Escrito por Fabrizio Casari
Las visitas a Managua del Ministro de Asuntos Exteriores ruso y del Presidente de la Agencia China de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Luo Zhaohuii, han vuelto a situar con fuerza a Nicaragua en el centro del tablero político y estratégico de la región centroamericana y han proyectado su papel político al escenario internacional más amplio.
Existen la esfera económico-comercial y la esfera política. Analizando la primera, observamos cómo ambos países han acordado nuevos e importantes acuerdos comerciales con Managua. La próxima trayectoria del gobierno nicaragüense refuerza las perspectivas de desarrollo económico nacional a corto y medio plazo. De hecho, las reverberaciones de estos acuerdos se evidenciarán en una mayor productividad, más empleos y una mayor participación del capital extranjero inyectado en la economía del país donde se destaca la entrada cada vez más importante de China en la economía nicaragüense.
Los acuerdos comerciales con Rusia y China muestran el dinamismo de la economía nicaragüense: construcción, energía, exportaciones e importaciones de trigo, unidades de transporte, fertilizantes, pesca, productos farmacéuticos, energía atómica con fines pacíficos, defensa y turismo, subrayan el fortalecimiento de la ya histórica cooperación con Moscú, que desde los años 80 considera a Nicaragua merecedora de apoyo político, económico y militar.
En la segunda esfera, los acuerdos indican que Nicaragua comparte políticamente la idea de cooperación, de asistencia y importación/exportación de los dos gigantes euroasiáticos. La idea general que anima la relación es que no existen límites a las relaciones comerciales entre países que basan su actuación en el principio del respeto mutuo y el reconocimiento del valor; que la base fundamental de la relación debe ser responder a necesidades recíprocas; que las modalidades sobre las que actúa la cooperación – incluso cuando brinda líneas de crédito – no contemplan en ningún caso la injerencia en la conducción de las políticas económicas de nadie hacia nadie.
La relación comercial entre Managua y Pekín se sistematizará próximamente en el acuerdo TCL, ahora a punto de gestarse. El acuerdo coronaría la entrada por la puerta principal de Nicaragua en la iniciativa global Belt and Road, considerada el mayor proyecto internacional de infraestructuras jamás concebido.
Desde el punto de vista estratégico, la entrada de Nicaragua en el grupo BRICS+ sería un logro extraordinario. Nacida en 2009 con la asociación entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, la organización original de los BRICS, aunque muy importante, es ahora insuficiente para las solicitudes de adhesión de otros países. Argentina, Irán y Argelia han formalizado sus solicitudes de adhesión y se da por hecho que Arabia Saudí, Egipto, Senegal, Nigeria, Turquía, Indonesia y otros también podrían sumarse. La necesidad que sienten varios gobiernos de escapar a la dictadura del dólar y a las injerencias, amenazas y sanciones de Estados Unidos, que aplastan todo crecimiento nacional y regional como condición previa para mantener su dominio, ha empujado de hecho a muchos gobiernos a buscar formas alternativas de relaciones económicas y políticas monetarias desvinculadas de Estados Unidos y a menudo incluso en abierto conflicto con los intereses de Washington.
En este sentido, la decisión de unirse sitúa a Nicaragua en un contexto internacional de grandes perspectivas, tanto económicas como políticas. Los BRICS son hoy la afirmación del nuevo mundo desbancando al viejo, de un movimiento que considera el desarrollo económico el único antídoto contra la exclusión de zonas enteras del planeta de la economía global. Esto desencadena el choque con Estados Unidos y la Unión Europea, que consideran el planeta su colonia ampliada. La feroz hipoteca sobre el libre crecimiento económico de cada país, saboteada con sanciones y embargos unilaterales e ilegítimos por Estados Unidos y la UE, afecta ya a 35 países y al 72% de la población mundial: una situación ya insostenible, el mundo no puede ahogar su economía para salvaguardar el agónico modelo depredador estadounidense y su dominación unipolar.
Incluso los depósitos en dólares de las reservas estratégicas de muchos países podrían modificarse progresivamente, dada la facilidad con que las decisiones políticas de Washington permiten el robo de los fondos estatales de los países con los que EEUU y la UE entran en conflicto. Para los BRICS, la dictadura del dólar y su utilización como garrote contra los países que no se pliegan a los deseos de EE.UU. debe contrarrestarse reduciendo la incidencia de la divisa estadounidense en el mercado comercial y que los mismos parámetros establecidos en Bretton Woods, así como los índices sobre los que se concibió el Brent, son anacrónicos y tienen una función negativa para el crecimiento económico mundial.
De ahí que tanto el comercio como el crédito se conciban mediante el pago en las respectivas monedas y que su Banco de Desarrollo, operativo a partir de 2021, pueda ir sustituyendo al BM y al FMI en la gestión del crédito internacional, al igual que el código Swift puede ir desapareciendo en favor de otros instrumentos similares pero indiferentes a la gestión política de Washington y sus regalías. El impacto sobre la economía estadounidense de todos estos cambios será devastador y certificará el fin del liderazgo mundial de Washington.
La Nicaragua que viene
Al unirse a los BRICS+ Managua entrelaza crecimiento económico e independencia estratégica: la consolidación de acuerdos comerciales, además de tener el mérito de diferenciar la cartera de clientes de exportación de Nicaragua, permitiéndole así hacer frente a las siempre posibles fluctuaciones de la demanda, coloca en una posición de escasa relevancia las restricciones comerciales y las nuevas sanciones impuestas por Estados Unidos y su ventrílocuo colonial, la Unión Europea.
La adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta y a la organización BRICS abre un capítulo decididamente nuevo para el país. Nicaragua, fortalecida por su pertenencia a consorcios de importancia planetaria, adquiere una proyección completamente distinta a la que tuvo hasta 2006. Al tiempo que mantiene y refuerza su modelo productivo basado en las Pymes y la economía familiar, que garantizan la horizontalidad del crecimiento económico, asiste a un cambio sustancial en su dimensión política y financiera que se refleja tanto en el ámbito regional como en el internacional. Es candidato a ocupar un lugar destacado en el equilibrio regional y un papel principal en el conjunto continental.
Pero el aspecto político que cubre y a su vez fundamenta la firma de los acuerdos es que Nicaragua se inscribe en un contexto internacional que asiste a un proceso de reorganización del nuevo orden mundial basado en el multilateralismo y que pone fin a la era de la unipolaridad estadounidense iniciada en 1989. El nuevo marco permite a Managua una relación diferente con sus vecinos, con el Cono Sur y con los propios Estados Unidos. El proceso de reequilibrio internacional está en marcha y Nicaragua participa en él con todos los instrumentos a su alcance y con la fuerza de una credibilidad política adquirida en los últimos 16 años.
De hecho, si los dos gigantes firman acuerdos de asociación política y económica, científica y de cooperación, es porque Nicaragua ha demostrado que ha alcanzado grados de eficiencia económica y social desconocidos en el continente, y porque su perfil político se ha consolidado por su contundente respuesta a los intentos de desestabilización desde fuera y dentro del país, reafirmando la soberanía de su sistema político e institucional por consenso y fuerza.
Las políticas económico-sociales y la dimensión institucional han sido el eje del respeto al dictado constitucional, que enfatiza la independencia y soberanía nacional de Nicaragua y su impermeabilidad a vías de anexionismo al gigante del Norte como desean el latifundio nacional y las jerarquías eclesiásticas.
La propia política exterior de Managua es apreciada en países donde no manda Estados Unidos, y sus relaciones internacionales con países opuestos a Washington han sido un ejemplo para que otros países rompan el equilibrio anterior en el que América Latina actuaba según el Consenso de Washington. No en vano, debido a esta dimensión política que trasciende sus fronteras, Nicaragua es objeto de las ambiciones de EEUU por adueñarse de su territorio y acabar con su peso político.
Sin miedo ni vacilaciones, Managua, que también reconoce el papel de Estados Unidos en el continente, cree que debe construir sus relaciones internacionales con cualquiera que esté interesado en un diálogo de paz y cooperación. Ningún veto, ningún bloqueo estadounidense a la presencia de terceros países en el continente es aceptado por Managua, que basa sus opciones en los intereses estratégicos de Nicaragua y no en los de Estados Unidos.
Esta posición, herencia histórica del sandinismo, es combatida por los enemigos y apreciada internacionalmente por los amigos. No en vano, Lavrov explicó cómo Moscú «aprecia enormemente el apoyo de Managua en la promoción de las relaciones con las organizaciones de integración latinoamericanas, en particular la CELAC y el SICA. Todo ello contribuye merecidamente a que América Latina se convierta en un centro eficaz e influyente del emergente orden mundial multipolar», dijo el ministro ruso de Asuntos Exteriores. Se suma el apoyo político de Pekín, que no dejó de exponer, al afirmar que «China apoya firmemente cualquier esfuerzo emprendido por el gobierno nicaragüense para salvaguardar la integridad territorial y la soberanía».
Las palabras de Lavrov y Zhaohuii encierran entre líneas una investidura, que atestigua cómo estos 16 años de gobierno bajo el liderazgo del Comandante Daniel Ortega y la Vicepresidenta Rosario Murillo, proporcionan internacionalmente una idea de Nicaragua como país fiable y la relación con Managua bien puede calificarse de sostenible. Sin este reconocimiento de valor, no habría esfuerzo y voluntad por parte de los países que no dudan en dar la cara por Managua en todos los foros.
Nicaragua demuestra ser un país pequeño geográficamente pero grande políticamente. No se desvía en cada giro de la confrontación política, no cede a las presiones, no persigue favores, no se arrodilla ante nadie. Se llama sandinismo, ni más ni menos.
Fuente: 19 Digital