Julio César Martínez Aguirre, en compañía de los compañeros ya fallecidos Rodolfo Amador Gallegos “Hugo” y de José Santos Sobalvarro “El Chele Adrián”, fueron quienes realizaron las labores de exhumación de los restos del Comandante Carlos Fonseca Amador, hecho histórico que conmovió a Nicaragua entera.
Los restos del Padre de la Revolución Popular Sandinista estaban enterrados en la comunidad de Dipina desde 1976. Posteriormente, en una ceremonia multitudianira, fueron sepultados en el mausoleo construido especialmente, ubicado en el Parque Central de Managua.
Martínez asegura que hablar de la exhumación de los restos del Comandante Carlos Fonseca es vivir y sentir este hecho en que fui uno de los dirigentes de la operación, como si fuera hoy a pesar que han transcurridos más de 40 años.
Julio César Martínez
I.- Introducción
Encontrar y exhumar la osamenta del Comandante Carlos Fonseca, era como encontrar la tumba de Sandino.
Espero que este testimonio sea un elemento motivador de conciencias: que llegue claro a las nuevas generaciones, los jóvenes, nuestros relevos; que siembre inquietudes para estudiar y entender bien la historia; que contribuya para que los estudiantes sepan identificar lo verdadero de lo falso, a fin de que no les engañen ni les manipulen; para que todos podamos recordar o entender las luchas pasadas en el campo y la ciudad de las generaciones anteriores.
Igualmente, que sepan comprender la invaluable contribución que brindaron los colaboradores de la guerrilla y los colaboradores urbanos; para no olvidar la represión, las torturas y las muertes de miles de campesinos en las montañas y de miles de obreros y estudiantes en las ciudades, de los mártires cristianos y sindicales asesinados.
Todo esto servirá para que dimensionemos el significado de la paz, de la dignidad, de la soberanía, y el costo humano de la lucha que pagaron Héroes y Mártires para lograr la liberación de Nicaragua y para defender nuestra revolución de cualquier agresión contemporánea.
La misión en Waslala
En 1979, inmediatamente después de la toma de Waslala, le planteé al comandante Lumberto Campbell, Jefe Militar del comando de Waslala, la búsqueda del lugar donde estaba la osamenta del comandante Carlos Fonseca, la cual realizaría conjuntamente con Rodolfo Amador Gallegos y José Santos Sobalvarro. El comandante me autorizó bajo la condición de no descuidar los trabajos políticos y organizativos que teníamos en Waslala y sus comunidades, pues yo ostentaba en ese entonces la dirección política del comando de Waslala.
Asumimos el reto y en agosto de 1979 ya teníamos localizado el sitio donde estaba localizada en la comunidad de Dipina la osamenta del Comandante y Padre de la Revolución Sandinista Carlos Fonseca
Por instrucciones del comandante Campbell, le informamos al comandante de la Revolución Bayardo Arce, quien me indicó que el compañero Roberto Sánchez, responsable de Relaciones Públicas del Ejército Popular Sandinista (EPS), sería el contacto único directo y permanente con mi persona para realizar el traslado a Managua, lo cual se mantuvo hasta la exhumación de los restos del Comandante.
Con el compañero Roberto Sánchez se programó el envío de un helicóptero pequeño para viajar a Dipina; suministró además urna especial (metálica) donde se depositaría la osamenta. Roberto informó que el helicóptero pequeño era el medio indicado para viajar a esa comunidad, y que solo podrían viajar con el piloto dos compañeros. Por lo tanto, considere que los más indicados éramos el compañero Rodolfo Amador Gallegos “Hugo” y el suscrito, quienes realizamos con mucho cariño esta especial y extraordinaria misión.
Personalmente, ambos introdujimos en la urna toda la osamenta del comandante y de otro compañero que cayó con él. Llevamos los restos a la plaza del poblado porque ahí se habían concentrado más de 200 personas, entre ellos muchos colaboradores de la guerrilla que querían despedirse de “Agatón”.
Después salimos a Waslala, en donde introdujimos la urna pequeña en un ataúd grande y como Ejército Popular le hicimos dos homenajes de despedida de la montaña: uno el 7, cuando quedó en el comando, y otro el propio 8 de noviembre de 1979.
El 8 de noviembre se hizo entrega de la urna al comandante David Blanco y otros compañeros quienes en un helicóptero grande partieron para Matagalpa y luego a Managua, a depositar dignamente la osamenta del padre, maestro y guía en el mausoleo donde hoy descansan.
Hablar de la exhumación del Comandante Carlos Fonseca es revivir y sentir este hecho del que fui uno de los dirigentes de la operación, para mí es como si fuera hoy, a pesar de haber trascurrido más de 42 años.
Más de 150,000 valiosos hermanos dieron su sangre quienes, al igual que Carlos y Sandino, no querían siquiera un puño de tierra para su sepultura y no tuvieron un camposanto o cementerio para descansar y recordarlos. Hay familias que no tienen dónde llevar flores el 2 de noviembre ni dónde visitar a sus mártires; hay compañeros que se conforman con el recuerdo de los días de lucha porque no saben dónde está su tumba y su osamenta.
La mayoría de ustedes entienden el gozo que sentimos aquel 19 de julio de 1979, cuando, de alguna manera, éramos parte de esa revolución triunfante que como soñaba Carlos Fonseca había derrotado a una cruel dictadura y al intervencionismo norteamericano que la patrocinaba. Entienden también el interés, la importancia y la emoción que sentíamos un grupo de jóvenes en las montañas Waslala en 1979 por haber encontrado la “tumba del guerrillero”.
Y que para nosotros encontrar y exhumar la osamenta del Comandante Carlos Fonseca, era como encontrar la tumba de Sandino.
Con profundo respeto y con la mayor responsabilidad he realizado estos escritos. Lo hago con mucha emoción y orgullo de ser testigo de estos hechos históricos. Los he anotado ajustados a la verdad y los expongo con mucha pasión en varias oportunidades. Considero que representan una excepcional y quizá la más importante misión en la que he participado en mis 55 años de andar por caminos de lucha revolucionaria y/o en mis 21 años de labor profesional en diversos proyectos de la Revolución Sandinista en nuestras montañas.
Es una historia fidedigna, narrada por alguien que vivió los hechos, y la alimento con datos de hermanos sobrevivientes como Serafín García, Alvenis Miranda, Orlando Talavera, Lino Centeno y otros compañeros. He tratado de escribir y presentarlo con todo el soporte posible y la mayor claridad de hechos, con aportes y sugerencias de compañeros, con contenidos y elementos de la zona. También su marco histórico, con antecedentes de la época, detallados poco a poco y luego la autorización, planificación, coordinaciones y acciones necesarias para cumplir esta sagrada misión, y el rol de los que dirigimos y sus participantes.
II. Concepción de un Ejército Revolucionario en Waslala
Con el jefe militar de Waslala, Lumberto Campbell, concebimos una estructura que propiciaba la organización y desarrollo de lo que considerábamos el nuevo concepto revolucionario de un ejército que se proyectara en Waslala, atendiendo el establecimiento de un comando militar y los problemas prioritarios que ese entonces encontramos en la población. Asimismo buscando soluciones de manera conjunta a la población civil mediante un trabajo organizado y disciplinado.
Cada acción, cada paso, cada plan era revisado y autorizado por el comandante Campbell. Como jefatura, a diario realizábamos asambleas con la tropa para evaluar el trabajo.
Considerábamos que atender los aspectos políticos era principalmente dar respuesta a los aspectos de salud, educación, atención de la recreación de niños y jóvenes y no perder de vista lo productivo, el abastecimiento, el comercio, en fin, todo lo económico y social que pudiera incidir a lo interno del Comando y en la población civil. Pero todo esto no estaba circunscrito a Waslala, porque nuestras estructuras organizativas y acciones las reproducíamos o multiplicábamos con la población civil en todas las comunidades.
Conformamos el Comando de Waslala fusionando a un grupo “Chapiollo” bajo mi dirección (que éramos los más numerosos, pero con poco experiencia militar) con los compañeros de la “Pablo Úbeda”, que era un grupo selecto de guerrilleros que llega a Waslala bajo la Dirección del Comandante “Fanor” (Lumberto Campbell). Estaban entre ellos Serafín García, Irvin Dávila, Francisco Díaz (“Paquito”), José Santos Sobalvarro (“Chele Adrián”), Jairo Palacios (Lucio Bore), Mario Noguera, Julio y Manuel Aguilar, Francisco (“Chico Plomo”), etc. Después se integró Reynaldo Arauz, un compañero de la Columna “Pablo Úbeda” que se había perdido en “Rosa Grande” en el último combate. Seidy Rivas guerrillera de Matagalpa se integró también al Comando.
Además Llegaron a conformar el Ministerio del Interior Rodolfo Amador Gallegos, “Hugo”, guerrillero matagalpino que fuera liberado con la toma del Palacio, integrándose también a esta estructura los compañeros Orlando Talavera, Omar Halum, Kamil Rosales y otros colaboradores.
Así se atendía Waslala: organizado desde un inicio Equipos de educación, de Salud, de producción: de atención de mujeres y niños y estos los reproducíamos de manera similar en las comunidades, las visitas propiciaban el desarrollo y crecimiento, con ejecuciones claras y dejando por escrito todo lo que hacíamos.
Así logramos llevar y mantener un funcionamiento normal de la población. Se engendraron proyecciones visionarias como el hospital, escuelas, Proyectos productivos de granos básicos, hortalizas, producción de cacao, etc., caminos, talleres de Costura, tiendas populares en Waslala, Bocaycito y Rancho Grande, acciones para saborear realidades, ej. “el iniciar” a pulso “la construcción del “Hospital Fidel Ventura” (guerrillero caído de la columna “Pablo Úbeda”).
III.- El trabajo político organizativo en las comunidades
Desde el triunfo de la revolución salíamos de Waslala en misiones de organización y apoyo a comunidades, recorriendo a pie esas montañas (no existían los caminos actuales). Dormíamos en cualquier sitio donde nos agarrara la noche y todos nos turnábamos para garantizar la vigilancia nocturna. Al mes de agosto de 1979 teníamos 10 comunidades organizadas.
La inicial base organizativa formada hacia julio de 1979 definía un marco de referencia del campo de acción, y establecía claramente la visión y misión de organización comunitaria en todo Waslala. Las misiones a comunidades eran militares, de seguridad, organizativas, productivas y de búsqueda de caídos.
Cuando no existían o no se habían creado otras estructuras de organismos de masas (que se dieron después), los militares atendíamos todo desde las instalaciones del cuartel, proyectándonos con acciones concretas en el pueblo.
En Waslala esto significaba que hacíamos de todo. Como responsable político del comando de Waslala, además de la estructura del comando, creamos una estructura para atender la población de Waslala y sus comunidades, así se atendía los aspectos que considerábamos necesario desarrollar a lo interno de nuestras tropas, e incidíamos desarrollando todo lo que era necesario en el pueblo y sus comunidades, como la salud, la educación, la producción, el abastecimiento, los niños, las mujeres y los jóvenes.
Para la atención de la población, seleccionamos inicialmente unos 10 compañeros de los que podían tener más nivel de preparación. Entre ellos estaban Enrique Ferrufino, estudiante de Medicina, los aspectos de salud; Alvenis Miranda, “Carlos”, (asuntos de educación y productivos), Felipe Luna (tiendas populares), Socorro Torres Luna (mujeres y niños). Además estaban los hermanos Paula “Katia”, Argentina “Kenia” y Cesar González, hijos de don Tomás Zeledón, asesinado por la Guardia; los compañeros Reyna Raite, Eduardo Aguirre y Porfirio Soza, que apoyaban diferentes labores y otros integrantes.
Este esfuerzo inicial, nacido del EPS, quedó plasmado para la posteridad en el “Proyecto de Desarrollo Integral de Waslala, Carlos Fonseca” y que apoyó la Comunidad Económica Europea. Este organismo correspondió su formulación con el envío de asesores y yo fui su primer director.
Al Proyecto se integraron Linnet Sequeira “Waslalita” (q.e.p.d.), Beatriz Blandino “Zinica”; Inés Rodríguez “Dipina”, René Martínez, Roberto Martínez, José Hernández “Chepe”, (qepd), Ernesto Miranda y otros compañeros.
IV.- Localización de la tumba de los guerrilleros
Llegamos a la parte de la historia con mayor responsabilidad y esto era buscar las comunidades que conocieron a los guerrilleros caídos, los colaboradores que apoyaron la lucha y los detalles de momentos vividos con ellos en esas comunidades y expresados con la verdad histórica, sin que existieran dudas o vacíos.
Al iniciar la misión de encontrar el lugar donde habían enterrado al comandante Carlos, solo disponíamos de nuestro compromiso revolucionario, el nombre de la comunidad donde había caído, “Bocas de Piedra”, y algunos comentarios o rumores: “aquí murió, pero se los llevaron a enterrar a otro lado”, decían.
Estas expresiones eran comunes en las comunidades que visitábamos. Cuando los guardias o los jueces de mesta mataban a un dirigente campesino o a un guerrillero, se acostumbraba trasladar los cadáveres a comunidades vecinas al lugar donde caían, para esconder a los caídos y evitar que se dieran entierros populares de nuestros hermanos.
Las visitas a las comunidades fueron constantes y desde julio de 1979, hacíamos acciones concretas, bien definidas, planificadas. En Waslala habíamos organizado comisiones de apoyo con los pobladores del lugar y multiplicábamos las estructuras en lo posible en cada comunidad.
La misión especial adicional a la organización comunitaria era localizar el sitio donde habían enterrado al Comandante Carlos Fonseca. Realizamos varios viajes a la zona donde cayó para localizar la comunidad y el lugar donde fue enterrado, iniciando esta misión en julio de 1979, completándola en noviembre para conmemorar el tercer aniversario de su caída.
Fue así que en el mes de agosto ya teníamos localizada en Dipina la tumba del Comandante Carlos y en Ocote, Tuma, la de Edgar Munguía “La Gata”. En una misión por Las Bayas, Rodolfo Amador también había encontrado la tumba de Claudia Chamorro.
Para todos los compañeros caídos en las montañas se hicieron las respectivas evacuaciones y actos de despedida en Waslala. En Ocote Tuma, Edgar Munguía estaba enterrado en el propio poblado y toda la comunidad sabia donde se encontraba. Me correspondió ir a este poblado a traer su osamenta e igual que en Dipina, la población de Ocote Tuma despidió a la “Gata Munguía”. Miembros de la comunidad expresaron que este fino joven en su quehacer guerrillero se había ganado el cariño de esa comunidad. Participó esta vez en la despedida de Edgard una representante de los maestros cubanos, la profesora Marka Suárez.
Cuando se localizaron los restos del Comandante Carlos Fonseca, estaba presente para recibir su osamenta el comandante David Blanco, esta vez acompañado de familiares del compañero Edgar Munguía.
V.- Autorización de la misión y dirigentes principales
La misión emprendida en julio de 1979, hace más de 42 años, fue autorizada por el Comandante Lumberto Campbell, compañero “Fanor”, Jefe Militar del Comando de Waslala. En la primera semana después del triunfo de la revolución, después del “matutino” y de la evaluación del trabajo, solicité a nuestro jefe militar autorización para comenzar la búsqueda del lugar donde estaba enterrado el Comandante Carlos Fonseca.
“Adelante”, dijo el comandante, “pero que esto no signifique descuidar el trabajo en Waslala, ni descuiden el trabajo de organización en comunidades”.
Los dirigentes principales para localizar y exhumar los restos del comandante fuimos tres entrañables hermanos sandinistas que teníamos diferentes orígenes y en ese momento cumplíamos en Waslala diferentes funciones:
El Comanche Rodolfo Amador “Hugo”, matagalpino experimentado, hombre de campo, guerrillero, velaba la seguridad como jefe del naciente Ministerio del Interior. Rodolfo es uno de los presos liberados con la toma del Palacio Nacional en agosto de 1978. Conocía el territorio, porque tenía una finca en comunidad “Las Bayas”
El “Comanche Adrián”, José Santos Sobalvarro, matagalpino, de origen obrero, un empecinado guerrillero que apoyaba en el comando para lograr el mejor entrenamiento y formación militar del nuevo ejército revolucionario. Era un extraordinario compañero de origen obrero, que inició su lucha en la ciudad. Se convirtió en un experimentado guerrillero de la Brigada “Pablo Úbeda” y había participado en la lucha en la zona de Waslala.
Rodolfo y José Santos eran dos excepcionales compañeros, de gran trayectoria, dos hermanos sandinistas tan audaces como humildes.
El tercero fue “Julián”, Julio César Martínez, político del Comando de Waslala y con 4 años de experiencia en la zona dirigiendo la cooperativa de café. Yo era el menos experimentado en el campo militar, tenía a cargo la responsabilidad de la organización comunitaria y llevaba la investigación para localizar los restos del comandante Carlos. Era un joven que había finalizado la carrera de administrador de empresas, con la experiencia de trabajado organizando cooperativas en esas montañas.
Y ahora soy el único sobreviviente del grupo de dirigente.
VI.- Participantes en la misión y su trayectoria. Distribución del trabajo
¿Cómo nos organizamos para realizar la misión? Los miembros del grupo dirigentes teníamos roles diferentes que cumplir: Rodolfo era el responsable de seguridad del grupo; José Santos responsable militar de la patrulla, y Julio César organización comunitaria y llevar el registro de pistas de los sitios donde podían estar enterrados nuestros hermanos caídos en la lucha.
Participaron además 14 compañeros, de los cuales solo retengo en mi memoria a Saidy Rivas Reed (q.e.p.d.) y Alvenis Miranda.
Saidy era una guerrillera muy joven, dulce y la más agradable compañía que teníamos en la misión. Ella apoyaba las entrevistas y recopilaba información durante el recorrido que hicimos de Waslala a Bocas de Piedra y de ahí a Dipina. Saidy participó en la llamada “Insurrección de los niños en Matagalpa” en 1978 donde fue herida. Fue trasladada a Cuba y regresó para para integrarse a la lucha final.
Alvenis Miranda apoyaba la investigación, pero su trabajo específico era la atención y organización de aspectos productivos en las comunidades. Era profesor responsable del programa del Centro Familiar Educación Rural-CFER que FUNDE desarrollaba en Bocaycito, donde lo integramos de lleno a la lucha.
Del resto de los 12 miembros no recuerdo sus nombres solo un seudónimo, “Aurelio”, y dos apodos “el Chaparro Eduardo”, y “El Correo”. Éramos 17 compañeros para organizar comunidades y recopilar información.
Cuando iniciamos la misión se seleccionaron a los 12 compañeros con más experiencia en lo militar que apoyaran a Rodolfo y a José en los aspectos de seguridad y de protección militar del grupo (vanguardia, retaguardia, investigación de personas sospechosas, soplones etc.)
Visitábamos las comunidades con prudencia y recelo. En esas comunidades la población vivía aún las secuelas de la represión de la Guardia, de las presiones y amenazas para lograr su colaboración.
José Sobalvarro cubría la vanguardia y retaguardia del grupo sobre la marcha. En el transcurso de la misión Rodolfo controlaba las armas que podían estar en manos de pobladores, verificaba la confiabilidad de los mismos, buscaba a los guardias que pudieran estar refugiados en dichos lugares o en caseríos aledaños.
Mi responsabilidad era dirigir la organización comunitaria y la investigación para localizar las tumbas en la montaña; llevando todo anotado y siendo estricto en la organización del grupo y de las comunidades, cuidando el cumplimiento del tiempo de la misión y la marcha y dirección de nuestros pasos.
Inicio del proyecto “Carlos Fonseca Amador” de Waslala. En la imagen linnette Sequeira (q.e.p.d) con un miembro de la CEE cuando se revisaba la posibilidad de financiamiento del proyecto de desarrollo integral de Waslala.
VII.- Rumbo a Boca de Piedra y Dipina
Cuando iniciamos la búsqueda para localizar el sitio donde estaban los restos del comandante Carlos Fonseca no teníamos pistas exactas, lo que teníamos claro era nuestros objetivos y acciones, y teníamos la meta de localizar el lugar antes de que se cumpliera el tercer aniversario de su caída que sería el siguiente 8 de noviembre; pero creo que esto sucedió el día 7.
El grupo conformado contaba con una unidad indisoluble, éramos compañeros, amigos fraternos, sinceros, respetuosos y sobre todo firmes en organizarnos para ponernos de acuerdo en cada una de las acciones que realizábamos; con mucha disposición a realizar todas las visitas que fueran necesarias para organizar las comunidades y localizar a nuestros hermanos guerrilleros caídos en combate.
Todo nuestro andar era a pie, subiendo y bajando esas montañas, cruzando ríos, pateando lodo y regocijándonos siempre de nuestro trabajo.
Cada día revisamos el trabajo emprendido y su distribución; discutíamos en detalle los avances y logros, problemas encontrados en todos los sentidos, inteligencia, militares, o aspectos políticos organizativos de las comunidades y los avances en la búsqueda que teníamos. Así dejábamos organizado cada lugar que visitábamos, ideando proyectos de supervivencia en cada lugar y dejábamos bien establecido los lazos de comunicación con nuestras estructuras en Waslala.
Nuestra misión implicaba conocer las condiciones materiales de la comunidad, especialmente lo que era la producción para el sustento; las escuelas que existían y las secuelas de las acciones de “maestros informantes”. También estaba el proyecto de cerdos que la Guardia había llevado a algunas comunidades pero que tanto maestros como este proyecto eran utilizados para mantener el control de los pasos de los guerrilleros por esos territorios.
De esta manera rastreábamos todo, escribíamos todo y dejamos a cada comunidad una nueva organización; a sus pobladores les asignábamos tareas a cumplir para las próximas visitas o encuentros en Waslala para resolver temas prioritarios.
VIII.- La misión en Boca de Piedra
Para iniciar la investigación nos dirigimos a la capilla de Bocas de Piedra. Al avanzar sobre la geografía de este sagrado territorio que recibió la sangre del comandante, atravesamos el rio Zinica y llegamos a dicha capilla ubicada en un caserío del mismo nombre, un lugar poco poblado y ubicado cerca del cerro el Guayabo, que está ubicado al sur de la capilla.
Esta tarea no fue muy fácil. Todo el mundo conocía que el comandante Carlos había caído ahí, pero no era conocido el lugar donde la Guardia lo había enterrado y ese era nuestro reto. Acampamos en la capilla, bajamos al zanjón que está al frente para identificar el sitio exacto donde cayó el comandante y al mismo tiempo, iniciábamos las entrevistas con todos los pobladores que pudimos encontrar. Esta fue una dinámica permanente, la tarea era no dejar de entrevistar a nadie, lo cual permitía “atar cabos” al ir encontrando elementos coincidentes que nos permitieran llegar a conclusiones y así reconstruir lo sucedió el día 7 y 8 de noviembre de 1976.
Cerca de ahí vivía Matías López, nuestro principal testigo, campesino ligado a los quehaceres de la Iglesia como el cuido, limpieza y mantenimiento de la misma. El preparaba la capilla previa a la llegada de los sacerdotes capuchinos de Bluefields que llegaban todos los años en lo que denominaban “Misiones” para celebrar, misas, bautismos, matrimonios etc.
Por información previa, conocimos que Matías López, además de ser el principal apoyo de los padres capuchinos en la capilla de “Bocas de Piedra”, era un testigo clave porque él había estado secuestrado durante todo el tiempo que la Guardia ocupó el lugar.
Cuando llegamos a “Bocas de Piedra”, de inmediato procedimos a localizar y detener a Matías López, con el fin de obtener la información que requeríamos. Le hicimos conocer que nosotros teníamos la información que él estaba presente el día que murió Carlos Fonseca y que queríamos que nos contara todo lo sucedido.
Al inicio él nos vio temeroso. Tenía mucho miedo de hablar y fue muy parco con sus primeros aportes. De nuestra parte consideramos que debíamos tener la mayor paciencia con él, ganarnos su confianza y continuar nuestro trayecto e investigarlo sobre la marcha.
Nuestro grupo continuó su trayecto en dirección a Dipina agregando como nuevo miembro a Matías López, quien nos acompañó por varios días en todos los lugares donde buscábamos todos los detalles necesarios de los pobladores y al mismo tiempo, pretendíamos que Matías perdiera el miedo inicial que nos tenía y nos diera más información.
La integración de Matías con nosotros no era voluntaria, sino que le obligamos a marcharse con nosotros a fin de que sus declaraciones en el trayecto apoyaran nuestra búsqueda conforme la información que brindaban los pobladores en el trayecto.
El primer día llevamos a Matías amarradas las manos, pero al día siguiente, a solicitud de Saidy le quitamos este suplicio. Al retomar la marcha la atención y cuido de don Matías fue responsabilidad de Saidy, lo cual fue muy interesante y productivo.
Saidy, con su gran corazón, le tomó cariño, estableciéndose una relación fraterna con él, y después cariñosamente le bautizamos como “el abuelo”. Así se facilitaron aportes más claros de los hechos sucedidos, llegando a conclusiones con toda la información necesaria.
IX.- Emboscada a Carlos Fonseca
Matías es testigo de todas las acciones de la Guardia en la zona. Durante los sucesos se pasó prácticamente detenido y recluido en la capilla, y nos contó que “desde donde estaba oía la tirazón que se inició al final de la tarde del 7 de noviembre y duró toda la noche”.
La narración Literal de Don Matías López, la resumo así:
La capilla Católica de “Bocas de Piedra” fue prácticamente tomada por la Guardia desde inicios de noviembre de 1976.
Primero llegó un grupo pequeño de guardias, pero que para el 7 de noviembre se habían acumulado unos 80 guardias. Este contingente fue uno de los más grandes que se había visto por la zona y que a su modo de entender prácticamente llegaron a tender una emboscada producto de una denuncia de la presencia guerrillera en la zona ya que el camino señalado era un viejo camino de tránsito de la zona de Dipina hacia la zona de Cubalí y Las Bayas.
Como rehén de la Guardia, era obligado a realizar varios trabajos. La Guardia robaba lo bueno que podía encontrar en la capilla.
Matías narra circunstancias de la caída del Comandante, así:
“La tarde del 7 de noviembre la guardia se parapetó en diferentes puntos alrededor de un camino de montaña que pasaba al pie de la colina donde se encuentra la capilla, era una hondonada que estaba llena de matorrales. Aunque me mantenían la mayor parte del tiempo dentro de la capilla, desde ahí podía ver lo que pasaba afuera”.
Cuando iniciaron los disparos en la tarde lo hacían en dirección al matorral que estaba en la parte baja de la capilla, el zanjón. Comenzaron a disparar cuando ellos oyeron ruidos en la maleza. Había momento que cesaban los disparos, después reiniciaban disparando de vez en cuando hacia el matorral. A pesar que nadie les disparaba, notaba a una Guardia nerviosa.
Dispararon toda la noche a ciegas y como locos y no apreció que se establecía combate alguno. Consideró que esta fue una emboscada brutal.
El testigo sigue narrando: Amanecía, era 8 de noviembre, la Guardia penetró al lugar donde estaban los dos caídos ya tarde de esa mañana y con mucho temor. La Guardia estaba muy silenciosa y asustada. Por la mañana, desde la capilla pude ver cuando sacaban los dos cadáveres del zanjón. Después me llevaron a donde estaban los dos cadáveres y me obligaron a cortarles las manos. Matías considera que el hecho de decidir utilizarlo a él para cortar las manos del comandante y a su acompañante, era una muestra de temor o cobardía de la Guardia.
Cuenta que vio llegar un helicóptero la mañana del 8 de noviembre. Seguro partió para Managua a presentar su trofeo ante el dictador. El helicóptero regreso por la tarde, recogieron alguna gente y luego levantó vuelo nuevamente. Matías cree que por el sonido del helicóptero al parecer bajaba muy cerca, posiblemente aterrizaba en la comunidad de Dipina.
Todo lo anterior coincidía con narraciones de otros campesinos en relación a los tiempos, los sonidos y dirección del helicóptero. Otras personas simplemente afirmaban que aterrizó en Dipina. Al finalizar nuestra visita a Dipina dejamos a Matías en “Bocas de Piedra”, donde le visitábamos de vez en cuando para saludarle o tomar un café con él.
IX.- Dipina, lugar de reposo del Comandante
Tras caminar varios días investigando, llegamos a Dipina, una comunidad pequeña con unos 20 ranchitos, situada al Este de Waslala y al Sur de Bocas de Piedra. En sus alrededores vimos señales de haberse talado muchos árboles, había casitas a la orilla del camino con áreas “chapeadas”, cómo preparadas para las siembras de la época.
Dipina era un lugar remoto donde solo se podía entrar a pie o en bestias de carga. A pesar de estar muy alejado de Waslala, la Guardia le daba atención especial. Había diseñado una gran plaza y las casas estaban alrededor. Tenía una especie de casa comunal que la podía ocupar eventualmente para reunir a la población; había una iglesia y una escuela con un maestro que atendía multigrado, ubicada en la parte sur del poblado, un poquito distante del centro, en un lugar bastante plano. La mayoría de los maestros que laboran en la zona, eran obligados a conformar una red de informantes.
Los pobladores de Dipina eran gente muy huraña, las presiones que la Guardia ejercía sobre ellos y la población en general les obligaba a convertirse en colaboradores de jueces de mesta o de la Guardia misma. Esto hacía que esos pobladores fueran retraídos, recelosos y de pocas palabras, sobre todo ante el nuevo Ejército Popular Sandinista que representábamos.
Después de varias reuniones y entrevistas, determinamos que el sitio que buscábamos estaba al este del caserío muy cerca de la escuela. Según informaciones de los lugareños, en varios lugares de la montaña se encontraban sepulturas de personas que la Guardia había enterrado.
Cuando llegamos, una de las personas amables que nos recibió fue Jesús Espinoza Duarte que estaba en la iglesia católica de Dipina. Gracias a él, pudimos reunir a un grupo de gente en esa iglesia. Nuestro trabajo en esas comunidades se basaba en reuniones dinámicas, en que explicábamos los objetivos de nuestra naciente revolución, se conocían las condiciones de la comunidad, su producción, las condiciones de la escuela, etc. y los problemas que podían tener. Luego se elegían autoridades y con los electos se establecían compromisos de carácter, productivo, sociales o políticos. Y se hacían reuniones individuales y específicas con cada uno de los miembros electos, u otras reuniones con los líderes principales que pudiera tener la comunidad (pastores, delegados de la palabra, maestros, etc.)
En el caso de Dipina, después de atender los temas organizativos, conocer las prioridades de la comunidad y de elegir a Jesús Espinoza Duarte como Coordinador del Comité Sandinista Local, nos dimos a la tarea de continuar de forma discreta nuestras investigaciones sobre el lugar donde estaban sepultados los restos del Comandante Carlos Fonseca.
Por todos los testimonios recabados en todo nuestro recorrido, todos coincidían y nos llevaron a la conclusión y confirmación que el día 8 de noviembre un helicóptero había bajado frente a la escuela de Dipina, y que este medio aéreo, procedía de la zona de “Bocas de Piedra”.
De todos los testimonios recabados en Dipina, el que nos llevó al lugar exacto donde estaban enterrados los restos del comandante fue el del profesor de la escuela Juan Francisco Blandino, quien expresó: “Cuando la Guardia bajó en el helicóptero al lado de la escuela, nos asustó mucho, sobre todo porque unos bajaron rápido y llegaron gritando como locos a la escuela en donde estaban impartiendo clases, y ordenando de forma imperativa que saliéramos de inmediato y que nadie volviera a ver atrás. Fue así que todos los niños salieron de inmediato, en carrera y horrorizados por los gritos de la Guardia.
Afirmó el profesor Francisco que con un gesto de aparente protección hacia los niños y de garantizar que todos habían salido, el volvió a ver atrás y pudo observar que la Guardia sacaba 2 bolsas verdes del helicóptero y se internaban con ellas en los matorrales frente a la escuela.
Días más tarde, el profesor relata que se introdujo en la misma dirección que había recorrido la guardia y encontró muy lejos el tumulto donde se habían enterrado las bolsas. Habían pasado 3 años y había cambiado un poco la fisionomía de la maleza y había que buscar nuevamente el sitio.
Después de este testimonio nos organizamos con un grupo selecto de pobladores para ir a localizar los posibles sitios donde se podían determinar los tumultos que identificaran la tumba y no lo logramos en el primer intento.
Por tal razón al retirarnos de Dipina, delegué en Jesús Duarte que nos apoyara con el profesor Francisco Blandino en la localización de la tumba del comandante Carlos Fonseca.
Días después, Jesús Duarte me envió esta nota que guardo en original como un pequeño trofeo.
Dipina, D. P. O de Zelaya, Waslala
Estimado compañero “Julián” la encomienda que los dejó ya está hecha. Ya hallamos el cadáver del señor Carlos Fonseca Amador y de otro cadáver en la misma tumba el uno este vestido de verde olivo y el otro del mismo modo, más usaba el uno con camiseta negra.
Los dos están con cabezas, lo que no tienen es las manos. Al lado donde estaba tapado el que vestía de verde olivo, estaba tapado con tablas. Estos dos cadáveres están sepultados de la siguiente manera: El uno del saliente al poniente y el otro del norte a sur en forma de escuadra.
Es cuanto dice el coordinador del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Jesús Espinoza Duarte
Patria Libre o Morir.
P.D. Esta tumba está en esta forma. Y a continuación hay un dibujo de la posición en que se encontraban los cadáveres
A continuación, la carta original:
X.- La exhumación
En el relato inicial, digo que coordinamos con autoridades nacionales con la intervención del comandante Arce, quien nos remitió con Roberto Sánchez Ramírez, con quien programamos la exhumación de los restos del Padre de la Revolución.
Desde que inicié a escribir mis notas, a pesar de los años transcurridos, me transporto en el tiempo emocionado y recuerdo cuando el Comandante Lumberto Campbell autorizó la búsqueda y dio seguimiento a nuestros pasos para el cumplimiento de esta misión. Tengo muy claro los recuerdos cuando iniciamos el viaje a la zona de Zinica, llegando a la Capilla Católica en la comunidad de “Bocas de Piedra” que tienen o tenían los padres capuchinos con sede en Bluefields.
Tengo presente la coordinación con Roberto Sánchez Ramírez, para traer la osamenta del Comandante Carlos, lo cual se hizo con dos helicópteros: uno pequeño para viajar a la Comunidad de Dipina –en el cual solo alcanzaba el piloto, Rodolfo Amador y el suscrito.
El helicóptero tenía registro panameño, piloteado por un hermano de esa nacionalidad que estaba al servicio de nuestra naciente revolución, gracias al apoyo solidario que brindaba el General Omar Torrijos, presidente de Panamá.
Para esa fecha el comandante Campbell había salido de Waslala. La Dirección Nacional había decidido trasladarle a su tierra, Bluefields y por eso, una vez que regresamos de Dipina, después que se hicieron las ceremonias y guardia de honor que teníamos previstas, procedimos a entregar la osamenta a Irvin Dávila, quien había sustituido al Comandante Campbell como jefe militar. Él a su vez lo entregó al comandante Guerrillero David Blanco.
Ellos partieron a Matagalpa y Managua y los que participamos en la misión quedamos en Waslala orgullosos del deber cumplido y continuando nuestro trabajo con el entusiasmo de siempre.
Saludos Julio César. Fué una labor Loable. Rescatar para la historia y la Causa Sandinista los restos del Comadante y Jefe de la RPS. Esa acción es como el rescate del cuerpo de nuestro General de Hombres Libres. Y de todos los asesinados por la guardia somocista en contubernio con los imperialistas yanquis
Es impresionante la historia que usted compañero Julio César nos ha traído, yo no sabía como habían encontrado los restos del comandante Carlos Fonseca, estoy impresionado por tal hazaña. Mis más profundo respeto y admiración.
Muy buena para la Historia de Nicaragua Revolucionaria.
Excelente trabajo, siempre reconozco a los héroes del ayer, son los mismos de hoy y mañana
Que labor más honorable Julio Cesar, fue para mi muy importante su aporte a la historia de nuestro FSLN, conocer tantos detalles de primera voz de usted es importante para la historia de nuestra Patria Roja y Negra, me ha llenado de emoción. Un fraterno abrazo. Carlos Mendoza (Bosquito).
Hermano Julio César Martinez Aguirre, Freaterno abrazo militante, felicidades por tu heróica misión cumplida, heres una persona notable de la historia Sandinista, y tu testimonio es la clave para conocer al detalle de como fueron encontrados los restos del Comandante en Jefe de la Revolución Populsr Sandinista, Graciad por tu invaluable aporte a la Historia de la Revolyción, PLOMO (JAG)
Aportes como este don invaluable amigo Julio, Nicaragua te estará agradecida por plasmar en letras esta historia maravillo y triste a la vez, nuestro padre de la revolución es y será luz en nuestro camino revolucionario y gracias a ese esfuerzo incomiable hoy descanzar en un mausoleo a la vista de su pueblo y el mundo. Te abrazo.
Impresionante trabajo Julio y gran aporte histórico lograr encontrar los restos del Comandante Carlos
Fuerte abrazo