela Mistral.
¿Quién conoce a Marion Robert Morrison?
Es un nombre legal, auténtico, cierto. Pero más verdadero es John Wayne.
El mundo del arte y fuera de él no identifican a Marion. El Instituto Estadounidense del Cine le otorga el escalón 13 de los mejores actores de todos los tiempos a John Wayne.
En la marquesina, en vez de Aeropuerto Internacional Marion R. Morrison, se lee: “Welcome to John Wayne Airport”.
Un extraordinario pugilista, el más grande de todos los tiempos, nació Cassius Marcellus Clay. Sin embargo, un día decidió, convertido a la fe islámica, en ser Muhammad Alí.
La crónica deportiva, los libros de récord, la revista The Ring, los árbitros en sus fallos, el Consejo Mundial de Boxeo (CMB), la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), el público, Estados Unidos y el orbe entero no lo desmintieron: era Muhammad Alí, no Cassius Clay.
¿Quién se atreverá a “reclamar” el nombre de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes, y “desaparecer”, porque no es “legítimo”, el de Pablo Neruda?
Cuando el escritor José Román introduce su libro “Maldito País”, en una de sus partes precisa:
“Trata de (la) revolución de 1926 y su consecuencia, La Guerra de Sandino, o sea los siete años de guerrilla brutal y devastadora que sostuvo el General Augusto César Sandino contra las fuerzas de la Marina Norteamericana, la cual, no importa como se mire, constituye la primera derrota militar de los Estados Unidos de América”.
En otra página, subraya:
“Solamente un soldado de la revolución tomó la bandera nacional y siguió la guerra empuñando las armas contra la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua. Ese soldado fue el General Augusto César Sandino”.
El escritor conoció a fondo al Héroe, platicó con él, estuvo en su campamento y en otros sitios de la guerrilla, al punto que se ganó su confianza con el cercanísimo Hermano Román.
Hasta él llegó con el nombre que la humanidad le admiró: General Augusto César Sandino.
Después de César, ningún otro más que Sandino.
En el volumen no hay ninguna duda, cuestionamiento, señalamiento o que diera un mentís sobre la gracia del Guerrillero de Las Segovias.
Estaba aceptado por todo el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, por la esposa y secretaria, Blanca Aráuz, por el presidente Sacasa, por Sofonías Salvatierra, por el padre del General, don Gregorio Sandino, por don Salvador Calderón Ramírez, por Nicaragua y por la misma rúbrica del enorme patriota, que indistintamente firmaba AC Sandino, César Augusto Sandino o Augusto César Sandino, como se comprueba en las fotostáticas de sus epístolas.
Calderón Ramírez en su libro “Últimos días de Sandino”, afirma:
La carta única que le dirigí al General Sandino y que he conservado inédita, la publico hoy. Dice así:
“San Salvador, septiembre 25 de 1932
Señor General Augusto César Sandino
Segovia, Nicaragua”.
¿Por qué entonces, quitarle a Augusto César su nombre de bautismo en la montaña? Ya se lo había ganado desde el 4 de mayo de 1927.
¿Hemos aprendido a darle el honor merecido al Prócer?
Es el primer General que derrotó a la mayor potencia militar, económica y política que alguna vez haya existido sobre la faz de la Tierra: EE.UU.
III
Pero, ¿quién comenzó con esto de “Augusto Nicolás Calderón Sandino”?
¿Por qué nunca se armó la alharaca, se elevó a “problema” y se “resolvió”, finalmente, llamar al liróforo Félix Rubén García Sarmiento, en vez de Rubén Darío?
¿Cómo es que el nombre de Rubén Darío lo damos por un hecho, y nadie sale “descubriendo” que es Félix, que no es Darío, sino García?
¿Quién intentó demostrar la “falsedad de Sandino”, comenzando por decir que el niquinohomeño era un “engañador”, al utilizar el César?
Quién más podía ser, sino Anastasio Somoza García.
No solo se contentó con matarlo.
También se empeñó en asesinar su reputación, que ese fue el leitmotiv del libro que le hicieron, El Verdadero Sandino o…:
“Más tarde, durante las actividades armadas (…), para darle más sonoridad a su nombre, aprovechó la “C” de su apellido materno, y la transformó en el nombre de un gran personaje histórico de Roma: así fue cómo durante su campaña de autobombo y farsa voló por todas partes el nombre convencional y sonoro de Augusto César Sandino. Todo lo hacía de una manera bien calculada, sin que le importara poco ni mucho el prescindir del apellido de la mujer que lo había llevado en sus entrañas” (…El calvario de las Segovias, p.8, 1976).
La autoridad revolucionaria más importante en la lucha contra la Dinastía de los Somoza, el hombre que rescató la gesta del General Sandino, Carlos Fonseca, es el mismo que limpió su bandera Roja y Negra de toda la inmundicia arrojada por el somocismo.
Y la izó de nuevo en los fusiles del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
El matagalpino que fundó y definió la ruta del FSLN, también confirmó en todos sus escritos el AUTÉNTICO NOMBRE HISTÓRICO del General de Hombres y Mujeres Libres, desde sus iniciales investigaciones y estudios, 1958, hasta sus últimas notas y horas antes de caer en Zinica, 1976.
Y si Carlos Fonseca lo reconoce CON TODAS LAS LETRAS, ¿quiénes somos para llamar Nicolás al héroe que nunca lo usó en su abundante escritura, y anular con la C., la vigencia intemporal de César, que es parte consustancial de la Historia de Nicaragua?
El Comandante Carlos en sus copiosas referencias, proclamas, entrevistas de prensa y comunicados en su calidad de Jefe, Dirección Nacional o Secretario General del FSLN, nunca usó la C.
En el contundente golpe que constituyó el Asalto a la Casa de Chema Castillo el 27 de diciembre de 1974, en el Mensaje Número 2, de la Unidad de Combate Juan José Quezada, el FSLN distingue: “la heroica rebeldía del General de Hombres Libres, Augusto César Sandino…”.
No escribió Nicolás ni Calderón. Y ni siquiera la C.
Él citó el apelativo completo, y sabía muy bien cómo fue asentado en el Registro Civil de Niquinohomo.
El libro atribuido a Somoza, publicado para mancillar la memoria de Sandino, fue todo lo contrario en sus efectos, al ser una compilación documentada del patriota y su gesta, para conocerla a profundidad.
“Augusto César Sandino es el héroe nicaragüense cuya imagen representó la rebeldía patriótica de los pueblos de América Latina en el estrado de la histórica Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina, convocada en La Habana en enero de 1966” (CF, Obra Fundamental, p.13).
Cuando la tropa y Cabrerita entonaban el Himno del EDSNN, el General no los interrumpió para “corregir” la letra, y aclarar” que así se “debía” cantar:
“Porque ha sido tu destino
que Augusto Nicolás Calderón
nos lleve por el camino
donde vamos a triunfar”.
Eso nunca pasó.
Porque la Historia de Nicaragua, General, está en tu Nombre: Augusto César Sandino.
(*) El autor es escritor.