Hace tres años, en la Cumbre sobre Objetivos de Desarrollo Sostenible del 25 de septiembre 2019, la representación de Nicaragua observó : “Para cumplir con la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se requiere establecer un nuevo modelo económico y financiero, y crear nuevos patrones de producción y consumo acordes con estilos de vida sostenibles y amigables con la Naturaleza…preocupa la falta de recursos y el lento ritmo de la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) en general, corriéndose el riesgo de no cumplir a cabalidad, a nivel global, con todas las metas planteadas.”
Con esa intervención Nicaragua indicaba una realidad, que para el mundo mayoritario el principal obstáculo a su desarrollo es la mala fe de Estados Unidos y sus aliados, quienes jamás van a ceder de manera consensuada sus históricas ventajas construidas en base a la conquista, el genocidio y la esclavitud. Otro claro ejemplo de esta realidad se presentó la semana pasada cuando la Federación Rusa ofreció a donar 300,000 toneladas de fertilizantes a los países mas necesitadas, en barcos actualmente estancados en puertos europeos por motivo de las sanciones financieras que afectan empresas de seguros y de transporte marítimo. Canciller Sergei Lavrov explicó en la Asamblea General de la ONU, «Llevamos ya semanas recordando que hay 300.000 toneladas de fertilizantes retenidas en los puertos europeos, y hace tiempo que ofrecimos transferirlas gratuitamente a los países necesitados de África, pero la UE no ha respondido».
Se trata de otro ejemplo vergonzoso de la interminable guerra de Occidente contra el mundo mayoritario en que choca el sistema de la acumulación de riqueza en beneficio de una élite que domina el mundo, contra una visión y práctica solidaria enfocada en el desarrollo de la persona humana en un mundo multipolar. Entonces cuando Nicaragua llamó en 2019 para un nuevo modelo económico y financiero estaba predicando un imperativo lo cuál en estos momentos se está imponiendo con suma urgencia. Este choque entre diferentes visiones del desarrollo siempre ha caracterizado las relaciones internacionales. Quizás su expresión más elaborada fue la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo aprobado en diciembre 1986 con 146 votos. Estados Unidos votó en contra.
Actualmente esa histórica declaración existe más que todo como una fantasma que sirve para recordar la mala fe de los países ricos los cuales han hecho todo lo posible para enterrarlo porque sentó precedentes muy inconvenientes para Estados Unidos y sus aliados. El Derecho al Desarrollo defiende el principio de la autodeterminación de los pueblos, requiere intervenciones decididas de parte de los gobiernos nacionales y sus obligaciones son vinculantes para todos los actores que puedan afectar los derechos humanos por sus acciones u omisiones. Es evidente que estas características hacen la Declaración completamente inaceptable para las élites occidentales.
Estados Unidos y sus aliados actúan constantemente para denegar el derecho a la autodeterminación de los pueblos. No aceptan priorizar la persona humana por encima de la acumulación de la riqueza. El capitalismo occidental busca minimizar el papel del Estado nacional, reduciendo a un mínimo el sector público. El reconocimiento del amplio número de actores que puedan afectar los derechos humanos desafía la interpretación sesgada occidental de que solamente los Estados puedan violar los derechos humanos, de esa manera denegando importancia a los derechos sociales y económicos.
La Declaración requiere que los países desarrollados brinden cooperación eficaz a los países empobrecidos y que todos los Estados promueven la paz y seguridad internacional. También insiste que los Estados protegen sus poblaciones de la injerencia extranjera y de las amenazas de agresión. La Declaración no solamente afirma el derecho de los pueblos a la autodeterminación sino también a la soberanía sobre sus riquezas y recursos naturales. Plantea el derecho y deber de los Estados a formular políticas de desarrollo humano nacional que promueven la mejora constante de sus poblaciones en base a la participación activa y una distribución equitativa de los recursos.
Es importante recordar estos principios en el contexto internacional y regional porque la Declaración al Desarrollo del 1986 en efecto estableció las normas del mundo multipolar que está emergiendo ahora. Y esto explica en gran medida porque las élites de Estados Unidos y los gobiernos que compran cada cuatro años están tan obsesionadas con la destrucción del gobierno Sandinista en Nicaragua. Porque solamente con los gobiernos del Frente Sandinista de Liberación Nacional ha Nicaragua tenido un Plan Nacional de Desarrollo Humano.
Los planes se han implementado de 2007 a 2011, de 2012 a 2016 y, a pesar de las multi-millonarias pérdidas provocadas por el fallido intento de golpe, de 2017 a 2021. Ahora en el período 2022 a 2026 se está ejecutando el actual Plan Nacional de Lucha Contra la Pobreza y por el Desarrollo Humano. Estos planes han cumplido de manera ejemplar con los principios plasmados en la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo de 1986, y se han logrado implementar de manera exitosa en un contexto regional e internacional muy adversa. El mero hecho de tener un Plan Nacional de Desarrollo Humano es profundamente revolucionario porque su implementación comprometida con un enfoque inalterable sobre la persona humana representa un desafío radical al estatus quo ideológico del capitalismo en su fase neoliberal.
Es fácil enumerar los logros sociales y económicos de Nicaragua liderado por el Presidente Comandante Daniel Ortgea y la Vice Presidenta Compañera Rosario, especialmente en relación a la reducción de la pobreza. Son logros reconocidos por diversas instituciones internacionales, desde el Banco Mundial a la Organización Panamericana de Salud, a la UNESCO y la Organización de las Naciones Unidas para La Alimentación y la Agricultura (FAO). El enfoque de las políticas de desarrollo humano en la reducción de la pobreza ha consistido en una amplia democratización de la economía para integrar como sujetos activamente productivos a amplios sectores de la población antes excluidas de una participación activa en la economía, especialmente las mujeres.
Se puede ver una progresión natural y lógico en los Planes Nacionales de Desarrollo Humano en Nicaragua. La reducción de la pobreza por medio de la democratización económica requiere la ampliación y modernización de infraestructura vial y portuaria, de energía eléctrica y de agua y saneamiento y también la garantía de acceso universal a servicios de salud y educación de calidad. Y esto también es una práctica revolucionaria en el contexto del dominio del capitalismo financiero especulativo internacional. La masiva inversión en infraestructura pública para promover y facilitar la producción y la productividad nacional contradice la lógica de extracción financiera del capitalismo neoliberal que ha destruido la sostenibilidad productiva en Estados Unidos.
Las políticas de desarrollo humano en Nicaragua efectivamente reafirman el valor revolucionario de los principios de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo, especialmente frente a las virulentas políticas reaccionarias y xenófobas de los Estados Unidos y la Unión Europea. Las cínicas élites que dominan esos países nunca han tenido la intención de promover el desarrollo de sus históricas víctimas. Nicaragua ofrece un ejemplo modelo a los países de la región de cómo un pequeño país, históricamente explotado y empobrecido, puede garantizar niveles de desarrollo humano sin precedentes a su población con un gobierno motivado por un auténtico compromiso revolucionario.
Escrito por: Stephen Sefton
Fuente: 19 Digital