La violencia desatada en estos primeros meses del 2023 coincide con el primer cuatrimestre de la sexta administración de gobierno del primer ministro sionista Benjamín Netanyahu, y significa el asesinato de un centenar de palestinos, ataques contra la Franja de Gaza, incremento de la violencia de los colonos en Cisjordania y declaraciones belicistas de los sectores más racistas, extremistas y criminales del gabinete de Netanyahu.
Es así que en las semanas que lleva el mes sagrado del ramadán, el incremento de la violencia no ha detenido su caudal de crímenes, golpes y violación de los recintos sagrados de la población palestina y con ello de 1.600 millones de creyentes musulmanes en el mundo. El desprecio por el islam y la violación de la mezquita Al Aqsa, donde las tropas SS –soldados sionistas – se expresó en una conducta criminal donde se golpeó bestialmente a hombres, mujeres y a todo aquel que se encontraba al interior del recinto realizando sus plegarias. 400 detenidos y el incremento de las tensiones y ataques contra El Líbano y la Franja de Gaza. Esto, en una política reiterada y delictiva de un régimen, que debe pagar todos y cada uno de sus violaciones a los derechos humanos del pueblo palestino.
Al preguntarse por qué eliminar al sionismo, las imágenes que hemos visto de la soldadesca, las tropas SS de ocupación usando las culatas de sus fusiles, palos, patadas contra personas desarmadas conmueve e indigna. Las imágenes de estos perros de la guerra –como lo denominaba el fallecido periodista israelí Uri Avnery sobre las tropas a las cuales perteneció una vez– no sólo activa aún más nuestra solidaridad y compromiso con el pueblo palestino, sino que nos hace odiar profundamente a estos animales nacionalsionistas, victimizados históricamente y hoy perversos victimarios. La resistencia palestina ha dado respuesta de acuerdo a sus capacidades, atacando posiciones sionistas en la Palestina histórica ocupada.
La ocupación vivida por el pueblo palestino desde el año 1948 hasta la fecha, representa no sólo sufrimiento para la sociedad palestina, sino también una espina clavada en la conciencia de los pueblos del mundo, la constatación de la hipocresía y la doble moral de instituciones como la Organización de las Naciones Unidas –ONU- y el desprecio al derecho internacional por parte de la entidad sionista. No existe sanción alguna, no existe aplicación de la Carta de las Naciones Unidas en su Capítulo VII. Los organismos internacionales son rehenes de Washington y sus socios incondicionales. Son meros instrumentos, títeres de ese poder en decadencia pero aún peligroso, que es cómplice de este régimen nacionalsionista, que ocupa y coloniza Palestina desde el año 1948.
Una ocupación, que no se circunscribe sólo a los territorios de la Ribera Occidental, Al Quds y el bloqueo permanente a la Franja de Gaza, sino que también refiere a la Palestina Histórica. A aquel territorio cuya partición fue recomendada en una división tan ilógica como explicable, en función de una crisis de conciencia de las potencias occidentales, que comienza a ser chantajeada teniendo como base los crímenes cometidos por el nacionalsocialismo contra europeos de creencia judía y el incremento de una narrativa victimista pero cuyos costos los ha tenido que pagar el pueblo palestino. La partición de un territorio que llevaba el nombre Palestina, tal como lo indicaba el propio plan propuesto por la ONU el 29 de noviembre del año 1947 mediante la Resolución N° 181 “Plan de las Naciones Unidas Para la Partición de Palestina” signando con ello la equivalencia territorial de una región con los hombres y mujeres falastin que allí habitan. Esto a pesar de toda la maraña argumentativa del sionismo, ocultando la justeza de las demandas y la propia identidad del pueblo palestino, que requiere nuestro trabajo de impedir su invisibilización.
Una Palestina, que a pesar de la tergiversación histórica que el sionismo pretende imponer, no era una tierra vacía o sin pueblo, ni era un desierto donde nada productivo se realizaba y menos aún un territorio de fanáticos religiosos, hostiles, que se negaran a la presencia de las comunidades judías no sionistas que habitaban esa región y que representaban a fines del siglo XIX menos del 5% del total de la población. Una tierra que comienza a tensionarse, precisamente por la llegada de los primeros colonos del movimiento sionista, que desembarcan en tierras palestinas a fines del siglo XIX y que termina de ser desmembrada bajo el apoyo de una Resolución injusta e inmoral, que tendría su corolario sangriento con la proclamación y nacimiento de la entidad sionista el 14 de mayo del año 1948. Dando inicio así a Al Nakba y con ello el punto de partida de una pesadilla, que para el pueblo palestino tiene un doble significado: Cientos de pueblos y aldeas palestinas arrasadas y cientos de miles de refugiados violentamente expulsados de sus hogares por las fuerzas sionistas.
Destrucción y expulsión según señalaba el Comité Democrático Palestino en una conmemoración de Al Nakba “que no es consecuencia desafortunada de la guerra. Como tampoco las matanzas contra la población palestina fueron resultado de actos de grupos extremistas incontrolados. Al contrario, corresponde a una estrategia planificada, dentro del marco de la política sionista trazada desde principios del siglo pasado. La expulsión del 78% de la población de Palestina que quedó bajo el dominio de Israel el año 1948, no podía ser posible sin la existencia de un plan político militar basado en matanzas y destrucción masiva de los pueblos, aldea y barrios palestinos, este plan, llamado por los propios israelíes Plan Dalet, formaba parte del deseo y la estrategia sionista de un objetivo mayor: la transferencia masiva o traslado de la población palestina, es decir, la expulsión a gran escala”. (1)
Palestina, a pesar de las ideas y prácticas de la entidad sionista, no es una abstracción, es una sociedad, un pueblo, una cultura y un territorio que ha sido despojado, ocupado y violentado por el sionismo, que es una realidad racista, colonialista y criminal. Una Palestina ocupada por colonos impregnados de una ideología eminentemente europea, que comenzó, a fines del siglo XIX a desarrollar un proyecto de conquista con el objetivo de colonizar Palestina y convertirla en un Estado-Nación, donde el judaísmo ha sido simplemente una tapadera. Y para cumplir ese objetivo, el negar la existencia del pueblo palestino se ha convertido en la premisa fundamental del sionismo y sus entidades de propaganda, dedicadas, no sólo a ocultar esa Palestina histórica, sino trabajar para que el recuerdo sea invisibilizado, que no quede rastro de la presencia palestina, que las nuevas generaciones de israelies no tengan posibilidad alguna de preguntarse qué había allí donde hoy están instalados, usurpando un territorio que no les pertenece.
Israel ha demostrado que es una entidad perversa, una sociedad dotada de una ideología maldita, según definición de israelíes como el periodista Gideon Levy o el historiador Ilan Pappé –judíos que se odian a sí mismos dirán los recalcitrantes sionistas– Israel es una entidad cruel, asesina, criminal, racista y colonialista, que desprecia y odia la vida de todo aquel que ose juzgar su creación en Asia Occidental. Gideon Levy, analista del diario israelí Haaretz, sostiene en un artículo titulado “Deja de vivir en negación, Israel es un estado malvado” que “…después de hablar de nacionalismo y racismo, el odio y el desprecio por la vida de los árabes, el culto a la seguridad y la adicción a la ocupación, la victimización y el mesianismo, todavía hay que agregar otro elemento, sin el cual no se puede explicar el comportamiento del régimen de ocupación israelí: la maldad pura. La maldad sádica. El mal por el mal mismo. A veces, es la única explicación posible”. (2)
La maldad israelí no es la de personas particulares, un soldado de gatillo fácil que asesinó a un niño o a un joven que no obedeció un alto. No es simplemente el colono extremista que grita “muerte a los palestinos” O una mujer que no paró el vehículo que conducía y fue masacrada. No es la maldad individual de un colono venido de Argentina, Chile, Rusia o Francia, que asesina a un palestino por el solo hecho de ser palestino. No es la actuación de Ayelet Shaked, exdiputada y ministra de Justicia israelí que ha llamado al genocidio, al asesinato de las madres palestinas y a sus hijos que llevan en el vientre porque son “pequeñas serpientes”. (3)
La maldad a la que me refiero es aquella aludida respecto al comportamiento de un sistema en su conjunto, es la maldad de un régimen de ocupación, la que se ejerce contra todo un pueblo y que en esto días se ha expresado en el odio profundo a la religiosidad, a la creencia de un pueblo que no dejará de creer y resistir. Es nuestro deber como individuos, como sociedades, como pueblos y sus instituciones políticas nacionales e internacionales, castigar los crímenes cometidos por la entidad sionista, hacerle pagar todos y cada uno de sus crímenes. Forzar un cambio, combatir al sionismo en todos los frentes. Esto es un imperativo moral y ello significará que el nacionalsionismo deberá pagar cada uno de sus crímenes.
Referencias:
1. https://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=45167
2. https://www.haaretz.com/opinion/2016-07-31/ty-article/.premium/stop-living-in-denial-israel-is-an-evil-state/0000017f-ebf9-d3be-ad7f-fbfbf4e10000
3. https://www.huffingtonpost.es/2015/05/09/ministra-israeli-madres-palestinas_n_7248828.html
Fuente: TeleSur