El canto tierno y sublime, la voz esplendorosa de Pablo Milanés, seguirán moviendo las almas hacia el mejoramiento humano. Uno de los mejores cantautores de todos los tiempos, que cantó a la vez, y a veces en las mismas canciones, al amor y la Revolución, a los valores que inspiran nuestra lucha. Creador de uno de los legados artísticos que más han influido durante más de medio siglo en la formación espiritual de quienes tuvimos la dicha de conocer la obra de su vida desde nuestra militancia y nuestra existencia cotidiana, que para nosotros es lo mismo.
La nobleza es propia de los revolucionarios. La mezquindad, la ingratitud, la desconsideración con que algunos (por suerte sólo unos pocos, muy pocos) se expresan en los momentos más inapropiados posibles, es una actitud tan incompatible con los valores y las ideas que creen defender, como lo es el lamentable camino errático que tomó Pablo en el ocaso de su vida, opuesto ciertamente a la obra que lo inmortaliza, o sea a su propia esencia humana y creadora, que sin embargo superó con creces los deslices de sus últimos años. El cariño, respeto y devoción que han expresado los revolucionarios cubanos y las autoridades políticas en Cuba con motivo de su fallecimiento es el mejor testimonio de esa nobleza a la que me refiero y que siempre debe caracterizar a los que luchamos por un mundo mejor.
Pienso que Pablo nunca fue un traidor, no llegó a tanto, aunque es innegable que se fue de nuestras filas (que no siempre es igual) varios años antes de irse de este mundo. De donde no se fue, es de nuestros corazones. Es muy triste su ausencia y es inmortal su legado, que lo hará estar siempre presente entre los seres humanos que luchamos por un mundo en el que prevalezcan los valores que su obra nos inculcó.
Escrito por: Carlos Fonseca Terán